martes, 10 de agosto de 2021

Reseña de Ana Martínez Castillo: ‘Ofrendas’. Eolas ediciones. 2021. Prólogo de David Roas

OFRENDAS | ANA MARTÍNEZ CASTILLO | Casa del Libro


El mundo onírico de Ana Martínez Castillo se cuela entre los versos de poemas que se sumergen en el inconsciente. Lo hemos comprobado en Bajo la sombra del árbol en llamas (Isla de Siltolá, 2016), La danza de la vieja (Isla de Siltolá, 2017), Me vestirán con cenizas (Versátiles, 2019) y De lo terrible (Chamán, 2020). Y es protagonista absoluto en los relatos de terror que poblaron Reliquias (Eolas, 2019) y los incluidos en las antologías Donde las hadas no se aventuran (Apache, 2020) y Ars moriendi. Cuentos de la no vida (InLimbo, 2020). La sensación de que algo terrible se esconde y que es más real que lo real.

Los relatos incluidos en Ofrendas tienen un leitmotiv, de alguna forma son regalos que los personajes ofrecen a una divinidad, a un espíritu, al dios, a lo salvaje. Ana Martínez Castillo toca con seguridad lo más atávico, los miedos y las inquietudes que subyacen en el ser humano. En pocas páginas nos sitúa en un escenario cotidiano, familiar, donde nada extraño parece suceder pero siempre, en cada uno de los relatos, intuimos que hay algo más. Algo que desentrañar, un detalle que se escapa si la lectura no es atenta. Una escritura minuciosa pero sin artificios, cuidada al máximo para lograr un efecto en el lector.

En estos tiempos en los que gótico sureño se ha puesto de moda en series como True Detective, Ana Martínez Castillo opta por una multitud de registros espaciotemporales, con especial mención la recurrente aparición del universo de los Liddel y Dodgson en Catoptromancia, y especialmente la ambientación de Cántico y Llena eres de gracia . Estos relatos ponen de manifiesto la inagotable capacidad para el asombro y lo fantástico que todavía tienen algunas tradiciones.

El anterior volumen giraba alrededor del concepto de reliquia. Una reliquia es un artefacto que une el pasado y el presente, pero es un pasado investido de lo sagrado, que impregna la vida y abre una conexión con lo numinoso. Una ofrenda es la manera que tenemos de comunicarnos con el más allá. La reliquia es el pasado que se manifiesta en el presente, la ofrenda implica cona conexión en las dos direcciones, por eso en cada relato hay o se espera una respuesta, una manifestación de la gracia o del horror.

Uno de los relatos más logrados es, sin duda, Madre larva, que toma la forma de fábula en la que nos reconocemos demasiado bien dentro de la atmósfera asfixiante que construye. Lo insólito, lo extraño, lo espeluznante cobra vida de una forma coherente, fluida y por eso mismo, más aterrador. La conexión con Lovecraft es quizás más evidente en esta colección.

“En la cama no podía dejar de pensar en ello. Había visto algo moverse. Algo había puesto un punto de luz allí, y en ese lado ese resplandor no estaba. No estaba. Una débil llama. Como el que enciende una vela.

Había alguien en ese otro salón. Había alguien. Quería ser visto, revelar su presencia. Por un segundo creí que era Alicia, pero no. No era ella.”

El interés que ofrece la literatura fantástica es la posibilidad de crear sin deber ningún nexo obligatorio con la realidad, sino que se reconstruye un mundo en el que lo conocido es una elección, no es casualidad que en todos los relatos se ponga de manifiesto la capacidad humana para asimilar lo fantástico, lo inesperado y, sobre todo, el realismo casi sofocante sobre la psicología interna de los protagonistas. El miedo, los intentos de control de la incertidumbre, la obediencia y la rebeldía. No solo son una alegoría, una metáfora de lo “real”, son reales las emociones, están descritas

Los dioses a los que Ana Martínez Castillo apela tienen el rostro del Dios y de María, de los dioses antiguos, del panteísmo y adquieren también la encarnación de los trastornos psicológicos, que, a veces, no son sino las reacciones comunes llevadas al extremo en situaciones contempladas como extremas.

“Y ahora suena el teléfono y pienso si descolgarlo. Suena cuatro veces y se para, y sé que no, no puedo cogerlo y preguntar quién es si no suena cinco. Lo mismo que el timbre de la puerta. Suena tres veces el timbre de la puerta y sé que no puedo salir a abrir. De manera que me siento en la cama y hablo con la mamá sombra, que está ahora dentro del armario y veo su ojo mirando, y le digo no te preocupes mamá no te preocupes porque voy a quedarme aquí contigo ya no iré al colegio ni nada ya no iré a ninguna parte mamá. Y ella responde como dentro de mi cabeza sí cuídame, cuídame cuídame para siempre cuídame.”

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