Equidistancia a veces significa
que no quieres comprometerte, que quieres llevarte bien con unos y con otros,
que prefieres no enemistarte y no dar tu opinión claramente por miedo al qué
dirán. En realidad, todos deberíamos ser conscientes de que ninguna parte está
totalmente en lo cierto, que a todas las posiciones se les puede poner un pero. Eso no significa, en modo alguno,
que todas las partes sean iguales. Habrá quienes mientan mucho y habrá quien
acierte en la mayor parte. Criticar los fallos de los primeros debe ser
prioritario y señalar los errores de los segundos, un gesto de honestidad.
Las prácticas, sin embargo,
tienden a lo contrario, a criticar a los otros y recrearte en las más mínimas
incoherencias, mientras que obvias, no por vergüenza, sino como una táctica. El
sesgo es inevitable, de todas formas, pero me sigo preguntando como sociólogo
qué hace a las personas indignarse por según qué cosas mientras pasan por alto
agresiones muy evidentes.
El caso catalán da pie a muchas
preguntas, sobre todo porque los ánimos están muy extremos y las hipocresías y
las mentiras sobrepasan, con mucho, la palabra de moda. Esto es mucho más grave
que una posverdad. A algunos les molesta sobremanera y denuncian en las redes y
los medios que alguien haya votado dos veces, mientras callan ante las cargas
policiales. Como si hubiera sido necesario aclarar que el referéndum se hacía
sin las más mínimas garantías. Otros se recrean en los heridos, sin prestar
atención a si las fotografías se corresponden al momento o si mienten. Da
igual, desgraciadamente, que hablemos de heridos en las filas de los ciudadanos
o de las fuerzas de seguridad.
Habría que recordar el pasado,
echar un vistazo a los movimientos de masas de los siglos XIX y XX y sacar
conclusiones. Las pasiones son fácilmente desatables y parecen muy fáciles de
controlar. Pero no siempre es así, encender la mecha a voluntad no te garantiza
tener controlada la explosión. También hay que tener cuidado con sacar
demasiado pronto las similitudes. A grandes rasgos todo es lo mismo, pero a ras
de suelo, todo son diferencias. Hay que aprender a distinguir los árboles sin
perder de vista de qué bosque hablamos. No todo es fascismo, no todos son
violentos. Ni de una parte ni de otra, ni de la tercera margen del río.
Los fascismos, los totalitarismos
tuvieron un componente nacionalista muy importante. A veces llegaban al racismo
más extremo. Pero no todos los nacionalismos tienen forzosamente que llegar al
fascismo, por mucho que sea un peligro muy probable. Amar la patria, aunque sea
un sentimiento que me sea muy ajeno, no lleva a odiar a las otras. Si te
sientes español no es obligatorio ni siquiera ser monárquico, de la misma forma
que si te sientes catalán y no soportas pertenecer al estado español no tienes
por qué pensar en un supremacismo. El problema es hasta qué punto se acaban
identificando esas posturas con las mayorías.
Parece tristemente evidente que
las manifestaciones, las pancartas, las banderas, están siendo agitadas y
reivindicadas sin pudor. Tener la bandera española no es ser falangista, pero
es un grave peligro permitir banderas con el águila a tu lado. Se corre el
riesgo de que te identifiquen (lo que no sería nada de raro porque durante toda
la dictadura se identificaron una y otra). Portar una estelada no te hace
violento, puedes ser extremadamente independentista sin necesidad de ser
agresivo. Permitir la violencia con tu bandera te hace, hasta cierto punto
cómplice. Y, por último, llevar la bandera blanca y pedir el diálogo no
significa que seas equidistante, cobarde, simple o buenista (mejor bonista),
que alguno habrá. Lo que significa es que ante un momento de crispación hay
diversas posturas. Unos quieren la independencia, otros no, y otros pueden ver
otras opciones. Y hay que tener cuidado con los compañeros de viaje. Unos te
representarán y otros te denigrarán.
Lo complicado es no ver en el Otro
la encarnación de todos los males.
Subrayo todos, porque hay cuestiones muy criticables en la actitud del gobierno
de Rajoy, como en las de Pedro Sánchez y el PSOE, en Podemos, Ciudadanos y
otros partidos. La diferencia está en la responsabilidad del gobierno, que son
los que tienen la obligación de actuar. De igual manera, el govern de la
Generalitat es responsable de gran parte del conflicto, por la asunción de que
los verdaderos catalanes son los independentistas, por la tramitación de la
desconexión, como dicen ellos, que ha sido irresponsable y ha contado con el
beneplácito de muchos otros grupos que se han comportado con el lema del “enemigo
de mi enemigo es mi amigo”. Y no hablemos de los medios de comunicación, que
son utilizados de manera salvaje para arrimar el ascua a su sardina, y de paso
acusar de que la del otro no es una sardina. Sobre la dirección general de la
política recae la culpa, pero también hay que asumir lo que cada individuo
hace, las decisiones que toma. Salir a la calle con ganas de revancha, tuitear,
postear bulos, insultar… pueden estar azuzados desde arriba, pero cada cual
debe apechugar con su conciencia.
Desde el punto de vista estético, además,
todo se acaba pareciendo. Las banderas tienen los mismos colores, aunque unos
la adornes con estrellas y unos pocos con águilas. Hasta las acusaciones son
las mismas. El otro es un fascista. En estos tiempos tan inciertos, de lo único
que me alegro es de que facha siga siendo un insulto.
Como es habitual en ti me ha gustado mucho el artículo por el que hoy apuestas en tu blog, y comparto mucho de lo que en él dices y creo que aciertas en ello.
ResponderEliminarToda persona ve, si bien debería mirar, los hechos desde un punto de vista objetivo, pero evidentemente partimos de la base de que nuestras creencias, ideales, ideas pueden y deben ser distintas, siempre es válida la diversidad, cuando el respecto es condición necesaria, que no suficiente.
Y, por cierto, yo sigo siendo partidaria y creo que facha debe de ser considerado un insulto, pero quien ponga en su boca dicho vocablo debe ser consciente de lo que, en puridad, es él mismo (no todo el mundo llega a conocerse en profundidad).
Siempre un placer leerte
Gracias, Rosa, como siempre, por tus palabras.
ResponderEliminarY tienes toda la razón, insultar de facha no debe ser gratuito. Esas cosas hay que cuidarlas, que luego llega a trivializarse.
Un placer tener lectores como tú