domingo, 18 de agosto de 2019

Piedad cristiana


Continúo con la mala costumbre de no eliminar de mis redes sociales a personas que comparten mensajes claramente xenófobos, machistas y clasistas. En parte porque conozco a las personas y me consta que hay más que racismo y odio. En parte porque conviene conocer al enemigo. No dejo de asombrarme de las cosas que estos contactos comparten. Y de la inconsistencia de los mensajes. En su mayor parte son burdos bulos que asustan a quienes ya están predispuestos para asustarse. Además, da igual que se señale que son bulos, se siguen compartiendo una y otra vez.
                Los principales objetivos son las políticas progresistas, a las que culpan de todos los males, con argumentos retorcidos algunas veces y con mentiras la mayoría. Luego, tienen dianas más concretas que van rotándose para que, cuando una pasa de moda, llegue la otra. Por ejemplo, al principio del verano fueron los menores no acompañados (MENAs), a los que se hace responsables de cualquier desmán independientemente de la edad o la nacionalidad de quienes los perpetran. Se añade la perversa idea de que se llevan la atención y los recursos de las autoridades.
                Da igual que se contrasten con fuentes fiables. Son personas inmunes. Al contrario, cuanta más fiable sea la fuente, más sospecha despertará. Son conservadores antisistema.
                Por supuesto no es la única inconsistencia. Son personas de gran corazón muchas de ellas, aunque parezca que están llenas de odio. Curiosamente compruebo que son almas que se compadecen de los perros abandonados y ayudan a buscarles un nuevo hogar. Parece increíble que un alma cándida sea raptada por estos mensajes antiprogresismo, antifeminismo, y en contra de la unión de las culturas.
                Como se espera, están en contra de la inmigración. Ilegal, añaden, como forma de disculpa. A veces contraponen indignados la cifra de paro y de miseria que hay en España para justificar que no pueden llegar más personas –además de saber de buena tienta que sólo vienen a robar y a violar–. No deja de parecerme contradictoria, incluso escandalosa, la falta de piedad cristiana que demuestran con los muertos en el Mediterráneo. Pueden alabar a Amancio Ortega, cuyos ingresos se basan en la explotación de seres humanos, por hacer donaciones, pero ridiculizan cualquier gesto de apoyo a los migrantes naufragados en el Mediterráneo.
                Es cuestión de las mafias, se justifican. Y es cierto, hay mafias que trafican con personas y se lucran aprovechándose de la necesidad de los demás. En Estados Unidos los llaman “coyotes”, por ejemplo. Pero una cosa es el tráfico de seres humanos y otra muy distinta socorrer a quienes morirán si no se les rescata. Eso no es traficar con seres humanos, eso es ser humano. Incluso dicen que, al amparo de las leyes antimigración de Trump, se han detenido a monjas en Estados Unidos por ayudar a los migrantes que llegan del Sur. En España no salen a la luz esos cristianos comprometidos. Lo que veo en las redes son estampas de la Virgen y poca piedad con los refugiados y con los migrantes.
                Para los perros sí que debe haber respuesta y que no se mueran de hambre. Para los que vienen de África o de Europa del Este, no. Esos no tienen derecho a buscarse el futuro y el pan. Me parece fantástica esa dedicación para que no sufran ni mueran los animales. Es otro signo de la dignidad de las personas. (Aunque, por cierto, cuando se trata de limitar la caza, o los toros, entonces no hay tampoco piedad, entonces se pone por encima la tradición.) Creo que, si somos capaces de ver la crueldad de ver abandonado a un perro que va a morir de hambre y sin cuidados, deberíamos ser aún más empáticos con quienes se encuentran a la deriva buscando Europa, por mucha mafia que haya detrás. (Como hay tráfico de mascotas también.)
                Es curioso que esto suceda, porque hay muestras de que la población es capaz de sobreponer su piedad a las normas. El ejemplo me lo trae la investigación de José Antonio Cerrillo sobre la actitud ante la muerte digna. En cuanto a la eutanasia, a pesar de la postura contraria de la Santa Madre Iglesia, muchos españoles que se declaran católicos, la apoyan porque les puede la compasión. Son capaces de ponerse en el lugar de los que sufren, de los enfermos y de sus familias.
                Lo que no me cuadra es la solidaridad interespecie, cómo podemos sobrecogernos con el sufrimiento de perros abandonados y con los subsaharianos y magrebíes no hay compasión que valga. Quizás nos pueda más el racismo y la xenofobia. Que sólo seamos capaces de ponernos en el lugar del otro cuando el otro es como nosotros. Cuando vemos que nosotros podemos ser el otro. Si tienen distinta piel, si distinto idioma, si distinto acento, si no son iguales, no hay compasión posible. Quizás sea esa el verdadero sentido del amor al prójimo. Negar el amor al lejano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario