Más aún
en el caso del cuerpo de la mujer. No podemos negar que se tiene un control más
riguroso sobre los cuerpos femeninos que sobre los homólogos masculinos. Se
legisla sobre el aborto, que para muchos será cuestión de defender o no la vida
de un nuevo ser, pero para otras es sólo su propio cuerpo. Se legisla sobre la
prostitución, actividad mayormente femenina. Y da la impresión de que se
considera a la mujer como un menor de edad a la que hay que asesorar para que
pueda decidir de manera razonable. No es que todos estos casos sean iguales,
por supuesto, pero me da la sensación de que si fueran asuntos que atañeran a
los cuerpos de los hombres se habría solucionado definitivamente desde hace
mucho tiempo.
En el
caso de los vientres de alquiler hay varios aspectos que se entrecruzan. Por un
lado, está la política reproductiva. Para muchos, cualquier decisión consciente
sobre el embarazo se convierte en reprobable. Sólo dios tiene la potestad de
permitir o no la perpetuación de las especies. Es casi un tabú que proscribe el
preservativo antes siquiera de saber si va a evitar un embarazo. No se puede ni
siquiera plantear.
Otro
prejuicio es que la maternidad subrogada es la única solución para que dos gais
puedan tener descendencia genética. Si un sector importante del conservadurismo
considera que nunca podrán ser una familia porque solo las parejas
heterosexuales cumplen la norma, más aún estarán en contra de esta práctica
reproductiva.
Digo
prejuicios porque suponen un obstáculo previo a la deliberación del caso que
nos ocupa. Otras consideraciones más específicas tienen que ver con la
posibilidad de que transforme a los seres humanos en fabricantes de seres
humanos. Y más concretamente, que convierta a los sectores más empobrecidos de
la sociedad en productores de bebés, como ya lo son en muchos países de órganos
para trasplantes –legalmente o de forma mafiosa–. Es un argumento de peso. No
podemos permitir que la miseria de unos los obligue a venderse y vender su
cuerpo de una manera indigna.
En
España la donación de esperma y óvulos, que es secreta, contempla la
posibilidad de una retribución en calidad de compensación por las molestias y
nunca como un pago tan elevado que suponga una tentación para dedicarse “profesionalmente”
a estos menesteres. En muchas ocasiones se trata de jóvenes de clase media que,
con la compensación, pueden estudiar más desahogadas o darse un capricho.
Podríamos contemplar un modelo parecido, si bien, la maternidad subrogada no
podría ser secreta.
Por lo
que se ve en los documentales sobre vientres de alquiler estadounidenses, la
mayoría de las mujeres que se prestan pertenecen a una clase media más o menos
acomodada, sin problemas económicos, porque estos serían contraproducentes en
un embarazo. Son personas comprometidas con la comunidad, madres de familia y
religiosas (que no católicas) en bastantes ocasiones. Con una buena regulación
y unas agencias que velaran por el proceso se podría limitar esa tentación.
El
argumento que pone de relieve que los más pudientes pudieran aprovecharse de la
miseria de los demás me parece que habría que enfocarlo de una manera más
amplia. Es cierto que es un tema muy delicado y diferente de otros oficios,
pero hay que verlo en perspectiva. ¿No es cierto que la miseria es necesaria
para el mundo actual? En ocasiones me he referido a los argumentos
decimonónicos sobre la utilidad de la pobreza para que sirva de acicate a las
clases inferiores. Se parte de la base de que su situación es debida a la
pereza y la miseria sería el aguijón para ponerlos en marcha. Neoliberales
contrarios a los subsidios y ayudas participan de este imaginario.
La
pauperización de grandes capas de la sociedad, de continentes enteros es
imprescindible para la fabricación de productos a muy bajo precio. Endurecer
las condiciones laborales es una forma muy efectiva de conseguir motivación
para realizar trabajos peligrosos, mal pagados y con poquísima seguridad. Se
podría decir que hay una conspiración mundial para empobrecer a la sociedad y
que acepte que el Estado del bienestar ha terminado. ¿En qué se diferencia esta
presión de la que queremos evitar a las mujeres que alquilen su útero?
De
acuerdo, no es lo mismo. Pero si consiguiéramos erradicar la miseria, si se
alcanzara un sueldo digno para cualquier escala laboral, desde el reponedor
hasta los profesionales cualificados, eliminaríamos definitivamente la miseria
como elemento que fuerza a las personas a realizar trabajos poco dignos, y a
las mujeres a vender su cuerpo o alquilar su vientre para que familias con
recursos se den el capricho de tener un hijo genético. Así, quien quisiera ser altruista y colaborar en la maternidad subrogada lo haría sin sospechas.
Lo que
no termino de entender, y perdóneseme la frivolidad, es que los católicos estén
en contra. A fin de cuentas, si María, la Virgen, fue la madre de dios, tal
como le anunció el arcángel, fue la primera madre subrogada.
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