En las elecciones al parlamento europeo, la formación
política Podemos ha conseguido cinco
diputados, más de un millón doscientos mil votos. Si como ciudadano llama la
atención poderosamente, como científico social, el fenómeno es apasionante. Y
no me refiero sólo a la campaña y los resultados, quizás han sido también igual
de sorprendente las respuestas mediáticas a este triunfo.
Su líder, Pablo Iglesias ha impactado, no sólo con su
imagen, sino especialmente con su verbo. La formación se ha organizado en
tiempo récord, consiguió los cincuenta mil avales en sólo veinticuatro horas,
y, sin apenas presupuesto han trasladado su mensaje y convencido a más de un
millón de personas. ¿Qué ha pasado? En las primeras horas tras conocerse los
resultados, los portavoces de los partidos políticos, antes de que se reunieran
los think tanks, antes que los
pensadores oficiales elaboraran una estrategia consistente, escuchamos que si
ha sido un líder muy mediático, que estaba todo el día en la Sexta y Cuatro, que si son anti-sistema, que si coinciden con Hitler por aprovechar el descontento ante la crisis (razón evidente de la "mayoría absoluta" del PP), que si son frikis. Después
asistimos al bochorno de escuchar a Felipe González comparándolos con los bolivarianos.
Si atendemos a todos esos voceros, Podemos
serán un partido de centro, puesto que para unos son de extrema derecha y para
otros de extrama izquierda. Dejemoslo estar.
Lo que sí me gustaría recalcar es la necesidad de los
grandes partidos de replantearse qué están haciendo. Mal seguiremos yendo si
consideran que el éxito de Podemos es
cuestión de marketing. Entonces sólo
cambiarán en los perfiles de Facebook
y Twitter. Mi corta experiencia al
respecto me dice que el uso de internet en la campaña sólo es efectivo si la
red social existe anteriormente, si realmente hay detrás la misma voluntad
política que mediática.
La diferencia no ha sido de propaganda, ha sido una
diferencia política. Podemos ha hecho
una campaña distinta porque hacen una política distinta. El sistema de círculos y asambleas provoca un cambio
en la dirección que se imprime al movimiento político. En cambio, los grandes
partidos, la casta, como le gusta
llamarles Pablo Iglesias, siguen queriendo ostentar una posición de privilegio.
Ellos saben lo que nos conviene, como un padre (esto me duele más a mí que a
ti), un profesor (la letra con sangre entra) o un médico. Precisamente un
médico que hace lo que debe, aunque duela. Que amputa los miembros que están
gangrenados. Cercenan el miembro para que sobreviva el paciente. Pero el paciente
no está mejorando con estas recetas propias de la medicina más rancia, el
paciente empeora con las sangrías. Y lo más importante, el paciente está
perdiendo la paciencia.
En segundo lugar creo que estos portavoces de estos grandes
partidos deben tener en cuenta cuál es su público. ¿De verdad que creen que van
a convencer a los votantes de Podemos
acusándolos de comprar la ropa en Alcampo? ¿O de estar cerca de Chavez? Están
asociando algo que no les gusta a ellos con algo que supuestamente no le gusta
a nadie. Les acusan de populistas y los asocian con los partidos contrarios a
Europa. ¡Cuánta demagogia en una frase! Si populista es hacer lo que quiere la
gente, todos los partidos deberían ser populistas. ¡Si el partido en el
gobierno se hace llamar “popular”! Están poniendo de un lado a los que
defienden Europa como los progresistas, los modernos, los sensatos, cuando
deberían decir que defienden las directivas de una cierta Unión Europea. Y
frente a ella están los ultranacionalistas de extrema derecha, xenófobos y
racistas. Podemos hace tanta gala de
lo contrario que suelen acusarles de utópicos perroflautas. Lo opuesto a Amanecer Dorado. Si estos últimos
coinciden en querer acabar con el paro, imagino que coincidirán con todos los
partidos.
Pero si los ataques a Podemos
están empezando a ser graves, mucho más lo van a ser. Durante la campaña han
sido ignorados por los grandes medios. Aún ahora son ignorados por las
televisiones: corre el rumor de que ya no los invitarán a los programas de
Atresmedia; y pocas o ninguna las entrevistas en RTVE, que son capaces de sacar
a los actores de Cuéntame en el
telediario.
Había consigna de no preguntar sobre ellos en las encuestas
más importantes, no tenían anuncios en la televisión, apenas carteles, pero
muchas, muchas reuniones. He leído en El
País (quién te ha visto y quién te ve), dejar caer que Pablo Iglesias
utiliza sus conocimientos sobre los medios (en Tuerka tv y en las tertulias) y la política (es profesor
universitario) para llevar su campaña. El tono era parecido a acusarle de
utilizar pócimas mágicas para doblegar la voluntad del votante. Si, como
parece, y me confirman algunos amigos, los integrantes de Podemos que organizan la campaña son científicos sociales, son muy
buenos cienfíficos. Han sabido recoger las ansias del electorado, que no son
los que votaban al PP, alguno habrá que traspasa el voto del PSOE, no tantos de IU, puesto que también han subido,
pero muchos, muchos más han sido movilizados. Y personalmente me alegro de que
haya políticos que no necesitan asesores para todo porque saben, al menos, de
algo.
Raros son estos antisistema que se basan en hacer cumplir
los artículos sociales de la constitución vigente. De todas formas, la única
esperanza es que sean realmente anti-sistema, de este sistema corrupto y
viciado. Quiero recordar otra vez que la mayoría de la población no ha mostrado
su consentimiento explícito al PP. Sólo ha votado aproximadamente la mitad del
censo, y de los votantes, apenas un 26% ha dicho explícitamente que apoyan al
Partido Popular, y un 23% el PSOE. Podemos
ha alcanzado casi un 8%, lo que partidendo de la nada es una barbaridad, pero
mayor barbaridad es decir que se ha ganado las elecciones perdiendo un millón y
medio de votos y sólo representando a uno de cada cuatro votantes. Lo único que
me queda claro es que tres votantes de cada cuatro, más la mitad de los mayores
de edad no se sienten representados, no quieren ser representados por el PP.
El riesgo de Podemos
es aparecer como los protagonistas de un telefilme de la factoría Disney. El
pequeño que desafía al grande y que cuenta con la simpatía emocional del
público. Esperemos que no sea así, aunque no se esté de acuerdo con su programa,
porque lo que esta formación política ha realizado es un acto de empoderamiento
(palabra que detesto), no han pedido permiso para entrar o para pactar. Tienen
la ambición de gobernar, al menos para echar abajo el bipartidismo. Y están muy
cerca de conseguirlo. Tienen la ilusión, las ganas, el conocimiento y juegan
con el factor sorpresa. Las siguientes elecciones serán muy distintas. Imagino
que ahora toca resistir las acusaciones de fumar porros, de ser distintos, de
ser raros. Sacarán los trapos sucios, las fotos comprometedoras. Les atacarán
despiadadamente porque ahora no les habían tenido en cuenta. No pensaron que
resultarían.
Las críticas han sido tomadas por la formación como medallas, como condecoraciones al triunfo. Nos tienen miedo, dicen. No creo, sin embargo, que haya que sacar tan rápido esas conclusiones. Más que, o además de, por amenazar su hegemonía, lo de ahora han sido sólo las pataletas de desconcierto y la
envidia. A eso suenan las palabras de Rosa Díez, que no ha podido rentabilizar
el tirón mediático que se había ganado ella o tenía su compinche Toni Cantó.
Queda ahora ver cómo desarrollan su actividad política fuera
de la campaña, cómo solucionan las dudas, los apoyos, las decisiones
comprometidas. Igual que debemos exigirles a todos. De eso trata la democracia.
Aquí en Rota tendrán, por ejemplo, que explicar qué hacer
frente a la Base Naval, cómo lidiar con las necesidades de las personas y los
principios éticos que defienden. Les queda también abordar el establishment de los sindicatos y de eso
Teresa Rodríguez debe saber un rato. Por ahora, y por poner un ejemplo, son
transparentes en sus cuentas. Eso ya es un cambio.
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