Después de Versos desabrochados (Dauro, 2012), la cordobesa afincada desde joven en Granada, se decanta por los relatos cortos. Confiesa en la solapa que escribir “es una manera de exorcizar las sombras y avivar las luces”, y de eso se tratan estas narraciones. Alicia Choin va posando su mirada en personas diferentes, en seres que habitan un mundo hostil, muchas veces en los márgenes, en situaciones muy difíciles, la guerra, la inmigración, la adicción a nuevas tecnologías… Todos ellos poseen sueños cuya conclusión está muy lejos de cumplirse.
No se deja llevar, de todos modos, por la desesperación. Hay mucha energía en los personajes que se van desenvolviendo con mejor o peor fortuna, pero siempre mirados desde el afecto, con cariño, aunque el previsible final no tenga la ilusión. La esperanza brilla en algunos relatos con más certeza, porque de lo que se trata no es de abandonarse al destino, sino reflejar una realidad dura, difícil, a niveles diversos.
En Navidad, la retahíla de rituales aumentaba. De este modo, todos los días sacaba la bandeja de plata y la colocaba llena de mantecados en la pequeña mesa ovalada con tapete de corché que ella misma había hecho. Lo tenía todo preparado por si venía alguien a felicitarle las fiestas. Incluso la copilla y la botella de anís El mono.(¿Qué me vas a regalar?)
Alicia Choin presta su oído y su mirada a esos nadie de los que hablaba Eduardo Galeano. Hay momentos en los que parecen, como se señala el título de un relato, marionetas, y no protagonistas de sus vidas. En el fondo todos nos hemos sentido así más de una vez. Y esa es la baza que aprovecha la escritora, jugar con la empatía para llevarnos a situaciones mucho más complicadas y darles una ventana que consiga, al menos, no dejarlos en el olvido y que en la agenda pública siga estando la lucha contra la desigualdad.
La vida los había maltratado. Eso decía su madre. La guerra se llevó a su príncipe azul y cortó los hilos de esperanza que movían las marionetas. ¿Y qué eran? Marionetas movidas por unas manos poderosas, hasta que estas se hartaban y las retiraban de la escena. Había muchas marionetas por mover. ¿Quién se acordaría de que las suyas estuvieron allí? (Marionetas)
No todos los relatos tienen un componente social en el sentido más combativo que últimamente se le está dando al término. Hay momentos cotidianos, como la admiración que se va demostrando hacia los ancianos o los momentos más tiernos del afecto, aunque puedan tener un reverso más turbio. Alicia Choin juega también con la sorpresa, con ir llevando de la mano al lector a través de los prejuicios para luego, con alevosía, dejarlo caer en sus contradicciones y que se asome al abismo que sufren los personajes. El revés de la trama.
Sabía que vendrías. No podías fallarme. El caso es que ahora no sé por dónde empezar. Estoy muy nervioso. Se me entrecorta la respiración cada vez que pienso en ello. Siéntate y préstame atención. Lo que tengo que decirte es de suma importancia. Es posible que ya sea demasiado tarde. No, no quiero ni pensarlo. Necesito creer que todavía tenemos una oportunidad. (Tras las persianas)
Una literatura sin sentimentalismos, el lenguaje está tan cuidado como el diseño de los personajes. La elección de los temas supone un esfuerzo por muestrear todos los elementos que en la vida cotidiana escapan a los telediarios. Un poco como hizo Sol Gómez Arteaga, cuando presentaba un acercarse a las vidas de quienes sufrían enfermedades mentales y exclusión social. Literatura comprometida en el primer paso para salvar nuestros pequeños mundos del naufragio.
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