La fotografía
del líder del PP nacional, Pablo Casado, con el andaluz Juanma Moreno está tan
llena de posibilidades de análisis, tan rica en contenidos que es difícil dejar
pasar la ocasión de señalar los más llamativos. En la fotografía se ven, en primer
plano, a los dos varones. Pablo Casado a la izquierda de la imagen, sonriendo,
vestido de chaqueta sport y camisa
clara abierta. Una muestra del carácter distendido de la reunión. Distendido,
que no espontáneo, la mano de Casado –sin anillo de casado–, discretamente,
tapa el nombre del establecimiento. Algo inútil, por otra parte, porque el
logotipo, apenas entrevisto, y el nombre del producto de las cajas de la
bandeja demuestran que se trata de un restaurante de comida rápida.
Casualmente, de color amarillo, pero no todo lo amarillo y rojo tiene por qué
ser la bandera de España, que diría mi admirado Mariano H. de Ossorno. También
sonriendo está el candidato del Partido Popular en Andalucía, quien,
curiosamente viste un jersey verde, poco formal, pero a juego con el color del
vaso. No se escapa la sintonía con la bandera de la comunidad, verdiblanca.
En un segundo plano están sus
respectivas familias. Las mujeres de los líderes, literalmente en segundo
plano, ocupándose de los niños oportunamente y mirando, podría ser con más
admiración que complicidad al candidato andaluz. Tanto el niño como la niña
están mirando fuera de cámara para preservar su anonimato. Las siluetas de las
mujeres se desdibujan en una zona más colorida, más alborotada con sus recipientes
y los de los pequeños. Ambas parejas parecen cortadas por el mismo patrón,
rubias, de pelo largo, delgadas, sonrientes, podrían ser hermanas. También
ellos tienen el mismo corte de pelo. Son fruto del modelo corporal que se impone
a ciertas clases sociales, como demuestran los estudios de Moreno Pestaña. Los
niños del fondo, rubios ellos, no podemos saber con seguridad si pertenecen al
grupo o, casualmente, estaban allí.
La composición es tremendamente
simétrica. Una pareja a la derecha, otra a la izquierda de la imagen. Los
varones delante, las mujeres, detrás. Vasos, envases dispuestos a un lado y a
otro. Los colores y la iluminación están preparados para evitar zonas de sombra
y dotar a la escena de naturalidad. Muy natural, pero cabe preguntarse quién
realizó la fotografía. Y tan natural que simbólicamente llama la atención la
separación de actividades entre ellos y ellas. Los varones están relajados,
mirándose directamente. Ellas se ocupan de la familia y los miran con
admiración. Los vasos de refresco de
Casado y Moreno son grandes. el de la mujer de Moreno, pequeño. Pocas veces se
puede resumir la división estamental entre varones y mujeres en el ámbito
doméstico en una sola fotografía aparentemente inocente.
La fotografía, publicada en Twitter, pretendía cambiar la
connotación de elitismo burgués de los líderes populares, asociados en el
imaginario de las clases altas. También es clara la intención de mostrar unos
valores familiares, de hombre de la calle. Muy propia de la propaganda
populista. Sin embargo, ha sido muy
criticado por las redes el hecho de decidir un restaurante de comida rápida que
pertenece a una cadena multinacional y que no goza, precisamente, de fama por
la exquisitez de sus productos. Algo imperdonable estando en la capital
hispalense, donde se podía haber escogido un restaurante o bar de productos
típicos, mucho más saludables y sabrosos. De la marca España, podríamos decir.
El ámbito de la distribución de la fotografía en las redes sociales,
tan propio de las nuevas formas de hacer política, en las que son las redes,
como Twitter o Facebook las que, supuestamente sin intermediarios, los líderes
políticos se comunican con los ciudadanos, favorece precisamente la respuesta
de estos ciudadanos. Nunca hay que desaprovechar la oportunidad de una polémica
en las redes que tiende a verse reflejada en los medios tradicionales, como la
prensa o la televisión. En este caso,
las respuestas en forma de memes no han tardado. Desde situar la comida en una
serie de televisión hasta sustituir los rostros de los líderes por los de
Franco y Carrero Blanco. Bromas sobre el regalo de un Máster a Casado, retoques
pintando de payaso a cualquiera de ellos.
Una forma ya no tan novedosa de hacer política, que se integra en la
comunicación bidireccional con su público abandonando las primeras tentativas
de usar internet sólo en las webs oficiales del partido y del candidato. Allí
se despliegan los programas y las críticas, toda la información disponible. En
la nueva forma de hacer política, eso ya casi no importa, es más una cuestión
de representación, en los dos sentidos. En el de democracia representativa,
donde los electores se ven “representados” por sus candidatos, que se deben
mostrar iguales a ellos. Y en el sentido de que la política es una “representación”,
una especie de teatrillo donde se escenifiquen, como en esta fotografía, los
modos de hacer y, sobre todo, de ser de los candidatos con la intención de que
los veamos trasparentes, tal como son.
Aunque, en algunas ocasiones, se muestren imágenes que susciten mayores
críticas que aceptación.
Demasiado fácil es sacar el simbolismo de la fotografía con la
política del Partido Popular. Demasiado fácil hacer una alegoría de la comida
rápida con el cortoplacismo. Y demasiado evidente que una agrupación que hace
de España, literalmente, su bandera no debería haberse permitido el descuido de
situarse en un restaurante de una multinacional. No es de extrañar que, en los
grandes temas, el PP tienda a favorecer los intereses de las empresas norteamericanas.
Precisamente Pablo Casado había pasado la mañana en Rota solicitando mayor
presencia norteamericana en la Base. Política rápida al servicio del imperio.
La cuestión está servida como comida rápida.
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