Podemos considerar una obligación comenzar constatando el llamado boom del género aforístico. Y lo es por el volumen de obra publicada como también por la aparición de diversas recopilaciones y antologías. En este caso es el poeta y también aforista José Luis Morante quien se encarga de seleccionar, según su criterio personal, 11 ejemplos de la buena salud del género breve. Como el autor reconoce,
“Cada antología atestigua un proceso de conocimientos previos, una acotación pactada y un criterio selectivo que unifica lo que por naturaleza está desperdigado. El resultado da cuenta de la pertinencia de un deseo integrador y de la determinación de fundar una suma enumerativa de voces que halla en la percepción del antólogo un reposado despliegue.”
El arte del aforismo se nutre de un proceso de depuración y síntesis, aprovecha la discontinuidad en pensamiento. De todo ello se habla en el prólogo, que se acompaña de una pequeña descripción del estilo de cada seleccionado. Cuando José Luis Morante refiere los modos del conceptismo y la conexión con Gracián no podemos dejar de recordar que estamos en una era neobarroca, en términos de Omar Calabrese, que se acentúa en la necesidad de concisión y aprovecha los formatos para seguir en la corriente de la brevedad. Afinidades temporales.
Los once elegidos son Luis Felipe Comendador, Karmelo C. Iribarren, Elías Moro, Mario Pérez Antolín, José Luis Trullo / Felix Trull, Ana Pérez Cañamares, José María Cumbreño, Luis Arturo Guichard, José Antonio Olmedo López-Amor, Rosario Troncoso y Sihara Nuño. Una recopilación ecléctica y heterogénea, donde caben posturas reaccionarias al progreso desde el conservadurismo (con san Chesterton como modelo) o desde el combate progresista; posturas desengañadas y perplejidad, reflexiones y poesía. Porque no basta con hablar de poesía para que un aforismo sea poético, como bien sabe el propio Morante (editor de una selección de Juan Ramón y por carne propia.
De Luis Felipe Comendador se resalta su “nítida raíz ideológica contra el orden establecido”: “Fui joven, pero no me enteré de nada”; “Explicar un poema es negarlo”; “Hablar para callar algo”; “Hacer algo excepcional te afirma en tu vulgaridad”; “Si vives con esperanza es que aún no eres maduro”; “Todo lo que aplazas es tu utopía”; “La serenidad es la astucia de lo lúcido”; “De un buen pesimista se aprende muchísimo”. Karmelo C. Iribarren se encuentra cómodo en una estética del fracaso. Es un observador penetrante y lúcido: “Las mentiras, cuando nos vienen bien, nos parece que son verdades por poco”; “El amor y la rutina como mucho se soportan”; “Estar decepcionado en estos tiempos no tiene mucho mérito”; “Al viento, todas las banderas le parecen iguales”; “La tiranía de la sensatez”; “Es de justicia que la belleza sea efímera”. Por el contrario, Elías Moro prefiere un viaje interior y, a ser posible, con un paisaje mediterráneo: “Cuando el pensamiento es una ruina solo cabe esperar ideas escombro”; “Haber nacido no nos convierte necesariamente en humanos”; “Balbuceo aforismos con la vaga ilusión de que se me entienda”; “El pájaro gris, ceniciento, mudo, de la angustia”; “El poeta cree que crea, pero ignora que es él lo creado”; “No sabemos lo que realmente somos hasta que ya no hay remedo que valga”.
Mario Pérez Antolín, como José Luis Trullo (a.k.a. Felix Trull) elaboran una crítica al progreso: “Carece de importancia el lugar al que me dirija, pues todo destino se convierte con el tiempo en una trampa. Lo relevante es saber qué me hace huir. Supongo que evitar el encuentro con las víctimas de ms excesos o con los testigos de mis fracasos”; “Mi primera experiencia como hombre libre se produjo el día en que desobedecía una orden y pagué por ello”; “Nuestro peor enemigo es el tedio; con tal de no caer en sus redes, somos capaces de convertir la crueldad en divertimento”; “El cantero podría haber descuidado la factura de los relieves y ornamentos más altos de la catedral, ya que prácticamente nadie, en la época iba a contemplarlos de cerca; y, sin embargo no lo hizo, porque su propósito era que fueran vistos, no desde la tierra, sino desde el cielo por el único Ojo que escruta todos los detalles”; “Nadie debería disfrutar de tanta abundancia; y, sin embargo, quienes en ella viven, no sólo la gozan, sino que, además, los muy ilusos creen que se la merecen”; “Adquiere la condición de clásico algo o alguien que deja de pertenecer a su tiempo para pertenecer al tiempo”. La selección de aforismos de José Luis Trullo se decanta por los referidos a la duda: “Toda afirmación es dudosa, salvo esta”; “La certeza es siempre temporal: la duda, eterna. Ambas luchan en mundos esencialmente heterogéneos”; “La duda es la respuesta de la inteligencia ante la incognoscibilidad última del mundo”; “Una certeza es una duda coagulada. Pero esto no es seguro”; “La duda es una certeza nómada. La certeza, una duda sedentaria”; “No saber no es lo mismo que ignorar”.
Desde una posición radicalmente distinta tenemos a Ana Pérez Cañamares y a José María Cumbreño. La primera se recrea en la cotidianeidad, pero no se deja arrastrar con ella, la conciencia es siempre luchadora y reivindicativa: “Siempre que te vendes, eres barato”; “En vez de odiar algo, amar más su contrario. Más amor siempre equilibra”; “Los prejuicios son posiciones disfrazadas de ideas”; “Los humanos enjaulan a los pájaros por envidia de alas”; “Escribir: desnudarse y desaparecer”; “Dadme un columpio y moveré el mundo”; “La empatía es la imaginación de los corazones”. De José María Cumbreño hay resaltar su resabio irónico, sus ganas de jugar con el lenguaje. Después, un segundo después, advertimos la carga de profundidad que tienen sus aparentes bromas. Aprovecha lo que sería un pensamiento analógico para su rebeldía: “Ten en cuenta que el árbol crece en dos dimensiones, pero solo una brinda un lugar a la sombra”; “Vaso: El agua no es la transparencia: imita la del líquido que conviene”; “La parte del todo: Todas las causas se construyen con presencias y ausencias. / El ladrillo que se pone será un muro. / El ladrillo que no se pone será una puerta”; “Escaleras: subía los peldaños de dos en dos. Es decir, llegaría arriba habiendo conocido sólo la mitad de las escaleras”; “Límites y progresiones: El destino de la poesía es el lenguaje matemático, lleno de límites, equidistancias e incógnitas sin despejar”; “La naturaleza del místico: El misterio cree menos en Dios que en sí mismo”; “Adjetivo: debilidad de los hombres pusilánimes”.
Los aforismos de Luis Arturo Guichard son una verdadera inmersión en el conocimiento: “Abismo. Un regalo de la gravedad para los indecisos”; “Que algo se rompa por dentro es muy grave. Pregúntale al reactor nuclear y a la persona que tienes al lado”; “El misterio es vecino de la estupidez; el amor, la pared que los separa”; “No tener prisa, no tener calma, no tener paciencia, no tener miedo: lo mejor es no tener”; “A veces logro ver la realidad como los primeros griegos que vieron un cocodrilo: con la misma cantidad de asombro y de espanto”; “Escribir: uno que da manotazos en la bruma. Vivir: los pájaros que aletean en la bruma sin ni siquiera tocarla”; “Lo más difícil para uno es aceptar la existencia del Otro. Y que el otro es eso: otro; recortado por su propio silencio, inaccesible, inabarcable. Suyo por dentro y por fuera”; “La ausencia del dolor es la felicidad del cuerpo: su forma animal y libre de saber que existe”; “Hay un orden perfectamente transparente en todas las cosas. Tan transparente que no se ve”; “El dolor es la forma más refinada del egoísmo: hace que todo lo demás carezca de importancia”. Los aforismos de José Antonio Olmedo López-Amor juegan también con el destello lírico, tanto con la introspección como con la crítica social: “Pocos libros contienen tantas mentiras como un libro de condolencias”; “La envidia es el homenaje interior que hacen los mediocres contra su voluntad”; “Quien se preocupa mucho del espacio, descuida el tiempo”; “Leer es reflexionar por mente ajena”; “Son las manos que ayudan mucho más nobles que los labios que rezan”; “De una crítica constructiva podemos aprender del criticado. De una mala crítica se aprende mucho más del que critica”; “Esencia del capitalismo. Cuando al cristalero le hace falta dinero, le regala a su hijo un tirachinas”.
Rosario Troncoso muestra relámpagos de un doliente lirismo, buscando en la introspección y el intimismo: “No eres un fracaso. Los fracasos no andan veinte años sin pausa”; “No ocultar nada no es mostrarlo todo”; “Si la herida no se ve, no da tanto miedo”; “Perder la identidad y ser consciente de ello es más potente que los miedos”; “Detrás de cada vicio hay un feroz intento de huida”; “Para algunos la distancia social es un premio a la misantropía”. Desde otro posicionamiento, también lírico, Sihara Nuño hace gala de “hibridación expresiva”: “Esto es una paradoja. No encuentro la salida”; “La vida es una situación brutal de la naturaleza”; “La terquedad de la mosca resalta su torpeza. Por fortuna vive solo 24 horas. Estupidez humana y absoluta, milenaria”; “Mis fobias me han educado bien”; “La poesía es un ánfora vacía porque el vacío es el único color que ven los muertos”; “Arder, de eso se trata, ser el incendio. La gran nostalgia”.
Una antología es siempre una sugerencia, un punto de salida, una invitación. Recomendemos, pues, un paseo por el lado más lacónico de la vida.
Querido Javier, muy agradecido de una lectura tan profunda de la antología "11 AFORISTAS A CONTRAPIÉ". Un disfrute tu mirada crítica y tu amistad.". Feliz fornada.
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