El número especial de Cuadernos de Humo que con mimo preparan Hilario Barrero, Jesús Nariño y Luis P. Suárez, está dedicado a Rafael Fombellida, unas “hojas portuguesas”, tal como el autor las denomina escritas entre 1989 y 1992. Álvaro Valverde en el prólogo aclara que no se trata de un diario, ni un libro de viajes meramente descriptivo, es, “al mismo tiempo, un viaje al interior de sí mismo”. Temas como el mar, en su aspecto más paisajístico o como símbolo, el amor… Tampoco extraña encontrar el tono melancólico, la saudade característica del país vecino. Álvaro Valverde resalta también las referencias culturales, especialmente cinematográficos, pero sobre todo, el compromiso exigente con el lenguaje.
Tras unos versos de Eugénio de Andrade, comienza el viaje con el mar: “La vida del abismo / se afila en cortaduras / que no ves, pero clavan / su labio entre los tuyos” (Medianoche del cabo). En Cabanas velhas llega el “Calor a dentelladas, calor a contrasombra, / calor en los teatros, / en la pequeña luna / tatuada en tu muñeca”. Como decía el prologuista, el mar y el amor.
Setúbal es el primer poema dedicado a un lugar propiamente dicho, aunque la perspectiva desvela un argumento: “Tu imagen no es teórica, apunta a la carencia. / Tendrá su declinar, igual que el día de hoy. / La acaricias honesto y honesta se te ofrece. / La despiertas, excitas con imprudente asedio. /…/ Ya te has apaciguado. La inocencia te abraza. / Cuerpo que, sabio y solo, te protege de ti”).
La siguiente escala es ya en la capital con un poema lleno de carnalidad: “leer un cuerpo ajeno lo mismo que una carta / o el callejero urbano. El tendón de la ingle / tirante como el cable de acero de un viaducto, / las líneas de la mano, / ambiguas como el nudo de un poema. /…/ Y otra vez vuelvo a verte, Lisboa y Tajo y todo, / porque salgo a leer tu cuerpo de ciudad” (Leyendo Lisboa desde la Pensâo «Prata»). El barrio de Graça es el protagonista del siguiente poema: “Doy gracias a ese lloro suplicante. / Si esta noche no hubiera de apagarse / no existiría para mío otro día / ni podría creer que sigo siendo nadie” (Mensajes desde Graça).
Acompañan al viaje a Coimbra las reflexiones que el paisaje y el poeta por antonomasia sugieren: “La vida pasa al margen, y fingimos vivirla. / Pero echa sus dados y al azar nos expulsa. / Allá de Santa Clara, donde los chopos negros, / he llorado la muerte de Fernando Pessoa, / capaz, desconocido, vasto, ingente, / inventor de sí mismo y de nosotros mismos” (Coimbra, 3 de diciembre de 1935).
De nuevo es el mar el protagonista: “Bébete su pulmón, agótalo. Y en tu serenidad sea contigo” (Mar de Furadouro). En Vilanova de Cerveira relata con detalle los paisajes: “Pisamos aquel castro, hollamos con las suelas / el hueco de una tumba antropomorfa. / No quedaba ni brizna de lo que fuera un rostro / de piedra o de madera de carballo/… / Recorrimos kilómetros, / pasaron días, fechas que he olvidado. Tenía la cabeza en otro pensamiento”. En Oporto “Refresca al sol el río desde el puente de hierro. / Y el sol se lo agradece con un ligero ardor. / De miradores altos hay rostros que se apartan. /…/ Mi lengua son recuerdos de una rúa portuense. / Tanto quanto me lembro, esta é a primeira vez” (Porto).
El último poema, Rente ao dizer, próximo a decir, es el título de un poemario de Eugénio de Andrade, cerrando el círculo de este cuaderno de viajes: “Cuanto fui y jamás fui va separándose / de aquello que seré, que no seré. / No debes demorarte. Ampara ya / mi desengaño con tu compasión”.
El poeta recuerda la aventura de estos versos que fueron casi un secreto hasta que han vuelto a juntarse. Y aprovecha para dedicar unas palabras de agradecimiento a editor, prologuista e ilustradores. Rafael Fombellida reconoce también su portuguesismo, la influencia de la poesía portuguesa en la suya propia: Eugènio de Andrade, Miguel Torga y alguno de los heterónimos de Fernando Pessoa como Álvaro de Campos, Ricardo Reis o Bernardo Soares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario