miércoles, 31 de marzo de 2021

Reseña de ‘Leer la vida. Los diarios de José Luis García Martín’. Edición de Hilario Barrero. Cuadernos de Humo. Nueva York, 2021

LEER LA VIDA: LOS DIARIOS DE JOSE LUIS GARCIA MARTIN de HILARIO BARRERO |  Casa del Libro

Este volumen es la continuación del homenaje que Hilario Barrero le está haciendo a José Luis García Martín, resaltando el resto de los géneros que se han quedado relegados tras la fachada de crítico feroz e implacable. Primero fueron sus poemas, esta es la ocasión de los diarios.  La nómina de colaboradores es impresionante –con la evidente salvedad de un servidor–: Manuel Alberca, Javier Almuzara, José Cereijo, José Ángel Cilleruelo, Antonio Cruz Romero, Efi Cubero, Eduardo Jordá, José Manuel Benítez Ariza, Enrique García-Máiquez, José Luna Borge, Rosa Navaro Durán, José Luis Piquero, Antonio Rivero Taravillo o el propio Hilario Barero. El anfitrión cursó una serie de invitaciones con el compromiso de absoluta libertad para enfocar la glosa de los diarios. A veces, el volumen cuenta con dos visiones que enriquecen las perspectivas.

Lo interesante de estas visiones es que los diarios de García Martín hacen gala de su monotonía. El propio García Martín presume de ser una persona que ama las rutinas, que siempre está localizable, que tiene lugares propicios y que realiza los viajes a los sitios donde fue feliz. ¿Qué interés puede tener, no solo leer cada año su diario, sino la opinión que una treintena de escritores publique sobre ellos, alguno de los cuales está repetido? Hay una respuesta fácil, que es que cualquier pieza de la vida, que la misma flor admite cientos de lecturas. Aún más, uno sigue devotamente los diarios, esperando cada publicación, aunque se repitan los recorridos, aunque se repitan las conversaciones porque la vida está ahí, y la literatura está ahí.

A partir de la visión que nos van ofreciendo los diferentes autores advertimos ligeras diferencias, una evolución en el contenido de los diarios. La política, por ejemplo, tiene mayor protagonismo mientras que los secretos incómodos de la vida de los escritores se va diluyendo.

Cada uno de los participantes tiene su propia versión del homenajeado. En algunas ocasiones estamos hablando de amigos cercanos, de quienes han convivido virtualmente e incluso en el mal llamado mundo real. Otras veces somos meros espectadores lejanos los que intentamos explicar por qué son tas fascinantes las peripecias de quien no quiere tener peripecias. También hay enfoques escapistas, como Daniel Rodríguez Rodero, quien prefiere girar alrededor de su propia vida, contar su vida a través del gran crítico poliédrico de Aldeanueva del Camino.

Quizás alguno se asome a estos diarios con intención aviesa de cotillear los entresijos literarios, el mundillo. Y es que García Martín necesita a los otros para contar su vida. No se defraudarán quienes prefieran espigar las páginas buscando sabrosas anécdotas. Tampoco quienes disfruten con lo que pueda ser autoficción. Pero sobre todo, lo que vemos es el talento de un gran escritor que posa su mirada, un tanto gracianesca, sobre la vida cotidiana, su vida cotidiana –y no tan cotidiana. Este volumen ofrece, además, la posibilidad de valorar de manera crítica, y de disfrutar en el camino de estos análisis. Nunca sabremos de los secretos de García Martín por mucho que los exponga claramente a la vista de todos. Necesitaremos un intérprete para ver lo obvio, aquí contamos un una buena ración de ellos. En cierta forma, como avanzaba el homenajeado en una entrevista con José Luis Morante, “cada tesela de mi retrato colectivo tendrá mucho de autorretrato”.

Un inmerecido honor al que solo puedo corresponder con el entusiasmo y la admiración de quien ofrece cada año –varias veces al año– un apasionado amor por la poesía y la vida.

lunes, 29 de marzo de 2021

Lágrimas, pasta y televisión

Una polémica interesante de estos días tiene que ver con el circo que se ha montado alrededor de las declaraciones de Rocío Carrasco en Telecinco. El fenómeno es interesante por la manera en la que la opinión pública ha reaccionado y reacciona. La cadena no es tonta, sabe que el asunto trae morbo y con eso arrastra a la audiencia. Más morbo aún si la protagonista no solo pertenece al mundo de las celebridades heredadas, sino porque la otra parte, su expareja ha trabajado para Telecinco durante mucho tiempo. Reconozco que no he escuchado a la susodicha ni al susodicho, hablo solo de oídas, por lo que me llega. Así que tengo una postura similar en cierta manera a los fenomenólogos, que no tienen por qué aceptar la realidad sobre la que hablan los sujetos y la ponen entre paréntesis. Nos interesa la reacción. O mejor, las reacciones.

Partimos de la base de que ya desde antes habría seguidores de la llamada Rociito –sin acento, que esa ha sido otra polémica asociada– y partidarios de Antonio David Flores. Podríamos avanzar que seguramente por razones azarosas, como la simpatía inexplicable que unas personas sienten por otras o la identificación con una situación personal. He asistido a tomas de partido muy radicales entre una y el otro. Así que, la miniserie de entrevistas tenía el terreno abonado para la polémica.

Lo que ha descrito Rocío Carrasco encaja a la perfección con un maltrato claro por parte de su pareja. Así que nos hemos encontrado con muchas voces en la opinión pública que se han solidarizado con ella y han extrapolado su caso. Si una mujer con posibles y acceso a abogados ha sufrido no solo el maltrato físico y psicológico, sino también la incomprensión de los tribunales, no debía de extrañarnos que cualquier hija de vecino haya pasado por un calvario similar o peor. Podría desmontarse esa cantinela tan querida para cierto sector social y político de que las mujeres tienen todo ganado en los juzgados. Pero no, por supuesto que no ha sido así.

La ministra de Igualdad, Irene Montero, como otras muchas personalidades, ha mostrado su solidaridad con la víctima y muchos, muchísimos la han acusado de oportunismo político. Me pregunto entonces, ¿debía haber permanecido sin pronunciarse ante tanto revuelo mediático? En este caso no dudo que se le hubieran echado encima con la excusa de que hay víctimas que son bendecidas por los social-comunistas-progremitas. Y es que a la titular del ministerio no se le ahorran descalificaciones e insultos. Así que, de alguna manera perversa, Irene Montero está perjudicando el caso de Rocío Carrasco.

También hay un sector importante de la opinión pública que acusa de banalizar el problema al centrar el foco en una “famosa” que está, simplemente, cobrando por dar el espectáculo con su vida privada. Y seguramente tendrán razón, no parece muy recto moralmente aprovechar como negocio la denuncia de unos malos tratos. Flaco favor, dicen, le está haciendo a la causa de la mujer. Creo que la otra parte se ha beneficiado de su relación con la hija de la Más Grande como atractivo en su carrera televisiva. No sería descabellado considerar de justicia que Rocío Carrasco haya jugado en el mismo terreno. Por otra parte quizás no debamos condenar el medio si los fines están claros.

Una de las revelaciones de la confesión tiene que ver con la posición de la hija en el conflicto. De lo que está relatando se deduce que uno de los progenitores ha contribuido a la animadversión hacia el otro de los progenitores. A través de comentarios, de relatos parciales, parece que Antonio David ha predispuesto a la hija contra su madre. Al principio, creo, ella estaba del otro lado y ha cambiado de partido. No ha faltado quienes han aprovechado para relacionarlo con el llamado Síndrome de Alienación Parental. Este constructo está desacreditado por todas las asociaciones internacionales de psicólogos y psiquiatras, y las organizaciones internaciones han requerido a España en numerosas ocasiones que eliminen de los informes forenses cualquier cita del Síndrome. Recurro a una autoridad en la materia, Miguel Lorente, quien dice que el desprestigio que sufre uno de los padres a cuenta del otro es pan de cada día. En muchísimos procesos de divorcio, los niños sufren las constantes críticas que cada progenitor hace de la que había sido su pareja. Para que realmente pudiera ser considerado una enfermedad, un síndrome, el niño debería estar alejado de toda otra influencia, de cualquier contacto con la realidad o con otros parientes. Y esto no sucede. El SAP es un instrumento machista para denigrar a la mujer a partir de los testimonios de los hijos a los que se da la vuelta. Si el niño refiere los malos tratos por parte de su padre, inmediatamente se sospecha de que ha sido manipulado por su madre para ponerlo en su contra. Lo hemos vivido en muchos casos, quizás el más mediático fuera el de Woody Allen y Mia Farrow, desestimado por los juzgados en todas las ocasiones, con alguna puntualización en algún caso.

Como no podía ser de otra forma, Vox ha tomado el testigo y reivindica que el SAP existe tanto para unos como para otras, y he asistido en las redes a debates en las que la invalidación del síndrome debería aplicarse también al testimonio de Rocío Carrasco. O todos o ninguno. En realidad, retomando lo dicho por Miguel Lorente, no tiene por qué ser así. Se deberían poner encima de la mesa todas esas descalificaciones de una y otra parte, pero no considerarlas un Síndrome, una enfermedad, sino tratar de aclarar los hechos. Especialmente en sede judicial.

La mercantilización del sufrimiento ha sido bochornosa. La cadena ha montado toda una industria a partir de repartir miserias ajenas, bien en los famosos “polígrafos”, de la venta de exclusivas, de peleas más o menos pactadas, o de shows tan deleznables como productivos (es increíble el éxito que tiene La isla de las tentaciones entre los alumnos de Instituto, de 12 a 18 años). Subidas de audiencias, encuestas en Twitter (dale a me-gusta si apoyas a Rocía, dale a retuit si estás de parte de Antonio David). Es repulsivo, pero no mucho más que otras muchas experiencias televisivas obscenas –literalmente, que deberían quedar fuera de escena–, una pornografía de la intimidad –reconozco que no me gusta el término– que se recrea en lo más escabroso de la vida privada de quienes aspiran a ser reconocidos y famosos.

La maquinaria del mercado convierte en dinero cualquier acción, pervierte intenciones y consigue rendimiento de todo, material, emocional, espiritual, todo es engullido para convertirlo en beneficios económicos. Arrastra sin contemplaciones hasta lo más sagrado –el Vaticano es una fuente de mercaderías–. Esperemos que todo este espectáculo no retire la atención de lo que debería: el peligro real de que cualquier mujer, independientemente de su condición social, puede caer en el maltrato y el resto de la sociedad le pueda dar la espalda. No es una desgracia independiente de la sociedad no es una catástrofe geológica o climática, es el resultado de una dinámica muy arraigada hasta en nuestra sociedad tan avanzada que tecnológicamente tiene la posibilidad de retrasmitirla en directo.

 

domingo, 21 de marzo de 2021

Reseña de Carmen Millán Patino: ‘Vivir en tránsito. Mujeres y la Base Naval de Rota (1953-1975). Umaeditorial. Col. Atenea. Estudios de género. Málaga, 2020.

 Vivir En Tránsito de Millán Patino, Carmen 978-84-1335-044-8


Esta investigación mereció el XXX Premio Internacional de Investigación Victoria Kent del pasado año. Versa sobre el papel de las mujeres, en plural, en las relaciones entre Rota y la Base Naval norteamericana, desde la firma de los tratados bilaterales hasta el final del franquismo. Las fuentes principales son las orales, a base de entrevistas con distintas mujeres que tuvieron (y algunas todavía tienen) relación más o menos directa con la base naval, por ejemplo, debido a motivos laborales, o trabajar en el servicio doméstico de alguna familia norteamericana. Dos grandes bazas cuenta esta monografía. La primera es la idoneidad del método que recoge los testimonios de estas mujeres, que es completado con una búsqueda en diferentes archivos, principalmente el Archivo Municipal de Rota, pero también otros, como el Archivo Linz de la Transición Española. De esta forma se evita el camino más o menos sencillo de acumulación de relatos. Es necesario contrastar la percepción de las informantes con otras perspectivas más oficiales o completarlas con datos específicos de los archivos. Desgraciadamente ya tuvimos ocasión de comprobar la tentación en otras monografías sobre este asunto, que, afortunadamente han podido servir como apoyo y punto de partida para este estudio.

la reciente publicación de otro proyecto de Historia Oral elaborado por Mª Dolores Pérez Murillo y Eva Díaz Buzón, consistente en una colección de más de 40 entrevistas a mujeres y varones tanto españoles como estadounidenses, también relacionados con esta base militar, no hizo sino replantearnos el uso de otras fuentes orales más allá de las “creadas” expresamente para este trabajo (p. 18)

La segunda aportación es el armazón teórico que se utiliza para la producción del estudio. Es un error desgraciadamente muy común entre legos y entre muchos historiadores –y especialistas en ciencias sociales– considerar que los datos hablan por sí mismos y que cualquier interpretación es una ilegítima injerencia de la subjetividad. La dejadez teórica de estos especialistas lo único que consigue es dejar en evidencia su propia subjetividad que pretende pasar como una objetividad y, a lo sumo, resulta en una mera acumulación de datos. Cualquier organización de los datos es una suerte de producción de datos. De poco nos sirve describir el funcionamiento de cada célula del cuerpo durante la digestión si no organizamos la descripción en tejidos, órganos y le damos un sentido. Carmen Millán aprovecha la conceptualización que, por ejemplo, aportan los estudios de género para poder interpretar las prácticas y las reacciones de todas estas mujeres y sus entornos, “superando viejos modelos androcéntricos” (p. 20). Además de la bibliografía directamente implicada, también sitúa e ilustra las situaciones con referencias culturales entre las que hay que destacar, por supuesto, Bienvenido Mr. Marshall, el memorable film de Berlanga que tan familiar puede resultarnos.

La base, decimos, son 14 entrevistas con mujeres que en el momento de la realización contaban entre 52 y 93 años. Los motivos son “mujeres roteñas, pero también quienes sin serlo hubieran vivido parte de su infancia o juventud en el contexto estudiado” (p. 17). Algunas, 9 de ellas, son familiares directas de norteamericanos, circunstancia no planeada de antemano. Muy interesante es también la propia implicación de la investigadora en el contexto, de la que advierte “de antemano no he querido abstraer completamente mi propia experiencia” (p. 19).

La primera parte, como es lógico, sitúa históricamente la firma de los tratados y la construcción de la Base Naval, incluyendo el reflejo que todo tuvo en la prensa del Régimen, proclive, por tanto, a la propaganda. También se revisa, en este sentido, la imagen que se procuraba para la mujer como elemento indispensable para comprender la relación entre éstas y la Base Naval. La distribución de los contenidos obedece principalmente a criterios temáticos, aunque “intentaremos seguir un cierto orden cronológico-temático, en algunos momentos familia, trabajo y lugares de ocio aparecerán interconectados como los que son: espacios cambiantes y siempre jerarquizados” (p. 31). Por último se indican algunas líneas de investigación que pueden ser fértiles a partir de este estudio.

A partir del tercer capítulo se trabajan estos espacios subjetivados y practicados. El primero es el referido a la identidad, donde la imagen tradicional de “ángel del hogar” y ama de casa se encuentra, como poco, cuestionado. No todo es una “predisposición natural a la maternidad”, la necesidad y, sobre todo, la oportunidad del trabajo fuera del hogar cambian las reglas de juego, como excepciones aceptadas sin un cuestionamiento consciente de los valores, que, sin embargo, sí que se ven afectados, especialmente en aquellos aspectos, como la homosexualidad, de algunas mujeres que desafiaban la descripción estereotipada de cómo debía comportarse y aspirar una mujer. Como bien se señala, la identidad no es una mera decisión individual, y se analiza el patio de vecinas como catalizador importantísimo para el manejo y la construcción de la identidad de las mujeres.

Seguidamente se analizan los espacios de confluencia entre las dos comunidades, por un lado las relaciones y los matrimonios mixtos, por otro el mercado laboral, y, por último un repaso a los lugares de ocio tan peculiares en esta realidad digamos fronteriza. Las relaciones entre americanos y españolas no siempre fueron idílicas, hay que contar con las resistencias a “echarse un novio americano” así como la confrontación con la realidad cotidiana más allá del océano, donde la situación “normalizada” a menudo suponía un enorme choque cultural. No era lo mismo la vida en una base naval en el extranjero que la vuelta al suelo patrio y, en algunos casos, se certifica una ruptura matrimonial.

El mercado laboral incluye el servicio doméstico en hogares de norteamericanos tanto como los puestos de trabajo en el complejo de la Base o fuera de él, como las lavanderas que, en sus casas, realizaban trabajos para el personal militar. Podría esperarse un cambio radical en el modo de vida, un contagio del American way of life, que, por otra parte, llegaría a impregnar el resto de la cultura, los modos y las prácticas del mundo occidental como símbolo de modernidad. Se comprueba que el cambio no fue tan radical, que el pueblo vivió, hasta cierto punto, de espaldas a la Base Naval, diferenciando dos espacios de convivencia y dos usos de vida con puntos de contacto pero independientes.

El capítulo dedicado a los lugares de ocio, donde la socialización se realizaba un tanto fuera de la estricta mirada de las autoridades, es muy llamativo. En los distintos locales, bares, salas de fiestas o clubes se llegaron a reunir mujeres de diecinueve nacionalidades distintas. Y dentro de las españolas, encontramos procedentes de lugares, como La Línea, que se acercaron con la expectativa de un puesto de trabajo. En este ambiente hay que situar también el espinoso tema de la prostitución, que llegó a saltar a la prensa británica por supuesta trata de personas, chicas que venían con la idea de un trabajo y acababan forzadas a alternar con los norteamericanos. Sin embargo, podríamos ver cómo todos estos lugares, más aún, la llegada de la Base en conjunto, pudo suponer la “aceleración” de los procesos de emancipación, aunque los roles no se diferenciaran demasiado de los estipulados para su género y condición (cuidados, domésticos, camareras…). Estos escenarios son básicamente controvertidos y, en ellos, se ejercía la misma biopolítica de control sobre las mujeres: ellas transmitían las enfermedades y ellas eran las manipuladoras que seducían para casarse a los incautos chicos de la marina norteamericana.

Este somero repaso no agota la riqueza histórica y sociológica que aporta el estudio. Carmen Millán además, agradece con una sucinta biografía de las informantes, alguna de ellas quedan en el anonimato por decisión de las propias entrevistadas. Es de justicia devolver a todas ellas la información que generosamente han compartido y es de justicia sacar a la luz, explicar y compartir entre el resto de la población de Rota y, general, del público, la vida e historia de aquellas mujeres que vivieron esa transición entre un pueblo mayoritariamente agrícola, pescador, sólo con un incipiente turismo, y un pequeño crisol de culturas, vigilado pero no siempre controlado, por una dictadura y por una superpotencia en plena Guerra Fría.

domingo, 14 de marzo de 2021

No, en serio, ¿por qué molesta tanto el feminismo?


Después de cada 8M, de cada polémica sobre la conveniencia o no del movimiento feminista lo único que me queda claro es la animadversión tan radical que despierta. Muchísimas mujeres que no se sienten identificadas con el movimiento, ni siquiera con el nombre. Es una lástima que uno de los movimientos que más ha ofrecido a la sociedad, que suscitaba mayor consenso en la opinión pública. En cierto momento de la historia reciente todos se apuntaban al feminismo, aunque fuera de una manera hipócrita, lo que llaman en inglés pink washing, un lavado de cara feminista.

En cambio, en pleno 2021 es mucho más evidente el enfrentamiento. Por un lado hay quienes, de una manera ciega, niegan que haya necesidad ninguna de seguir con el movimiento. Sólo les recomendaría que miraran esos anuncios tan nostálgicos de finales de siglo XX o principios del XXI, muchas de las series o algunas canciones en las que, por ejemplo, se hablaba todavía de crímenes pasionales o se ridiculizaba groseramente a las mujeres en los anuncios, siempre como objetos decorativos. Eso ha pasado, dirán algunos. Yo pienso que quizá dentro de pocos años veamos con asombro lo bárbaramente misóginos o discriminadores que ahora mismo se emiten por los medios. Por prudencia, simplemente, dudaría de que el techo de aspiraciones del feminismo esté cubierto.

Más allá de banalidades sintomáticas, todavía advertimos la brecha salarial (a igual experiencia y titulación, una diferencia de sueldo apreciable), la seguridad incluso física para las mujeres es un tema pendiente y escalofriante el número de asesinatos dentro y fuera de las parejas, los acosos graves y constatables, tan asombrosos como la ceguera de algunos tribunales para no apreciarlos.

Siento rabia cuando leo/escucho por ahí la monserga de la “dictadura progre”, la quejumbrosa monserga de los que quieren ser “políticamente incorrectos”. Si realmente quieren ser políticamente incorrectos, que lleven con orgullo serlo: si quieres soltar una gracieta machista, o un comentario sexista, ¡adelante! Pero luego no te quejes de que te digan que eres machista. Lo estabas anunciando desde antes. Lo más indignante de estos señoros es el desconocimiento tan insensible hacia lo que tienen que aguantar las periodistas, artistas, políticas… todas las mujeres que escriben, hablan, se expresan. Ni siquiera en temas de igualdad. En general, para todas, sean las meteorólogas de televisión o directoras de cine. ¿Han visto las respuestas que reciben en Twitter o los comentarios de las noticias (que normalmente tienen revisión de términos) o en los foros? Si alguno está dolido porque una serie de mujeres le ha afeado una expresión, ¿qué diría si sufriera diariamente lo que Cristina Fallarás, por decir un ejemplo, aguanta todos los días? Están tan acostumbrados a que todo el monte sea orégano que no aguantan ni siquiera una crítica, por muy poco apropiada que le parezca o por muy tiquismiquis que la considere.

Leyendo a los teóricos del Capital Humano tuve la impresión de que los pobres empleadores se encontraban a merced de unos codiciosos trabajadores que aprovechaban la estancia en la empresa para conseguir un salario que, a duras penas, el empresario les cedía junto con el uso de los demás factores de producción que tan trabajosamente había reunido, para que luego, envalentonados, se largaran a otra empresa con el conocimiento adquirido, regalado, por el empleador que había invertido tiempo y dinero en su formación. Pocas veces he visto tamaña sinvergüenza. Como denunciar a alguien por golpear son su barbilla mi puño y con sus genitales mi rodilla. Pues a eso me recordaban estas quejas de una hegemonía falsa. La mayoría de la sociedad sigue teniendo cánones tradicionales, y es lógico, porque llevamos siglos en la misma situación de partida. Así que, por mucho que les cansen a algunos (y a algunas) los eslóganes de las feministas, deberán seguir en su lucha –que, por supuesto, es la mía– por la igualdad real entre hombres y mujeres.

La sociedad parece ignorar la inmensa labor del movimiento feminista por un mundo mejor. Olvidamos lo que ha sido un pasado reciente y, si acaso, miramos hacia otras culturas en las que la mujer tiene aún menos derechos. Aquí ya no hace falta. No sé si seré el único en notar la animadversión que el feminismo alcanza. Incluso dentro del feminismo tenemos las partidarias y detractoras del Ministerio de Igualdad. Palabras fuertes, chaladuras, dicen. ¿Qué es lo que provoca el rechazo? Algunos simpatizantes de Vox hablan contra la ley de violencia de género, probablemente sensibilizados ante un caso cercano en el que el varón haya sido acusado (y luego aprovechan para colar la violencia intrafamiliar). Señoras que han llevado siempre una vida muy liberada consideran que los piropos callejeros o los pellizcos en el trasero no deben ser considerados más que como galanterías que agradecer y que estamos ya con la piel demasiado fina. Falta poco para que los medios se vuelquen en servir de altavoz a cualquier movimiento que critique un micromachismo para convertirlo en un histerismo insensato. Luego uno lee con atención y resulta que ha sido una iniciativa de sensibilización que los periodistos se dedican a ridiculizar. Por no mentar a los que abominan de cualquier protesta masiva a través de lo único que ya casi nos queda, las redes sociales. Que se ponen en evidencia las letras tremendamente machistas de un solista o un grupo, ¡cultura de la cancelación! ¡Inquisición!¡Censura!¡1984!

No creo que ninguna posición ideológica –o afición deportiva– se libre de contar entre sus miembros a bocachanclas que digan tonterías soberanas. Barbaridades todas que gozan de una indignación selectiva cuyas razones apenas logro atisbar.

viernes, 12 de marzo de 2021

Reseña de KFGC: ‘Monitrón 2020’. Ediciones Liliputienses. 2020

 

La edición de este artefacto poético es un desafío, consiste en un A2 con poemas superpuestos a imágenes, collage de textos y fotografías. Nada en los KFGC puede ser convencional, poesía de combate de un colectivo siempre en lucha, rebelde y directo. Para ser acompañado con el último disco de Biznaga (Gran pantalla).

Pequeñas gotas de poesía como quien derrama ácido sobre el parqué: “con el tiempo es posible que su propia imagen / desaparezca del monitor del sistema de vigilancia”. Se pueden leer los textos casi como una consigna político-poética de la subjetividad dominada por los dispositivos, no de control o vigilancia, que diría Foucault, sino directamente dispositivos físicos, electrónicos frente a los cuales desarrollamos la vida y tendemos a “esperar a ser libre”. Son estos dispositivos los que nos definen: “viviremos para siempre / como camisetas de taz / estampadas por ambos lados // inmortalizadas en cintas VHS y película kodak”.

Los KFGC saben que todo al final oscila, que es “una balanza en movimiento perpetuo / apuntando a conseguir el equilibrio”. En este juego hay que forzar las prácticas: “hoy tiré accidentalmente un vaso / intenté unir de nuevo las piezas // el vaso podrá sostenerse solo / jamás volverá a retener agua // es lo mismo con todo”. Con un imaginario que podríamos conectar con la ideología de Matrix en el mundo de una realidad que no lo es y de la que esperamos tener una guía. Sin embargo, “el manual no existe / desarmar y explorar el interior”.

Desmerecerían estos poemas si pensáramos que los objetivos son el juego político convencional. No es así, la voz se alza contra nosotros mismos, con una lucidez certera y desencantada: “estás hecho de decisiones que tomaste a la ligera / pero han durado más que tus amistades”. Y es esa lucidez la que avanza a base de cuestionamiento de la realidad: “cada pregunta es un disparo / contra la sombra de un búfalo”.

Monitrón es una reflexión sobre los peligros y oportunidades de la tecnología como instrumentos de liberación y control simultáneamente y en ambas direcciones.

“entrenamos a los robots

como ángeles al servicio

de la civilización

 

incluimos vida eterna

sentidos aumentados

memoria selectiva

reproductor mp3

renoviar la crisis de ansiedad

la tiranía del ego

agregamos la cancelación del alza

en horas el espacio muerto

entre los planetas

 

tenemos la esperanza

de que algún día

invadan el paraíso”

Una de las grietas en la dominación es, por supuesto, los fallos del sistema, la finitud de los algoritmos: “TU COMPUTADORA CREE QUE EL SUJETO / ES EL VIDRIO Y NO LAS ASTILLAS”.

A pesar de todo, lo que debemos apreciar es la inmensa cualidad poética de la rabia contenida entre estas imágenes.

“¿hay moscas en la Toscana?

nadie las ha visto volar encima de sobras

de comida ni en el cadáver de un perro

los universitarios beben copas de vino

y hablan sobre la angustia de existir

mientras nada revolotea a su alrededor

los relámpagos suenan al momento de caer

la gente descansa en paz

ningún zumbido”

lunes, 8 de marzo de 2021

Gambito de Dama


Aunque no venga mucho a cuento, debo decir que me decepcionó muchísimo la serie de este título. Me pareció simplona, con una interpretación de anuncio de perfumes, todo muy chic, todo cool, diálogos nada realistas y respuestas emocionales propias de algún trastorno del espectro autista. Muchas han criticado el uso del alcohol y las drogas como elemento de glamur, toda la serie rezuma glamur de garrafón. Mejor no hablar de la escena final, en la que la protagonista imagina en el techo de la estancia las posibilidades del juego, como si en toda la serie hubiera tenido que pensar en mover un peón. Muy poco creíble. No entiendo cómo ha despertado tanta admiración por parte de la crítica.

El nombre de la serie proviene de una jugada de ajedrez en la que sacrifica una pieza (el peón que está en la columna de la reina) para conseguir mejor posición en el tablero. Un jugador adelanta ese peón y el contrincante lo toma –o declina–. De un modo metafórico, puede considerarse que la protagonista está sacrificando a las personas que están a su alrededor en aras de conquistar la cima del ajedrez, amigos, compañeros, amantes, rivales… todos son utilizados y desechados. Pero, ¿qué sucede cuando lo que se ofrece no es el peón sino la propia dama? ¿Tiene cabida esa metáfora?

Hoy, 8 de marzo, se celebra el día de la mujer trabajadora. Y como viene siendo habitual, esta celebración no está exenta de polémica. El pasado año fue a posteriori, coincidiendo con el decreto del estado de alarma. Una gran parte de la opinión pública obvió las aglomeraciones habituales en esos días, olvidó los eventos deportivos, incluso la celebración de un mitin en Vistalegre de un partido político en el que uno de sus dirigentes, claramente afectado por el virus, saludaba, sin ningún tipo de precaución, a la gente. Ese mismo grupo ha propuesto dedicar el día de hoy a las víctimas del coronavirus. No lo llames realismo, es cinismo.

Este año no podía ser menos. Ya no son las habituales quejas demandando un día para los varones, o alertando de las excentricidades de las feministas, o preguntándose qué derechos les faltan a las mujeres, o negando la violencia hacia las mujeres, o retorciendo las palabras yo-no-soy-machista-ni-feminista… Este año volvemos a relacionar las marchas reivindicativas con el coronavirus, porque es la excusa respetable para negar el espacio público a las mujeres. Personas, hombres y mujeres, que nunca han mostrado su apoyo a la causa feminista, que nunca han tenido en sus redes ninguna reivindicación que no fuera la propia de su trabajo, de repente se ven en la obligación de recordar que estamos en situación de pandemia y que no son convenientes las aglomeraciones. No tuvieron la necesidad de advertirlo en ninguna de las manifestaciones anteriores, ni las de Núñez de Balboa, ni la de los hosteleros, autónomos, ni siquiera alertados contra las fiestas ilegales o el concierto de Raphael. Solo ahora, y en la campaña electoral catalana, porque de la gallega o vasca no hubo reproches significativos.

El reproche más indignante es el que compara la actitud de las convocantes con la de los niños con la cabalgata de los reyes magos. Los niños lo entendieron… Como si los colectivos feministas fueran mucho más pueriles, ajenos a la precaución y a la sensatez que implican los tiempos en los que vivimos. Por supuesto que cualquiera puede insistir en que no es una buena idea una manifestación, o una sentada o cualquier forma de protesta pública, pero me parece denigrante la comparación. No sé, quizá sea yo.

La delegación del gobierno en la Comunidad de Madrid ha prohibido las manifestaciones por el 8 de marzo. Es la primera de relevancia que se prohíbe. Ni siquiera las de los negacionistas que iban sin mascarilla tuvieron problemas para concentrarse y abrazarse. Pero no ha sido el gobierno de Díaz Ayuso, ha sido el gobierno del PSOE quien ha prohibido las manifestaciones y los jueces, por ahora, les han dado la razón. Antonio Maestre sostiene que es un intento por parte de Pedro Sánchez, asesorado por Iván Redondo, de bajar los decibelios, una especie de sacrificio para parecer menos criticable a la derecha, ahora que parecen que tienen que estar condenados a entenderse y renovar los órganos de control de los jueces. Un gambito de dama. Sacrificamos los peones feministas (en este caso las manifestaciones) para tener un tablero más favorable. Otros articulistas son de la misma opinión.

No es la primera vez que se sacrifica alguna cuestión feminista en aras de una mejora. Tradicionalmente, las reivindicaciones de las mujeres se han supeditado a la consecución de la lucha de clases, como si la división estamental del trabajo (hombres trabajo remunerado-productivo, mujeres trabajos del cuidado-reproductivo). Los objetivos de igualdad son las primeras que caen en las grandes corporaciones. Se cuestiona la obligatoriedad de contar con mujeres en los órganos directivos porque, según dicen, tienen que estar los mejores, independientemente de si son varones o mujeres. Como si no hubiera hombres mediocres en dichos órganos. En aras de la eficiencia se sacrifica la paridad.

En la tristísima polémica sobre la ley trans, unas piensan que se sacrifican las mujeres por un borrado para satisfacer las demandas del capitalismo narcisista, otras piensan que se sacrifican las mujeres trans y los hombres trans para salvaguardar una idea excluyente del sujeto del feminismo. No quiero entrar otra vezen esta discusión, solo recalcar este sacrificio que se asume.

Se sacrifica la mujer cuando se tiene un niño y hay que cuidarlo, se sacrifica  cuando se opta por un trabajo peor pagado… Y se sacrifican las mujeres en las guerras cuando son violadas… No caigamos en el victimismo paternalista, solo recordemos que, ante los problemas, la mujer y sus derechos son los primeros que se posponen. Un auténtico gambito de dama.

 

miércoles, 3 de marzo de 2021

Reseña de Diego Medina Poveda y Javier Gilabert: ‘Sonetos para el fin del mundo conocido’.

Sonetos para el fin del mundo conocido, de Gilabert y Medina Poveda –  Culturamas

Diego Medina Poveda y Javier Gilabert se han propuesto, a través del testimonio poético de la pandemia y confinamiento, recaudar fondos para Médicos del Mundo España. Este proyecto consiste en una colección de sonetos a cuatro manos, Diego desde Nantes y Javier desde Granada, a veces, incluso, escrito en parejas. Prólogo de la profesora Remedios Sánchez, ilustraciones de María Gómez.

Diego Medina Poveda es poeta y profesor, finalista de Adonais 2019 y 2020 (En vecindad, no en compañía; Todo cuanto es verdad, 2020). Tiene publicados Las formas familiares (2010), He visto la vida más humana (2015), A pesar del frío (2017), Urbana Babel (2009), Mar de Iroise (2017). Dirige la colección Monosabio de poesía y narrativa del Ayuntamiento de Málaga. Javier Gilabert, publicó PoeAmario (2017), En los estantes (2019), AMaría (2020), y aparece antologado en Granada no se calla (2010), del que fue organizador; Caballo del Alba (2018) y De la sierra al trigo (2019). Coordina de la revista Lumbre y  es colaborador de SecretOlivo. Su labor profesional la desarrolla como maestro de primaria.

La introducción es de Remedios Sánchez, con un brevísimo y muy interesante recorrido por la historia del soneto: “A la meditación ante un mundo inédito y cómo se refleja eso en el discurso de la vida”. A continuación se suceden los sonetos con las ilustraciones intercaladas de María Gómez. La estructura del soneto, aun con sus variantes, tiende a una musicalidad clásica y da pie a imbuirse en los recursos de los grandes sonetistas barrocos, el último de los poemas puede ser un ejemplo muy elocuente de esos ecos. Eso no quiere decir que se trate de fórmulas estereotipadas o que los poemas pierdan fuerza, al contrario, hay una voluntad de traer al oído contemporáneo una métrica que sobradamente ha demostrado su versatilidad.

La experiencia, en parte traumática, del confinamiento debido a la pandemia del covid19 ha dado la oportunidad para reflexionar sobre los acontecimientos y cómo estos han ido afectando a la vida cotidiana, a la percepción de la realidad y a las expectativas de vida. Un poco como en una las fases del duelo que proponía Elisabeth Kübler-Ross: negación, ira, negociación, depresión y aceptación, encontramos entre los versos los rasgos del dolor: Por más que la impotencia te desgarre” (Soneto del poeta confinado). La perplejidad ante los acontecimientos y a cómo la población hemos ido adaptándonos no ha dejado impasible: “Afuera no hay ni un alma; mientras todo, / tu sangre de palabras, centinela, / recrea una ciudad llena de vida” (Soneto del poeta confinado). Una necesidad de completar esta experiencia con un espacio para la reflexión, dice Javier Gilabert: “Procede, pues, eliminar el ruido, / deja de lado estorbos, la maldad, / cualquier cosa que sobre es lo que fuiste” (Soneto del nuevo amanecer). La voluntad de superación es una constante en los poemas, cuya intención, sin duda, es sacar las enseñanzas y la positividad: “Pudiste haberte hundido y del subsuelo / lanzaste las raíces a la vida, / pudiste, intoxicado de guarida, / perderte en otro mundo paralelo” (Soneto de la supervivencia).

En otras ocasiones, los poetas describen la sensación del confinamiento: “El ritmo de los días se ha parado” (Soneto del silencio impuro); “Sentirse del paisaje su gemelo” (Soneto del regreso necesario de Diego Medina) “que la rutina del confinamiento / a nuestra relación no la amodorre” (Soneto del amor rutinario también de Diego Medina); “Vivimos proyectando la experiencia / de un presente mejor que nunca llega /…/ Si queremos vivir, ¿por qué no vamos / a sembrar con los ojos bien abiertos / los surcos del vacío de conciencia” (Soneto del aquí y ahora).

El clima de crispación que acompañó la pandemia prácticamente desde los inicios del confinamiento aparece entre los versos: “Se abren las carnes, rasgan vestiduras, / gritan con fuerza en púlpitos dorados, / insultan, muestran dientes afilados, vomitan odio, añoran dictaduras” (Soneto de los miserables); “Construyen una verdad donde el rencor / no quepa entre sus grietas, de tan hondo. / El odio ha de cavar su propia fosa” (Soneto de la nueva verdad de Javier Gilabert).

Los últimos poemas reflexionan sobre la posibilidad de aprendizaje, sobre los cambios que la experiencia han operado en nuestras vidas, concretamente en la percepción personal de los autores sobre sí mismos y sobre el resto de las personas: “Aún me reconozco y sin embargo / intuyo que no soy igual que antes. /…/ No encuentro en mi interior las mismas cosas; /…/ Un discreto desorden se discierne / como si hubiera estado de mudanza. // Percibo las sutiles diferencias / aunque no soy capaz de darles nombre” (Soneto del cambio de Javier Gilabert);  “Si todo sigue igual, cuando esto acabe, / si nadie aprende nada y nada cambia, / si prima el egoísmo que ahora manda, / no quiero formar parte de esta nave” (Soneto del después distinto); “Me hace falta del viento una caricia / y de la tierra un beso por segundo: / me hace falta un planeta más humano” (Soneto de la mera alabanza de aldea de Diego Medina).

 “No vuelves del dolor: es más bien una huida” (Javier Gilabert)

Un proyecto muy interesante no solo por su carácter benéfico, sino por sus cualidades poéticas intrínsecas, dejando testimonio de uno de los momentos cruciales en la experiencia de la Humanidad.