Como decía más arriba, me gustaría que aquellos que
defienden mis ideas políticas, o por lo menos unas que se parecen algo, fueran
íntegros, que no jugaran con el electorado o que coincidieran en las
actuaciones con lo que a mí parezca lo mejor. Por ejemplo, que la izquierda se
esté enfrentando en facciones es casi un tópico. Tampoco ayuda, creo, utilizar
técnicas de acción política propias de grupos que no están en el parlamento.
Para llamar la atención sobre un aspecto no basta con convencer a los ya
convencidos, se trata de conseguir apoyos nuevos. Un autobús no ayuda.
Creo
que la visión regeneracionista, metáforas biológicas incluidas, sobre la vida
política no es que esté caduca (nótese el paralelismo), sino que acogía sobre
sí un peligro muy importante. La diferenciación entre las masas (llámense
bases, pueblo, ciudadanía) y una élite dirigente que debía llevar adecuadamente
el timón del Estado se puede volver en su contra. Es cierto que una parte de
las élites del poder son tradicionales y se han ido adaptando a los tiempos y
reconvirtiendo. Y vemos familias que ya se aprovechaban del turnismo de Cánovas
y se mantienen en la actualidad. Pero también es cierto que el país ha cambiado
y muchas de las familias influyentes en las decisiones políticas y económicas
ni siquiera residen aquí.
¿Moción
de censura? Por supuesto, el Partido Popular no es sólo nefasto en sus
políticas, está carcomido desde los cimientos en corrupción y el gobierno gasta
más energías tapando estos “casos aislados” que en los asuntos propios del
Estado. Lo que no entiendo son las reticencias del PSOE argumentando que está
perdida la moción. Como la de Felpe González contra Suárez estaba perdida de
antemano. Es una estrategia de desgaste. Tampoco entiendo que Podemos esté
dispuesto a aceptar cualquier candidato con tal de quitar a Rajoy de la Moncloa
cuando en las primeras elecciones rompió el pacto que parecía a punto de firmar
con Pedro Sánchez. Aunque sí entiendo que lo hiciera, no sólo porque se
escuchan voces dentro del PSOE que admiten que quienes propiciaron la ruptura
fueron los socialistas, también porque el PSOE los hubiera engullido durante la
legislatura. No compartí las expectativas de sorpasso que les hicieran pensar que iban a salir ganando con unas
nuevas elecciones, aunque me parece una buena idea votar mientras que no haya
acuerdo. La política de gestos tiene un límite y no se puede uno quedar en
celebraciones o símbolos. Como las celebraciones escolares de las
conmemoraciones, sí sólo se quedan ahí, son inútiles. Otra cosa es que la
prensa sólo airee los gestos más conflictivos y chocantes y oculte la labor más
callada de la política “real”.
El
famoso lema “No nos representan” admite dos sentidos. Por un lado, representar
en términos políticos, actuar en lugar de otro, y por el otro, llevar a cabo una
representación, como en el teatro o en el cine. Este último sentido incluye
considerar el ámbito de la política en sí mismo como un escenario donde hay que
“representar” unas ideas. Tengo el temor de que se vuelquen los esfuerzos en
escenificar, en idear acciones que llamen la atención mediática y se olvide la
representación parlamentaria, el trabajo en el seno del poder legislativo. En
realidad, todos los partidos juegan (play)
a eso, especialmente en las campañas electorales. Muchos dan por sentado que la
izquierda más alternativa, Podemos incluido, están más preocupados por salir en
las noticias que por llevar a cabo labores políticas. Todavía hay tiempo de
rectificar.
No “pertenezco”
a ningún partido. No hay siglas que me posean y estoy orgulloso de cambiar de
ideas cada vez que reflexiono y encuentro otras mejores. He votado a diferentes
formaciones políticas y no necesariamente me identifico, con más razón, con
cada uno de los dirigentes de las formaciones políticas a las que puedo votar.
De la estupidez no se libra nadie.
Me
indigno con muchas cosas que hacen los dirigentes de izquierdas, aunque me
parezcan ridículas comparadas con las monstruosidades que hacen los grandes
partidos. No quisiera que hicieran el ridículo ni que fueran corruptos. Tampoco
me hago responsable de lo que haga cualquiera que se diga de izquierdas, por
mucho que le avalen unas siglas centenarias, o que enarbole una bandera
revolucionaria. Por eso el voto a la izquierda es tan volátil, quizás porque
somos muy exigentes con los que se supone defienden nuestras ideas. Lo que me
pregunto muy a menudo es cómo se deben sentir los votantes del Partido Popular
con el descubrimiento de los nuevos casos de corrupción generalizada, o con las
declaraciones claramente xenófobas, franquistas o machistas. No debe haber nada
vergonzoso, a priori, en defender tus ideas –la mayoría de las ideas–, sean de
izquierdas o de derechas, pero sí que es una vergüenza defender a sinvergüenzas
porque sean los tuyos. Eso te hace un miserable.
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