Contar con la introducción de Miguel Veyrat es un lujo y una garantía de calidad para cualquier poemario. Pero, además, describe a la perfección la cualidad del instante que caracteriza la poesía de Nicolás Corraliza, tan cercana al haiku por su concisión formal y por su espíritu. Además de la descripción y el deleite del momento, Nicolás Corraliza tiene bastante de crítica social, desde la experiencia del individuo, lejos de panfletos, con una conciencia crítica de lo sensible y de lo común. Al contrario de lo que suele ser habitual, la recopilación está organizada como una retrospectiva desde la actualidad hacia los inicios. Lo primero que encontramos, pues, son Cosas de pequeña importancia, que recoge escritos desde 2019 hasta el mismo 2022. Fueron los momentos del confinamiento y la pandemia, en los que nos dimos cuenta de que esas cosas son las que realmente tienen importancia. Leo “Lo que buscamos en la luz ya no existe. / Hace tiempo que somos otros” (Esperando al sol de mediodía) y en mi cabeza suena Buffalo Ballet, de John Cale, sleeping in the midnight sun… En Fiebre del oro, los versos “La miseria y su madrastra. El odio innecesario de la noche / cuando llega la luz. / Lo visible es un lugar. No una tormenta” me remiten a la cita de El retrato de Dorian Gray que sirvió de título a El último de la fila, cuando la pobreza entra por la puerta… Así funciona la poesía de Nicolás Corraliza, con una sutil fragancia evocadora, aprovechando la máxima de contar lo más con lo menos. A veces un solo verso, incluso, a veces hay que contar con el título como un verso más: “Y todo en flor. Y nada con la mala espina” (Jardinería de los cuidados).
Las reflexiones que pueblan los versos incluyen sentencias en forma de haiku (“Nadie ya ríe. / Por no faltar a nadie, / nadie se atreve”, La gente se ofende enseguida); incluyen elementos de sabiduría (“Hoy, / conviene un paso atrás / para entender el paisaje”, Perspectiva) y motivos íntimos (“Tiene una sombra / la luz que nos separa / mientras lo pienso. / Lo visible eres tú. / Un reino sin la muerte”, Emerges). Hay expresiones que condensan de manera muy expresiva la condición humana: “La llama del deseo hecha paisaje” (Desde otro ángulo). A la manera de José Hierro, (“Llegamos al silencio por el ruido, / a la belleza por una canción”, Camino a casa), Nicolás Corraliza trasluce una condición casi existencialista de la vida, que, “Como un globo desinflado. / Como una fiesta / que termina con la luz” (Triste). Hay elementos trágicos tomados con distancia: “Más que un dolor / morir es una molestia. / Todo el mundo agitado / y tú dejándote llevar / mientras te visten los fúnebres” (Eros y Tánatos) y tenemos también momentos de perplejidad conceptual: “Cierro los ojos. / En esta oscuridad / todo es visible” (Contra luz). Podrían ser tomados casi como aforismos: “Nada con la muerte. / Vida después / de la vida” (Fe); “Dulce es el silencio humano / cuando duerme el dolor” (Sanatorio); (Dicen los médicos) que en algunas heridas, / lo que más tarda en curar / son los reproches. / Para la sangre / siempre hay sutura”; “La única verdad es el silencio, lo demás son variaciones del lenguaje. /El dolor humano es primitivo. Son las formas violentas las que evolucionan” (Aforismos para combatir el calor). Y sin el casi, teniendo en cuenta el título de este último texto.
En otras ocasiones, sin embargo, el poeta se desdobla y se convierte en narrador, aunque sea en primera persona: “Para ser otro, / falsifico la cédula de los registros / y olvido el número que me otorgaron. / Hoy viajo con cuerpo de niño / y pasaporte extranjero / para engañar a los monos de las aduanas. / Cuando llego al lugar del espíritu, / el disfraz se desvanece / y nace el sueño” (Nueva identidad); o hablando de otros (“Algunos supieron llegar, otros no volvieron. / En los pasillos de la nada aguardan las madres”, Don de los desaparecidos).
En las distancias cortas, en las que tienen que ver con la intimidad, es donde se crece el poeta, las de mayor lirismo: “No hay nadie más. / Solo nosotros / y un poema / que acabó siendo la vida” (Tierra). Como en La realidad o el amor, que ofrece el reverso al leit motiv cernudiano.
“Cordel de nieve en la memoria.
Feliz mientras tanto, llanto de acordeón
sobre el beso absoluto.
Pañuelo en lágrima para las llegadas,
para saber quedarse a vivir sin reloj.
Lo redondo siempre.
Nunca lo triste de la recta
ni en su extremo ni en su vacío.”
La concepción de la intimidad es para Nicolás Corraliza, una condición de resistencia, de ámbito fuera de los avatares del mundo y sus contratiempos, de refugio activo, de cobijo: “Hubo un lugar / en el que fuimos / fiebre y certeza”; “El cielo es una lona que sigue en pie. / El árbol una vacuna para la espera” (El quinto asalto). Las circunstancias materiales (“Cierra la puerta. / Sella con lava los cristales del frío. // Han puesto precio al frío”, Razonamiento), las filosóficas (Frente a la luna “–dijo el ateo / con voz firme–: / la religión es un dios / como castigo”; “Lucha interior / entre lo conveniente / y lo acertado”, Dilema), la memoria (“Los bares de mi infancia / eran domingos después de la iglesia/ …/ Nadie enfermaba: / allí se contagiaba / la alegría de los felices”, La alegría de los felices) son los elementos amenazantes, hostiles que atenazan y para los que solo queda la propia vida como respuesta: “Dejarse encontrar. / En eso consiste la búsqueda” (Ni tarde ni temprano). Estos son los personajes que habitan el paisaje precario en el que nos encontramos y que la pandema ha explicitado de manera tan cruel.
“Al principio / los pájaros bajaron a las avenidas
y se pusieron a los pies de la primavera.
Luego llegó la guerra, la precaria muerte
sin testigos y un verano a media luz
que parecía claro otoño.
Pobre tiempo:
huye por la vereda de la noche
y déjanos la última hora” (El año del nudo)
Asiento de bienes (2018-2012) es el título de la segunda parte, donde se recoge la selección de poemas de libros anteriores. Disfrutamos, pues, de la cualidad que señalaba Miguel Veyrat en el prólogo, de acercamiento casi pictórico al instante: “Llegó el invierno. / Esta tarde lo he visto colgado / sobre el esqueleto de los árboles / sembrando una semilla / en la tristeza” (El gris); “A veces mientras te pienso, / recibo señales de brisa y escalofrío; / es entonces cuando sé / que no te has ido del todo” (Señales); “El silencio de la herida que guarda las noches sin luz” (II).
Un laconismo lírico que se adapta a la perfección a los poemas en los que la reflexión aforística se viste con el cuidado ritmo del poema: “La disidencia no es una virtud; / es solo un peaje que se costea de por vida. /…/ La disidencia es una postura frente a la impostura / y el camino se anda solo, sin más compañía / que el placer prudente que produce el desarraigo” (La grieta); “Todos vivos. / Los supervivientes y los resucitados. / El mar se acaba / ante el espejismo de los ojos / para no entender la muerte” (III); (En el sueño) todo lo conocido se transforma. / Es el desencanto del cuerpo a la cordura”; “Los secretarios de la tristeza buscan adeptos” (VII); “Caricia de llama y calentura. / Refugio febril donde curan los amantes” (X) “El héroe ha caído en desprestigio / en este incierto tiempo donde el pasto corroe todo verdor” (Dilemas pictóricos); “Alejarse no es huir, / es tan solo tomar la distancia de la angustia / para que el dolor no acomode su cruzada” (Man on the Moon) –que remite a la canción de REM para la película homónima de Milos Forman. La ternura con la que da estos consejos a su hijo no les quita seriedad ni profundidad: “Yo te enseñaré a distinguir los espectros / pero serás tú el que tropieces / y puede que un día ya no esté para abrazarte. / No te tomes demasiado en serio / recuerda que las rosas nacen siempre sin espinas. / De ti depende distinguir / la punción y la belleza” (Deberes para el futuro).
La tarea del poeta no solo consiste en encontrar el instante, o atrapar el pensamiento, es, sobre todo, encajarlos en los mecanismos del ritmo sin forzar ni perder el aliento. El recurso literario es una manera de engrandecer el mensaje, no un alarde de conocimiento o de ingenio. Así, como haría Gracián, el poeta recuerda las “Cosas de poca importancia: / ínsula sin escritura en el imaginario de lo ingenuo” (Barataria); o describe cuando “En la calle se cruzan / desesperanza y dicha / sin mirarse a la cara. /…/ A veces, / entre la devastación y la furia / surge el poema” (Horas indiferentes); y concluye: “Es la resultante del arpa y su belleza. / La fecunda sinfonía de la salvación” (Exhortaciones).
Como vemos, los temas más íntimos se entrecruzan con los más existenciales sin que se descompense el ritmo del poema ni de la composición orgánica de los poemarios: “Dicen que fuimos feroces los débiles” (Hay un paraíso en el marasmo); “Los que están de pie / odian a los sentados. / Con la felicidad ocurre lo mismo. / A ser posible no la muestres” (XXXV);“Cojo ovillos / de una misma madeja, / nos vamos enredando / en la maraña del amor. / Sabemos el final. / La muerte es el nudo / que nadie deslía” (XXXIX). Destacaremos el lirismo de muchos de los poemas que tienen como centro las relaciones y el amor: “Que el hambre no te encuentre / sin un beso que / llevarte a la boca” (Bodegón ligeramente hecho); “Lo impronunciable rotura del amor nos llena / la boca de cenizas sin lluvia. / No hubo estanque para los peces de cera” (Limbo); “El resto es caminar y enamorarse / hasta quedar huérfanos de sombra” (Mar materno).
Por último, también habría que señalar los poemas que tienen como objeto la poesía misma, como señala, “Un verso en defensa propia” (LI). Se abarca el proceso creativo (“Nace el poema desdentado y sin rumbo. / Se va haciendo. / Carne de sílaba en frágil esqueleto / que crece o se emborrona. / Solo es un rostro infantil. / La escritura de un hombre sin mañana”, Inflexión; Entre los juncos de los manantiales, / se esconde el pájaro poema”, C) tanto como los homenajes (“Han llegado todos vivos. / El doctor Malo recita a Gil de Biedma / y sus enfermos poetas se abrazan a las musas”, LXV), o la “incapacidad” personal a partir de la poesía: “Soy un hombre sin caja de herramientas / incapaz de construir versos del ruido” (Caja de herramientas). Nos quedaremos, sin embargo, con alguno de los avisos que se espigan entre los versos que nos han acompañado estos años: “Nunca avisa el desorden” (LXX); “Doctor: / hoy me duele el mundo / a la altura del Hombre” (LXXVII); “La edad es el espacio / que nos separa de lo nítido. / Perfecta geometría de la juventud” (LXXXIII). Un momento espléndido para acercarse y disfrutar de la poesía de Nicolás Corraliza.
“Amar sin comercio:
dar sin condiciones como hacen
los frutales” (El silvo de los mártires)
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