viernes, 27 de agosto de 2021

Reseña de Consuelo Itarraspe: ‘Acaricio perros’. Liliputienses, 2021.

 


Consuelo Itarraspe nació en Santa Fe (Argentina) y es una dramaturga, directora y poeta. Acaricio perros es su primer poemario, editado en Argentina en 2020. De alguna forma, de muchas formas, este libro es la narración de una ausencia, de varias ausencias, entendidas desde la piel, desde lo más corpóreo. Los poemas son torbellinos de sensaciones, “un cuerpo a veces en el aires”, que es la primera parte del poemario.

La muerte del padre es un punto de partida devastador, al que no se puede uno enfrentar de manera directa, son los recuerdos compartidos, por mucho que sean irrelevantes, banales, mínimos: “Tus últimos días / corríamos en la cinta / durante una hora /…/ La velocidad era mi forma obediente de violencia”. De una manera muy explícita, la narración  de ese fallecimiento, prefiere fijar la atención en detalles arbitrarios: “Mi padre se muere / en la ciudad de los documentales / sobre niños introvertidos / que antes de ir a la escuela / compran armas y hacen agujeros / a los uniformes de los demás. / todos se esconden debajo de sus mesas. / Yo, / en el huracán” (Houston, Texas). La consecuencia llega, irremediablemente, y la pena se instala: “No me había dado cuenta / de que estaba tan triste / hasta que reparé en la ventana: / la luz entra / con forma de triángulo”. Los sentimientos se revuelven y se destila una nueva relación con la ausencia (“Desde que consideraste el abandono / como forma de estar cerca”) y estableciendo nuevas rutinas (“Trepo a veces / como a un árbol lleno de flores”). La poeta resume la devastación moral y afectiva: “Crecí convencida: / detrás de toda muerte / se esconde siempre un responsable”.

Acariciar perros es precisamente una rutina consecuencia de la ausencia. Alrededor todo es bruto es el título que engloba esta persona: “Acaricio perros / en la calle, / les saco fotos / a palomas arrolladas / por un Uber // Todo lo que me gusta / es pequeño / está muerto / o tiene un libro en la mano” (No te escribo). Consuelo Itarraspe parece aplicar ese patrón de dolor afectivo para el amor y las relaciones: “separarme de vos / se parece un poco / a la muerte imaginaria de mi madre: / un avión que se estrella en el agua / partes que se hunden / una mujer que se ahoga / una caída”. La memoria es casi una huida más que un refugio: “Tu madre desde las ruinas / de una habitación / donde alguna vez leíste un libro / me pedía que te cuide / pero no se puede / romper lo que está dormido”.

Una sensación subterránea de resentimiento contra el mundo: “Todo el tiempo / las imágenes del mundo / me arruina el plan de herirte”. Y así uno de temas de poemas es mostrar ese resentimiento: “No me detuve a pensar / en la violencia / que esconde una puerta / entreabierta a las cinco / de la tarde / o en el silencio de dos / que se miran como si hablara un río”. La técnica de salvación es mirar de forma nueva al mundo: “Todo es nuevo / salvo los mozos, / las bocas llenas, / la noche cuando / nos despedimos”, por mucho daño que pueda perdurar. De alguna forma es una manera de amar: “Somos dos románticos / defendiendo la incomodidad / junto a sus mascotas / mientras se disparan camiones / y atropellan” (La fuerza de un invierno).

El otro tema básico de estos poemas es el amor, entendido como un cuestionamiento, no como una certeza inmediata: “Es verdad que pensé en vos / cada vez que una boca / se acercó a la mía, / que estuve enferma / y me inundé /…/ Desde mi cama podía ver / cómo se arruinaba / otra vez / todas mis cosas”. La faceta más corporal, la piel, las entrañas ocupan los versos y el pensamiento: “si dejo de latir // ¿también desaparece / tu deseo?” (Accidente); “Una ventana abierta / puede ser un infierno / me digo que es cuestión de tiempo” (La peste).

Pesadumbre, sentimientos negativos, vivir en un alambre, la incertidumbre y el peligro van surgiendo a través de imágenes poderosas: “Es el primer silencio / de nuestra amistad / que se roba una luna” (Rota);  “Voy a apagar tu enojo / con mi ciudad inundada”. Mientras que mira hacia afuera y advierte el dolor (“Una mujer grita / y es el único sonido del mundo”, Lo que duele crece detrás de una pared), comprueba su interior: “Últimamente todo / lo que toco / se derrama”. Y, entre todo el caos, es la belleza el atisbo de luz entre la grieta: “Subí a ver esto: / un atardecer en el plástico / de la pared / atrás tuyo un tren / traza una línea / y nos deja para siempre / de este lado del mundo”.

Una gota de melancolía termina este emocionante poemario que rige de piel hacia dentro: “Cuando ponían el cajón de madera / en un hueco de piedra / pensé que a esos ojos / les debo todas las palabras” (Diccionario).

miércoles, 25 de agosto de 2021

Reseña de José Manuel Suárez: ‘Paloma o larga nieve’. Tiberíades ediciones. 2021

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Más de una docena de libros desde En sigilo de la llama (Adonáis, 1994) hasta este Paloma o larga nieve. Ha sido profesor universitario y actualmente dirige la revista “Licencia poética” y dirige la colección de poesía de la editorial Libros del aire. José Manuel Suárez hace gala de un gran conocimiento humanístico, tanto de la cultura clásica latina y griega, como de la tradición judeocristiana. Ambas se conjugan en este libro que pretende, en palabras del autor, “recrear libremente los autos o piezas dramáticas de temas religiosos o morales; y las cantigas, que ensalzaban la belleza y el amor”. Una labor  de asimilación como la que demostrara Fray Luis de León al traducir el Cantar de los Cantares, tradición judía y cristiana, amor divino y humano. Los modelos métricos utilizados son un verdadero desafío, los autos medievales y las cantigas de amigo y amado. Simbiosis, a su vez de la poesía de tradición eclesial, más culta, y de lírica popular. Podemos, pues, alternar la simbología divina y humana.

El volumen está disponible para la descarga gratuita en la web de la editorial Tiberíades. La elección de esta editorial, una editorial cristiana, no ha sido causal, porque, además de las características más terrenales, este es un libro profundamente espiritual. La estructura se basa en un diálogo entre dos amantes que se reclaman, que lanzan su amor en palabras y se convierten en amado y amante sucesivamente. Y, como en el Cantar de los Cantares, toman los apelativos de Kalá, novia, amada y Dodi, amado.

Podemos, por otra parte, descubrir dos referentes líricos, por la parte mística, san Juan de la Cruz; por el aspecto sensual y lírico, indudablemente a Juan Ramón Jiménez. Ambos referentes son capaces de descubrir la simbología y la sensualidad de los elementos cotidianos y trascender el objeto concreto en una espiritualidad material y mística. Formalmente los cantos medievales o la poesía de Juan Ramón se asientan en una contención expresiva, un verso claro, un ritmo corto, una musicalidad discreta.

La primera parte, Si la rosa es… recrea un auto medieval. La referencia está tomada del Cantar de los Cantares –y resuenan los ecos en Juan Ramón, por supuesto–: “Te llevaré una rosa / de mi rosal pequeño. / Tan poco… / Y ya anticipa el cielo” (Niebla de diciembre) y, cerrando la sección “Si la rosa es / seremos los dos. / Mi amado, para mí; / para mi amado, yo”, dice la amada en Si la rosa es. La unión carnal y mística se expresa en delicados versos: “Te escucho en mis labios” (Niebla en diciembre) o “Vamos. Pasa. Te invito. / ¿Ves? Ya estabas dentro / sin abrir la puerta” (Con kimo de tus manos). Son muestras el ansia de amor y deseo, místico y carnal: “Ayer me colmabas / hoy más hambriento” (De barro y madrugada). Así se completan una serie de cuadros donde distintas voces proclaman la alegría y la queja: “¿Vernos? / Mi llanura y tu montaña / de nuestro encuentro / se juntan, se alejan; / nunca descansan” (Cuándo la noticia buena).

Como en Juan Ramón, el cielo cobre un significado especial y la paloma un símbolo: “Si ya estuvieras llegando, / si yo supiera que vienes, / si ya vieras el tejado, / paloma o larga nieve” (Se encienden lágrimas). Más sensualidad en las menciones a los elementos que rodean a los personajes, colores, el agua, frutas…: “Azul sin fingimiento, / sin el agua que sacie” (Alumbra las derrotas); “En mi huerto de frutales / las manos ven; / quizá tropiecen contigo / cerca del  níspero. / Cuando florece, / ¡la primavera en enero!” (Noche dichosa).

Machado y Juan Ramón –omnipresente– El trigo alumbra son los referentes explícitos de la segunda parte, la que está compuesta con el modelo de la lírica de tradición popular. Son versos cortos, frases breves: “Palabra: gota leve; / la fuente muda / para el que bebe. // Labios bebieron; / hondas las aguas / con que subieron” (Consumación de esperas). En algunos momentos recuerdan a la adaptación sui generis que hico Machado de la filosofía del haiku: “Hacia afuera / horadada la herida; / por ellas / algún sol salía” (Vida oculta); “Temblor de amanecer, / encendimiento… / Aviva la nieve / los mejores fuegos”. Incluso hay parte del pensamiento filosófico del poeta sevillano: “En soledad me di / a pensar y sentir todo / ensoñándolo en ti. / ¿No me acompañarás? / Añoro / la pequeña luz que vi”; “Pobreza de las palabras / sobre la mesa: su peso, / inmenso. Y no pesan. / Distantes muros altos / en mis ojos: me das / consolación, no despojos”.

El uso del oxímoron, tan querido en la poesía amorosa, quiebra la racionalidad y es, sin duda, la forma más explícita de transmitir que la emoción y el amor saltan por encima de cualquier lógica y razonamiento: “Quien en los ojos, / si tú conmigo / no estás aquí de algún modo”. La mirada hacia afuera, siempre teniendo el punto de vista subjetivo de amado y amada: “Mundo mío mínimo / y austero… / Rodillas acostumbradas / desde siempre estabas / y vieron”. La unión de ambos es el argumento al que van confluyendo las historias de cada uno de los poemas: “Con la carga al hombro / la fatiga / nos lleva el uno hacia el otro. / Si a mis pies acompasadas, / pronto volvería / sobre las huellas que dejará”

Además de arcaísmos propios de la poesía popular, se complace en el vocabulario sencillo, aderezado con referencias a la poesía bíblica: “Saltan de tus ojos, / para verme yo, / gacelas azules, verdes… / o de cualquier color”;  “El agua de tus mejillas, / tanto mar… / Me lanzo, desaparezco; / braceo sin hacer pie. / ¡No sé nadar!”; “Tendido en la figura / de la rosa de un día, / no vengas en más sol. / ¡Me cegaría!”. Los pequeños cantos, como vemos, se cierran con una sentencia, con una declaración: “En la ventana, / indescifrable el azul. / Veloz el vuelo va… / O tú”.

La simbología de la luz termina por culminar la materia espiritual de este bello poemario: “Con las puertas cerradas, / ondulante y humilde, / se mueve por la casa / la llamita del canto; / tea impaciente, / adelantada, / de un incendio aplazado”; “No enciendas los focos, / no actives la alarma, / la verdad viene / en lo oculto, callada”. Aprovechemos el silencio para, nosotros mismos, atender lo importante, y deleitarnos con estos poemas de Paloma o larga nieve:

“Consumación de esperas

en la raíz me oigo

si te escucho en ella”

domingo, 22 de agosto de 2021

Revisionismo histórico


Aunque no lo parezca, mi formación inicial es la de historiador. Me apasiona la historia, aunque no de la forma convencional, no soy aficionado a las fechas, los reyes con sus reinas, las batallas… Prefiero, para comprender bien la historia, la vida de los que no son importantes, la mayoría de las personas parecen irrelevantes pero sus acciones son las que determinan cómo son las sociedades. Es mucho más lucido centrarse en figuras como Coco Channel para reivindicar cómo las mujeres fueron tomando una mayor importancia en la vida cotidiana, por ejemplo, con el uso del pantalón. Da mucho más juego que investigar la manera sorda en que mujeres anónimas de pueblos y ciudades desafiaron las convenciones y se atrevieron a salir a la calle con esa prenda masculina. El Imperio Romano tuvo a auténticos criminales como emperadores, los pueblos germánicos arrasaron al mando de reyes de nombres imposibles las fronteras, pero los campesinos en cualquier rincón del imperio vivían ajenos a todos esos cambios. Hasta que no variaron sus formas de vida, hasta que no se fundieron colonos y esclavos en una nueva manera de cultivar a través de donaciones, de cambios en las técnicas y las relaciones entre unos y otros, no merece la pena cambiar la etiqueta. El bajo imperio, la antigüedad tardía, la alta edad media, los años oscuros son formas intercambiables para definir la época en la que todo quedaba por definir.

Es muy difícil, desde el presente, acercarse a un pasado, especialmente si es remoto y tendemos a simplificarlo y, lo que es más peligroso, a hacer de él un ejemplo, un aviso, una justificación del presente. Los historiadores de verdad no se atreven a simplificar hasta ese extremo, pero las listas de libros más vendidos prefieren explicaciones simples que organicen el mundo de manera comprensible al gran público y justifiquen el viejo adagio que consideraba la historia magister vitae, maestra para la vida.

El juego ideológico actual está ofreciendo un panorama interesante para un sociólogo de las ideas. Hay un movimiento, y digo movimiento porque parece coordinado, de repensar el pasado para justificar posiciones y doblegar odios. Durante gran parte de la Guerra Fría, por ejemplo, la izquierda adoleció de una ceguera irresponsable sobre los crímenes de la órbita soviética. Intelectuales comprometidos con todo tipo de causas, como la guerra de Vietnam, no solo evitaron denunciar los crímenes del estalinismo, también blanquearon la persecución de la disidencia de la URSS. Esa desviación ha sido ampliamente compensada con la equiparación entre comunismo y dictadura totalitaria. Un famoso best seller ha conseguido calcular el número de muertos de cuya responsabilidad puede culpar a los regímenes comunistas. Son cien millones de personas. Ignoro cómo se ha conseguido hacer el cálculo tan exacto y tan redondo, pero ha tenido tanto éxito que lo repiten seguidores y trolls de derecha y ultraderecha en cualquier comentario de redes sociales y periódicos. Más difícil de calcular es el número de muertos responsabilidad, por ejemplo, del nacionalismo. En primer lugar porque nacionalismo es tanto el disgregador de Cataluña, por ejemplo, como el de los Estados como Austria o España. También ha dejado de calcularse las muertes que el sistema de economía de mercado ha sembrado por el mundo. Sin embargo, muchas de ellas son achacadas a gobiernos corruptos, a desastres naturales, a grupos concretos… no se suelen englobar dentro de un sistema de extracción de materias primas, de intercambio desigual o la geopolítica de grandes imperios como los Estados Unidos.

Precisamente son los grandes imperios los que desarrollaron una justificación ideológica para llegar a los lugares más remotos de África, Asia o Iberoamérica y allanar los obstáculos para el aprovechamiento económico. Rudyard Kipling, además del creador de personajes y argumentos inolvidables, escribió algunos de los poemas más celebrados (el inolvidable Si…) y de las justificaciones más explícitas del imperialismo: La carga del hombre blanco. El europeo tenía la misión, la pesada e ingrata misión de evangelizar, civilizar y controlar a otros pueblos que no habían pasado del estado de barbarie. Es la misma argumentación que se está utilizando para justificar la bárbara conquista del imperio azteca por parte de Hernán Cortés. Si Neil Young calificó en una memorable canción a Cortés como The Killer, el asesino, en el imaginario nacionalista español, ese que se encuentra cómodo con Santiago Matamoros, Hernán Cortés es el líder de una especie de coalición que derrotó al sangriento Moctezuma y su reinado de terror y barbarie, de sacrificios humanos y conquistas salvajes. El triunfo de Imperofobia, además de tramposo y tendencioso, pretendía darle la vuelta a la Leyenda Negra. Es cierto la historia de España no es la única en la que se produjeron crímenes, es estadísticamente seguro que otros imperios, como el francés, el inglés o el turco también cometieron atrocidades. Cada nacionalismo puede sacar pecho de sucesos memorables, de un Bartolomé de las Casas que defendió a los indígenas como súbditos de la Corona, pero hay tantas zonas oscuras que deberíamos ser conscientes de que la reina María Cristina fue la mayor traficante de esclavos en la España de la primera mitad del siglo XIX. Cada uno con su conciencia puede sentirse identificado con ese pasado histórico o no, aunque siempre es posible espigar triunfos y miserias.

El fracaso de Occidente en Afganistán es un ejemplo muy evidente de que, a pesar de las buenas palabras y las intenciones declaradas, la intervención militar no responde a una solidaridad ciudadana entre distintas naciones. No es la cuestión de llevar la democracia, de liberar a las mujeres del yugo de una cultura machista hasta el extremo, simplemente se trata de un movimiento interesado, ya sea por cuestiones geoestratégicas, por lucha por las materias primas o como contraprestación a los intereses de los fabricantes de armamentos. Veinte años de intervención militar han dejado al país destrozado y en manos de los talibán. La mitad de la población, que son las mujeres, que ya estaban en una posición más que precaria, abandonarán el estatuto de ser humano para considerarse propiedades de un varón. Muchos de los activistas serán perseguidos, encarcelados o asesinados o algo mucho peor.

La carga de los países occidentales gestionada a partir de la ONU es una fachada para encubrir otro tipo de intereses. Ni siquiera hemos sido capaces de programar la evacuación de nuestros ciudadanos y quienes les ayudaron. Una vergüenza que todos están aprovechando para culpar a sus enemigos políticos, las feministas, el imperialismo, lo woke, la ONU, los relativistas culturales, los intereses de China, Pakistán, Rusia o las mafias del opio… Una manera de revisar la historia en la que lavamos la cara de nuestra civilización occidental. No hay que olvidar que la principal responsabilidad es de los talibán y de quienes toleraron su machismo extremo, su visión retorcida de la religión, dentro y fuera de Afganistán. Es vergonzoso que la comunidad internacional esté más ocupada en culparse o en sobrevivir en los cargos que en ayudar a las mujeres y niñas a tener una vida como seres humanos en su propio país o, al menos, ayudarlas a escapar del infierno. Sin embargo, las intervenciones armadas, por lo que aprendemos de la historia, no van en ese honorable sentido, sino que son utilizadas para objetivos menos justificables. De ahí la negativa de tantos a las guerras. Habría que tener cuidado con repetir los argumentos como el de Kipling para alentar las intervenciones armadas en lugares como Afganistán, porque, al final, solo encubren espurios intereses miserables.

 

 

viernes, 20 de agosto de 2021

Reseña de Miguel Antonio Chávez: ‘Yo, Beato’. InLimbo Narrativa. 2021

 Yo, Beato


El ecuatoriano Miguel Antonio Chávez regresa al territorio de la novela después de La maniobra de Heimlich (2010) y Conejo ciego en Surinam (2013). Ha sido finalista del premio Juan Rulfo en 2007. Además ha publicado relatos y teatro y ha aparecido en diversas recopilaciones. Del prólogo de Andrés Neuman se destaca la libertad formal, un “delirio libérrimo” y la facultad notable para entreverar finísimo humor dentro de una visión posapocalíptica.  Efectivamente, Yo, Beato, se puede entender como una sátira política disfrazada de distopía donde el humor hace de gozne para la terrible situación que se antoja irremediable.

El lector se enfrenta a una narración  poco convencional, en la que se pueden apreciar algunos recursos, no digamos experimentales, pero sí que los alejan de la linealidad simplista de la literatura de consumo masivo. A diferencia de las vanguardias, cuyo propósito tenía más que ver con épater le bourgeois y con la vana ilusión de ser los primeros en algo, la prosa de Miguel Antonio Chávez es ágil y los mecanismos estilísticos están siempre al servicio del argumento, evitando cualquier atisbo de preciosismo o de pose literaria.

Podríamos considerar que las novelas que tratan de dictadores iberoamericanos son un género en sí mismo, con notables hitos en la tradición que emparenta a Miguel Ángel Asturias con Vargas Llosa o Valle Inclán. Sin embargo, Yo, Beato, es algo más. Al situar la acción en un futuro que tanto se parece a nuestro presente, logra el distanciamiento irónico necesario para volcar los asuntos que en la actualidad apenas aparecen, en su máxima dimensión, llevando al absurdo las luchas por controlar los discursos, los pensamientos y las acciones de los ciudadanos, que no son más que meros consumidores. El recurso a la utopía, desde las más lejanas expresiones literarias, ofrece un lugar privilegiado para observar la sociedad presente. Un lugar, irónicamente, situado fuera de cualquier mapa, entendido este tanto en la vertiente geográfica como temporal. Solo saliéndose del plano puede uno juzgar desde una perspectiva y esa atalaya puede ser precisamente una isla o un lugar en el futuro de Ecuador. Llamamos distopía cuando ese sueño de la razón se dispone a producir monstruos, cuando el inexorable paso del tiempo alcance su plenitud en el desastre autoritario.

“–– Usted ha sido entrevistado por la Deutsche Welle, BBC, la CNN-Telesur. ¿Qué se siente se hoy el personaje más buscado por el Gobierno de Sagrado Corazón y que, al mismo tiempo, genere tanta curiosidad en el extranjero? El Gobierno de su país ha mantenido durante dos décadas un aislacionismo inédito para una nación sudamericana, al menos para las de habla hispana. Eso no había ocurrido ni con los gobiernos de izquierda. Si hablamos de una incidencia real dentro del tablero histórico de la geopolítica internacional, su país apenas empezó a ser visible desde la primera década del siglo XXI. Y encima, cuando cambió de nombre, resultó bastante inusual para la región asumir ese cambio y acostumbrarse a él. A lo que voy es que mucha gente apenas conoce de Sagrado Corazón, lo asocia inmediatamente con usted, con su imagen.

–– Es mejor no invocar la vanagloria, hermano. El Maligno es muy astuto y se cuela por nuestro costado más débil”

Como en el Ensayo sobre la lucidez de Saramago, el punto de partida es una crisis política y social, pero Miguel Antonio Chávez imagina un Estado casi teocrático, una especie de Savonarola posmoderno dominado por el culto a reliquias como el Santo Prepucio de Cristo. La situación de control autoritario alcanza, como en 1984, a las acciones y también a los pensamientos, es casi psicológica, como comprobamos en algunos de los interrogatorios.

Con la inicial referencia de García Márquez al tirano Gabriel García Moreno, del siglo XIX, somos arrojados a una sociedad dirigida por Moreno-Lange, como si fuéramos historiadores del futro y no necesitáramos mayor presentación. Entramos en la novela con la acción, directamente al argumento, sin casi presentación. El autor recurre a la complicidad con el lector, “como no soy historiador ni político”, dice, se decantó por “simplemente dejarme llevar por el ímpetu de la ficción”. La sorna comienza con las menciones a Jair Bolsonaro, o la Instituto de Estudios Políticos Donald J. Trump y la Residencia de Escritores Kim Jong-Un. Y es que la utopía, por muy malvado que pretenda ser el futuro, siempre tiene sus pies bien asentados al presente.

No tendría sentido, literalmente, perdería el sentido de la crítica, si el lector no pudiera apreciar las continuidades, lo que no cambia cuando todo cambia. El Ecuador que es descrito como un futurible intransigente, tiene que tener rasgos muy reconocibles del Ecuador actual. Y por extensión, de la sociedad de este capitalismo de la información y los afectos que sufrimos en el inicio del Milenio.

Personajes bien definidos, como del Dr. Vela o la Madre Brígida acompañan la misión del líder supremo Graciano Moreno-Lange y ofrecen puntos de vista que se intercalan con la narración, con la persecución del disidente Miratis Purislinga. El desorden dogmático se va completando entre las referencias a los evangelios y a las páginas web. Una narración menos fragmentada de lo que podría parecer y con una asombrosa capacidad para llevarnos de la mano por este loco futuro que tanto se parece al nuestro.

Un libro irreverente, salvaje, divertido, que puede acercarse a lo más atroz y revolverse en la sonrisa:

“¡Qué jodido nos la pones, Graciano! Hay que admitir que sigues siendo un estupendo orador y anfitrión. ¿Cuántas Johnnie Azul cosecha 1981 pagó anoche el erario nacional? ¡Qué hembras, qué culos, por Cristo Jesús! Aquí entre nos, eran mayores de edad, ¿no? Esas que están ahí son las mejores aureolas jamás vistas en palacio. Ni a Santa Teresa de Ávila en el culmen de su éxtasis le brillaban las aureolas como a los melones redentores que tienes a tu lado” (…) Así, Oh, Su Excelencia, usted folla como los dioses. Usted porta en sus gónadas el poder de Zeus aún a su edad. Por supuesto, aún culea como los patriarcas del Pueblo Elegido, a quienes el Señor les prometió una descendencia tan numerosa como las estrellas del firmamento. Oh, sí; ¡y los patriarcas sí que cogían! Usted la clava como animal feroz. Usted es un animal feroz”