Mi
amigo, el gran sociólogo José Antonio Cerrillo, reivindicaba hace unos días el
hito que supuso la serie Doctor en Alaska
(pésima traducción para Northern Exposure)
en esta nueva edad de oro de las series de televisión. Las casualidades del
destino han hecho que esté ahora mismo revisitándola. Desde el principio,
capítulo a capítulo, disfrutando de cada uno de ellos. Cuarenta y cuatro
minutos de complejidad narrativa, buena interpretación, ingeniosos argumentos y
brillantes diálogos de unos personajes adorables en un paisaje paradójicamente
cálido aún en sus gélidos inviernos.
El
desencuentro entre José Antonio Cerrillo y un servidor estriba en que, a pesar
del innegable fondo posmoderno de la serie, sostengo que puede hacerse una
lectura neo-conservadora de su mensaje. Aquí están mis argumentos.
A favor
del enfoque posmoderno de la serie está una impresión general. Y, desde luego,
los parlamentos del locutor Chris Stevens en la radio KBHR o K-Oso, lo que me
lleva a confesar que fijándose uno se da cuenta las incoherencias y los errores
de traducción en muchos episodios, que en ocasiones dejan incomprensibles
algunas situaciones. Chris de la mañana
representa el típico intelectual posmoderno. Un chico de la calle que acabó en
la cárcel, donde descubrió a Walt Whitman, lo que le salvó la vida. Sin
estudios formales, es capaz de tener una erudición enciclopédica y una
capacidad de integración de conocimientos de diversas ciencias y teorías, de
diferentes sociedades del presente y del pasado. Encarna este personaje la
actitud de tolerancia hacia las diferentes culturas, sin ser capaz de decidir
cuál es la mejor.
La
actitud de los habitantes del pueblo hacia las supersticiones, las creencias de
los nativos americanos o los caprichos pretende mostrar una tolerancia
universal muy en el estilo de que lo que la pedagogía posmoderna parecía
pretender. No es que se plantee una decostrucción de las creencias o se analice
ningún dispositivo de saber/poder foucaltiano, simplemente se deja estar. Es el
resultado de algunas décadas de estudios culturales en las universidades
norteamericanas.
El
supuesto racionalismo de Joel Fleischman es la única creencia no respetada por
la sencilla comunidad de Cicely. Parece que se ha aprendido bien la lección de
Horkheimer y Adorno cuando atacaban a la Razón como se atacaba al monarca
absoluto. Se equipara la práctica médica del neoyorkino con las de Leonard, el
chamán nativo, con la salvedad de que es este último quien muestra la sensatez
ante los abusos del racionalismo occidental.
Precisamente
Leonard protagoniza un episodio (Disputa
familiar, Temporada 4) que es paradigma de lo posmo. Además de chamán, Leonard se encarga de tallar los tótems
familiares. En esta ocasión erige el correspondiente al clan de los Osos, que
es el de Marilyn. Sin embargo, la ceremonia termina en conflicto con otro clan
por una disputa sucedida en 1934. Leonard se niega a retractarse de su obra de
arte y ni siquiera intenta comprobar si las acusaciones mutuas son ciertas. Al
final la solución viene inspirada por la Comisión Nacional de
Telecomunicaciones. Igualdad de tiempos de emisión. Se erige un nuevo tótem
familiar exactamente igual al original salvo por que se ha eliminado el motivo
de la confrontación. No se trata de averiguar la verdad, sino de dar la
oportunidad a todos de contar su propio relato histórico familiar. Lyotard
estaría satisfecho.
Pero
por otra parte, creo firmemente que la serie transmite una clara intención
conservadora. El pequeño pueblo de Cicely es una muestra del espíritu back to basis tan querida a los
norteamericanos. La esencia de la autenticidad, la llamada de lo salvaje
desconfiando de la administración federal, incluso de las fuerzas del orden (no
tienen ni siquiera policía). Los habitantes auténticos no se necesitan más que
a ellos mismos.
Dejando
de lado la discriminación que tienen los nativos americanos, que ocupan lugares
muy secundarios en la serie y más aún en la realidad de la ficción. Ed Chigliak
es un chico para todo, sin personalidad ni capacidad de enfrentarse a los
verdaderos peces gordos. Marilyn no tiene apenas voz, en las primeras
temporadas ni siquiera aparecía en los créditos iniciales. Los importantes son
blancos anglosajones. Maurice Minnifield, el ex astronauta potentado, es el
verdadero cacique del pueblo. Él ha traído su dinero y su visión. Compró miles
de hectáreas y cuida del pueblo como si fuera un padre, algo distante y
exigente, pero siempre vigilante del bien de la comunidad. Es el paradigma que
Lakoff describía en No pienses en un
elefante. El conservador como padre de familia.
En el
episodio en el que se convocan elecciones municipales (Democracia en América, Temporada 4), Maurice, partidario de
mantener el status quo, añora con
Edna, la aspirante a la alcaldía, los tiempos en los que ambos llegaron a
Alaska y disponían de todo a su disposición. Ese mundo, suspira Maurice, ha
acabado, llegarán los burócratas, el Estado, las imposiciones. El estado de
naturaleza dejará paso a la civilización.
Más que
anarquista, esta visión individualista es neo-conservadora. El espíritu libre
tiene que ver con la negativa a pagar impuestos (Holling no ha pagado en
décadas) más que con aspiraciones ácratas. La comunidad es lo importante y
todos se pliegan ante el bien de la comunidad, representada por las fuerzas
vivas. Maurice, Holling son los que dominan el pueblo e imponen sin ningún tipo
de negociación sus visiones de negocio y de vida. En el fondo son buenas
personas, pero no dejan de ser poderosos que sienten compasión.
Maurice
vende una propiedad a una pareja de inversores que montan un hotel. Sin embargo
monta en cólera cuando descubre que son una pareja homosexual. Termina por
tolerarlos –pese a la náusea que le producen- porque respeta su espíritu
empresarial y por el pasado en la Armada de uno de ellos. Ese desprecio lo
vuelve a mostrar cuando aparece un vagabundo en el pueblo hasta que, de nuevo,
su pasado en el cuerpo le hace reconsiderar su postura. Y cuando Chris hace
referencia en la radio a la homosexualidad de las fundadoras del pueblo,
Minnifield lo censura violentamente.
Es una
tolerancia en el peor sentido de la palabra. No implica respeto –tolerancia
progresista–, sino egoísmo. El pueblo en sí también se supone que muestra un
espíritu tolerante ante los demás, los del circo, los huraños montañeros, los
indios, las visiones… y esto enfurece a Fleischman. En muchos episodios el
doctor es vapuleado a causa de su intolerancia por Maggie. A este proceso se
refería Zizek cuando se mostraba contrario a la tolerancia. Los “tolerantes”
miran por encima del hombro a los demás, a las culturas “exóticas” como
excentricidades pintorescas y a los “racionales” porque no son lo
suficientemente tolerantes y modernos.
Es muy
llamativo el episodio en el que niegan las vacaciones al doctor Fleischman y éste
decide ponerse en huelga (Luces del Norte,
Temporada 4). El pueblo entero le demanda y Maurice, sin esperar a las
autoridades, lo desahucia y lo presiona confiscándole los bienes. Joel, al
final, se deja vencer. Explica a Marilyn que hay tres tipos de peces, los que
se mueren luchando contra corriente, los que se dejan llevar por la corriente y
los que nadan con la corriente.
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