Docente y librera, Melisa Papillo nació en Buenos Aires, 1984.Publicó en 2012 La mecánica de los días (Simulcoop. Argentina) y la primera edición de Paisajes con agua en movimiento (La carretilla Roja, Argentina, 2020). El punto de partida para los poemas es visual, “Como no puedo viajar / miro documentales”. Y efectivamente, cada poema se acompaña de una referencia de documental. Al final del volumen se añade un código QR “para visitar el Atlas en movimiento y descargar los cartogramas realizados por Ximena Puppo y Melisa Papillo”. En principio puede parecer arriesgado tomar como referencia concreta un elemento ajeno por completo al lector, porque las imágenes parecen ser algo más que una excusa:“¿Qué poema mira el perezoso / desde la rama inclinada? / sonríe desde lo alto, ya vio hace tiempo / lo que tenía que ver” (Reposa en la jungla). En ocasiones, el documental es un símbolo de la situación humana: “¿Con qué sueñan / los buscadores de lugares? // Empiezo de nuevo, / ¿con qué estado de ánimo / se cruza un océano?” (Lo que queda). En otras ocasiones, el interés precisamente es el hecho de que emita el documental: “No soy la única planta de mi especie. / La mesera cambia de canal. / Ahora un partido de fútbol sintoniza la mañana. / Huracán va arriba, la o” (El viaje de la tortuga).
A medida que avanza el poemario, Melisa Papillo se adentra más en una poesía menos anclada a los referentes, más reflexiva: “No hay don de la palabra. / Los miro mientras se ríen de las palomas, / de lo que dice la locutora, / de lo fácil que es ahí que los quieran” (Algunas obsesiones); “La belleza del paisaje acá / son bolsas negras picadas / por aves que no cantan, gritan, en cada vuelo/ ‘Vecino, esto es para siempre, / venimos de a montones a quedarnos’ ”.
Se parecía un progresivo protagonismo de la primera persona: “Tenemos nuestra banda sonora, / ¿Qué más queremos en este conurbano? / Pusimos palmeras, hicimos un barrio tropical / húmedo y sucio. / Las cotorras habitan completamente la tarde”; en especial del yo que observa y se pregunta, que mira y se imagina, proyecta, ansía y desea: “Me apropio de un lugar tranquilo /…/ Después tomo /una copa del mejor vino / en la mejor terraza de Santa Mónica / y ahí por fin / puedo responder / ¿qué me mueve en esta vida?”; “Con las manos hago un gesto de cámara, un click / para capturar lo que es un día de amor: / una foto que se llame ‘en esta vida amé así?”; “Son las cinco y cuarenta de la madrugada / no sé nada de mí. / Es la hora en que secretamente / caminamos sin mapa. / Hay en el cielo colores nuevos. / No sé nada sobre mí” (Puerperio en Caseros); “Tengo treinta y tres años / y estoy tratando de dominar el volante. / Constantemente. Dejo y retomo. /…/ Debe ser más complejo que como lo explico. / Debe ser más perturbador de cómo lo entiendo. / …/ Me encantaría ser de esas personas / que siguen orientadas cuando giran el mapa”.
Asistimos a una descripción del yo interior a partir de la exterioridad de los documentales para pasar a la exterioridad del comportamiento de la poeta: “Las piedras que traigo de los viajes / suelen tener formas preciadas. /…/ No dicen nada de donde estuve, son una parte del cuerpo que fui / en ese lugar” (Paisajes con agua en movimiento)
“En el interior de una roca hay vida.
/…/
Ahora mismo me siento así
llevo una piedra
de la suerte, talismán pesado,
dentro del cuerpo
/…/
aunque sé
no voy a poder llevar siempre conmigo.
Pero sí tengo el poder
de dejarle este talismán al río
/…/
Piedra que toco ahora
redonda fuerte,
no te pido nada
y me tapo la boca para no hacerlo
/…/
Te dejo suave para que las olas te choquen,
la sal te acompañe.
Yo me llevo tu peso
Cambiante
tu imagen inventada por meses,
tu fuerza un ritmo conjunto
lo guardo”
A pesar del predominio de la subjetividad, pueden alternarse argumentos y descripciones, al par que una reflexión, que una crítica se solape entre los versos, una queja de la situación humana, tan especular, tan tendente al simulacro: “Cuando logran el fondo perfecto / sacan una selfie para no perder / de vista nunca lo que les acaban de revelar”. No significa que peque de prosaísmo, al contrario, es un poemario que está cargado de sentimiento, quizás contenido, y también de una mirada lírica hacia el mundo que podemos alcanzar con la mirada, directamente o a través de la pantalla:
“Como se lanzan una a una las piedras
al borde
de un lago, recorro
el mapa de la vida.
No es una tarea difícil, sino meticulosa
desarmar y armar recorridos solo
para entender los pasos dados”
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