La libertad es un concepto extraño. Es una palabra talismán y
tabú al mismo tiempo. Quienes defienden la absoluta libertad de disponer de su
dinero -los que lo tienen- fuera del alcance de las garras del Estado son los
que claman contra el libertinaje de las relaciones sexuales, de la ligereza en
las costumbres y de las innovaciones en las relaciones sociales. Quienes
reclaman la libertad de expresión pretenden apoyarse en la fuerza del Estado
para controlar las publicaciones. Son complicadas las relaciones con la
libertad. ¿Tiene alguna posibilidad el gobierno elegido por los ciudadanos de
servir a estos mismos ciudadanos o es un arma más de los poderosos para controlar
a las masas? En el primer caso es el último reducto de los que no somos nadie,
en el segundo, es el tirano más grande, el Leviatán más absoluto. Bakunin tenía
razón.
Los que nos criamos con las advertencias de Foucault vivimos
en la certeza de que no hay escapatoria, luchar contra la opresión es el mismo
juego. Oponerse y estar a favor es la misma ola. Otros deciden el campo de
lucha y las condiciones. No hay libertad posible, todas las opciones están
contempladas. Por eso muchas resistencias parecen infantiles pataletas. No hay
libertad a efectos prácticos. Uno de los problemas que suscita la lectura
interesada de Foucault y los posmodernos es el cinismo, el igualar todas las
opciones y constatar su fracaso. Abandonad toda esperanza.
A veces, si nos fijamos un poco, atisbamos a ver la tramoya
de los aparatos del poder, del macro y del micro. Como en los deja vu de
Matrix, puede uno ser consciente de las trampas y argumentos falaces que se
idean y transmiten para minar las esperanzas de liberación. Uno de los más
potentes es el que identifica la libertad con la individualidad.
Es curioso que sólo nos sintamos libres cuando estemos solos,
como si los demás nos impidieran realizar nuestros sueños. Es lo que dejaba
marcado Freud con su Malestar en la cultura. El hombre, lobo solitario,
decía Nietzsche, debe renunciar a la compañía para, no sólo poder realizar
acciones, también para poderse realizar a sí mismo. El precio de la libertad es
la soledad. Ahora, incluso no consideramos la soledad un precio a pagar por ser
libres, sino una ansiada meta en sí misma. Ojalá estuviéramos solos porque así
podríamos…
Una cosa es que nos pleguemos a los deseos de los demás, y
que siempre subordinemos nuestros deseos a los del resto, y otra, muy distinta,
que sea la comunidad la que nos impida la libertad. Pero, ¿qué es la libertad?
Así, apresuradamente, para entendernos, la libertad es hacer lo que queramos.
Bueno también debería ser querer lo que queramos, pero eso lo dejamos para otra
ocasión. Para hacer lo que queremos en bastantes ocasiones necesitamos de los
demás. Como en la preciosa escena de Único
testigo, tantas veces imitada, de la comunidad Amish ayudando a levantar el
granero. Necesitamos a los demás para llevar a cabo nuestros deseos.
Esta obviedad, que Aristóteles enunciaba como la animalidad
política del hombre, está socavada por un gusano que identifica interesadamente
la libertad con el egoísmo psicópata, convirtiendo en héroes a empresarios
codiciosos, médicos insensibles, detectives autistas. Los placeres de la
compañía se consideran debilidades, se tergiversan las enseñanzas de hombres
tan lúcidos como Henry David Thoreau y se ensalzan poemas como el de R. Kipling (ese que viene
a decir que sólo serás un hombre si te da igual ocho que ochenta).
Nos obligan a considerar a los demás como enemigos, como
competidores, como si estuviésemos, como mínimo en una olimpiada perpetua o en
una guerra continua. Las opciones políticas están en lucha, se ridiculiza
cualquier cooperación, se sustituye el trabajo en comunidad por el concepto de sinergia, que convierte en fuerza
invisible los intentos egoístas coordinados en el que todos ganan. Terminaremos
por convencernos de que es imposible la acción en común salvo que todos tengan
el mismo interés, como muchedumbres egoístas. Ni siquiera se libran los
deportes de equipo, marcados por la aparición de jugadores estrella, rivales en
su propio equipo, a los que deben plegarse los demás.
La historia es la historia de la lucha de clases, el
enfrentamiento es el gran creador de la historia de la humanidad. Pero
enfrentamiento no tiene por qué ser violento, los conflictos acaban siendo
resueltos mejor o peor, pero siempre acaban por incluir a vencedores y a
perdedores. Es verdad que mis intereses pueden chocar con los de otros, es
cierto que uno tropieza constantemente con la incomprensión y la estupidez que
pone zancadillas por el propio placer de frustrar a los demás, pero es más
cierto que todos convivimos gracias a la colaboración constante de los demás. Y
lo dice alguien que disfruta de la soledad y que abomina de las celebraciones
masivas.
El pesimismo es una de las armas más poderosas para acabar
con la resistencia. Las prácticas personales acaban siempre por escaparse del
control. Los que nos dedicamos a dar clase somos muy conscientes de la
imposibilidad de tener todo vigilado y reglados los comportamientos. Por mucho
que intentemos mantener el silencio, siempre hay conversaciones y cuchicheos, y
las personas normales que son nuestros alumnos, se escapan como el agua entre
las manos. Pesimismo es la dolorosa certeza de que no somos dueños de nuestro
destino y que éste siempre llegará al peor de los mundos posibles. Y puede
llevarnos a la desesperación y a la inacción. La justificación que nos damos
para no dedicarnos con más esfuerzo a cambiar las cosas es el cinismo, que
intenta convencernos de que nada sirve para nada.
Si nada sirve para nada, si nada tiene sentido, si todos los
esfuerzos son inútiles, decidamos libremente, optemos por la alegría. Si al
final intentarán doblegarnos, nunca lo podrán del todo, siempre querrán ir a
más, nunca estarán satisfechos con el control, siempre estarán con miedo de que
escapemos. Disfrutemos unos al mismo lado de otros, unos junto a otros, unos
frente a otros, escapemos y que no nos venza el cinismo.
Mi mas sincera enhorabuena por este artículo genial. Como cada vez que publicas un artículo de opinión, lo leo y no dejo de admirar tu capacidad para escribir con esa facilidad que se desprende de la lectura. Eres un mas que estupendo articulista, y las opiniones sobre el tema que nos planteas son del todo acertadas. Enhorabuena, por tan deliciosa elocuencia. Gran virtud.
ResponderEliminarCaray, Rosa. Me vas a poner colorado. Gracias de verdad por unos elogios totalmente inmerecidos.
ResponderEliminar