Erosión es el primer poemario escrito por la poeta
mexicana Marina Centeno (Progreso, Yucatán) y el único disponible por ahora en
España. Sus poemas se encuentran en diversas antologías y ha sido traducida al
inglés, francés, italiano, catalán, portugués, rumano, húngaro y árabe. Entre
sus libros se destacan Quietud (UADY, 2012), Inventivas (UADY,
2013), Interiores (UADY, 2014), Mi bolsa de poemas (Libro
artesanal, UADY, 2014), Tres líneas (UADY. 2015), Poemas del Mar /
Poemele Marine (Edición rumano-español Ediciones de HLC Bucarest Rumanía,
2016) y DÉCI +(MAS) (UADY, 2017).
Aunque en su
reciente última entrega practica la exigente forma estrófica de la décima, en
este poemario prefiere el verso libre. Con suave musicalidad, en verso libre o
blanco, el tono de Erosión es básicamente lírico, con un componente
sensual e incluso sexual muy importante.
“Un presagio llena de azul los lagrimales
en puñado abstracto de salitre
que se estrella en el aire
Hay un cuerpo vencido
acostado al borde del pasado
La soledad arruga las cortinas
y a jirones deslava los ocasos
El sol cae
mitiga temblores hacia el centro
aunque el himen se rompa” (III)
Los versos
destilan emoción y hondura filosófica: “Sabemos que la luz produce sombras /
aun así nos sobra oscuridad” (XIV). La madre (XXIX) es una gran figura para la poeta: “Crece
indomable en procesión de agua / extensa / como madre envejecida” (XXV)
Destacan en
su poesía el uso de técnicas surrealistas, cercanas, por ejemplo, al chileno
Raúl Zurita: “Me inundas / cuando tus manos aprietan caracoles / que se
desparraman por mi espalda” (XX). O en el poema dedicado a Emilia
Centeno: “Por qué –Emilia– si te beso península te devuelves océano” (XXIII).
En el
universo poético de Marina Centeno el paisaje de Yucatán es esencial, no como
decorado, sino como protagonista presente en el discurso poético. No es la
añoranza de un locus amoenus, es mucho más. Del mar provienen las
metáforas, en el mar se sitúa la acción, el mar es el símbolo y el decorado. La
belleza de cada detalle, el sol, los niños jugando, las cuerdas, los botes.
Abundan las metáforas marinas: “Como se arruga el mar cuando erosiona / en una
mancha gris sobre la arena / … / El mar finge indiferencia y reparte su anchura
/ cuando atraviesa como espada erecta / el hueso de la mesa costera” (IV),
“Soy agua de sal – lo has comprobado –
/ llego desde la voz hasta el cansancio / para ganar terreno en bajamar
(VI). El vaivén entre el paisaje y la metáfora, entre el interior del
yo, poético y sensual, y el paisaje que le sirve de marco y de significante en
la metáfora: “Llegamos juntos a la noche / a gastarnos la piel como tortugas /
que mapean la arena con los dedos” (XII). Parece que le habla al mar
como un amante, o al amante como el mar: “porque vienes y vas contra corriente
/ atestando tu hombría en el cimiento” (XIII), “Yo soy dársena / Tú
hierro” (XVI)
Todo gira en
torno al concepto de erosión: “Fuimos amantes al descender el agua / corroídos
de tiempo que frisaba nuestros labios” (XIX). Se introduce tanto el paisaje
que los cuerpos se identifican con los elementos, las olas, el malecón. El mar
como símbolo del paso del tiempo, las mareas suben y bajan (como en Marina
Casado, Mi nombre de agua), la erosión como paso del tiempo (el reloj
que lo mide), la erosión como producto del paso del tiempo: “Entre la corriente
un poema se extingue / deja un triste reposo que todo lo deslava” (II).
Los poemas
se presentan en una especie de conversación, una voz que habla en primera
persona y que se dirige a otra. La mayor parte de las veces responde a los
requerimientos entre amantes. La cursiva acentúa en carácter de conversación.
Una coherencia temática que le da la unión a los poemas como un único poema
dividido en escenas. Se nota también en la utilización de las mismas imágenes
en varios poemas: océano, poesía, sexo:
“El viento juega a desafío
cuando vienen los nudos a cimbrar las palmeras
Se lanza en erotismo como un dios que dispone
latigando la costa con la lengua
Se vierte en escándalo
al poema que gasta el desparpajo
en ajetreo histérico de niebla
que deteriora al mundo
porque llega de lejos la tristeza
Te lo decía –amor– cuando amanece
hay un hambre de azul por los rincones
y un impulso de luz sobre la muerte.” (XXIV)
Erosión es una historia de amor. Podemos
intuir una historia de amor, de idas y venidas, de olvidos y recuerdos.
“Puede el viento acomodar a los números
horrorizar a las fechas
como inquieto kamikaze de velamen en tormenta
que persigue a las nereidas
mientras la proa se hunde en su líquida respuesta
Voy a nombrarte: nunca
Mi pozo insondable
Oscuridad y pureza” (VIII)
Se celebra la venida –y acometida–
del amante, y se extraña su ausencia: “Si no vuelves se erizarán los muelles /
morirá la tarde entre la marejada / y una ola de sangre ensuciará los bordes /
donde las embarcaciones permanecen / espumando catástrofes de agua” (XXV)
El final del libro trata sobre la
pérdida: “Ya no yazgo en ti / porque el subtítulo es la muerte / cuando la
estridencia estalla” (XXVI). Con tintes más trágicos: “Un sol negro
eyacula su crepúsculo / por temblor de líquido se asfixia / para morir de
ausencia” (XXVIII), “El horizonte no conduce a nada / pero aún está
–atenazando el futuro– / con sus trazos inciertos / y sus malabares
imperdonablemente sucios” (XXXII). Continúan poemas sobre la añoranza,
el deseo de regreso: “si regresaras –amor– que sea en junio / cuando el faro
violenta su hambre / en el indómito gris del infinito” (XXXIV).
Erosión se convierte en un
emocionante ejercicio de reflexión en clave lírica de cómo el tiempo pasa por
nuestros cuerpos y sentimientos, como erosiona y transforma el propio paisaje,
el amor, a nosotros mismos.
“Pasará el invierno
–lo aseguro–
volverá la luz en
mansedumbre
a tornarse tropel
dentro del ojo.
Volverá el cansancio
que delata
volverá a
destruirnos a centímetro
una y mil veces
hasta corroer
nuestros gritos
Mientras erosionamos
–lacios–
tú a golpe de mar
y yo en el cimiento
Las olas
repitiéndose la culpa
sobre un cuerpo que
no es suyo
en pausa que moja
los labios
y amontona lodo en
las comisuras
No sabemos qué
existe detrás del horizonte
cuando se hunde el
sol sobre una mancha roja
que el tiempo diluye
en el abismo” (IX)
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