domingo, 5 de octubre de 2014

Del olvido, la información, el espectáculo y la ocultación



Investigando cuáles son las herramientas de las que se valen los seres humanos en sus humanas debilidades para ocultar y mantener en secreto sus pequeños o grandes tropiezos, ansias, pecados, o redundantes debilidades, tropecé asimismo con una variedad importante. Un secreto no es, como podría pensarse apresuradamente, algo que no se puede decir. Si esa imposibilidad fuera cierta, no habría secretos, ni averiguaciones, ni espías, ni programas del corazón. La ignorancia o la sabiduría. Ahora bien, si pudiendo, más aún, debiendo decir, callamos, entonces sí que nos encontramos con un secreto.
Un secreto tampoco consiste sólo en el silencio. Ni siquiera en un silencio compartido, o un murmullo ajeno. Un secreto puede andar a pie limpio en el bar y embarrarse hasta las cejas en la declaración de hacienda. No todo lo que callamos es secreto, los olvidos, mal que le pese al sabueso vienés de Freud, a veces son simplemente olvidos, menudencias, intrascendencias, cotidianidades sepultadas con otras menudencias, intrascendencias y cotidianidades.
Mentiras y secreto se contraponen en la geométrica mente de Greimas. En su hermosísimo mecanismo de relojería, mentira es lo que parece ser pero no es, mientras que el secreto es lo que es, aunque no lo parezca, precisamente porque no lo parece. Ay, Algirdas Julius Greimas, ¡cuantísimas veces hacemos que no parezca una cosa porque parece ser lo que no es! ¡Cuantísimos secretos se salvan por la mentira oportuna! Encubrimientos, embozos, ocultamientos, máscaras, maquillajes, camuflajes colaboran en el éxito de ocultar un secreto precisamente porque muestran. No es el desvelamiento sino la conciencia de que hay un velo que desvelar. Revelar un secreto es abrir el velo a un confidente para volverlo a cubrir rápidamente con un trapo acaso tenue.
Y ¡cuán satisfechos nos quedamos cuando las altas instancias de investigación convocan una rueda de prensa para hacer público un secreto! Hemos detenido un peligroso grupo terrorista, hemos descubierto el funcionamiento de la célula cancerosa, hemos averiguado las veleidades íntimas de un cantante. El secreto convertido en espectáculo, lo que debe estar oculto sale a la luz y brilla con neones de Broadway.
Hay quien, con toda la tranquilidad del mundo le contesta a la santa esposa cuando ésta le urge a referir sus andanzas nocturnas, que sí, que ha estado con otras hembras fermosas haciendo gala de proverbial y acrobática destreza sexual. Entonces, la santa, que además de santa, quizás esa es la causa de su santidad, es ingenua y confiada, le mira con condescendencia, anda, pasa, pasa para dentro que ya te castigarán las náuseas el estómago, la sequedad la boca y la garganta, y los latidos del corazón sentidos y amplificados en las sienes. Y el caso es que era verdad verdadera que la noche de autos, en el suyo propio efectuó complicadas maniobras en el aparcamiento subterráneo con mujer conocida, a partir de entonces, en el sentido bíblico.
Decir la verdad puede ser eficaz manera de ocultarla. Y decir muchas verdades, ciertamente, contribuye. La pereza, la falta de atención, el apabullamiento informativo sin duda actúan en sinergia para elaborar una densa urdimbre en la que perderse y cubrir de olvido, encubrir con olvido. Estrategia esta no al alcance de todos los bolsillos, pues requiere controlar canales y sobre todo, tener qué contar. La mancha de mora con otra verde se quita cobra en este contexto dimensión distinta. Mancha de escándalo con escándalo verde, recién recogido, de la huerta a la mesa, se quita.
Esta semana tenemos los escándalos de los usuarios de tarjetas, negras para más señas, que ni tributan ni tienen límite. Usadas por sujetos cuyos sueldos solucionarían varios años de más de uno. De cualquier tamaño, y formación. Del PP, del PSOE, de IU, sindicatos y patronal. Unos muchos, otros muchísimo, indignantes todos. Pero terminan por ir ocultando los de la semana pasada. Aquella fueron estrellas la familia Pujol, que aunque resuenan, ya no alcanzan la misma intensidad informativa.
El rigor informativo no es más que el rigor mortis de la noticia. Una vez pasada la edición de la noche no hay noticia, y se acumulan en la Dead Letter Office, como las cartas sin destinatario. La actualidad informativa se nutre de destapes, pero en pocas ocasiones terminamos de saber cómo terminan, si en la cama con un si te he visto no me acuerdo, o si la película acaba en boda. Como en las comedias románticas, las decisiones judiciales son rupturas a mitad de metraje. Condenados hoy, pero quién sabe si mañana estarán absueltos o pasado mañana, indultados. La táctica da resultado cuando las denuncias se acumulan hasta tapar nuestro horizonte.
¿Quién se acuerda ya de Urdangarín y Torres? ¿Se habla de su majestad el rey Juan Carlos? Los problemas de Fabra son meras brumas en el mar. Apenas recordamos los escándalos de las preferentes, pero Afinsa y Forum Filatélico han pasado en el monte del olvido. Bárcenas es casi historia, como lo son las sospechas relacionadas con los cónyuges de Cospedal o de Ana Mato. La operación Pokémon es cuestión de hemeroteca, como las barbaridades de la CAM o de Caixa Cataluña. Los EREs en Andalucía hacen olvidar Mercasevilla y el caso Malaya es asunto de Cine de Barrio.
Poner los ejemplos casi es cuestión de archivo, no se encuentran en la memoria de trabajo de los que andamos preocupados en los quehaceres cotidianos y vamos del corazón a nuestros asuntos. Y cuando un secreto pasa al olvido, deja de ser secreto. Un secreto te exige una cierta conciencia, un cierto trabajo para ocultar, o al menos, para no dejar en evidencia lo que procuras que continúe velado. Un olvido no necesita nada más.
Los escándalos se vuelven secretos por publicidad, por audiencia, por saturación, porque no paran de aparecer nuevos. En estos tiempos en los que no tenemos que acordarnos ni siquiera de los números de teléfono, los escándalos y los escandalosos se olvidan de una semana para otra. Es tan corta la indignación y tan largo el olvido…

martes, 30 de septiembre de 2014

En ocasiones veo neocons (y 2)



No siempre está uno para dilucidar lo divino y lo humano. A veces apetece hacer un poco el friqui y discutir el sexo de los ángeles. Volvemos a analizar el conservadurismo de Doctor en Alaska.
Dejando aparte del apoyo de Jannine Turner (Maggie O’Connell) al Tea Party y en especial a la campaña de Sarah Palin y que muchos personajes (Fleishman, Minifield) son republicanos, el sentido de comunidad espiritual que el pueblo presenta es muy conservador. La iniciativa individual es religión. El patriotismo, evidente, como no podía ser de otra forma. Eran los años del final de la Guerra Fría y los rusos siguen siendo el enemigo. Llega a aparecer por el pueblo un antiguo espía soviético, reconvertido en miserable vendedor de secretos adquiridos de su época en los servicios de inteligencia.
En uno de los episodios de las últimas temporadas, el consejo municipal de Cicely delibera sobre la posibilidad de establecer un servicio de recogida de basuras. Es apoyado por Holling –que, al ser canadiense, es más susceptible de permitir la injerencia del Estado en la iniciativa individual–, pero Maurice muestra su más encarnizado rechazo. En su basura manda él.
Sólo en apariencia las clases altas son progresistas. El clasismo de las familias de Joel y Maggie es muy evidente, disfrazado de una curiosidad paternalista hacia los demás. El enfado de Minnifield con Ruth Ann cuando la anciana hace efectiva la compra de la tienda que pertenecía al astronauta en un principio es un episodio muy revelador del funcionamiento –a pequeña escala– del capitalismo corporativo y las coacciones que son el verdadero motor de las relaciones económicas, más que el sacro mercado. El episodio en el que agasaja a los inversores japoneses muestra su lado más patético.
No digo que se cumplan en todos los episodios las características de los conservadores, que, por ejemplo, Lakoff enumeraba en No pienses en un elefante, pero sí que creo que se puede, legítimamente hacer una lectura conservadora de la serie. En un rápido vistazo a las características del neoconservadurismo (para no calentarnos mucho la cabeza, Wikipedia), comprobaremos, con algún pesar, la importancia tan grande de esta ideología en una serie tan pretendidamente demócrata o progresista como Doctor en Alaska. Enumerémoslas:
Uno de los primeros rasgos conservadores es precisamente conservar normas y costumbres, apoyándose en que éstas propician el desarrollo económico y la cohesión social. En numerosos episodios Maurice insiste en preservar las costumbres, y el resto del pueblo acaba por darle la razón. El apego a las leyes y sistema jurídico y político es también notable. A pesar de la necesidad de transgresión que expresa el ex convicto Chris Stevens, incluso él adora la constitución, el sistema político y las leyes, aunque no pueda votar y aparezca una orden de detención contra él. Sin embargo hay un desprecio radical contra la burocracia y la administración. Ni siquiera existe policía estable en Cicely.
La preferencia por el patriotismo, así como una fuerte actitud en contra de la socialdemocracia, el comunismo y cualquier otra ideología que implique la intervención del Estado en los asuntos económicos. Critican, los neoconservadores, pues, tanto al totalitarismo como la ingobernabilidad –a menudo identificando la intervención económica estatal socialdemócrata con la totalitaria–. En una serie norteamericana, es inevitable envolverse en la bandera. Véanse los episodios en los que aparecen rusos (Gripe Rusa en la primera temporada, Guerra y Paz, en la segunda).
-
Paralelamente los neoconservadores desconfían totalmente del pacifismo y el ecologismo. Los tachan de irracionales, en contra de los avances tecnológicos y la evolución humana. En la serie lo cierto es que hay una cierta tolerancia hacia el ecologismo, pero barnizado de condescendencia (como en el caso de Mike, el hombre burbuja que padecía Sensibilidad Química Múltiple). Todo el pueblo, excepto Fleischman está a favor de cierto grado de violencia, considerando que es casi irreversible el uso de la fuerza.
También es llamativo el feminismo de Maggie. Un feminismo también criticado por otra piloto de guerra, que consideraba que las mujeres no eran aptas para alcanzar altos mandos en el ejército. Este personaje se enfrenta a Maggie por “obligarla” a ser feminista/mujer de su determinada manera. Maggie se disculpa al final del episodio. Además, Maggie no sólo es feminista, es una asesina de hombres, sus novios acaban muriendo en cada vez más estrafalarias circunstancias.
El neoconservadurismo, en su defensa de la libertad en asuntos públicos y su control de los privados, suelen considerar la religión como una institución que impregna la ideología, no sólo moral y religiosa, también la economía, la política, el pensamiento social e incluso la ciencia, aportando la espiritualidad, la cordura y la trascendencia necesarias para contrarrestar el frío uso de la razón. Como decimos en muchas ocasiones, cualquier religión implica una cosmovisión que afecta al resto de las ideologías. Incluso Chris En La Mañana cae en esta tentación.
Los neocons tienen el propósito de entrometerse en cualquier ámbito de la vida social, estar al tanto de toda la información sobre cualquier aspecto o suceso, si es posible antes que nadie, para valorar si hay que dar publicidad o encubrir. Siempre con el pretexto de hacerlo por el bien de la comunidad, salvaguardar la paz y el orden social y no violentar la mentalidad de las personas. Maurice es casi una caricatura de esto, y el episodio en el que el extraño Adam informa de las investigaciones secretas sobre torturas a través de las plantas, lo lleva al delirio.
Su visión antropológica dista de la bondad innata del hombre. Sin embargo sí que consideran al hombre como un ser susceptible de perfeccionarse, de un crecimiento constante y un con una sed infinita de conocimiento, sobre sí mismo y sobre el universo. Las diatribas de Chris Stevens desde KBHR abundan en este tema.
And so on… No quiero tampoco hacer un exhaustivo repaso de las características de un movimiento, de por sí heterogéneo y a veces contradictorio, pero creo que quedan recalcadas algunas pautas que no son meramente de algún personaje, sino que asume la serie en sí misma.
Los grandes relatos, el progreso, la riqueza personal y comunitaria persisten ahí, de una manera crepuscular, como en el western contemporáneo. Pero mucho más presente está la añoranza de los tiempos y las tradiciones. Se respeta la violencia y el ansia de enriquecerse siempre que se tenga buen gusto. Nada de cambio social, o de igualdad. Se mantiene el estatus y las tradiciones.
Todas estas tendencias, especialmente los vicios, se advierten todavía más en los epígonos, en las malas copias, como Everwood, o la española Doctor Mateo (infame al final). Lo que me lleva a otra reflexión. Pero eso, queridos, es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.
Y es que en el fondo nunca hemos sido posmodernos.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Doctor en Alaska: En ocasiones veo neo-cons (1)



Mi amigo, el gran sociólogo José Antonio Cerrillo, reivindicaba hace unos días el hito que supuso la serie Doctor en Alaska (pésima traducción para Northern Exposure) en esta nueva edad de oro de las series de televisión. Las casualidades del destino han hecho que esté ahora mismo revisitándola. Desde el principio, capítulo a capítulo, disfrutando de cada uno de ellos. Cuarenta y cuatro minutos de complejidad narrativa, buena interpretación, ingeniosos argumentos y brillantes diálogos de unos personajes adorables en un paisaje paradójicamente cálido aún en sus gélidos inviernos.
El desencuentro entre José Antonio Cerrillo y un servidor estriba en que, a pesar del innegable fondo posmoderno de la serie, sostengo que puede hacerse una lectura neo-conservadora de su mensaje. Aquí están mis argumentos.
A favor del enfoque posmoderno de la serie está una impresión general. Y, desde luego, los parlamentos del locutor Chris Stevens en la radio KBHR o K-Oso, lo que me lleva a confesar que fijándose uno se da cuenta las incoherencias y los errores de traducción en muchos episodios, que en ocasiones dejan incomprensibles algunas situaciones. Chris de la mañana representa el típico intelectual posmoderno. Un chico de la calle que acabó en la cárcel, donde descubrió a Walt Whitman, lo que le salvó la vida. Sin estudios formales, es capaz de tener una erudición enciclopédica y una capacidad de integración de conocimientos de diversas ciencias y teorías, de diferentes sociedades del presente y del pasado. Encarna este personaje la actitud de tolerancia hacia las diferentes culturas, sin ser capaz de decidir cuál es la mejor.
La actitud de los habitantes del pueblo hacia las supersticiones, las creencias de los nativos americanos o los caprichos pretende mostrar una tolerancia universal muy en el estilo de que lo que la pedagogía posmoderna parecía pretender. No es que se plantee una decostrucción de las creencias o se analice ningún dispositivo de saber/poder foucaltiano, simplemente se deja estar. Es el resultado de algunas décadas de estudios culturales en las universidades norteamericanas.
El supuesto racionalismo de Joel Fleischman es la única creencia no respetada por la sencilla comunidad de Cicely. Parece que se ha aprendido bien la lección de Horkheimer y Adorno cuando atacaban a la Razón como se atacaba al monarca absoluto. Se equipara la práctica médica del neoyorkino con las de Leonard, el chamán nativo, con la salvedad de que es este último quien muestra la sensatez ante los abusos del racionalismo occidental.
Precisamente Leonard protagoniza un episodio (Disputa familiar, Temporada 4) que es paradigma de lo posmo. Además de chamán, Leonard se encarga de tallar los tótems familiares. En esta ocasión erige el correspondiente al clan de los Osos, que es el de Marilyn. Sin embargo, la ceremonia termina en conflicto con otro clan por una disputa sucedida en 1934. Leonard se niega a retractarse de su obra de arte y ni siquiera intenta comprobar si las acusaciones mutuas son ciertas. Al final la solución viene inspirada por la Comisión Nacional de Telecomunicaciones. Igualdad de tiempos de emisión. Se erige un nuevo tótem familiar exactamente igual al original salvo por que se ha eliminado el motivo de la confrontación. No se trata de averiguar la verdad, sino de dar la oportunidad a todos de contar su propio relato histórico familiar. Lyotard estaría satisfecho.
Pero por otra parte, creo firmemente que la serie transmite una clara intención conservadora. El pequeño pueblo de Cicely es una muestra del espíritu back to basis tan querida a los norteamericanos. La esencia de la autenticidad, la llamada de lo salvaje desconfiando de la administración federal, incluso de las fuerzas del orden (no tienen ni siquiera policía). Los habitantes auténticos no se necesitan más que a ellos mismos.
Dejando de lado la discriminación que tienen los nativos americanos, que ocupan lugares muy secundarios en la serie y más aún en la realidad de la ficción. Ed Chigliak es un chico para todo, sin personalidad ni capacidad de enfrentarse a los verdaderos peces gordos. Marilyn no tiene apenas voz, en las primeras temporadas ni siquiera aparecía en los créditos iniciales. Los importantes son blancos anglosajones. Maurice Minnifield, el ex astronauta potentado, es el verdadero cacique del pueblo. Él ha traído su dinero y su visión. Compró miles de hectáreas y cuida del pueblo como si fuera un padre, algo distante y exigente, pero siempre vigilante del bien de la comunidad. Es el paradigma que Lakoff describía en No pienses en un elefante. El conservador como padre de familia.
En el episodio en el que se convocan elecciones municipales (Democracia en América, Temporada 4), Maurice, partidario de mantener el status quo, añora con Edna, la aspirante a la alcaldía, los tiempos en los que ambos llegaron a Alaska y disponían de todo a su disposición. Ese mundo, suspira Maurice, ha acabado, llegarán los burócratas, el Estado, las imposiciones. El estado de naturaleza dejará paso a la civilización.
Más que anarquista, esta visión individualista es neo-conservadora. El espíritu libre tiene que ver con la negativa a pagar impuestos (Holling no ha pagado en décadas) más que con aspiraciones ácratas. La comunidad es lo importante y todos se pliegan ante el bien de la comunidad, representada por las fuerzas vivas. Maurice, Holling son los que dominan el pueblo e imponen sin ningún tipo de negociación sus visiones de negocio y de vida. En el fondo son buenas personas, pero no dejan de ser poderosos que sienten compasión.
Maurice vende una propiedad a una pareja de inversores que montan un hotel. Sin embargo monta en cólera cuando descubre que son una pareja homosexual. Termina por tolerarlos –pese a la náusea que le producen- porque respeta su espíritu empresarial y por el pasado en la Armada de uno de ellos. Ese desprecio lo vuelve a mostrar cuando aparece un vagabundo en el pueblo hasta que, de nuevo, su pasado en el cuerpo le hace reconsiderar su postura. Y cuando Chris hace referencia en la radio a la homosexualidad de las fundadoras del pueblo, Minnifield lo censura violentamente.
Es una tolerancia en el peor sentido de la palabra. No implica respeto –tolerancia progresista–, sino egoísmo. El pueblo en sí también se supone que muestra un espíritu tolerante ante los demás, los del circo, los huraños montañeros, los indios, las visiones… y esto enfurece a Fleischman. En muchos episodios el doctor es vapuleado a causa de su intolerancia por Maggie. A este proceso se refería Zizek cuando se mostraba contrario a la tolerancia. Los “tolerantes” miran por encima del hombro a los demás, a las culturas “exóticas” como excentricidades pintorescas y a los “racionales” porque no son lo suficientemente tolerantes y modernos.
Es muy llamativo el episodio en el que niegan las vacaciones al doctor Fleischman y éste decide ponerse en huelga (Luces del Norte, Temporada 4). El pueblo entero le demanda y Maurice, sin esperar a las autoridades, lo desahucia y lo presiona confiscándole los bienes. Joel, al final, se deja vencer. Explica a Marilyn que hay tres tipos de peces, los que se mueren luchando contra corriente, los que se dejan llevar por la corriente y los que nadan con la corriente.