sábado, 20 de mayo de 2023

Reseña de ‘La satisfacción del deber cumplido. 100 años sin Andrés Manjón’. Esdrújula

 LA SATISFACCION DEL DEBER CUMPLIDO | VV.AA. | Casa del Libro

Andrés Manjón, el padre Manjón, fue un sacerdote y creador de las Escuelas del Ave maría en Granada. Una pedagogía activa, gratuita y centrada en el alumno. En Granada, peo dentro de la misma weltanschauung de Giner de los Rios, el krausismo y la Institución libre de Enseñanza. A partir de sus enseñanzas pedagógicas, 103 poetas de toda índole coordinados por Javier Gilabert, Fernando Jaén y Gerardo Rodríguez reflexionan sobre la educación, la escuela y sobre quienes no pueden acceder a ella. Podemos gozar de poetas consagrados como Rafael Guillén (DEP), Luis García Montero, Ángeles Mora, Mª Luz Escribano, Antonio Colinas…. y de otros muchos con una categoría importante dando paso a poetas de menor trayectoria. Como en la pedagogía del padre  Manjón, se divide el volumen en: Mirando hacia afuera, Mirando hacia adentro, Mirando a los demás y Mirando al maestro. El prólogo corre a cargo de Remedios Sánchez donde se ponen de manifiesto las asociaciones entre los poemas y las intenciones pedagógicas del homenajeado en cada uno de estos enfoques.

MIRANDO HACIA AFUERA

Rafael Guillén (“Tendrás que ser un niño quien me tienda la mano”); Ángeles Mora (“Pero éramos nosotros / los que nos olvidamos / de ese mundo”); Alejandro Pedregosa (“Crecer es perder / perspectiva”); Inmaculada Pelegrin (“Su determinación no entiende de nostalgias”); J. C. Friebe; Azucena Blanco (“La historia / como penumbra, cuerpos sin predicados”); Joaquín Pérez Azaústre (“Dejaste en estas piedras largas sombras”); Carmen Camacho; Reinaldo Jiménez (“Aquí no hay discurrir, todo se ordena”); Noelia Muñoz Soto (“El niño es savia. / El maestro no es maestro / si no es rama”); Ramón Repiso (“Y la mirada limpia, sin trampas no carbón”); Gerardo Rodríguez Salas (“Inventan nuestra luz”); Fernando Valverde (“No conoces la lluvia ni los árboles / pero ya eres un bosque”); Xavia Rodríguez Rivera (“El mar, al fondo, era / la azul pizarra donde el niño / depositaba sus ojos y aprendía”); José Sarria; Carolina Otero (“Cantando a los niños eterno que nada”); Francisco Javier Márquez (“¡Qué triste debe ser / nacer en las trincheras del olvido!”); Diego Medina Poveda, Diego Vaya, José María García Linaroz (“El llanto de los niños es oscuro / como la acuarela cuarteada de la pena”); Trinidad Gan (Un niño en Gaza); Ramón Martínez (“No te asustes, Aylan, estás conmigo”); Mariluz Escribano (Los niños soldados).

MIRANDO HACIA ADENTRO

Teresa Gómez (“Tras la puerta acechaba / la perversa mordedura del hambre”); Antonio Praena (“Del barro el labrador, y la maestra de tiza”); Raquel Lanseros (“El silencio es de mármol”); Olvido Andújar (“Me dieron la certeza de los libros”); Ángel Fernández Benéitez (“Cuando los ojos miran son palabra, / distinguen en las sombras el color”); Rocío Rojas Marcos (“Deja que te enseñe a descifrar mundos”); Sergio Arlandis; Virgilio Cara, Rafael Escobar (“Es un oficio hermosos / inspirador alguna senda oculta de la belleza”); Paloma Fernández Gomá (“y las antes atesoran la vida / transmitiendo el eco imperecedero / de sus huellas”); Carmen Canet (“Nuestra deuda a los que nos formaron es impagable”); un servidor; José Ganivez Zarcos (“Trocar juicio y razón por sinsentido”); Fernando Jaén (“El maestro mide en los ojos de sus alumnos / el ritmo de las horas. Repasar las lecciones”); Javier Gilabert (“No obligarlo, / dejar con sus juegos / descubrir el universo”); Asunción Escribano (“Busco bautizar centero a cada pájaro”); Raúl Pizarro; Sergio M. Moreno; Jesús Cotta (“verso para / cantar lo bello”); Carmen Palomo; Marina Tapia (“Nos modela un amor ejercido en el tiempo”); Custodio Tejada (“Mi corazón es tuyo”); Rafael Soler (“Haz lo correcto / aunque sea alto el precio”); Gerardo Venteo (“Bienaventurado sea quien / cultiva una siembra”); José Iniesta, Blas Muñoz (“No sé decir adios. Esta es mi casa”); Carlos Allende (“Cómo no sentirme un extraño / si los años pesan y nos separan”); Luis García Montero (“Nada me cansa más / que corregir exámenes. Ver cómo pasa el tiempo”).

MIRANDO POR LOS DEMÁS

Antonio Colinas (“el placer que sentí al recibir / el libro entre mis manos”); Antònia Vicens; Isabel Rezmo (“No hay mayor sabiduría que aquello que está sometido / al latido del corazón”); Heriberto de Sysmo (“Dicen que la palabra puede cambiar el mundo); Juan Antonio González Iglesias; Luis Miguel Sanmartín (“El tedio era mi libro y mi cuaderno”); Rosa Morilla; Manuel Gahete (“En ti sentí la vida”); Amelina Correa; Tirso Priscilo Vallecillo se lo dedica a sus padres y Jesús Beades; Elías S. Temprano, a sus maestros, como Jesús Cárdenas. Mónica Doña (“regreso a ser un niño con un lápiz”); Sandro Luna; Rosa Díaz; Rafael Saravia (“Hay una razón para esta oscuridad”; José Cabrera Martos; Francisco Silvera (“Qué alegría / regresar / lo que pierde / la ignorancia”); Rosario Toncoso (“Sabemos que la luz / atraviesa los párpados”); Mónica Velasco; Julen Carreño; Manuel Francisco Reina (“Por su afecto amé los libros y los diccionarios”); María Rosal, José García Obrero (“La respuesta es el tronco que crece sin raíces”); Sabrina Benguoechea (“En la pequeña jaula / aprendimos a escribir dictados”); Mario Obrero; Miguel González Mata, hay ironía y dolor. Francisco Domene (“La gente de mi barrio no se queja por nada”); Javier Bozalongo.

MIRANDO HACIA EL MAESTRO

Antonio Ballesteros González (“sentir la caricia de las letras”); Francisco Beltrán Sánchez (“Y la cueva se hizo escuela / de las gentes del lugar”); Pura Fernández Segura; José María Cotarelo (“La escuela era un cardo de letras / polvorientos, olor a tiza y a encerado”). Dedican poemas a Manjón Dori Delgado; Pedro García Cueto; Manuel Salinas; Arcadio Ortega; María Ángeles Lonardi y Raúl Alonso (“Andrés eterno, definitivo y fiel”). José Miguel Gómez Acosta; Fernando de Villena; José María Higuera (“Conocen el secreto que los nombra, / los lleva en las manos / ya no las suelta”; Daniel Cotta (“Pero está Cristo / diciendo que sí”); Macarena Tabacco; José António Sáez (“Tú eres un mediador y, en tu misión, / te dejas conducir por un dictado”); Jesús Amaya, Alicia Choin (“respiras cuando llegas al mundo / y aprendes sonriendo en la escuela”; Isabel Bermejo; Josefina Martos Pelegrín; Antonio J. Caballero (“En el pecho / llevo escrito el monólogo / de todo lo callado /…/Porque las tardes que te enseñan / un resto del amor / desvelan las razones que ningún libro sabe”).

El homenaje al padre Manjón en su centenario, ha brindado una ocasión espléndida para disfrutar de buenos poemas inspirados por una de las labores más hermosas, ser los transmisores de una cultura y dotar a los más pequeños de las herramientas para entender el mundo, cambiarlo en lo que sea menester y formarse una personalidad como hombres libres y cultos. Enhorabuena y gracias.

jueves, 18 de mayo de 2023

Reseña de Rosario Troncoso: ‘No es locura, es claridad’. La Isla de Siltolá. Aforismos. 2023

 No es locura, es claridad – La Isla de Siltolá

Esta es la segunda incursión de Rosario Troncoso en el género aforístico. Es de grato recuerdo Relámpagos (Editorial Norbanova, 2019). En el tiempo que ha transcurrido entre ambos la mirada de la poeta ha cambiado sin perder su esencia. El apasionamiento como forma de conocimiento diestro sobre la realidad. Está dividido en dos bloques, la primera, Certezas feroces, es la que ocupa la mayor parte de los aforismos. La segunda, con título homónimo, afina la mirada. Precisamente esta es una de los puntos referenciales de esta colección de certezas: “Cuánto de ti en los ojos de los otros”; “Solo le ve el sentido práctico a la vida aquel que nunca ha ardido sobre la piel de un cuerpo amado”. La mirada y el silencio: “La clave del equilibrio es el silencio”; “La meta está en aprender a buscar el silencio adecuado”.

Pero, no nos engañemos, el gran tema de Rosario Troncoso es la ausencia: “He aprendido a vivir sin pensarte. Ahora no estoy pensando en ti”; “Echar de menos no debe cronificarse”; “La libertad duele porque está hecha de heridas”; “Las cicatrices son siempre advertencias”; “Duelo que no duele no será duelo”; “Esas ausencias que nunca serán una costumbre”… Ante todo, el efecto personal tan hondo que provoca el sufrimiento: “No temo que me hieran, temo cómo seré yo después de la herida”.

No es de extrañar que procure una versión estoica de la vida: “Se dejó morir con la tranquilidad de las estatuas. La pasión bajo la piedra”; “El olvido es siempre un bien imperfecto”; “La clave de la supervivencia es aprender a no amar”; “El paraíso del sueño”;  “Hundirse solo es cambiar de medio. Adaptarse es la opción”. Sin embargo, hay un componente hedonista, epicúreo que salva la pasión más vital de esa intención de ser estatua: “Detrás de cada vicio hay un intento de huida”.

El otro gran elemento son los hijos. La visión de la infancia y la figura de ser madre hace impensable la ataraxia y el descuido: “La felicidad es líquida y se entrega a los niños. Madurar es haberla derramado por completo”; “Dios es un padre desesperado: sus hijos no se entienden, aunque compartan idioma”; “La infancia se va cuando se aprende a leer el reloj”; “Las palabras con frío incorporado: custodia compartida”. En el fondo, tiene razón cuando sentencia que “Es ese tiempo solo tuyo cuando más eres de otros”.

Gusta Rosario Troncoso de las paradojas y de ironía: “A veces creemos ser espejo para alguien, y solo somos espejismos”; “Todos los caminos llevan a Roma, pero de Ikea es complicado salir”; “A veces la melancolía solo es hambre”; “La muerte de la poesía son los recaptadores de serotonina”. Como su maestro Sánchez Menéndez, utiliza la acidez como arma: “A falta de cuchillo, causticidad”. Y es que, desgraciadamente, “Cada cual es tonto a su manera”. Dentro de esta crítica mordaz están una serie de aforismos sobre las redes sociales.

En la sección propiamente titulada No es locura, es claridad, se abre en canal y aplica esas certezas con ferocidad hacia lo más cercano, lo que más le duele: “El frío peor no es el de fuera”. El sufrimiento que proviene de que el mundo no tiene piedad, y más aún con las acciones y maledicencias de ciertos grupos sociales: “Sociopatía: el plan de hacer enemigos adrede”. Por eso, demasiado a menudo, “el camino de la verdad es la vía directa al infierno”. Y, como casi prometían Deleuze y Guattari, los antipsiquiatras de los 70, quizás  “La locura es el antídoto para la indolencia”.

Las reflexiones sobre el dolor son, según el gusto personal, de las más atinadas de esta magnífica colección: “Aferrarse al dolor por no conocer otra cosa”; “Y descubrir esa clase de dolor es el fondo de la existencia que es siempre el mismo, aunque sean otras las personas”.

Como en su trayectoria poética, la belleza y el extremo cuidado con el lenguaje, son la manera no solo de elocuencia, sino de conocimiento verdadero. Confidencias, reflexiones, una lucidez sin caer en el nihilismo –la ironía y el sentido del humor nunca faltan–, una denuncia de la hipocresía de lo que parece normal. La ausencia, el dolor que los demás nos infringen y el que la vida, sin remedio, nos tiene preparado van apareciendo como versos que contienen un poema entero.

martes, 16 de mayo de 2023

Reseña de ‘Entre diques y esclusas. Antología de poesía neerlandesa actual’. Ravenswood Books Editorial. Traducción y edición de Antonio Cruz Romero

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Clarificadora introducción del panorama poético de la lengua neerlandesa desde 1880: Ochentistas posrománticos para luego evolucionar con el grupo del 55 vanguardista y experimental. Tuvieron su respuesta en los 70 con los poetas tradicionalistas y, por último, los poetas alrededor de El funeral Solitario con Startik o Menno Wigman a la cabeza: “todo como si estuviese escrito para un guion de David Lynch”. No tienen coherencia formal ni estilo homogéneo, “una generación instruida en las nuevas tecnologías (…) se sumergen escasamente en los referentes poéticos clásicos, (…) usan una lengua común: el neerlandés”, aunque sean de los Países Bajos, Bélgica o nacidos fuera de Europa.

Dada la naturaleza dispar de este conjunto de poetas, pasamos a espigar los versos de cada uno de los seleccionados. Comenzamos con MARÍA BARNAS (1973, Países Bajos): “Escucho a mi cuerpo / pero no lo entiendo. // Quizás esté demasiado pálido. / Fluye la cabeza con demasiada fuerza” (Muevo); “Es la guerra en mi cabeza y es la guerra / en la cocina donde a mis hijos no les gusta // lo que cocino para ellos /…/ Dicen que la destrucción algo puede hacer / por custodiar. Observando que algo salga de aquí” (Es la guerra). Continúa, por orden de edad ANNEMARIE ESTOR (1973, Países Bajos): “Estoy en mi habitación / y llevo el abrigo de la muerte /…/ Estoy atrapada entre paredes de hormigón / que se ríen del ser humano / por su búsqueda del sentido” (El abrigo); “¿Qué tipo de esmog cuelga en mi cabeza? / Ahí estoy entonces, concebida de conocimiento. // Todo este tiempo la ilusión / se encontraba riendo en mi bolso. / La echo en el cráter / del volcán sobre la luna” (Cráter); “El teléfono me dijo: / Borra uno de estos sueños. / Uno de estos sueños es demasiado”.

También de los Países Bajos, encontramos a TSEAD BRUINJA (1974, Países Bajos): “mano que haces demasiado poco / esto lo sabe el fuego que espera / esto lo sabe el trabajo que queda” (Cita 1); “en algún lugar debe haber un cementerio / para el orgullo –de nuestras mujeres–” (Peregrinación). UROUWJE TUINMAN (1974, Países Bajos): “Todo está dispuesto para la llegada del hombre” (Casa Piloto); “Para empezar: aquel viernes llegué a tu muerte unas cinco horas tarde /…/ Me pasa algo. Que estás muerto, lo puedo soportar, pero no que el desagüe de la ducha esté atascado, que haya perdido mi billete de tren, y que todos lleguen siempre tarde a todas partes”. MUSTAFA STITON (1974, Países Bajos): “A veces llega un viajero a una ciudad / que por una u otra razón la desconcierta”; “Es la expresión de un deseo / pero mientras siga repitiendo / con regularidad este acto / también lo es la satisfacción” (Cartón).

De Bélgica, en cambio son TOM VAN DE VOORDE (1974, Bélgica): “En el nombre del ser humano / que creo que me ha quedado y / que espero que todos sigamos / intento no quedarme quieto” (El ojo del mundo). ELS MOORS (1976, Bélgica): “ven, tengo que entrar descalzo / en el jardín de los cerezos / que es este mundo / y te permite compartir la cosecha”. Son poetas que abarcan una generación en el sentido más orteguiano del término.

Entre medio, JOOST BAARS (1975, Países Bajos): “donde Tú naciste es el susurro / del susurro del rumor”; “una palabra extranjera / con un deseo por Tu boca”; “de miedos, yo rezo / a wikipedia, // sentado durante horas en el patio” (El crecer del espacio). THOMAS MÖHLMANN (1975, Países Bajos): “Tengo un cuerpo agradecido / tengo labios que esperan su beso /…/ quiero ser el campo donde ella pueda echarse / la hierba que ni hoja de trébol su puntal cecea / para que descanse, tengo un cuerpo agradecido, labios / que esperan el golpe de la herradura de su beso” (La novia y el novio); “No tengo nada que ofrecerte además de mí mismo, no puedo / prometerme nada más de lo que ya pasaba” (Bajo el manzano).

El caso de MAX TEMMERMAN (1975, Bélgica) es más conocido en nuestro país gracias precisamente a la labor de Antonio Cruz: “Tras una temporada o lo que fuese volviste. / La puerta se abrió y de repente estabas frente a mí mientras yo leía un libro. // Te pregunté cómo te había ido. / Tú preguntaste el título” (El factor de lo incómodo); “Los diseñadores tuvieron arrendada la venda durante los años / que viví en una arteria. Creían que todo / se podía agilizar, las sillas en las que nos sentamos, el mikado / de calles y los árboles que bordea la plaza sin consuelo” (Poema antuerpienses).

Uno de los rasgos que más llaman la atención es cierto grado de extrañeza, en parte por estar ajenos a una tradición poética poco conocida aún en nuestro país, pero en parte también por la propia voluntad de desconcertar de los poetas antologados, que mezclan universos propios de la tradición con referencias actuales y complejas, propias de la experimentación y las vanguardias. ANDY FIERENS (1976, Bélgica): “sepultado bajo polvo y libros / me pongo contento como un caballo / en la pradera” (La naturaleza); “el poema da comienzo con una explosión / que mata a todos los lectores // la única superviviente en una mujer joven / que se salva solo / porque no entiende el primer verso // (es un poema posmoderno)” (¡Los poemas son peligrosos!). Son una especie de desafío. DELPHNE LECOMPTE (1978, Bélgica): “Prefiero quedarme en Brujas, con mi chulo y mis perras” (El Blues de la ausencia de éxito); “Y fantaseo gratificante sobre sexo sadomasoquista con el tímido jabonero. / Naturalmente soy la esclava, la palabra clave es “perestroika”. / No uso la palabra clave” (Opio y perestroika).

No quiere decir que se menosprecien los momentos de lirismo o más íntimos. Al contrario. Así tenemos a KIRA WUCK (1978, Países Bajos): “No sabemos qué hacer con la cantidad de luz / que pica bajo nuestra piel” (Insomnio); “si llueve en domingo / llueve sobre nosotros diferente que con los demás / el aire es más seco y el gato no se deja acariciar”. O a la gran  ANNE BÜDGEN (1979, Países Bajos): “Se desabrocha el abrigo / se desabotonan también la altura de los pechos” (Muchacha en la persiana); “vi la orilla / compré helado y le robé / a los niños segundos divididos / de su piel y / los descambié”; “mira mira la palabra palabra / está sobre patas cojas / que se vende a sí misma” (¿Qué pías?). RUTH LASTERS (1979, Bélgica): “¿No crees que es extraordinariamente hermoso / cómo las cabinas compensaban / la escasez de auténticos árboles huecos / por número de habitantes?” (Madrigueras).

En esta antología hay variedad de temas, desde los dolorosos, las ausencias, la muerte y la angustia, a la celebración y el amor. LIES VAN GASSE (1983, Bélgica): “Si todo está bien, el mundo se ha / argumentado contra ese tiempo”; “Junto al agua crece un pueblo de esferas reprimidas. / Desde la corriente se eleva un mar de gente oscura, casi negra”. MAUD VANHAUWAERT (1984, Bélgica): “Para describir tal vacío / no encontraría las palabras”; “Cántame desde tus idiomas / que no conozco pero comprendo / háblame sobre la tristeza / que siempre viaja contigo. // Déjame ser tú, quien lleva el mando / por la ciudad llevado / estoy aquí, encantada / y quién eres tú” (Atlas). YANNICK DANGRE  (1987, Bélgica): “Así muere la cena cada día / nuestra muerte silenciosa y transforman / paulatinamente esta mesa, las cabezas / de madera de la felicidad, ciegas por nuestras / manchas y astillas, porque llevan años que / ya no nos tapamos el uno al otro” (Receta antigua); “Cada vez borra la melancolía de mi frente, / pones de nuevo en circulación mi futuro, / colocas en mi piel tus hechos más desnudos” (Museística).

Hay poemas que reflexionan sobre la escritura, la poesía como también de la identidad personal. FRANK KEIZER (1987, Países Bajos): “Suspiramos. Si seguimos diciéndonos unos a otros / que hemos fallado, que no había experiencia / colectiva, entonces también te cansas”; “luego qué quieres realmente, quieres política o quieres policía, / tienes que elegir”. MAARTEN INGHELS (1988, Bélgica): “¿El peso del mundo? Poesía”; “No esto: todavía desdentado y ya perdido hijo de Europa, / con tu pasaporte desconocido y tu brújula rota, / con dos padres su ausencia sin dirección” (Viaje alrededor del mundo en cuarenta y cuatro días  de El Funeral Solitario).

(Otra vez es ayer)

Entre los poetas vemos un consistente nivel medio de calidad, fruto de la concienzuda búsqueda del antólogo que de todas las miradas, existencialistas, experimentales o irónicas, sabe entresacar la poesía con mayúsculas. Están completados con las imágenes de Eva Gómez que pertenecen a la serie fotográfica Gatos, tumbas y escaparates cárnicos, tomadas en los Países Bajos a lo largo del año 2022. Un estuche a la altura del contenido.

 

sábado, 13 de mayo de 2023

Reseña de Alicia Choin: ‘La luz de las trincheras’. Esdrújula Ediciones. Colección Diástole. 2022

 LA LUZ DE LAS TRINCHERAS | ALICIA CHOIN | Casa del Libro


Después de embarcarse en proyectos que tenían más el tono confesional e íntimo, Alicia Choin cambia de rumbo y se enfrenta a lo terrible, a la guerra. En el prólogo, Marina Tapia destaca entre los rasgos de estilo la mezcla de elementos de la cultura alta y baja, música pop, cine, marcas… El efecto conseguido es el de involucrar al lector en el desastre, en el sufrimiento ajeno, ese que sucede fuera de nuestro paraíso acotado: “Estoy en el jardín, un muro de cipreses me separa / del cementerio del mundo. Miro los peces” /…/ Pero me llama la cobardía de los poetas / que se creen valientes e importantes / porque hablan sobre la paz en el mundo / como hacen las mises cuando ganan” (Poeta hipócrita).

La guerra es la medida del mal absoluto, el horror máximo: “Querías pasar la tarde conmigo. / Nunca te dedico tiempo. / Será porque no he vivido una guerra” (Paraíso acotado). Sirve como contrapeso trágico (“Qué va a ser de nosotros, / dicen los vencidos / mientras compran en Zara, / salen de cervezas con los amigos / y pagan como pueden, sus facturas”, Resultados electorales), incluso a nivel íntimo (“… Los recuerdos me acarician / la cara como se acaricia a las locas. / Tranquila, no temas. No puedes pasar página. / Reconócelo. La guerra es solo contigo misma”, La guerra es solo…); “La guerra estalló otro día más dentro / de mí y sus balas salieron en forma / de palabras que he disparado contra / mis amigos, provocando otros conflictos” (Contagio bélico).

Este es un libro crítico, pero no solo con lo obvio, es una apuesta por la conciencia que no cesa de ser atacada y anestesiada: “El telediario nos ha puesto dos muertos / en uno de los platillos de la balanza /…/ Hay una noticia de ´última hora / mientras saboreo una copa Danone: / 100 muertos a granel en el otro / platillo de la balanza. ¿Son de Asia o África? / No recuerdo” (Muertos a granel de algún lugar lejano); “Los señores aliados han firmado / la paz y sus hijos sí juegan / con su muñeca en su cara. // Nos llevan de excursión a Austria. / 40 kilómetros diarios sin comida ni agua. /…/ 2 millones de bajas legados en silencio / esponsorizadas por la conferencia de Postdam. / Muero en la cuneta.. / ¿Estamos en paz?”. Por eso, en la sección La guerra se repite por los siglos de los siglos. Amén aparecen otros escenarios de otras guerras: “Enterramos juntos a nuestros muertos / y pedimos perdón. / Rezamos al mismo Dios /…/ La verdadera patria está en el amor de los hombres” (Tregua de Navidad); “Hay pensé que la vida era horrible / y tú me besaste y me deseaste / dulces sueños // Hay un mensaje de esperanza / en los besos de todos los niños” (Índice).

En Otros frentes abiertos homenajea a su madre y a todas las mujeres que se dedicaban a “sus labores”: “Como una cerilla que quema / por unos segundos tus dedos, / así has sentido mi muerte / en el infierno del mar // El fútbol ha sepultado / mi efímera desgracia” (Cielo abrasado). Las guerras que sufrieron también incluyen el maltrato, o la pandemia: “A lo mejor yo estaba en el cine, / tomando ansiolíticos para el estrés / o quejándome de ese kilo de más, / cuando el mar fue su sudario”; “¿cómo podemos ganar a este dolor / sin un abrazo, sin los besos, sin una caricia?” (Monumento a los soldados desconocidos caídos en la pandemia del covid). Un canto, en suma, a los cuidados que se amplifica en la última parte, Plegaria: “Si todo eso no hubiese ocurrido, no sabría que el futuro / que deseo es el pasado de la película, la amistad camina / por las calles y nos acercamos a terrazas sin toques de queda” (Cinema Paradiso y Bésame mucho).

Continúa con un canto apasionado a la lectura que nos salva la vida: “He paseado por un campo para huir de la guerra /…/ Me he encerrado en mis libros para huir de la guerra /…/ He venido a este poema para huir de la guerra. / ¿Y tú? ¿A qué has venido?” (Huir de la guerra de la Humanidad); “Dime si la sangre aún germina en las tristes / páginas de los libros de historia, si los violines / siguen sollozando en una velada de desamor / a la luz de los cirios” (Plegaria a los hombres y mujeres del futuro).

La luz de las trincheras consiste precisamente en eso, en aportar luz para que veamos el horror y en buscar la luz en los momentos más desesperados: “Y comprendo que la paz es esto: / el cortejo de la ciudad es un turista / que la mira embelesado y está deseando / penetrarla y hacerla suya” (Turista en Budapest)

“Si todo el dolor del mundo cabe en pocas palabras,

en unos cuentos poemas” (La luz de las trincheras)