La aforista Carmen Canet está en estado de gracia. Encontramos en muy poco tiempo varios volúmenes, Monodosis (Trea, 2021), Legere eligere (Cypress /Apeadero de Aforistas, 2021) y, junto a Ricardo Virtanen, Interruptores. Breviario de luces y sombras (Sonámbulos, 2022) y con un nivel exquisito. El prólogo pertenece a Javier Bozalongo, con quien trabajó en Cóncavo y Convexo (Esdrújula, 2019) y resume el espíritu de este arte: “Un buen aforismo vuela por el aire y se posa en cualquier lugar”. Así son estas Cipselas, una imagen que es un hallazgo para definir el aforismo.
El interés de una colección de aforismos está en que nos sorprenda con verdades que quizás ya sabemos pero nos la sirven de manera original y brillante: “La vida está escrita con buena letra pero tiene demasiadas faltas de ortografía”; “La lectura silenciosa es el erotismo del intimismo”; “Construía castillos en el aire: en la tierra dibujaba altas torres. Pongamos que hablo de sueños”. Las relaciones humanas cobran protagonismo en este alarde de ingenio y sabiduría: “Ocurre que, en las casas los objetos aprenden a amarse, a relacionarse mejor que las personas”; “Era tan izquierdista que hasta ni le importaba ser un celo a la izquierda”; “El amor en la infancia es como divisar un mar repleto de profundidades, con su horizonte y una brisa que acaricia, besa y abraza”; “Cambiar de paisaje y de paisanaje de vez en cuando debería ser prescriptivo”; “Las circunstancias de la vida nunca son instancias que solicitamos”; “El amor lo mismo asfixia que resucita. Y no va a hacer mudanza en su costumbre”; “Vivimos en un tiempo en el que no se estropean los televisores, ni lloran los gatos callejeros por la noche”; “Los rincones que se descubren cuando buscas algo perdido”.
En los aforismos de Carmen Canet hay siempre unas gotas de filosofía adornadas de poesía y sentido del humor: “Las dudas son como enredaderas, el rencor, como la hiedra, la envidia, una glicina. Se encarama”; “La existencia tiende a oscurizarse pero para eso está el interruptor de la luz”; “Jugar a ser feliz, aparte de un engaño, es señal de ser infeliz”; “No le habían gustado nunca ni las cosas corrientes, ni seguir la corriente”; “El miedo y el dolor vuelan como el viento. Y hasta silban”; “Constantemente desafina el tiempo, por eso debemos afinarlo como a un piano y darle cuerda como un reloj”. Otra de las especialidades son los juegos de palabras: “Los tipos demasiado épicos y poco líricos son dramáticos”; “La muerte no da crédito, todo lo quiere al contado”; “A quienes se quejan gratuitamente suele salirles caro”; “Los sentimientos hay que mostrarlos aunque no se vean”; “Las personas distintas, distinguidas, suelen parecer distantes”; “La habían querido antes, durante y mediante”.
De entre los temas de Cipselas tienen protagonismos los relacionados con la escritura y la lectura, estela de su anterior Legere eligere: “La conjugación es el juego favorito de los verbos”; “Desde el principio el aforismo tiene una buena dedicatoria: al lector”; “Una amiga me dijo que los aforismos son frases que tienen el poder de volar, como las cipselas”. O como objeto de metáforas: “El embarazo es un poema construido con nueve versos inmensos. Es una novela con nueve capítulos extensos. Es la obra de teatro con nueve actos, intensos”.
Como Rivero Taravillo, Carmen Canet utiliza el título Vilanos para la segunda sección del volumen. En ellos el laconismo es extremo, versos de precisión excepcional de relojero: “Casi un sí”; “Escribir es leerse”; “Prometía solo madrugadas”; “Hay autores de éxito oscuro”; “El amor nubla, la amistad solea”. El ingenio, que tiene los mismos mecanismos, está más condensado: “Le daba caña de azúcar”; “No daba crédito a l (o) contado”. La intensidad aumenta y el lirismo se da la mano con la sabiduría: “De tanto tropezar le salieron alas”; “Los aforismos son literatura por entregas”; “La fotografía es un aforismo en silencio”; “El tiempo no está hecho a nuestra medida”; “Las pesadillas son las sombras de los sueños”.
Por último, Bulanicos, se decanta por esas definiciones, que conectan tanto con la greguería, pero que tienen una personalidad poética propia: “Acerico: Colchón para los alfileres”; “Aliento: viento suave procedente de la boca”; “Ególatra: Te hablaba a ti preguntándote por él”; “Embarazo: La mejor danza del vientre”. Se agradece, como siempre, ese sentido del humor tan personal que derrocha Carmen Canet: “Malbesaba: mal amante”; “Malversaba: mal poeta”; “Rutina: mala afición que crea adicción”; “Zureo: canto de palomas del Sur”. Toda la paleta de colores en esta admirable colección de aforismos de alguien que está en un excelente momento literario. Una manera personal de hacernos volcar hacia el propio lenguaje y de vuelta al mundo de donde todo proviene.
Una reseña preciosa de un libro maravilloso y una escritora impresionante a la que tanto quiero y admiro.
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