Hilario Barrero, su inseparable Jesús Nariño junto con Luis Suárez Palomo, Antonio del Camino y las colaboraciones de Javier La Beira y Pilar Aranda acometen este extraordinario número treinta y ocho de los Cuadernos de Humo, que, aun cambiando de imprenta, siguen editándose en Brooklyn, Nueva York. La ilustración es de Federico Granell además de las viñetas imprescindibles de HB.
En este especialmente brillante número tenemos a Marcos Ricardo Barnatán iniciando con un homenaje a Milosz (“Milosz nos mostró la llave de oro / la llave de oro de la luz / que abre al mundo la verdad”). Siguen José Manuel Suárez (“Esponsales de Dios con la madera / y espejismos de un pozo en el desierto…”), Ben Clark (…”No importa. Este poema / solo es para decirte que, esta vez, / hay algo que no sabes”), Luis Escavy (“Un pequeño refugio en nuestras vidas / a mitad de una ruta trascendente / entre mares inmensos o galaxias”), Antonio Alcaide Soler (“Todo eso y más tendrás que acometer / si quieres que Hollywood cuente la historia”). Diversas generaciones, puntos de vista, humor y trascendencia en unas pocas páginas.
Con su reciente maternidad, continúa Lola Mascarell (“Es el suave cordón umbilical / que mece con su música / la placenta del mundo”); J. Luis Calvo Vidal (“no abro los ojos, y respiro dispuesto / a vivir / a ciegas”); Jesús Aparicio (“Ha perdido memoria / de lo que fue la carne / de sus pequeños frutos / y guarda silencio / mientras pierde resina / por el tronco”); Alfonso González-Calero (“Pareado en este nudo, / atado como estoy / al cabo que prolonga / mi sombra en este trecho”); Luis P. Suárez (“Dios vuelve a estar azul. Esta mañana / de tela adamascada en los balcones (…) Dios lleva un bocadillo de tortilla / y latas de refrescos para el niño”).
En el baile de estilos y edades siguen Ismael Cabezas (“Ya no logra seducirme tu voz afectada recitando / en pésimo francés un puñado de versos de Baudelaire”); Alexandra Domínguez (Habla de la patria como si fuese un pan recién hecho por las nubes”); Javier Pérez Walias (“ y mi rostro siente otra vez / el reflejo / de la vida / como si de nuevo tu boca acercara / –refrescante– / un puñado de nieve”); Francisco Javier Hernández Baruque (“El símbolo que cuaja en la palabra / se asusta al redoblar las cacerolas”); Juan Francisco Quevedo (“No somos más que instantes fugaces, / recuerdos que se disipan / como señales de humo”).
Terminan la selección de poemas Mercedes Escolano (“La vida me ha dado tanto, / un abrazo tan breve, / un estar y no estar / de intrépido lactante / que halla el pezón y su alimento”); Silvia Gallego (“Mientras me presta su sentir estrenado / se perfila un nuevo idioma de caricias”); A. Alba (“No toda libertad / implica lejanía // llamémoslo amor / si es necesario”); José Luis Velázquez (“Y son hermosas, sí, / muy hermosas. / Así que las contemplo un rato, fascinado, / antes de quemarles el nido”); Blanca Sánchez Braza (“Ansío sobre todas las cosas / matar nuestro miedo al reloj de arena”).
Daniel Mocher presenta una serie de aforismos (“La delgada línea entre ser una autoridad en la materia y ser un autoritario en la materia”). Termina el volumen con una serie de reseñas, comenzando con la que Javier la Beira hace del extraordinario Cuerpos a la hoguera de Luis P. Suárez (Libros del aire, 2022). Alfonso González-Calero reseña el último volumen de los diarios de Hilario Barrero, Como si fuera a ser el último (Libros del aire, 2022), y un servidor hace lo propio con Un árbol que tiembla, de Isabel Marina (El sastre de Apollinaire, 2022).
Siempre agradecido por la labor tan impresionante y por la generosidad tan extraordinaria de HB y de todo el equipo.
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