La carrera vital de Antonio García Romero es, cuando menos, algo peculiar, psicólogo y militar profesional, miembro de la banda de rock Abu Symbel Zero. Confiesa en el prólogo que “me acerqué a la poesía buscando entendimiento, comprensión y sabiduría para dar sentido al mundo que nos rodea (…) es, por tanto, arqueología de la memoria que verso a verso desempolvan los huesos, con los pinceles del simbolismo y la metáfora en noventa y nueve poemas recogidos entre los años 2003 y 2021”.
Estamos, pues, ante una densa ópera prima donde encontramos hallazgos poéticos de diverso signo, oscuros (“La noche / trae de serie ángeles negros / como la mirada de ébano”, La noche); existencialistas (“Atónita vida, la gente. / Inusual existencia, ante todo”, Extraña vida; “Los días se disputan entre ellos / cuál pasa más deprisa, / cuál se estira en lentitud /…/ Mermando, mesmerizando / de anteojos marinos, / me atrapó la obligación”, Redes de artificio; “anónimo aspiro a ser desconocido / en la oscuridad más certera”, Los actos del ego); vitales (“admiro al artista sin tiempo”, Los días sin tiempo), críticos (“Que Dios nos ampare o que el Diablo / no nos espere despierto con la televisión puesta / cual María enterándose de todo”, Ultimátum; “Aún deliran flores transgénicas atómicas”, Némesis)…
Los sentimientos y las atmósferas a menudo se bañan en un romanticismo actualizado: “Hasta que el delirio de tus huesos / llegue a ser espinas frías de sus rosas / que cuán pronto has de perder. / No entenderás la antimateria del amor; / será la vieja pieza engañada de la religión” (Invierno nuclear); “Aprende a hablar con tu sombra, / aunque cambie, nunca te abandona” (Rastros); “¿Cómo cerrar esa herida? / Con las especias del hambre, / con la pólvora ardiente / y con el fulgor del tiempo” (Pobre árbol muerto).
Antonio García Romero va probando diferentes ritmos, y así incluye sonetos, poemas que son auténticas letras de canciones en las que se juega peligrosamente con las rimas. Desde el propio título, gusta de utilizar un lenguaje actual que se combina con esos ritmos tradicionales, temas tradicionales (Nazareno en Rota) con vocabulario no convencionalmente poético, algo de postmodernidad y cultura pop como películas o los gremlims: “Me invento como la ceniza, / hija bastarda del fuego, / sol gitano de sonámbulos” (Sin Sentido Láctea Vía); “Metáforas, estructuras como cloroformo, / no hicieron durmientes cazadores” (Ruinas); “Mis estrellas no son payasos de circo en ruinas, / son niñas de hielo que el alba corta sus risas” (Hipotermia).
Pero donde realmente brilla es en las metáforas marinas: “Parpadean luces rojas de barcos oxidados, / soy el vigía hasta el exilio arenoso” (Mar y puerto); “El mar talla su cara. / El cansancio y las ojeras perfilan y maquillan las ausencias / como un fantasma huyendo sin vida / entre las olas de espuma reventada, / algún día tallará la mías” (El mar talla su cara); “Y creerás que he venido a complacerte…” (Ignorancia de velas); “Pudimos haber sido niños de agua” (Calle de siempre jamás); “La noche dormiré a tus espaldas. / Por favor, permíteme al menos / que en sueños vuelva a casa” (Somalia).
A medida que avanzamos en estos 99 poemas va predominando la nostalgia: “Soy un niño enfermo de excesos” (Excesos); “Horca de sueño dentro de las horas, / hastío infinito de tu tacto en la distancia / mi único guerra es no saber de tus ojos, / mi única batalla, sentirte lejos” (Insurrecto); “¿Y si alguien me descubre / tejiendo el tiempo?” (Tejiendo el tiempo); “Carne y espíritu se batirá a duelo sordo, / mudos y ciegos se quedará los echado cojones / que nunca sirvieron como arreglo” (Paladar roto); “No he vuelto a ser el mismo / de ver tanto dolor” (Pandemónium); “Enero, / eres un extraño echar de menos” (Enero); “Mi vejez ya la siento a la sombra del árbol caduco de la nostalgia” (Autobiografía).
Se traduce una sensación de incertidumbre, de perplejidad y de pena y sufrimiento “Incomprensible en el momento, / incomprensible la poesía / que disfraza al salir de luna llena” (Incomprensible); “Es un barrer de aromas bajo la alfombra / donde iremos a recoger los frutos podridos / de los hombres y mujeres grises” (Suspiro de piedras); “Algunos se derraman por sus ojos, / otros se drenan en las cuencas / mientras yo protagonizo un asedio silente / contra ángeles y querubines de mármol” (Elegía de un pre-difunto); “Sin ti, mi suerte sin colores / es un óleo al olvido” (Óleo al olvido). Espigando estos versos parecería un poemario sombrío, pero también se pueden subrayar momentos más luminosos y una voluntad de alzarse por encima del sinsentido y el sufrimiento:
“Somos el viaje al centro del pensamiento discontinuo,
desventura de ozono y alma,
así lo afirmo en esta sin sentido láctea vía” (Aliento del cosmos)
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