Tomarse
estas reflexiones en serio no significa que no vaya a mirar a ambos lados de
una calle para cruzar, significa ser consciente de que la historia de la
humanidad, y de la ciencia en particular, está plagada de supuestos sentidos
comunes, de razones que no eran sino racionalizaciones pensadas para justificar
una dominación. Las ideas de una época son construcciones sociales. Eso no
quiere decir que el rey absoluto impusiera la botánica a sus enviados a las
Américas, lo que significa es que a los ojos de los naturalistas de la época,
todo, desde el Rey hasta las más minúsculas hierbas, debía regirse por la
razón. Si no hubiera sido un pensamiento “razonable”, si no hubiera pasado por
“sentido común”, evidentemente, no habría llegado a los libros de texto. Aunque
se han dado múltiples casos de que se han colado barbaridades incluso para su
época.
La
mayoría de los que critican a los relativistas acaban por darle la razón al
adversario. Los físicos que reniegan de Kuhn terminan por aplicar, con el mismo
nombre o con otro, el concepto de paradigma y de revolución científica. Un
ejemplo leído esta misma tarde, los “realistas” pretenden que la razón por la
que un enunciado como “la nieve es blanca” es verdad radica en que la nieve
efectivamente es blanca. Pero cualquiera que viva en territorios nevados sabe
perfectamente que la nieve es blanca, pero con matices, incluso que puede tener
un color sucio con la polución, o que directamente sea barro. Y en todos los
casos es nieve. Sé que es un ejemplo tonto, pero las cosas del sentido común
son así.
Lo más
llamativo de esta lucha de ideas es que, en estos momentos, parece que ser
relativista es ser el peor absolutista y, además, culpable de quebrar el avance
de la civilización. Un poco como en la filosofía de Derrida donde lo que parece
ser es siempre lo contrario. Los partidarios de que la religión se imparta en
los centros educativos acusan al relativismo de ser la ideología más despótica
de todas. Lo dicen quienes ofrecen un solo camino a la salvación y mandaban
hasta hace muy poco al infierno a todos los demás (ex Ecclesiam nulla salus), los que, a poco que se les permita
influir en las decisiones políticas, acaban por imponer su visión reduccionista
y machista en temas controvertidos como el aborto y las tradiciones. Las
religiones están utilizando a su favor las conquistas que la Ilustración
procuró a los que no aceptaban la imposición de las religiones, el derecho a
pensar por sí mismos. Aprovechan el relativismo a su favor. Tus ideas y tus
razonamientos no pueden contra ellos porque están en su derecho a pensar así.
Por lo visto defender el relativismo cultural es imponer una ideología mientras
que evangelizar no lo es. El mundo patas arriba.
Mi
relativismo es antiabsolutista, no pretendo sentar cátedra en nada, sólo
discuto porque no estoy totalmente seguro. Intento estar más seguro cada día,
encontrar más argumentos, mirar las cosas de otra manera, un poco de humildad.
Sé que el razonamiento no me va a dar la seguridad absoluta, pero es lo mejor
que tenemos. El caso es que quizás ni quiera la seguridad absoluta. Me
encuentro bien dudando.
Me da
la impresión de que necesitar apoyos firmes o no necesitarlos no es tanto una
cuestión de filosofía como de gustos personales. Hay quienes necesitan tener un
centro de gravedad permanente, como decía Franco Battiato –creo que un tanto con
ironía–, y estamos otros que nos entusiasmamos ante la idea de que las cosas y
los juicios no son eternos y que dependen de las sociedades cambiar o no.
Imagino que es lo que pasaba con Kant (al que, por otra parte, me parezco) y lo
que le sucedía a Heráclito. Uno no salió de su pueblo, y el otro no podía
bañarse en el mismo río.
Lo que
me da miedo es que cosas tan “evidentes” no lo sean tanto. Hace ya tiempo que
aprendimos a desconfiar de la razón, que a veces se comporta como un monarca
absoluto y en su nombre se perpetran crímenes atroces, como la eugenesia o la
solución final de los nazis. Pues si tras los filtros de la razón encontramos
apetitos inconfesables, ¿qué no encontraremos tras las intuiciones? ¿El sentido
común, que ya sabemos de antemano que no es tan común, no nos engañará para
justificar que queremos lo que queremos, que odiamos lo que odiamos y que somos
como somos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario