martes, 15 de marzo de 2022

Reseña de Marisol Santiago: ‘Poemas de una polilla’. Vitrubio. 2021

POEMAS DE UNA POLILLA | MARISOL SANTIAGO | Casa del Libro


Para ser la primera obra publicada, Poemas de una polilla, toma una decisión arriesgada. En lugar de seleccionar poemas distintos, de diferentes épocas, con temáticas y ritmos variados, Marisol Santiago opta por hacer un volumen temático. En él, sin embargo, pueden caber muchos matices, aristas, enfoques. Hay mucho de juego y mucho de metáfora conceptual en un libro que va profundizándose más a medida que nos paseamos por él. Está dividido en secciones, la primera, Poemas para un monstruo, parece enfocada en utilizar la polilla como un símbolo de las relaciones de pareja: “Perecederos receptáculos, / altar de su idílico amor, / les serviremos más allá del fin de nuestros días” (Monstruos). Un tono doliente para la recriminación de una decepción: “Hacha de tópico, te quiebras. / Cotidianeidad victoriosa, / acuchillaste nuestra magia. / Tú, ocaso, me abandonas” (Magia quebrada); “Monstruo melancólico / regañas, rencoroso, / agazapado en un rincón / de mi voluntad confusa” (Monstruo noctámbulo); “Raspan con nostalgia / tus recuerdos” (Recuerdos).

Marisol Santiago utiliza la contraposición dialógica para poemas de tipo confesional: “Soy anhelo, / tiniebla errante. / ¿Quién amaría a una sombra? / ¿Quién, a esta oscuridad alada?” (Anhelo). También monta el armazón a partir de la relación presente y pasada: “Ocúltate en ese beso / cruel / que me niegas” (Compañía ausente); “Mi corazón late en pasado /…/ Tenaz guerrera moribunda, / me resisto a aceptar esta victoria / abatida” (Fe). Sin embargo, hay algo de nostalgia, de derrota (“Inacabada sin ti estoy”, Fragmentos) para complacerse en lo que fue y podría volver: “Mis palabras acarician / nuestra noche. / Te desnudo con mis versos” (Demonios nocturnos). Y es al final de esta sección en la que la figura de la polilla empieza a emerger: “Te marchas, arrepentido de tu luz, / cobriza estaca, al anochecer, / de esencia muerta y pútridos sentidos, / dilapidas mi estrella, / aciaga máscara de bondad” (Estrella). Sobre todo en el último poema de la serie: “Emprendo el vuelo, polilla de alas rasgadas, / de tu soledad, sin ti, oruga enterrada entre moreras” (La oruga).

Poemas para una polilla es la segunda parte donde la presencia de la desolación se asemeja al peligro de la polilla que se acerca a la luz y se asemeja a la labor de erosión que la protagonista tiene en su naturaleza: “Tu mirada compasiva, / tenue luz, / no apaciguará mis lloros. / Ciega tu mente / aunque me temas. / No contengas mi existencia” (Primer vuelo); “Ya sé qué verdad aguarda. / Ya sé cómo termina todo” (Fundido); “Y vuela otra vez hacia el reclamo / que cree su vida, / que es su muerte” (Polilla moribunda); “Arriba, te quiebras. / Abajo, el abismo amenaza” (Abismo).

Un segundo elemento tiene que ver con la respuesta, con la capacidad de recomponerse. Por ejemplo, a través de la escritura (“Necesito más poesía / dentro de mi cuerpo. /…/ Hazme la métrica”, Actos literarios). A merced de los cambios que el tiempo propicia: “Presencia suave, / luz ardiente, / misterio sutil, / renaces / entre mis ruinas” (Ruinas). O de los cambios que los propios seres tenemos: “Inmensa y orgullosa, / arrancas el desdén / tu ternura absoluta” (Luna). Poco a poco, la voz de la poeta nos va llevando a un territorio menos sombrío, más lleno de experiencias sensoriales: “A tu orilla vuelvo, herida / y tu espuma me arrastra / y tu corriente me adentra / hacia ese fondo, / temida y adorada suerte” (Mar herido). Pero luego, en un golpe, vuelve el reproche, esta vez con dura ironía: “Mis tacones entonan una marcha fúnebre, / mi falda ondea a media asta, / tarareando, contra mis muslos, / el silencio del pianista” (El silencio del pianista). Apreciamos la lucha interior entre el amor y el olvido: “Mi corazón te inmortaliza, / tatuándome, en tu olvido / tinta sangrienta y seca” (Tinta); “Fúnebre optimismo premeditado, / entre margaritas y sonrisas, / un féretro de entusiasmo de escaparate” (Poesía alegre);“Enemigo por siempre deseado. / Pulmones ceniciclas, / añoro ser humo, / fundirme en ese ardor corrosivo” (Difuminada); “A veces te creía. / Como cuando, de niña, el médico me aseguraba / que me pincharía sin aguja” (Amnesia).

Del resultado de esta escisión interior llega la necesidad de volar. La oruga se transforma: “Gigantesca oruga anida en mi pecho, / atraviesa mi tráquea, / devora mis pulmones / abriéndose paso entre mis costillas” (Segundo vuelo). A pesar de la incertidumbre y del miedo: “Mi amor más honesto y profundo surge de momentos / entre silencios y abrazos, / luchando por alejar tu terror a mí” (Miedo a volar).

“Si el sol se refleja sobre este mar, deslumbrándome,

si la espuma de este amor cosquillea entre los dedos de mis pies,

si la sal reseca mis labios y tus manos sujetan mi hombro.

 /…/

si me escuchas y sonríes, mirándome como realmente soy,

no me despiertes” (Paz)

Marisol Santiago cambia radicalmente de tercio en el Poema de una aparición enamorada, que no es sino una historia fantasmas, al estilo gótico del romanticismo. El lirismo de los versos conecta de manera muy precisa con la historia de muertos y cementerios: “Ya no hay voz, ya no hay luz. / No entra el aire en estos pulmones secos” (El muerto); “La vida, reptil traidor, se burla de la muerte” (Su alma). El proceso de enamoramiento, las dudas, los distintos pasos :  “Muertos en vida, admiro vuestra tierna candidez” (Vuestro olvido); “Clava tus garras, esperanza agónica, / en aquel pasado que aún añoro, / que ya no me pertenece” (Su error). Prefiero, para reseñar esta sección, espigar versos que no  adelanten el resultado de la historia para recalcar el tono desgarrado de los poemas: “Me contemplas, como si no lograras verme, / Comienzas a correr. / Cierto, amado mío, es tarde y debes volver, / el cementerio pronto cerrará” (Su amor); “Te amaré sin que jamás lo sepas. / A ti, que ahora acompañas mi sepultura” (Su esperanza).

“La muerte me ha regalado lo que la vida jamás me ofreció.

Siéntate sobre mi losa esta noche.

Permite que contemple la luna en el resplandor de tus lágrimas” (Su sepulcro)

Sin embargo, la última parte, Mariposas, la componen poemas homenaje. Por ejemplo a las madres trabajadoras y, sobre todo, a la familia: “Llevo tus versos en mis lágrimas / y tu voz siempre en mis sueños” (Padre); “Soy la «espanta monstruos” oficial, / trovadora de la noche en vela» (Alba); “Alba es mi vigilada, / astro que ilumina mi sosiego” (La hermanita). Un canto mucho más esperanzador que culmina un proceso de renacimiento y vuelo:

“Mi hija respira tranquila, arropada por un feliz sueño.

Me siento junto a ella y, antes de pronunciar su nombre,

mi alma sonríe, dichosa” (Mañana de lunes)

sábado, 12 de marzo de 2022

Reseña de Ernesto Suárez: ‘La habitación china’. Liliputienses. 2021

LA HABITACION CHINA | ERNESTO SUAREZ | Casa del Libro

Ernesto Suárez nació en Tenerife y su ámbito profesional está relacionado con la psicología social. Como poeta ha publicado El relato del cartógrafo (1997), Las playas ––cuadernos poéticos 1982-2002 (2002), La casa transparente (2007), Spree (2013), Rehacer el aliento (2016), Arrecia (2017). Ha dirigido diversos proyectos, festivales literarios y colecciones de poesía. Los poemas de La habitación china recogen producciones desde 2012 a 2020.

La habilidad de Ernesto Suárez en estos poemas tiene que ver con la sensibilidad que la pintura oriental centra los detalles relevantes obviando el resto: “Bajo el sol del verano, desde el centro del patio, el tilo da sombra a la mesa aún vacía. Todo es más terrible, temible, también habitual /…/ Este es un relato sobre lo que sucede fuera de foco” (Casa o bosque). Los personajes son elementos más que, más que marcar una acción, contribuyen a crear la atmósfera: “Hay un arquero que cierra los ojos para hacer el disparo. Ya quedó escrito el gesto del arquero, la puntería, la diana errada o no” (Árbol oscuro. Decalcomanía). No podemos dejar de relacionarlo con la meditación que trasciende lo cotidiano partiendo de esos detalles. Tiene la rara habilidad para la descripción minuciosa del paisaje. El título de uno de estos primeros poemas, Boceto para bodegón, explica las claves del contenido. Una manera delicada y profunda de poesía: “Ahora la jumacera te golpea en la nariz y en este poema solo se dicta lo inevitable” (Basquiat en la isla).

En otros momentos centra la atención en instantes, por ejemplo, de la propia pintura, en este caso barroca: “Caravaggio decidió que le sobraba la cabeza y dejó que Judith lo decapitara. / Caravaggio siguió pintando mientras la cabeza cercenada de Caravaggio, en éxtasis, veía como dios la admiraba y cómo la cabeza misma de Caravaggio admiraba a dios·” (Estampa romántica). Y del espíritu barroco, como Gracián, sentencia: “Mejor ver aquello lo oscuro, esto que alerta y hacia donde partir. Correr” (Casa o tormenta).

La filosofía que respira en La habitación china tiene que ver con el efecto de la mirada: “Abandonarse a la mirada. Atrás las voces se quisieron ahora: postergados ante el tanto sol de las tardes” (El estilo chino de James Wright). Una mirada que revela mucho más: “Todo es revelación, todo, si ha concluido, todo. Si se poseyese el cristal preciso a través del que mirar el despliegue de la vida: aquella prestancia” (La capilla de la playa). De este modo pasa de la descripción a la conciencia: “El deseo sería como la nieve” (The picture of home).

Un viaje, en este caso a la bella Évora permite, con otro paisaje concreto, ahondar en esta quasi investigación filosófica: “Ahora es más difícil pensar que en realidad nunca voló el vencejo, que fue decir vencejo pero que nunca llegó a ser su figura esta extraña forma de vida” (Los días en Évora). No pensemos que es una poesía fría, que se recrea en descripciones y conceptos, el paso imperceptible hacia la transmisión de emociones llega de la calma a la tristeza, a la memoria, “La melancolía es un punto equidistante entre un río navegable y losa años de la infancia” (Los días en Évora). El poema tiene que ser capaz de mostrar sentimientos mucho más complejos que los que un manual de psicología o un diccionario puedan definir: “Yolanda escribe y no escribe este poema. Dice que la dama portuguesa se bajó para recorrer piedritas a la orilla del río Baikal. Al verla me vi yo mismo en un futuro cercano” (Memoria o lugar II, para Yolanda Pantin).

Con referentes como Gary Snyder, Pasolini, Robert Hass, Tevenson, Tarkovsky, la sensación de desolación tendría consecuencias: “Dice, aquí: machaqué las pastillas de la medicación, una caja , vacía. Solo recuerdo que desperté en el hospital” (Modelo de baliza). Igual que tiene continuidad la idea de buscar más allá de la percepción (“¿Qué será lo invisible”, 10 de mayo, 2014: Elegir el puente por dónde cruzar un río) o el viaje (“Todo tiene que ver con el viaje”, Leer poesía en una edición bilingüe). Rodearse de Svetlana Alexievich, Kafka, C.D. Wright, Simic nos llevará a lo concreto y a lo absurdo: “El anhelo es buscar una fotografía inexistente de Stevenson recorriendo ciertas calles de Edimburgo” (A journey to). También nos llevará por el lado más salvaje (“Bisne de la palabra: trapicheo. Escribir como si se tratara de la compraventa de los derechos de emisión de gases contaminantes en la atmósfera”, Cuatro preguntas sobre el poema) y más profundo de la vida (“Sin embargo, ¿cuánto de luz hay en cada sombra? ¿Cuánto de violencia en cada palabra?”, Tarkovsky’s polaroids). Mención aparte merece la atenta relación con la anécdota kafkiana: “Pero lo importante era el silencio y no el frío / Kafka dibujaba pequeños monigotes, figuras estilizadas en traje negro” (Náměstí). Kafka tomó una decisión; saldría de Praga y anotaría la claridad de las últimas cosas”.

En las últimas secciones de La habitación china aparecen otros referentes, algo, por ejemplo de Whitman: “Se mece el mechón que le cae sobre las sienes, el anciano homosexual. Mirada algo perdida de unos ojos azúlesicos que resaltan el blanco del cabello (…). El poema podría continuar la descripción del atuendo compartido también por el segundo hombre” (Fin de trayecto), pero envuelto en la mística que se pregunta y se autorreferenica: “La pregunta ahora sería si esto es suficiente, si algo se completa, si esto tiene un sentido concreto, si real o distinto, aquí”. El mundo un poco absurdo de lo cotidiano fue lo que hizo añorar a Kafka ser un piel roja, y a Kandisnky ir depurando los elementos pictóricos: “Justa, la ausencia del jinete sobrevuela la escena o está en segundo plano o la estancia del jinete es ninguna. Siempre aquí / K se enamoró perdidamente del jinete o solo de su sombra” (El jinete azul de K II); “Aún así, la mirada enamorada de K busca la realizadora de la belleza. / La cosa entonces se puso, en realidad, muy difícil” (El jinete azúl de K III).

Ana Gorría, Brodsky, Sontag, Matías Rivas, Igor Barreto son citados para ir adentrándose en poemas donde, podríamos aventurar, lo importante está fuera de foco: “Antes esperaba en algún banco alejado, fuera de la vista” (Perspectivas de Borromini). Es la contraposición entre lo alejado y el aquí que predominaba en los primeros poemas: “De niño pasaba horas dibujando mapas de todas las islas inexistentes. En realidad, lo importante era delinear simplemente aquellas costas con varios tonos de azul” (La habitación china). Se acompañan de una pequeña reflexión sobre el arte de traducir a palabras la experiencia: “El verso es un error /…/  El verso fuese equivocado, equivalente a un fallo” (Ya dije del golpe y la mirada). Lo importante, no se olvide es la sucesión entre la muerte y la vida: “La cosa es así, uno se muere y ya está. Eso es la vida”. Ernesto Suárez lo confirma, “La habitación china es un experimento”. Y deja para el final un canto sereno de anhelo, una pequeña esperanza:

 “Después seré cuando necesitemos pasa a la hospitalidad, en la conciliación, a la mirada común donde aún no es o lo que es fuese la brevedad.

Lo breve del paso sobre la montaña, lo justo y compartido. También el azar de todo esto, también todo esto” (Poema acerca de dos montaña y un país)

Nos quedamos con la última reflexión: “A las preguntas, nadie quiere responder (…) ¿somos felices?” (Los océanos se desaguan). Una hermosa manera de cerrar un libro de poemas.

 

 

miércoles, 9 de marzo de 2022

Reseña de Elena Sánchez Rodríguez: ‘Boca de niebla’. BajAmar. 2021

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Aunque Boca de niebla sea su primer libro de poemas, Elena Sánchez Rodríguez no es la primera publicación, antes se dio a conocer en su faceta musical. Este volumen comienza con una cita de  Francisco Brines: “Perdura la experiencia, como un cuarto cerrado de la infancia”, que tomamos como una invitación al territorio de la infancia, el punto de partida del poemario: “Los trenes de la infancia guardan / su desolación nocturna / como si nunca fueran a volver a la luz del día” (Trenes). Especialmente claro en el titulado Autobiografía: “Me crecieron con los ojos grandes, / como asombrados, siempre llena la boca / de preguntas como manzanas”.

El punto más reseñable de esta colección de poemas es su acercamiento al mundo de los sentimientos. Pueden ser aquellos que se gozan desde lo sensorial (“Bésame justo aquí, / donde la humedad esparce / vida, algarabía y tibieza, / como en un nido de pájaros, / como lluvia horadando la grieta / don el sol lanza su cansancio”, De óxido y ruido) hasta los que afectan directamente, los que duelen aun en el recuerdo: “Era entonces mi madre huérfana / y yo sin padre ni madre, / amaba y moría rápido, / con pena y ninguna gloria, / estrépito de besos y abrazos / antes de que llegase la hora de volver a casa” (Todo lo que amé). Precisamente esta dualidad la vamos encontrando alternativamente. Poemas de temática amorosa, donde el deseo es descrito desde cada poro de la piel y los labios: “Se mueven las bocas / porque las lenguas buscan / escapar de sus cárceles, / entre dientes las húmedas serpientes / lúbricas silban de los labios” (Movimientos) son continuados por otros donde la presencia de la muerte es imponente: “Para que yo exista / luminosa y embelesada / sin estos ojos torvos, / sin las manos que la muerte / tacha deprisa en mi espalda” (La risa y la vida)

“Cuando mueran nuestros testigos,

y las piedras, memoria inerme de pasos,

muden de piel o se fundan con el agua,

repetirán nuestros gestos otras manos,

seremos, al albur del tiempo, besos frescos

la lisura de la hierba verdeando al sol,

cualquier tarde, todos los veranos” (Lo que queda)

Atraviesa la poesía de Elena Sánchez también la tristeza, la melancolía y la nostalgia: “No soy más que palabras, / la tristeza que se une escurre / como gota desmayada” (No soy más que palabras); “rosas de arena, flores breves del olvido” (Rosa de arena). Una especie de sombra, un peligro acechante sobre la vida y el amor: “Allá, en la otra orilla, / clava el sol su cuchillo manso, / y se quiebra amarilla sobre el arpa, / la cintura de un rayo” (Herida, heridas, herida). Metáforas todas ellas del memento mori: “Llegará la noche, / seguro, / temprano” (En las mañanas). El lado luminoso del deseo vuelve a aflorar en unos poemas que celebran los encuentros y el amor: “La piel no miente, / cruje de contacto con los soles en julio, / cuando en el filo de tus dedos se columpia, / y, entonces, asomada a tu boca, / soy la mar que se enquista en el salitre denso / húmeda y cóncava” (La piel). Las relaciones aparecen teñidas con matices, y si por un lado “En tu mansedumbre se agota la ira y la pena” (Mansedumbre), también “Ya solo me queda este camino entre barro / y más palabras / para que no me venza la zozobra” (Camino ente barro); “Cada día en este silencio fiero / cansa lo mismo que un ladrido insomne” (Oído). Son penas desgarradas: “Ciega va la boca / sangrando besos sin carne” (Sentido);  “En todos tus desvaríos, / en todas tus penas largas / hay una niña mirando, / hay una niña mirándome” (Tu imagen y semejanza).

El binomio entre el amor y la muerte es un tema universal que, en los versos de Elena Sánchez se actualiza: “Abrazo, compasiva, / las heridas de su cadáver, / lo entiendo todo, / nos quisimos tanto y tan mal, / que vino la muerte a juntarnos” (La quise tanto). De hecho, el lenguaje es una labor paciente de discernimiento, que nada como la poesía puede lograr: “Poner nombres es poner orden. /…/ Si no me nombre, / si no me escribo, / mi voz es un jeroglífico, / ciega de insomnio, / viuda de oído” (Todo espera su nombre). La poesía es un antídoto para el olvido y parecen los últimos poemas dedicados a rescatar esa función: “Sin ti, verso, laberinto santo, / las palabras como pájaros / me atraviesan el pecho / en un éxodo constante” (Laberinto santo).

Un libro intenso, de lírica cristalina y sombrías premoniciones, una escritura donde la sensualidad y la nostalgia se agarran de la mano y retoman el camino que la niña que aprendió a buscar las imágenes y las historias de los libros rescata y nos muestra.

“Y al sol tibio del amor añoso

tendremos la carne y los huesos,

obligados a doblar boca y cuello

y beber al ámbar denso,

la piel ofrecida con el dulzor

perfecto, como entonces,

cuando éramos dioses

carnívoros y dichoso” (Amado ámbar)

lunes, 7 de marzo de 2022

Darle una oportunidad a la paz


La invasión de Ucrania por parte de tropas rusas ordenada por Putin ha conmocionado Occidente. Casi sin excepciones se han unido a la repulsa y a las sanciones la Unión Europea, Estados Unidos. Incluso países tradicionalmente neutrales como Suiza han optado por responder a Rusia. Muy pocos son los Estados que la han apoyado directamente, Venezuela, Cuba, tan dependientes de la economía rusa que no han tenido otro remedio que sumarse con entusiasmo a la denuncia del imperialismo norteamericano.

La opinión pública en un primer momento quedó en estado de shock. No parecía posible que en pleno siglo XXI tuviéramos en Europa una guerra tan evidente como esta invasión. Si hubiera sido en Siria, Etiopía, Libia, Afganistán… no nos extrañaría. De hecho, no solo lo aceptamos, sino que negamos la ayuda humanitaria y de acogida a refugiados que ahora nos enorgullece con la población ucraniana que huye.

Pasados los primeros días, los hacedores de discursos ya tienen preparados sus argumentos para las interminables tertulias televisivas y radiofónicas, sus instrucciones para los profesionales de los comentarios en las noticias y redes sociales. Hay casi unanimidad en el rechazo a la invasión y los matices vienen de qué cuerda tiran para arrimar la crítica a su sardina. Unos aprovechan para atacar al gobierno, a las naciones invasoras, al comunismo o a las feministas, que se ha dado de todo.

Pocas voces se han extrañado de cuántos ucranianos, sobre todo ucranianas, hablan español tan correctamente y se prestan a informar desde distintos puntos de la nación. Pocos son los que cuestionan las imágenes, a pesar de que deberíamos estar vacunados en el uso de las fotografías para la propaganda bélica. Ahora bien, cuando aparece alguna voz un poco discordante en los análisis televisivos, rápidamente saltan los contertulios a cortar de raíz la intervención. Mientras, el omnipresente coronel Baños nos ilustra con nociones de geopolítica, mucho más sosegado que cuando intenta atemorizarnos con las nuevas formas de guerra.

No se trata de justificar una atrocidad, pero es un despropósito basarla en caracteres meramente psicológicos de un lunático. Ningún país se embarca en una aventura tan costosa en vidas humanas y materiales sin tener detrás muchos intereses que la sostengan. Muy cortas deben ser nuestras entendederas si pensamos que ha fallado en los cálculos porque en menos de diez días no se ha hecho con la nación entera, como si ya supiéramos todos cuáles son sus objetivos últimos.

En este abrumador consenso hay algunas, pocas, pero significativamente ridiculizadas, que defienden la vía diplomática y enarbolan de nuevo el No a la guerra en lugar de mandar armas a un país que se dice tiene todo el derecho a defenderse. Es muy fácil ser pacifista en un momento en el que no hay conflictos. Los centros educativos se jactan de ser Espacios de paz, pero en cuanto surge un problema, a las armas, porque todas las guerras al final son legítimas.

Lo menos grave es lo de buenista, que es un eufemismo posmoderno para iluso peligroso. Evidentemente que con buena voluntad se solucionan todos los conflictos y si no la hay, es imposible. Pero recordemos que los problemas no los dan los buenistas, sino los malistas. Todos los conflictos acaban solucionándose todos por medios diplomáticos, incluso los que incluyen la derrota total del adversario y no sé quiénes son más ilusos, los que pensamos que mandar armas no soluciona sino que empeora la situación, o los que creen ciegamente que mandar armamento antitanque y munición va a derrotar al segundo ejército más poderoso de la tierra. Hay mucha ayuda que todavía podemos aportar a los ucranianos.

Dice el presidente Sánchez que diplomacia no ha faltado, y tiene razón. Al menos utiliza un tono menos agresivo que los tertulianos. Pero ese es el camino que hay que seguir, porque mucho me temo que cualquier ayuda de cierta envergadura puede ser considerada un acto de guerra y los países que participen, combatientes contra Rusia. Seguro que Macron y todos los que puedan intervenir para negociar el fin de la invasión lo están haciendo, aunque en televisión solo lleguen noticias que nos preparen para una paz armada o un enfrentamiento bélico. Y llegará el momento en que decidamos patrióticamente que ir a la guerra total es mejor que negociar con un enemigo tan poderoso como nuestros aliados.

No se trata de aceptar las imposiciones de Putin, pero hay que dejar de considerarlo un matón de patio de colegio. Y si vamos a hacerlo, deberemos recordar que los maestros en los patios no dan collejas a los alumnos abusones, sino que los educan en el respeto. Que acabamos utilizando las metáforas como nos viene en gana. Es muy posible que, como hasta ahora, Rusia no acepte ningún tipo de negociación que no sea la absoluta rendición, pero también es posible que queden mecanismos, como la intervención de Turquía y, sobre todo, China en la diplomacia. Durante la Guerra Fría pudimos estar al borde del final nuclear y se evitó un enfrentamiento directo, no puede ser que la ciencia diplomática haya desaprendido desde entonces.

Debemos evitar reducir la realpolitik al uso de la fuerza militar. Es también muy ingenuo pensar que enviando armas al pueblo ucraniano ya esté solucionado nuestro cargo de conciencia. No nos engañemos, es muy fácil desde el salón de nuestra casa, descargar la responsabilidad en la población civil del país invadido confiando en que, como en Vietnam con los franceses y americanos, en Afganistán con rusos y americanos, la persistencia de las guerrillas termine por agotar la paciencia y los recursos de Rusia en su intento de controlar Ucrania.

Hay mucho de mala conciencia en el apoyo al envío de armas, que si no podemos dejar solos al pueblo ucraniano, que si la OTAN y occidente les ha hecho promesas que luego no cumple, o que el imperialismo americano extiende sus tentáculos por el este de Europa. Mandemos armas a ciudadanos para que ellos solos se defiendan y recemos para que no acaben en el mercado negro dentro de un tiempo. O creándose y haciéndose con el control bandas neonazis al estilo de los talibán que controlen el Estado desde fuera.

Ah, y que no se nos olvide que todas esas armas llevan un albarán de entrega y un recibo que Ucrania deberá pagar antes o después, en efectivo o en recursos. Que no somos hermanitas de la caridad, que la guerra es siempre un negocio y no vamos a perder la oportunidad en Occidente de enriquecernos.

Sabemos que poner banderitas de Ucrania en los perfiles de Facebook o en otras redes sociales no acabará con la guerra, ni rezar con el Santo Padre o poner Imagine en la radio, pero seamos realistas, criticar las banderitas, los rezos o a John Lennon, tampoco acabará con ella.

En estos momentos más que nunca, demos a la paz otra oportunidad.

sábado, 5 de marzo de 2022

Reseña de Marta Pumarega Rubio: ‘Antónimo de cobijo’. Lulu. 2008


Este es el primer libro de la poeta Marta Pumarega y recoge poemas que aún siguen teniendo vigencia. Ya se aprecia una madurez poética en temas como la ausencia: “Poco quedó de aquel patrimonio / de deseo y noches en vela, / ya no nos perdemos en calles sin geografía, / ya no lee las líneas de mis manos / para ver dónde está nuestro destino” (Al final, este es el final). Se encuentran poemas en los que se sentencian  las relaciones con imágenes expresivas: “¿Sabes a qué suena amé? / Suena a golpe seco, / a otra muerte en el estrecho, / a poemas a oscuras y en voz baja, / a llanto sin contener” (En voz baja).

“Madrid en julio

tiene esa cualidad de ciudad dormida

pero sin noche,

de ducha fría,

pero sin locura,

de playa de sol

pero sin orillas” (Verano urbano)

La mayor parte de los poemas son del amor que se acaba, los versos hacen una especie de balance e inventario: “No te entiendo, / pero siempre fui sola, / fui el frío, / fui el silencio después del amor, / los ojos que buscan el paisaje tras la ventana” (Fui); “Te debo todas mis palabras, / –ya no sucede– / que este escritorio / parezca un abismo y duela” (Deudas). El final de la relación deja un poso de incertidumbre, de extrañamiento: “Por estos días extraños: / he buscado la manera / de recoger tu mirada en el diccionario, / cualquier sinónimo de duda, / deseo / y frío capaz de abarcar tus ojos” (Por estos días).

A modo de interludio, Marta Pumarega recoge unos Renuncios breves, pequeños poemas muy breves, casi aforismos: “La mejor manera de pasar página / es darle la vuelta a la hoja” (Lógica); “Era un hombre mágico, / me hablaba del mar / y yo podía tocarlo” (Últimas palabras); “Escribo solo para leer tus labios / cuando me venga en gana” (Escribo). En ellos encontramos bastantes hallazgos poéticos, relámpagos de inspiración: “Antes de la despedida / ya eras nostalgia” (Despedida).

Después, continúan los poemas que relatan el lento proceso del olvido y la ausencia: “El recuerdo no es más que una estafa /…/ Un pretexto / para cerrar los ojos y no olvidarte” (El recuerdo); “He dicho frío, / para llenarme de nieve, / para que te me fueras” (Días). A menudo, las gemas del poema se encuentran en instantes que centellean con lirismo: “Mejor apago las noticas / que ya bastante llueve fuera” (Última hora); “Aunque solo sea esta noche, / estamos a la distancia de un poema” (Poema prometido).

Un yo que lamenta y un tú que escucha, cuando ya no puede hacerlo, la historia de una relación: “Nunca / supiste apreciar en realidad / lo desnuda / que estaba yo allí, / frente a ti, / tomando un martini, / vestida de rojo” (La cita); “¿Qué por qué escribo? /Tal vez lo hago para recordarte, / para que no te extingas como la infancia” (Para engañarme); “con la desnudez que deja la palabra muerte, / con la imposibilidad de Dios” (Jorge). Aunque no solamente se habla de una relación rota, la nostalgia y el dolor se van infliltrando en cada poema: “A veces me hago poco / y, como quien se muere, / me quedo sin palabras” (Poco).

Marta Pumarega consigue en estos poemas transmitir un estado de ánimo que, aunque sombrío, llega luminoso en sus recursos: “Esto quería, / tener tus manos tan tristes sobre mi espalda” (Yo tuve pretérito (im)perfecto). Una manera de retorcer el lenguaje y las palabras, los conceptos, como se juega con los recuerdos y se transforman las intenciones: “Me falta tiempo /…/ para perderme / en un abrazo distinto cada vez / pero de un solo hombre” (Tiempo). Como conclusión, la sensación de desasosiego, de zozobra, de un paisaje inhóspito, esa es la razón del elocuente título del libro: “Antónimo de cobijo / fui yo, / fuiste tú, / es este libro” (Antónimo de cobijo).

miércoles, 2 de marzo de 2022

Reseña de la revista ‘Ítaca’. nº 5. Otoño 2021


Tras la presentación de su directora, Isabel Marina, comienza el artículo del psicólogo Andrés Calvo Kalch, en esta ocasión tratando cómo la regulación de las emociones puede ser uno de los beneficios de la poesía. La poesía incluye una conexión emocional profunda entre el poeta y el lector, además de los esfuerzos que se ponen en juego a la hora de descifrar las imágenes y las figuras literarias. La poeta Dionisia García es entrevistada por Isabel Marina. Nos recuerda la ayuda que le ha dado la poesía en tiempos de aflicción, porque “Escribir es un acto de amor”. Completa la entrevista una selección de poemas: “En declive, la edad; es otro resurgir muy diferente / el que llama y alerta. Es hermoso / sentir que el corazón aún avecina / y en nuestro hondo pecho el latido de un bien ya sosegado  / aprovecha las dádivas, los posibles gozos” (Última voluntad); “No vendas por tan poco cuanto fuiste, / aquello que los años nos regalan” (Edad tardía).

Efi Cubero revisa la obra de Virginia Woolf desde el desasosiego que es fuente para su poesía, tanto la que está en los poemas como la que se desprende de su prosa. No podemos tampoco olvidar el sufrimiento que padeció, desde su propia personalidad tanto como de las desgracias que le fueron sucediendo.

La periodista Susana D. Tejedor le dedica una sentida semblanza a la figura entrañable de Concha Quirós, figura emblemática del mundo de las letras desde su librería Cervantes fallecida recientemente. Carmen Cabeza reflexiona, por su parte, con una posible definición de la poesía, que debería incluir la sustancia y la forma, y que no podemos sino admirar su misterio. Ángel Alonso dedica unas páginas a Florbela Espanca figura fundamental del neorromanticismo portugués, más cerca de Rosalía de Castro que de Pessoa. Acompaña el artículo una selección de poemas: “¡Horas crepusculares, doloridas, / corren ligeras, perezosamente, / cae la tarde, soñadoramente…, / vamos de la mano, sin compañía!” (Crepúsculo); “Muerte, de dedos aterciopelados, / ¡ciérrame los ojos, de ver cansados! / ¡Detén mis alas que han volado tanto” (A la muerte); “Contemplando tu mirada / tan fría e indiferente, / me hace llorar un amor / que tu corazón no siente” (Cuartetas a Él).

La sección dedicada a poemas la inicia Francisco Álvarez Velasco (“Ahora solo se oye / el roer de la carcoma / en el viejo baúl. / Sin embargo, por algunos / momentos fantasmales / sigue la vida”); Jesús Cárdenas (“Afuera, la calle y su furia extrema, / distintas heridas, gente de paso”); Daniel Cotta Lobato (“La vida pasa página / y viene una hoja en blanco /…/ Pero ya huele a vieja en mis estantes / la segunda edición / corregida y mermada / de mi vida”); Anabel Cósimo (“La mujer de piedra / alumbró, en atávica negrura, / una niña con seis pasos de danza / pero vacía de canción de cuna”); Yuleisy Cruz Lezcano (“abre vías / para dejar correr la sangre / a pesar del giro estático / en este mar que no lleva/ a ningún sitio”); Aitor Francos (“Que nadie escriba más. / Nada de lo que digáis será escuchado”); Inaciu Galán (“Son les ocho, / lleo un poema, / suaño contigo / toi vivu y bien vivu, / anque respeto les solombres”); María Esther García López (“Siento tu voz entrecortada / entre el murmullo del agua”);  un servidor, mi tocayo Javier Gilabert (“La muerte no limita la existencia, / ni anula con su efecto el estigma de la vida”); Eduardo Gregori (“Empiezo a sospechar / que esta historia de amor es una excusa, / para añorarte luego”); Ana Pérez Cañamares (“Al monde voy buscando / las huellas de mis padres. / Son apenas un encaje de barro / o una escritura sin consecuencias”); Sara Prida Vega (“Y yo desde el umbral asisto / a su juego de paternidades / sonriendo, vomito sangre y leche / sobre la alfombra”); Isabel Rezmo (“Cierra los ojos, / basta encontrar el índice. / El último rayo, que dé agua / a esta sequía”) y Miguel Veyrat (“Al final besar tu frente helada / Donde el mármol poco / A poco aposentará / El blanco sideral del alba tuya”).

Las reseñas incluyen la que Yasmina Álvarez Menéndez hace de Como una sola luz (BajAmar), de Marcos Tramón; la que Jesús Cárdenas dedica generosísimamente a Somos Grieta (BajAmar), de un servidor; Pedro Luis Menéndez revisa Aire de lugar y gente (Trea), de José Carlos Díaz; Sandra Sánchez repasa Vivir en tus orillas (Versos desde Null Island) (BajAmar), de Yasmina Álvarez; y se cierra con el análisis de Isabel Marina a Solo inclasificable (Siltolá), de Efi Cubero.

Muy pronto verá un nuevo número esta revista que se ha asentado de manera sólida en el panorama poético patrio.