Creo
que pocas incongruencias hay más deliciosas que el yogur natural. Si nos paramos a
pensarlo, nunca puede un yogur ser natural. La naturaleza no da yogures, no hay
una planta del yogur, ni un animal que lo utilice para amamantar a sus crías. Y
sin embargo, decimos “yogur natural” y la gente nos entiende.
En el
otro extremo tenemos los “fuegos artificiales”. De acuerdo, hay fuegos
naturales que origina un rayo o una mínima chispa en la sequedad de los
rastrojos, pero podemos coincidir en que la mayoría de los fuegos están
originados por el hombre. Y no tiene gran sentido distinguir a la pirotecnia
como “artificial”. Igual de artificial veo encender una barbacoa, o será que me
doy muy pocas trazas.
La
contraposición entre artificial y natural tiene muchos riesgos. Sería natural
pensar que lo que el hombre construye se adapta más a sus necesidades y tiene
más mérito. Un refugio natural en una cueva siempre será más incómodo y menos
adecuado como vivienda que un chalecito adosado. Y sin embargo solemos
identificar lo natural con lo bueno y lo artificial con lo moralmente malo. Un
sabor artificial siempre es despectivo, aunque las grandes creaciones de la
cocina tengan cada vez más artilugios y estén preparados con más mimo.
Una
comida natural sería, por ejemplo, la dieta mediterránea. Porque utiliza la
materia prima natural, los tomates, el ajo, la carne de cerdo… y unas pocas
especias. Luego lo echamos al fuego durante muchísimo tiempo y tenemos una
cocina "natural". Aunque el trabajo humano haga que cualquier parecido con la
materia original sea inencontrable. (Que no termino de entender qué es eso de
dieta mediterránea basada en el tomate, originario de las Américas, comida
atlántica a lo sumo.)
Ya sé,
lo natural es lo que no tiene conservantes. Definamos conservantes, porque la
sal en el jamón o el bacalao es un conservante. Que no es dañino porque es
natural. Los conservantes malos son los artificiales. De nuevo la
contraposición natural es igual a bueno, artificial, a malo. En este caso
porque es un artificio, un engaño, un truco para que las cosas duren más de lo
debido y sepan a cosas que no son.
Un
hombre natural es el que va con la verdad por delante, dejando escapar sus
instintos naturales. Un hombre artificial es el que va con hipocresías y
engaños. Otro día entraré al trapo de por qué la hipocresía tiene su valor.
Quedémonos con que deberíamos ser honestos, pero no crueles, aunque el doctor
House es el más auténtico y natural porque es brutalmente honesto.
Un
hombre sin artificios no es un hombre. El hombre aprende a serlo gracias a
muchos artificios, desde la silla del parto hasta el lenguaje. Para hablar con
naturalidad hay que practicar durante horas. No podemos ser hombres sin esos
artificios mentales que llamamos conceptos. Pero incluso ahí hay un límite. Hay
conceptos naturales y otros mucho más artificiosos, llamados, sin duda, a
confundir a las mentes limpias de los seres naturales.
Ese es
el peligro que veo mayor en la dicotomía. Considerar lo natural como lo que
cada uno ve bueno desde su óptica otorga inconscientemente la categoría de bondad
suprema a lo que, quizás sólo sea lo que uno esté acostumbrado a ver. Por
ejemplo. Decir que la homosexualidad no es natural no hace sino hacer hincapié
en el hecho de que te parece mal –por las razones que sean–. El argumento se
basa en que suponer que es natural practicar el coito con el sexo opuesto, que
es la manera “natural” de conseguir perpetuar la especie. Dejando de lado que
encontremos comportamientos “homosexuales” entre otras especies, parece que se
está otorgando un fin específico al hombre. Lo natural es conseguir
descendencia. Por lo que todas aquellas otras actividades humanas no destinadas
a ese fin serían “antinaturales”. La peor de todas sería la castidad, algo
completamente antinatural a todas luces.
No creo
que se puedan utilizar las categorías de natural o artificial como sinónimos de
bueno y malo. Unas gafas, una operación de vesícula son
completamente artificiales, y son buenas. Los virus, los terremotos y las
manchas solares serán muy naturales, pero nos fastidian la vida bastante. Para
la gran mayoría de las cosas la categoría bueno/malo se superpone a la de
natural/artificial. Los ordenadores, la agricultura o los edificios son
artificiales y pueden ser catastróficos. Todo lo que incluye la selva virgen o
los volcanes tienen sus más y sus menos.
Lo
realmente sorprendente es cómo introducimos dentro de las actividades humanas
las categorías natural/artificial. El vino es artificial por definición y puede
ser buenísimo. Lo artificial sobre lo artificial se produce cuando no es vino,
es “química”. Entonces se echa a perder.
Miedo
me da cuando se habla de regímenes políticos más naturales o más artificiales.
No necesariamente unos son mejores o son peores los otros. Es cierto que
conocer la naturaleza humana nos puede aclarar cómo hay que encarar los
problemas de la sociedad, pero desde un punto de partida, nunca como un punto
de llegada. Podremos conocer si fulanito es genéticamente natural, y actuaremos
en consecuencia al educarlo. Podremos al final saber si el hombre es bueno y
generoso o malo y egoísta. Pero nunca lo natural o lo artificial deberían guiar
el objetivo de conseguir un mundo más justo. Me da igual que eso sea
artificial, lo más probable es que sea artificial, y quizás por eso mismo,
deseable.
Nos
maravillamos ante lo sublime de la naturaleza, unas cataratas, un atardecer, la
inmensidad del océano en una tormenta, las nubes del cielo en un día lluvioso
que clarea. Y de igual manera nos maravillamos ante el ingenio humano y la
capacidad para crear una catedral, una miniatura o una melodía. La literatura
es un invento artificial maravilloso que nos hace reflexionar sobre lo divino y
lo humano, lo natural y lo artificial, y en estos días inciertos, nos hace
preguntarnos sobre nuestro pasado y barruntar nuestro futuro.
Querido Javier. Está claro, de historiador medieval (creo) has pasado por la Sociología y te has afincado finalmente en la Filosofía.
ResponderEliminarGracias, Enrique. Me estoy especializando en el magisterio liendre.
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