En la nueva edad de oro de la televisión, las series de ficción norteamericanas están alcanzando, de media, un nivel de calidad muy superior al que estamos acostumbrados. Muestran, además, el interés de servir tanto de reflejo de la sociedad, codificación de estereotipos y comportamientos, sanción y justificación de conductas y avanzadilla de actitudes. Son a la vez representación y performatividad, muestran el presente y pre-figuran el futuro. Cabe, estoy seguro de ello, una visión sociológica de las series de televisión, que son algo más que puro entretenimiento.
Una de éstas, The Big Bang Theory, tiene como protagonistas a un
grupo de científicos del prestigioso centro californiano Caltech. Un físico,
Leonard, un astrofísico de origen indio, Rajj, un ingeniero espacial judío,
Howard y un físico teórico con tendencias Asperger, Sheldon Cooper. A este
simpático grupo de frikis se une la vecina, aspirante a actriz, Penny. Además
de combinar humor en distintas variedades, en The Big Bang Theory procuran, bien asesorados, hacerse eco de las
novedades, o de experimentos que están de moda: el bossón de Higgs, los fluidos
no-newtonianos, y las eternas discusiones sobre Star Wars, Star Trek,
comics de Spider-man o Aquaman.
Aunque teóricamente el protagonista de la serie es Leonard Hofstadter
(Johnny Galecki), es el personaje interpretado por Jim Parsons, Sheldon Cooper,
quien ha triunfado entre el público. Presenta rasgos de Asperger, que niegan
los guionistas de la serie, es individualista en el sentido más egoísta del
término, es un genio de altísimo coeficiente intelectual, precoz, con dos
doctorados, hijo de una fanática religiosa y un borracho. Nunca piensa en los
demás, a quienes utiliza siempre para sus intereses y caprichos. Impone sus
gustos y fuerza a todos a vivir con su trastorno obsesivo compulsivo. Nuca
admite una equivocación: “Soy un hombre muy listo, si me equivocara, ¿no crees que
lo sabría?” Trabajador puntilloso e incansable jugador de videojuegos. No
presenta sentimientos aunque sus berrenchines son cada vez más infantiles. Es
ateo pero de convicciones muy cercanas a los republicanos, según se deduce de
algunas opiniones sobre cuestiones polémicas.
En cierto sentido Sheldon Cooper representa el Homo Novo al que aspira la
mentalidad de nuestro capitalismo tardío, posmoderno y neocon. Alguien que prescinda de los sentimientos, tan entregado a
su trabajo que no quiera vacaciones, que sólo piense en sí mismo y que el amor
sólo consista en regalos caros para hacer sentir a los demás miserables. ¿Por
qué resulta tan atractivo el personaje?
En primer lugar es alguien que desconoce las formas de comportamiento
social y las convenciones. Además de despreciar las ciencias humanas como
conocimiento inferior. Él se considera un líder, algo peculiar, pero que todos
aceptan. El impone las normas por contrato (de compañeros de piso, de
noviazgo). Supuestamente nada es capaz de inmutarlo y es brutalmente honesto.
Él cree que tiene la misión de enseñarle a los demás (un poco como la doctrina
del destino manifiesto). Se siente orgulloso de ser diferente. Supuestamente
toma las decisiones basándose en certezas científicas, pero muy a menudo, sus certezas
son convenciones y estereotipos de poca base científica. La ciencia, sabemos,
es humana, demasiado humana.
Su felicidad está al margen de sus amigos o su pareja, pero en realidad
depende de ellos para casi todo: para ir en coche, para ir al médico, para
divertirse... No deja que los demás le impongan su criterio, aunque él siempre
impone sus gustos a los demás.
Ansiamos ser líderes para no sentirnos borregos. Has de cambiar tu vida,
ése es el lema según Sloterdijk para estos tiempos. Es necesario que las élites
dirijan a la gente, que necesita ser orientadas. Pero la sociedad puede funcionar
sin líderes. Es cierto que imitamos, que estamos programados para contagiarnos
y entusiasmarnos con los otros, para que nuestro deseo sea el deseo del otro,
para que nos despierten las mismas pasiones y nos sintamos reconfortados por
una mirada, un gesto o unas palabras de nuestros iguales. Somos animales que
consideramos un premio la consideración de los demás, y un castigo su falta de
atención o su reprobación. Intentamos agradar porque eso nos hace felices. El
problema, como siempre, está en el límite. ¿Hasta cuándo tenemos que
esforzarnos? Por eso es tan sugestivo Sheldon, que se comporta con total
egocentrismo, ignorando todas las señales sociales y sin la necesidad de
agradar a las “mentes inferiores”. Pero en el fondo, vemos que también necesita
el reconocimiento de sus pares, que sus ídolos, tanto de la pantalla como de la
ciencia, le muestren respeto y consideración.
Sin embargo, si
no hay líderes también hay imitación. Las tradiciones no se basan en la
repetición de órdenes dadas desde una autoridad carismática. Al contrario, se
basan en la repetición y continuidad de actuaciones, gustos y patrones entre
los iguales. Intentamos agradar a nuestros pares y vamos como comunidades
autodirigidas por nadie, sin saber a dónde vamos, pero unos al lado de otros.
¿Dónde va Vicente? Donde va la gente.
El ser humano es
social, pero no necesariamente gregario, puede funcionar autónomamente. Es un
hecho que, en general, le guste estar entre la gente. Sin embargo le da coraje
ser confundido con un borrego y aspira a ser independiente. Aspira, dice a ser
autosuficiente, cuando lo que necesita es ser autónomo. Independiente es no
depender, autónomo es no obedecer.
Por eso
identifica rápidamente ser independiente con ser el líder. Asumiendo de manera “natural”
que si todos siguen a alguien, seguirán a quien esté delante. La diferencia es
grande, sin embargo. Una persona independiente podría estar sola o acompañada,
el líder necesita de los demás. Necesita que lo sigan, necesitan mandar y que
le obedezcan. Dejaría de ser un líder si no marcara las pautas y nadie se apuntara
a las modas que inicie.
El comportamiento
político español puede ser un ejemplo muy evidente de que la gente “obedece”
más a la sociedad que a los líderes. No tenemos líderes por encima, personajes
con carisma, por eso los cabezas de partidos políticos tienen una bajísima nota
de apreciación. La sociedad se apoya en sus iguales. Esto es un comportamiento
que vemos desde los “hechos sociales” que describen los sociólogos, como el
aprendizaje por modelos, hasta las revisiones por pares (peer review) que sufrimos los investigadores.
Sheldon se cree
un gran líder, que, a su juicio no requiere de nadie, no necesita el
reconocimiento, ni el amor, todo lo puede arreglar por contrato explícito y
negro sobre blanco. Y todos lo miramos con envidia por no sucumbir a las
convenciones sociales que nos atan. Sin embargo, es un ser indefenso, que
necesita de toda la sociedad para trabajar en un laboratorio y de sus amigos
para ir al trabajo. Que no nos pase lo mismo.
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