Si hay
algo que detesto en esta vida es que me malinterpreten. Ya bastante tengo con
cargar con mis meteduras de pata como para hacerme responsable de lo que no es
mío. Ignoro si a los demás también les pasa en la misma medida. Si es difícil
acertar de vez en cuando con lo que uno realmente dice o quiere, imagino que
interpretar correctamente instrucciones vagas tiene que ser casi imposible. Y
más si las instrucciones te las dan miles de votantes.
Según
está establecido, en una democracia representativa como la que sufrimos en
España, los partidos políticos son los intérpretes de la Voluntad General. Así,
con mayúsculas. Ellos plantean los temas que más nos preocupan y proponen las
soluciones que más nos convienen, no porque estén dotados de una sabiduría
especial, divina, sino porque son intérpretes. Ellos entienden que si tú
depositas tu voto en una urna con su carátula y su lista no sólo indica que
estás de acuerdo con todas las propuestas que incluyeron en su programa
electoral, también que corroboras todas sus críticas a los demás partidos y si,
en caso de que haya que cambiar de principios, como decía Groucho Marx, pues se
tienen otros.
Así de
buenos intérpretes son los partidos políticos.
O, al
menos, presumen, porque en la triste realidad nos encontramos con que cada uno
de ellos dice que su interpretación es la correcta y los demás son unos herejes
embaucadores que nos van a llevar a la ruina.
La
verdad es que quiero pensar así, porque la otra opción que se me ocurre es que
son los partidos los únicos que saben seguro lo que necesitamos, mucho mejor
que nosotros mismos. Como unos padres rígidos ante niños caprichosos y
malcriados. Esa opción la veo mucho más propia de una dictadura que de una
democracia que considera a cada mayor de edad soberano de sus gustos, preferencias
y opciones políticas.
Cuando
alguien vota a un partido político raramente estará de acuerdo con el total de
las propuestas y con el cien por cien de los líderes. Uno se maneja con cuidado
y si cambia la intención de voto de unas elecciones a otras supongo que será
porque los susodichos partidos o bien no cumplen lo que prometen, o bien lo que
prometen no cumple nuestras necesidades. Y a lo mejor pensamos que otro
partido, aunque estemos de acuerdo con la mitad del programa, será más honesto
en su cumplimiento.
Y es
difícil de decidir, porque en la forma casi todos los partidos dicen lo mismo,
que si acabar con el paro, la corrupción, la crisis, los impuestos, la desigualdad…
Más
liado aún está resultando poner algo de lógica a los pactos post-electorales. ¿Qué
significa que un partido sea el más votado, pero que no tenga mayoría absoluta?
Para los implicados el significado de la voluntad popular es que ellos deben
gobernar. Se daría entonces la paradoja de que con un 23%, por ejemplo, de los
votos, se presenten como los valedores de la representatividad. O dicho de otra
forma. Sólo te han votado 23 de cada 100, que ni siquiera son todos los que
pueden votar. ¿Es lógico pensar que debes gobernar tú?
El caso
contrario también me suscita dudas. El 77% restante se unen para presentar un
gobierno de coalición, en números absolutos está claro que la mayoría no quiere
al partido del 23%. Vamos a decirlo con letras. El Partido Popular puede ser la
lista más votada en comparación a los otros partidos, que sumados superan el
50% de los votos. Podríamos decir con seguridad que la mayoría de los votantes
no quieren al PP, pero ¿quieren una coalición? Ahí está el dilema.
En
Andalucía, Susana Díaz convocó elecciones anticipadas y se encontró luego con
que había perdido más de cien mil votos, ella salió diciendo que había ganado
porque los demás partidos no la superaban. Como lista más votada le corresponde
proponerse para la investidura, y se enfada si el resto de partidos se lo
impide, o impedía hasta ahora. ¿Por qué se enfada? ¿No han querido los andaluces
votar a algo diferente? Pues eso debe ser porque no quieren el PSOE. Si lo
hubieran querido lo habrían votado. Apoyar a Susana Díaz en la investidura
puede ser considerado una traición a los votantes que no quisieron votar al
partido socialista.
En la
alcaldía de Madrid la lista más votada ha sido la de Esperanza Aguirre, pero
Manuela Carmona cuenta con el apoyo del PSOE y se ha investido alcaldesa. Supongo
que la explicación se basará en la apreciación de que la mayoría de madrileños
no quería al PP y sí a otra cosa. ¿Qué otra cosa, dirán los de derechas? Pues
unos el PSOE y otros a Carmena. La mayoría de los madrileños tampoco quería a
Carmena, y mucho menos a Carmona.
¡Vaya
lío! Y así en Cádiz, Sevilla, Barcelona, Valencia…
Y para
complicarlo más tenemos a Ciudadanos que en un lugar apoyan al PSOE y en otros
al PP. ¿Cómo habrán hecho para interpretar la voluntad de sus votantes?
No es
pregunta baladí, porque se han llevado toda la campaña lanzándose puyas y
evidenciando los riesgos de unos y otros. Ahora toca desdecirse y hacerse
amigos y resaltar las líneas de acción comunes y las hojas de ruta
coincidentes.
En la
teoría de juegos se habla a menudo de la segunda mejor opción. Es decir, de
preguntar no sólo quién es tu primera preferencia, sino también cuál es la
segunda, e incluso cuál sería la última. Ese es en parte el mecanismo de las
segundas vueltas. Si no gana tu candidato, ¿a cuál preferirías? Si los partidos
que se alían son de izquierdas, podemos sospechar que sus votantes se
decantarían más por un candidato de izquierdas, aunque no sea del partido que
han votado, antes que triunfe el candidato de la derecha.
Esto
conecta con la teoría del voto por asco que alguna vez he referido. Prefiero
cualquier cosa antes que vuelva a salir ese que es un corrupto.
En el
fondo todo tiene su coartada democrática y su regusto a trampuchería, como
dicen en mi pueblo.
Ante la
duda, siempre está el recurso de hacer como han hecho precisamente en mi pueblo
Izquierda Unida, preguntar a sus bases, votantes y simpatizantes si apoyar o
pertenecer al gobierno municipal en coalición con el PSOE, quienes, además, tenían
la mayoría relativa por ser la lista más votada.
Podría
ser, al menos, un método para que no malinterpretaran mi voto. ¡Con el coraje
que me da!
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