El editor de Ediciones
Liliputienses, José María Cumbreño, aprovecha la ocasión para reunir un volumen
heterogéneo, a medio camino entre la poesía visual, con efectos, letras,
viñetas… con un punto de partida, “Desde la perspectiva del zurdo / todas las
cosas están al revés”. Por eso encontramos una querencia hacia las contradicciones:
“Las palabras están hechas de aire. / El verdadero poeta / habla sin respirar”
(Aire). En este sentido heterodoxo
coincide en con el artista multidisciplinar conocido como Mariano H. Ossorno,
que puede jugar con las palabras tanto como con los poemas visuales.
José María
Cumbreño utiliza pequeños textos en prosa para transmitir mucho más de lo que
parecen decir sus palabras: “Tratando quizá de ese modo de no contrariar a
ningún dios, los antiguos griegos, en sus inscripciones, escribían
alternativamente un renglón de izquierda a derecha y el siguiente en dirección
contraria” (Palabras de ida y vuelta).
Con la misma facultad visionaria y contradictoria de un Oscar Wilde o de un
Borges: “En cuanto al original, en fin, dicen que existe, existe, pero nadie lo
ha visto nunca” (El original, la versión
y la copia); “La memoria es un órgano ficticio / con debilidad por las
ficciones. / La memoria necesita contarse mentiras a sí misma” (La memoria); “Algunos lugares no están
hechos / de distancia en los mapas, / sino de todo lo que en esos lugares
fuimos, / tuvimos / y perdimos” (Lugares).
Más allá de esteticismos nos recuerda que “Un poema es el resultado de
multiplicar el silencio por sí mismo” (Operaciones
matemáticas). El poder de la palabra,
curativo y disciplinario, toma protagonismo para repensar algunos de los
lugares comunes que repetimos casi sin darnos cuenta, “De las obras maestras
(demasiado perfectas para ser humanas) se aprende mucho menos que de los libros
mediocres” (Las obras maestras);
“Escribir todos los días en una pizarra es el mejor antídoto contra la vanidad”
(Pizarra); “De hecho, las palabras
pueden significar cualquier cosa, / cualquier cosa. / Excepto la verdad” (El significado de las palabras).
El autor
va intercalando lo que pueden ser tenidos por poemas o por aforismos: “La
agujas, como los poemas, hieren una parte del cuerpo a fin de sanar otra” (Acupuntura); “Teatro del absurdo: subgénero dramático que
carece de verosimilitud debido a su excesivo realismo”; “Como la vida, la
ausencia de señal también tiene un significado” (Código Morse).
Nunca
faltarán, por supuesto, las miradas críticas al mundillo: “Y, aun así,
escribir. / Continuar escribiendo / como el prestidigitador / cuya varita
confunde la chistera con el conejo, / el conejo con el as de picas / y a los
tres con un simple truco. // Ocultando más de lo que se muestra. / Mostrando
menos de lo que se recuerda” (El
prestidigitador). La enfermedad del escritor tiene que ver más con el ego
que con la página en blanco: “Originalidad. Cualidad en la que creen los
escritores ingenuos”; “El verdadero escritor prefiere leer a escribir” (Leer
y escribir); “El poema perfecto: a la postre, un poema sin poeta” (Poema sin poeta)
Con los pies
en el suelo, recordar que “Cuando uno tiene niños, / descubre que el verdadero
dilema no es escribir o vivir, sino escribir o dormir” (La literatura y la vida. La vida y la literatura) y, por supuesto, “Porque
en el fondo de lo que se termina hablando no es de lo contado, sino de quien lo
cuenta” (Lo contado y quien lo cuenta).
Su postura teórica es la de primus
vivere, deindre litterae: “Aunque suene a contradicción, / La literatura,
para serlo de verdad, debe / tratar por todos los medios / de no parecer
literatura” [Made in China (Estrategias y
métodos del jugador de tenis de mesa)]; “Para tratar de entender qué es una
rosa, quizás lo mejor no sea decirle versos, sino podar rosales” (Un rosal, un enchufe y una tomatera)
“Nadie tiene
tanta paciencia
como nuestro
pasado, que
finge haberse
quedado
atrás,
que disimula,
que espera a que nos relajemos, a que nos confiemos, a que, poco a poco,
creamos que no ha tenido consecuencias y que, de repente, es capaz de saltarnos
encima, muchos años después, a través de un olor o de la letra de una canción
absurda” (Una canción absurda)
Una pequeña gran colección de
motivos para pensar que el mundo no puede ser mirado desde otra forma y
comprobar que las cosas que hay en él parecen pensadas para ser tomadas desde
otro ángulo. Para zurdos.
Me gusta mucho la escritura de José María Cumbreño y su persistente empeño en desdibujar los géneros; el entrelazado de poesía, pensamiento y aforismos es muy sugerente. Enhorabuena por tu rincón lector.
ResponderEliminarA mí también me gusta mucho. Una manera sutil de decir y mostrar.
ResponderEliminarGracias por tus palabras, maestro.