Igual
me equivoco, pero me da la impresión de que tenemos la tendencia de ver más
poderoso al enemigo. No como hacía el gran Julio Cesar, que alababa los
ejércitos de Pompeyo para hacer más valiosa su victoria. Vemos un enemigo
poderoso que se infiltra en todas partes. Esa fue la histeria de la doctrina
Truman y su correspondiente reflejo en Jdanov. Ambos percibieron al bloque
enemigo como mucho más poderoso y capaz de cualquier tipo de argucia, con
infiltrados entre sus servicios de inteligencia, con armas más destructoras y
una capacidad de acción prácticamente imparable. Lo curioso es que, cuando somos
conscientes de los miedos del contrario, vemos ridículas sus cuitas.
Es lo
que les pasa a los furiosos antipodemitas, que los ven infiltrados en todas las
televisiones, detrás de todos los informes, apoyados por legiones de secretos
activistas. Pienso, por ejemplo, en Hermann Tersch, que acusa de podemita a los
noticiarios de TVE, cuando comprobamos en las redes sociales que los
trabajadores del ente público expresan su protesta por la excesiva manipulación
en los contenidos de los informativos, que tienden a magnificar unos escándalos
y a silenciar otros. Y siempre en beneficio del Partido Popular.
Imagino
que los seguidores de otros partidos también tendrán esta misma sensación pero
con distintos protagonistas. Quizás sólo sea un sesgo, miedoso pero evolutivo,
que tenemos los humanos para estar al tanto de los peligros.
Me lo
tengo prometido, pero a veces caigo en la tentación y me detengo en las
llamadas tertulias políticas. Este fin de semana caí con mala suerte cuando
estaban hablando de un informe de Unicef sobre la pobreza infantil en España.
Me pilló la intervención de Francisco Marhuenda que, según leo en Wikipedia, es
doctor en derecho y licenciado en periodismo, director del periódico La Razón y
profesor en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Ha trabajado en El
Noticiero Universal, en ABC y en Economist & Jurist. Colabora con Onda
Cero, Cope, La 1, Antena 3, 13TV, La sexta, Telemadrid y muchos otros. Estuvo
en el gobierno de José María Aznar como director del gabinete de varios
ministerios. Con semejante currículum debería ser una persona competente e
informada. Sin embargo, con un gesto de desdén y desidia, declaró que le
cansaba hablar tanto de pobreza infantil en España. Luego pasó al ataque. Es
que Unicef está llena de comunistas, y Cáritas, también.
La
acusación se las trae. Es como preguntar cuándo dejaste de pegar a tu mujer.
Cualquier respuesta que se dé parece un indicio de culpabilidad. El “argumento”
pretende, en primer lugar, que el debate se centre en cuestiones accesorias. La
discusión comienza con la barbaridad de que dichos organismos estén llenos y
dirigidos por comunistas. Algo totalmente fuera de toda lógica. Marhuenda no
aporta ningún dato, sólo su suficiencia.
Pero lo
que oculta este devenir es la asunción de que los comunistas no son gente
honrada. Se da por supuesto, y los contrincantes en la tertulia no ponen en
duda, que los que tienen esa ideología van a manipular la información. No por
falta de conocimientos, sino por un interés espurio, ilegítimo. Cualquier
comunista es sospechoso, prácticamente culpable de cualquier acusación. En
especial de manipulación informativa.
Ya no
se trata de ver comunistas por todas partes, ni que dejes de compartir una manera
de ver el mundo y sus problemas, se trata de que son mala gente. Decir
comunista es, directamente, una descalificación. (Pero, claro, no es lo mismo
que insultar a los votantes del PP.)
Y uno
se pregunta, ¿por qué mienten los comunistas? ¿Cuál es el interés que tienen en
poner sobre la mesa la desigualdad en España y el aumento de la pobreza
infantil? No se sabe. Suponemos que odian España y todo lo que representa. Pero
una cosa es el internacionalismo del movimiento obrero tradicional y otra muy
distinta repetir machaconamente el eslogan franquista de la conjura
judeomasónica comunista que trata de arruinar España.
Lo estamos viendo venir. Ser comunista va a terminar por estar prohibido.
O peor,
daba la sensación de que los comunistas de Unicef y Cáritas aumentan exageradamente
las cifras de miseria para amargarle la cena a Francisco Marhuenda, cansado de
tanto triste que no ve cómo España está cada vez mejor económicamente,
socialmente y globalmente, excepto en el fútbol.
Todos
estos personajes y tantos otros ciudadanos anónimos viven amenazados por los
peligros de los inmigrantes, entre los que se camuflan infinidad de
terroristas; por los peligros de homosexuales y su lobby rosa que se infiltra en todos los organismos del Estado
amenazando la familia tradicional; por las feministas, que no tienen ni sentido
del humor y siempre están ensuciando los cuentos de Disney; por los
buenrollistas que vacían de sentido las instituciones y van a destrozar el
mundo con su todo vale. Lo dicho, es
un miedo constante a que los contrarios tengan tantísimo poder y lo ejerzan de
esa manera tan arbitraria.
Pero
también puede ser que se trate simplemente de una forma de ataque, una calumnia
destinada a denigrar a los contrarios. No lo creo porque estamos hablando de
periodistas de gran trayectoria profesional dentro y fuera de los medios
privados. Algunos han ocupado altos cargos en la administración. No cabe por la
cabeza pensar que se dediquen a malmeter y mentir a sabiendas.
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