Rechazaba Sócrates la escritura, ese pharmakos
de la memoria, porque parecía propiciar un diálogo con los muertos. Un falso
diálogo porque éstos no pueden replicar. Luis Roca Jusmet intenta aquí una
vuelta de tuerca más. La idea de enfrentar a estos dos pensadores es todo un
acierto en la medida en la que comparten una visión de la práctica filosófica
muy afín, por mucho que sus planteamientos filosóficos, políticos y vitales
difieran sustancialmente. Ambos defienden la actitud del filósofo como una
práctica, más que como un conjunto dogmático, cerrado, coherente y
estructurado. La filosofía como un arte de vida y no como un discurso es lo que
Hadot (re)descubre en la filosofía grecolatina. Los escritos que nos han
legado, por ejemplo, Marco Aurelio, no son sino anotaciones (hypomnemata) para hacer vivir la
vida, como instrucciones para la práctica, en lugar de un manual filosófico
parecido a lo que estamos acostumbrados a ver ahora.
Se
enfrentan una erudición extensísima en Hadot con un olfato finísimo en
Foucault. Ambos pertenecen al ámbito académico y comparten una posición algo outsider.
Luis Roca Jusmet también los conecta con la tradición de meditación oriental y
la práctica de artes marciales. Comienza situándolos en su contexto, recalcando
los puntos de contacto, en sintonía con el importante estudio de Moreno Pestaña
(Convirtiéndose en Foucault). En el capítulo primero se presentan
sucintamente las biografías paralelas y las conexiones entre ambos. Parten de
tradiciones filosóficas distintas, la escolástica, para Hadot; Hyppolite,
Blanchot, Bataille, Canguihem para Foucault. Ambos Nietzsche y Heidegger (la
vida como obra de arte, como técnica). Cuando Foucault empieza a abandonar su
concepción de sujeto “únicamente como el efecto de unas relaciones de poder y
de unos campos del saber” (p. 33) es cuando empieza a interesarse por Hadot. En
ese proyecto, los filósofos son destrozados por Foucault para usarlos como
herramientas. Da igual el objetivo y el sentido global de la filosofía de
éstos. Utiliza la genealogía, que huye de la sistematización, es heterogénea,
pretendiendo interpelar al pasado desde el presente, lo que disgusta, no sólo a
Hadot, también a muchos historiadores. Hadot, por el contrario, da una
importancia extrema a encontrar el sentido originario de las palabras de los
filósofos y rechaza la tendencia a entender a los filósofos como si fueran
escritos actuales (Ej. El velo de Isis). Pierre Hadot es un filólogo y
pretende mantener la fidelidad al autor. Hadot es un sabio, Foucault, un
crítico, un guerrero.
En
el capítulo segundo se da un repaso a la filosofía de Hadot. Lo que aprende y
enseña Hadot es “no se trata de decir cómo pensar bien, sino de enseñar a
pensar bien a través de los propios razonamientos” (p. 51). La filosofía como
conversión que, como demuestra, no es un concepto religioso, sino filosófico.
Se trata de aprender a vivir, mediante la meditación, la autodisciplina,
aprender a mirar. Una disciplina del juicio, el deseo y la acción, que aprende
de Marco Aurelio. La idea, un poco de Freud sobre Miguel Ángel, dejar que del
mármol salga la estatua. Ahora, se lamenta Hadot, no hay filósofos, hay
profesores de filosofía.
En
el tercer capítulo se da un repaso a la última parte del pensamiento de
Foucault, después del cuestionamiento del sujeto y del marxismo, a través de
los caminos abiertos con el concepto de biopolítica y cuidado de sí. Ahora
pretende la práctica de la libertad, y se enfrenta a la desconfianza hacia los
placeres –en especial, los sexuales–, y del cuerpo de principios del
cristianismo, cuando este acaba siendo relacionado con decir la verdad sobre
uno mismo. El ocuparse de uno mismo aparecerá como algo inmoral en los primeros
tiempos del cristianismo (p. 79). Foucault se pregunta: “¿Qué es ser libre? Ser
libre significa no ser esclavo ni de uno mismo ni de los otros” (p. 81) y, en
general, “emancipación quiere decir que todos y cada cual podemos vivir como
queremos, mientras respetemos la libertad del otro” (p. 144). Hay que
entrenarse en la askesis (del cuerpo y la mente); la vista desde lo
alto, el análisis de las representaciones, el autoexamen, controlar las
representaciones mentales. Los ejercicios espirituales o tecnologías del yo
serían: lectura, escritura (cuaderno de notas, o hypomnemata), examen de conciencia, vivir el
presente y contemplarían también ejercicios corporales y visión global. Muy
importante es la parrêsïa, esto es, la libertad de palabra y la praemeditatio
malorum –ponerse en lo peor–. Y el chikung, o ejercicios de respiración.
Foucault no busca aislarse (que recordamos es lo que diferenciaba para Weber la
ascesis oriental de la calvinista), sino establecer una buena relación con el
otro, a través del gobierno de nosotros mismos. Foucault piensa la democracia
como un juego individual, no como una experiencia colectiva. Hadot es más
moral. Gobernarse a sí mismo, esa enseñanza de las escuelas helenísticas sirve
a Foucault para dar una alternativa –terrenal y corporal– al gobierno del
Estado y sus instituciones.
La
tercera dedica al diálogo (im)posible
entre ambos a pesar de ver en la filosofía antigua no un discurso, sino una
forma de vida, una terapéutica. Sin embargo, hay desacuerdos en la metodología.
Foucault, muy caótico. Hadot es muy meticuloso y considera que Foucault se
equivoca cuando quiere ver en la filosofía antigua “una forma de
subjetividad, una propuesta de estética de la existencia y una ética
del placer” (p. 102). Piensa que es anacrónica esa pretensión. En este
sentido, Hadot es neoplatónico y pitagórico, aspirando al sentimiento
oceánico. Foucault, sospecha Luis Roca Jusmet, haría de Hadot una
“biblioteca secundaria”, como hizo con el uso del término “ejercicios
espirituales”. La aportación que Hadot hace de éstos los aleja del aroma
religioso ignaciano, convirtiéndolos en una especie de “entrenamiento” de la
mente (y del cuerpo, añadirá Foucault) para filosofía. Foucault los recoge y
amplía a partir de su investigación sobre los regímenes de verdad en su
inacabada Historia de la sexualidad, en especial en El cuidado de si,
utilizándolo desde su visión de la filosofía como una caja de herramientas.
Los acaba asimilando a las tecnologías del yo. Si el cínico plantea un combate,
y el estoico, la conformidad, Foucault es cínico y Hadot, estoico. Por la
ambigüedad que Foucault ofrece sobre ciertos temas, Hadot lo acusa de dandismo.
En
el epílogo, Luis Roca Jusmet se apoya con la perspectiva de Felipe Martínez
Marzoa. Pare este filósofo, el conocer no determina el hacer. El proyecto de
Hadot es imposible, no se puede vivir como un antiguo –se correría el riesgo,
además, de no ser un filósofo sino un profesor de filosofía–. Foucault se
coloca en la tardomodernidad, crítica con el proyecto de la modernidad, pero no
como Hadot, quien reivindica desde lo antiguo. Vivir como los antiguos es
aspirar a vivir en la serenidad. Foucault aspira, como Nietzsche, a vivir el
dolor y el placer, la suya es la actitud de un profeta.
Roca
Jusmet plantea estos materiales con la esperanza de utilizarlos, a su vez, como
un estilo de vida, como un análisis necesario para estar en el mundo,
compaginando el estudio con la praxis, dando sentido totalmente al materialismo
de estos ejercicios filosóficos. En este camino, las neurociencias están
aportando matices importantes a lo que era el simple conductismo, que eliminaba
la conciencia como un constructo innecesario. El materialismo que sabe que son
las condiciones materiales y los hábitos los que determinan la conciencia y no
el pensamiento quien guía la acción. Aprovechando el juego de palabras, el habitus sí hace al monje, un mal habitus es susceptible de entrenarse
para alcanzar el camino recto de la flecha en el blanco.
Podemos
pensar entonces, con Foucault, en unos ejercicios espirituales para
materialistas que serían, en definitiva, los que nos permiten apostar por
la vida, desde el escepticismo, sin caer en el nihilismo. Vivir con serenidad,
ser capaces de estar a la altura de las circunstancias, aprendiendo de la vida
y haciendo de ella, como decía Foucault, una obra de arte (p. 126)
Soy Luis Roca Jusmet: te agradezco la inteligente reseña. Un abrazo.
ResponderEliminarTu blog es muy interesante. Lo he puesto en mis links de interés. por si te intersa:
ResponderEliminarhttp://luisroca13.blogspot.com/
http://luisroca13.blogspot.com/
https://filosofiaconcine.blogspot.com/