De
pequeños aprendimos que no se podía servir a dos amos. Había que elegir dios o
el dinero, porque si se escoge a uno, se deja de atender al otro, y viceversa.
En política, sin embargo, mucho me temo que las decisiones sólo triunfan cuando
sirven a más de un amo. No dudo que muchas de las teorías, explicaciones, propuestas
tengan en su origen, un válido intento intelectual, moral, vocacional de servir
de mejora para la sociedad; lo triste es que sólo salen adelante cuando, además
de las finalidades primigenias sirven para conseguir otros propósitos más espurios.
O al menos, sirven para satisfacer a diferentes grupos.
La
mejor manera de verlo es con algún ejemplo. Me dedico a la enseñanza
secundaria, la que está siendo vapuleada desde todos los puntos posibles.
Recortes en salarios, aumentos de horas, despido de compañeros, cambios
inverosímiles con la nueva normativa LOMCE… Para no parar. El caso es que como
docente me siento bastante deslegitimado en muchos aspectos. Uno no se termina
de acostumbrar a que cualquier fracaso de cualquier alumno sólo tenga una
causa: el profesor. Como he visto en la publicidad de una Academia de Música (¡!???),
si tienes problemas con las Mates o se te atraganta la Lengua… “el problema
casi nunca eres tú”. Así, literalmente.
La
administración parece apoyarte cuando “intenta” igualarte en la consideración
de autoridad pública, pero si uno se fija bien, ante cualquier problema es
conveniente tener todo atado y bien atado. Al final uno termina por practicar
una enseñanza “defensiva”, más pendiente de evitar problemas que de enseñar. No
estoy diciendo que todos los profesores lo hagamos bien permanentemente, y que
todos seamos vocacionales trabajadores abnegados y sufridos, que llevamos
nuestra profesión mitad monjes, mitad psicólogos, mitad asistentes sociales, mitad
encantadores de serpientes.
El caso
es que conozco a más de uno que es así de maravilloso, pero no se puede exigir
ese grado de entrega y dedicación. Como padre lo que pido es simplemente un profesional
que enseñe la Meseta, cómo funcionó el feudalismo y qué es eso del
neocolonialismo. ¡Qué error el mío! Ahora no se trata de enseñar esos
contenidos, hay que empeñarse en trabajar y, sobre todo, evaluar las CCBB,
Competencias Básicas.
¿Qué
son las Competencias Básicas? No termino de tenerlo claro, pero según parece, como
profesor de Sociales debo preocuparme de evaluar si el alumno tiene competencia
matemática, comunicativa, sobre el conocimiento físico, plástica, digital,
aprende a aprender y es autónomo. En la lista de competencias me dejo la llamada
“Social y ciudadana”, que no se ocupa de indagar sobre el conocimiento de la
realidad social, sino que es una suerte de baúl de sastre de buenas intenciones
y mejores hábitos. Yo pensaba que me encargaba de la parte de los países y las
revoluciones, pero no. Eso es conocimiento que cualquiera puede conseguir con
un teléfono móvil. Es lo que nos dicen las pruebas PISA, así que, ¡a cambiar el
chip! Que aprenderse la lista de los reyes godos está pasado de moda. ¡Y tanto!
Yo soy medievalista y no tuve que aprendérmela. La administración me
desautoriza desde el temario. Lo que explico, ya sea Carlos V o el nazismo, no
tiene importancia per se, no sirve
para nada.
Ante
cualquier barbaridad como esta yo empiezo a preguntarme a quién beneficia,
quién sale ganando. Comencemos con PISA. Este dichoso informe está organizado y
patrocinado por la OCDE y representa una visión muy economicista de la
educación. Su objetivo es conseguir que el sistema educativo prepare a los
alumnos para un “buen” puesto de trabajo. Un buen puesto de trabajo ahora
consiste en ir cambiando rápidamente de empresa, de ocupación y de país. De ahí
la insistencia en los idiomas, en la autonomía y en aprender a aprender. Es una
visión, creo, muy reduccionista de la educación. La Constitución vigente
especifica que la educación tiene por objeto el pleno desarrollo de la
personalidad humana.
¿Por
qué tiene entonces éxito esta barrabasada? Porque en parte da respuesta a la
mala conciencia de una educación demasiado memorística, muy teórica en los
idiomas, con poca práctica, poco creativa. Aquí insisten los visionarios de las
conferencias TED, como Ken Robinson. La escuela mata la creatividad. Quien haya
corregido redacciones de adolescentes se dará cuenta de lo poco creativos que
son y lo nerviosos que se ponen cuando se les desafía a ser originales: “Maestro,
entonces, ¿qué pongo?”
También
sirve para evitar problemas a la administración. El objetivo último de la evaluación
por competencias (sí, sé que oficialmente es evaluar “las competencias”) es que
haya un porcentaje de cada asignatura que se pueda lograr en otras asignaturas.
Así, quien no apruebe matemáticas, puede conseguir el objetivo de la
competencia matemática a través de materias como Ciencias Naturales, Ciencias
Sociales o Tecnología. De esta forma podrá obtener un título aunque lleve
varias materias suspensas. El sistema es así de perverso. Los número saldrán y
el sistema educativo español tendrá unas perspectivas inmejorables.
Si yo
fuera alumno estaría aterrorizado de que en cada materia me estuvieran
vigilando todas las otras, pero como ninguno somos especialistas más que en la
nuestra, tendemos a ser más magnánimos evaluando competencias que no nos
competen. Ellos también “ganan”. Aprenden menos, pero aprueban más.
De
esto, además, los padres ni se enteran, porque en el boletín de notas sólo
aparece un 7 en la asignatura y punto. Todo lo demás depende de la voluntad del
grupo de profesores.
Así que
tenemos una reforma educativa encubierta en la que nadie de los implicados sale
ganando, pero todos están muy contentos. Los empresarios porque tienen mano de
obra bien preparada y dispuesta a los cambios; la administración porque no
tienen problemas con los padres y los suspensos; el sistema porque tendrá
individuos incultos y acríticos; los alumnos porque con poquito que hagan
pasarán de curso. Y además es gratis, porque todo se basa en el trabajo del
profesor que, para expiar culpas anteriores, abandonará el conocimiento
memorístico en pos de lograr alumnos competentes.
Es un
ejemplo que conozco, pero hay muchos más. La privatización de lo público desmontará
el sistema, abrirá la puerta a convertirlo en un negocio enriqueciendo a las
corporaciones que se encarguen de los hospitales o las escuelas (en Sanidad, en
el registro civil, en la educación); pagará favores (Mariano Rajoy es
registrador); mientras que dará la razón a quienes piensan que lo público está
siempre mal gestionado y se han quejado de lo mal que funciona la Seguridad
Social y lo bien que lo hacen los hospitales de pago. Los colegios privados
segregarán a los alumnos según sus posibilidades económicas y reforzarán la
idea de que la pública da un nivel muy bajo. La nueva ley del aborto contenta
la moral de los más intransigentes y retrógrados, satisfará a quienes se ven en
la obligación de controlar no sólo las almas, sino también los cuerpos, ahorrará
en abortos en la Seguridad Social, y como luego no se aumentará la paga en
dependencia, no habrá problema. No se trata de una simple estafa, funciona
porque contenta a varios grupos de presión. Un gran negocio sirviendo a dios.
Pero
bueno, estas quizás son las ventajas de tener como dios al dinero.
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