domingo, 17 de enero de 2016

En invernales horas, mirad a Carolina




Hace algunos años que, para mí, la imagen más clara de la conciliación entre vida laboral y familiar se me apareció en un genial cuadro de Gonzalo Bilbao, Las cigarreras. Con un aire a Las hilanderas de Velázquez, el pintor sevillano representa a las trabajadoras de la Fábrica de Tabacos en un ambiente relajado, y aparecen varias mujeres con los niños en brazos mientras trabajan. Eso era en 1915. Por lo visto, cien años más tarde eso mismo provoca escándalo.
Ha sido parte de la comidilla de la apertura de la temporada política. Carolina Bescansa y su bebé en el Congreso de los Diputados. Tormenta mediática y en las redes sociales. Todos hemos opinado en la vida real y en la virtual. Si lo que quería era repercusión, está claro que objetivo conseguido. Por encima de otras llamativas gestas como las rastas y las rastreras criticándolas, de los pasillos y de la constatación de que el hemiciclo no está adaptado y presenta numerosas barreras arquitectónicas.
Está claro que, en estos tiempos inciertos, hay imágenes, gestos que desestabilizan de una manera muy significativa mientras que otros no patean el estómago de la misma forma. Nos parece normal que un diputado esté investigado por tráfico de influencias, que su propio partido, el PP, lo haya expulsado, y sin embargo, siga en su escaño con su inmunidad.
Me parece un poco ingenuo e hipócrita no darse cuenta de que todos los diputados tienen una fachada. Todos enfundaditos en sus trajes, con sus corbatas, ofreciendo la pinta de políticos. Leo que la primera vez que un político laborista procedente de un entorno minero llegó al parlamento británico vestido con su atuendo habitual, la policía de la institución le preguntó si venía a arreglar el tejado.
Las modas han cambiado, los profesores ya no llevamos bata, vestimos más informales. Creo que cada ocasión tiene su atuendo, pero que las modas pasan y empiezan a pasar cuando hay quienes van vestidos de manera inadecuada. Siempre pensé que el “conflicto vasco” se solucionaría cuando los batasunos vistieran con chaqueta. Y ahí los tenemos, de sport, pero chaquetas.
El gesto de Bescansa es, sin duda, controvertido y se han manifestado en contra desde la derecha más conservadora y recalcitrante hasta el feminismo más activo. Es una de esas cosas que disgustan y de las que no hay forma de librarte. Como el típico matón de discoteca, que va buscando bronca y te grita diciendo que te has quedado mirando a su novia. Si dices que no, entonces te amenaza, también gritando, que si es que te parece fea, que estás insultando a su chica. Si no quieres gresca no te queda otra que largarte.
En este caso yo quiero gresca. En pocas palabras, el gesto de Bescansa me ha parecido muy oportuno. Creo que hemos llegado hasta un punto en el que cualquier aparición en la esfera política o pública de la maternidad (diría más, de cualquier signo de que somos seres naturales) se convierte en algo escandaloso. Tenemos una sociedad tan enferma que considera que cuidar de un bebé en el puesto de trabajo está fuera de lugar.
Claro que es un gesto de cara a la galería, que la diputada de Podemos puede costearse una niñera, que la tiene, y que hay una guardería en el Congreso, y que aprovechó la ocasión de ser el inicio de sesiones para que tuviera más alcance mediático. Por eso es un gesto. Si lo hubiera llevado a una sesión rutinaria a hora intempestiva no lo sabría nadie. ¿Significa eso que está haciendo espectáculo? En cierta forma, sí. Pero, ¿es contraproducente o negativo? Creo que no.
Muchas mujeres progresistas han afeado el gesto de Bescana porque parece dar una visión de que son las madres las que se deben ocupar del cuidado de los niños. Estoy de acuerdo en que los padres tenemos que reivindicar el cuidado de nuestros hijos y que la conciliación no es sólo que las mujeres trabajen, sino que los hombres repartan las tareas. Más padres debían aparecer. Pero, tampoco, lo digo por las declaraciones de la protagonista, se trata de que llevar los niños al trabajo sea la única manera, sino que es una opción que hay que ofrecer, para quien quiera vivir su maternidad de esa forma. Leo por las redes sociales grupos de mujeres molestas porque ellas no pueden hacerlo y una diputada tenga el privilegio. Pues precisamente por eso es importante que se empiece a ver normal llevar los niños a los trabajos, para que todos puedan –si quieren–, hacerlo.
En Cine de Barrio han repuesto una película de Lina Morgan, Señora Doctor, en la que hacía de primera mujer médico que llegaba a un pequeño pueblo, mostrando, de una manera algo ridícula y sin entrar en el asunto, las dificultades que tuvieron que pasar muchas mujeres para ejercer profesiones “de hombres”. Son estos los momentos en los que se ponen de manifiesto los prejuicios. Prejuicios de los que ven en Podemos todo lo malo y hagan lo que hagan será nefasto para el país. Prejuicios de los que están en contra del feminismo y la igualdad. Prejuicios de los que están acostumbrados a algo y no ponderan las novedades. Seguramente dentro de unos años podrá ser algo habitual, como está volviendo a pasar con la lactancia materna.
Y, por favor, no recurramos a la demagogia diciendo que hay asuntos más importantes que llevar al niño al curre. Era la primera sesión y era el momento. Hay que reconocerles a los de Podemos su sentido de la oportunidad para los gestos. Como Pablo Iglesias regalando de Felipe VI la serie Juego de Tronos. Que era para salir en la foto. ¡Claro! Seguro que los que les critican estarán verdes de envidia por no habérseles ocurrido. Porque llevar al niño a comentar un partido de fútbol por la radio eso sí que no es para nada populismo, ni utilización de menores con fines electoralistas. Como que ningún político ha hecho gala de su magnífica familia ni ha abrazado niños en campaña para salir en las fotos.
Lo que no creo es que, al final, Carolina Bescansa haya conseguido aumentar los votos para Podemos. Creo que eran conscientes de lo controvertido del acto. Por eso aplaudo la valentía, que seguro les ha granjeado muchas críticas y aun así lo han realizado. Precisamente hay que dar visibilidad a la maternidad, normalizarla en los discursos icónicos. En la era de la imagen se están marcando diferentes estilos de política y muchos políticos y asesores de partidos están tan desorientados como cuando el abuelo le pide al crío pequeño que les encienda el dvd, que ellos no saben. Como todas las estrategias políticas, convertir en un escenario el parlamento tiene sus riesgos. Pero ya lo avisaban desde las calles: que no, que no, que no nos representan.

4 comentarios:

  1. Comprendo, amigo, que es un acto reivindicativo, quizá haya sido valentía, pero cuando das tu pecho a tu hijo es un acto tan sumamente íntimo, es un lazo tan fuerte y único, que yo,nunca hubiera compartido, al menos, con ese fin. Se rompe toda la magia, todo lo que tiene de natural, de "umbilical", y se convierte en interesado. Este acto, contrariamente a ti, me ha parecido artificial y triste, fuera de lugar, y no precisamente por el sitio donde se ha llevado a cabo, sino porque ha sacrificado todo ese vínculo que hubiera podido aprovechar una vez más al dar de mamar a su bebé, y todo por una reivindicación social, sí, pero en el fondo y finalmente política. Me dio pena su bebé, pasando de unas manos a otras después de haber "libado" lo más preciado que su madre le daba para él y teniendo que compartirlo. Creo que si le hubieran preguntado al crío, no habría estado de acuerdo. Qué quieres, somos muchos, bebes y madres, los egoístas por el mundo.Y, a fin de cuentas... Fue todo tan artificial!

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    1. No sabes la alegría que me das escribiendo aquí.
      Estamos de acuerdo en que el acto es artificial, incluso artificioso, como todo gesto. Y es política, por supuesto. Pero es que creo que la política es algo bueno. Lo que creo, sinceramente, es que Bescansa ofrece una posibilidad, no una obligatoriedad. Para quienes, como tú, y quizá yo hubiera hecho lo mismo, el acto de amamantar es algo íntimo y reservado, no hay necesidad de hacerlo público. Pero también es cierto que debe hacerse algo público para quienes quieran hacerlo así. Por ejemplo, hay quienes evitan besarse en público, y me parece bien. Pero también los hay quienes quieren hacerlo y no debería haber trabas. Comprendo que es una postura defendible, tanto considerar el dar de mamar como algo íntimo como considerarlo algo menos místico. Un abrazo muy fuerte.

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