Esther Garboni ejerce de profesora
de Lengua y Literatura y cuenta con una interesante trayectoria, que incluyen narrativa
(Delirium tremens, Se alquila corazón), teatro (Peligrosa curva a la derecha) y poesía: Las
estaciones perdidas (Asociación Cultural SEARUS, 2006), Tarjeta de embarque (SIM Libros, 2009), Tarjeta de embarque (SIM Libros, 2011); Sala de espera (Ediciones
En Huida, 2014) y este A mano alzada
(Sevilla, Editorial Libros de la Herida, 2018). Sus poemas han sido incluidos
en numerosas antologías.
A mano alzada se estructura a partir de
la excusa de distintas técnicas artísticas, aguafuerte, pincel seco, invinación.
El recurso a las técnicas incide en la preocupación sobre la dificultad de
expresar que tiene el propio arte: “Solo tengo un idioma heredado y vivo, / a
veces enemigo, a veces cómplice. / Solo tengo mi voz” (A mano alzada). Esther Garboni consigue, a través de un complejo
dominio de la métrica, abandonarse al lenguaje cotidiano sin que la musicalidad
propia del endecasílabo traiga artificiosidad o afectación.
En Aguafuerte el punto de atención está en
la denuncia, en la percepción de las injusticias. Afectan a la maternidad (“Dejé
que sellaras mis labios. / Y te di mi vientre / para el hijo que hoy me robas
/…/ No vengas a lamerme las heridas. / Ya no sangran”, Mujer de agua) com pueden afectar a la identidad misma: “Si yo
fuera hombre /…/ También soy, he sido, / el hombre que me hirió, / Y mírame de
cerca…. / Soy mi padre, soy tú y soy mi hijo” (Virilidad). La brutalidad y el daño: “Y borraron a golpes lo que
fui: / ceniza, sangre, logo, sudor, carne /…/ No les guardo rencor, perdieron
ellos. / ¡Lo ven! Me reconstruyo en barro… Y llueve” (Tenía trece años) y la injusticia que el destino tiene reservada
desde el nacimiento: “Me vestí en los renglones del destino / de un niño sin
futuro en patria ajena” (Los desterrados).
El conflicto
social puede tomar carices personales (“Los hijos que no parí, los hijos de
otros, / aquellos que parten mi costado en dos / y en dos mi vientre. / Los
hijos de la guerra, / heredarán el odio. / Pero yo solo canto”, Canción de cuna), y una dimensión más
amplia, como en el poema que da título al volumen: “Alza la mano, alzan la voz,
/ pero nunca la vista /…/ Hoy no tengo ni fe. Vacías están mis manos” /… / Y
dejo aquí mi ropa, mi costumbre, / el peso de mi nombre, el cristal de la
infancia, / la piel que visto, / el tacto del poema, / la sed, el hambre, / el
timbre / de mi palabra” (A mano alzada).
La segunda
técnica, Pincel Seco, es más
introspectiva, más centrada en los sentimientos: “Será la poesía luz a tus
ojos. Los míos. /…/ Verás lo que pocos ven. / Y el mundo será al fin /
luminosamente tuyo” [Solo para tus ojos
(Poema en Braille)]. El tono es más confidencial (“Confundieron a veces /
nuestro silencio / con la tristeza; no podía nadie / ser más feliz”, La lectora), de intimidad compartida y
complicidad: “’Hoy no te echaré de menos’, dice, / y yo escucho ‘te quiero’” (Amnesia temporal).
La complicidad
también es el asunto del arte, como un medio de conocimiento (“Se te dio,
poeta, el dolor de saber / que, al cabo de nada sirve tu palabra. /Es la
poesía, y no tú, poeta, / la que resiste al tiempo. / Morirás, poeta, / aunque
tuyos sean ahora / el color, el sabor, el tacto… la poesía”, Poeta) tanto como de comunión con el
lector (“Mantengo mi postura como roca, / escorzo ante la vida, que retrata /
cada dolor real como fingido /…/ Eres, lector, mi cómplice… / Eres, lector, mi
amigo”, Sigo).
Invinación, continúa con las relaciones
entre la vida y el arte, “Era el pan la palabra limpia / que vibraba al sol
transparente /…/ Pero mi alma es de vino” (Retención), y el líquido elemento
propicia la conexión con el delirio y los deseos: “Te bebo en lo que fui. /
Bebo el pasado deleitoso / de cuerpos tersos, carne fresca / que se dejaba
dorar / al sol de sus mayores” (Vino
viejo); “Traigo la sed de siglos / y tú no eres agua” (Vino y sed).
“Y ahora que
perdimos los pudores
y el tiempo y
el dinero y la paciencia,
brindemos por
los muertos compartidos,
por Góngora y
Herrera, por San Juan,
Cernuda, Juan
Ramón, Vallejo, Otero;
busquemos el
perfecto endecasílabo
que
encabalgue distancias y soberbias;
paguemos todo
el vino que bebimos
y el pan, la
piel, la sal, la paz, las ganas
de vivir, de
volar… la poesía.
Y ladremos
verdades como perros
sin miedo a
que el bozal del amo fiero
nos robe la
razón y la pureza.
¡Descorcha
otra botella de silencio
y lo que
callo, escucho, y lo que brindo:
soy vid, fui
sed; fui dios, soy fe. Soy tú!”
Para terminar,
Epílogo y testamento, recapitula la
dolorosa conciencia del poeta: “Dejo la poesía. / Dejo definitivamente la
poesía. / Dejo la poesía como se deja a un novio: / hasta mañana o para
siempre. / Cada poema es siempre el último. / Detrás del punto, el abismo” (Último poema). Voluntades anticipadas es un largo poema en el que podemos
entresacar un auténtico manifiesto poético: “Domesticado lector, rebélate / no
dejes que un artista te encuentre, / sal en su busca; / hay respuestas
inéditas, / ¡interroga!”; “Rendir obediencia a la belleza”; “El tiempo es una
mentira que el lenguaje / esconde en los adverbios”. Sobre todo saber que “No
tengo otra certeza. / La vida y el amor. / Sin preguntas. / Guardemos la ley y
la gramática”. El vitalismo de Esther Garboni concluye:
“Tú eres la belleza.
No olvides, crece, lee, busca, mira, ama” (Voluntades anticipadas)
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