La canaria Ana Pérez Cañamares nos presenta su último poemario, tras una incursión en el mundo de los aforismos (Ley de conservación del momento, Isla de Siltolá) y de los relatos (En días idénticos a nubes, Baile del Sol). La poesía, en general toda la actividad literaria, de Ana Pérez Cañamares tiene un componente claramente combativo y comprometido, que es especialmente visible en su estupendo Economía de guerra (Lupercalia). En el volumen que nos ocupa podemos apreciar un claro cambio de dirección, pero no de sentido. Este es un poema de amor, de celebración de la pareja, de “regreso a nosotros”, sin que se abandone una posición comprometida con la realidad. Abunda en la poesía amatoria una sarta de lugares comunes que tienden a definir el amor como una lucha: conquista y rendición. Gran parte de la tradición lírica se basa en una concepción casi masoquista de la pareja y de dependencia física y emocional de la mal llamada media naranja, una sumisión que puede acabar con la completa disolución del amante en el amado.
“Te pido: no me adores
he conocido por dentro
la frialdad de las vestales
y sé que el mármol deja
un paisaje
calcinado”
Nada de este
imaginario aparece entre los versos de Ana Pérez Cañamares. Son poemas de amor
e independencia.
“A solas con tu cuerpo:
cuánto me emociona su otredad
su radical diferencia que salva
su ser distinto y no contrario
su ser opuesto y no enemigo
mi espejo
despojado de pelea”
Si el
lenguaje es la casa del Ser para Heidegger, en las relaciones, el otro es
“casa”, como en el juego: “casa: tenías manos de albañil.” Ese refugio que es
el amor proporciona el punto de partida y el apoyo para iniciar la resistencia
frente al mundo, lo que da sentido a las revoluciones. Más que una fortaleza
aislada frente a la hostilidad de la realidad, el amor es la energía para el
compromiso. No se recalcan los problemas que pueden surgir de la convivencia,
sino la capacidad que tiene esta para contrarrestar la fealdad del mundo.
Los poemas
se suceden sin títulos agrupados en tres grandes bloques. Si la primera parte
del volumen parece dedicada al recuerdo y la reconstrucción de cómo llegaron a
conocerse y formar la pareja
“he visto la hoguera
en tu campamento
y trato de evitar
que mi
huracán la apague”
La segunda
parte es la celebración física del amor, mucho más sensual:
“Me tocas como lee
un ciego el Quijote
al final de la lectura
no sabemos quién es libro
quién loco, quién lector
quien la obra maestra
de quien”
La tercera y
última abarca otros aspectos de la convivencia: “allí aprendemos entre brumas /
que dos exiliados hacen país”
Es clara y
explícita la influencia de Sharon Olds, sobre todo en su espíritu combativo.
Aparecen entre los versos de vocabulario casi coloquial, pero a la vez muy
cuidado, poemas breves en su mayoría, con imágenes muy potentes: “Busqué el
fuego en las palabras / pero ardí en tu silencio”. Lo mismo se embarca en
metáforas literarias, es decir, utilizando lo literario como metáfora de lo
cotidiano (y no al revés, que suele ser más habitual),
“Tú y yo somos dos poemas
escritos en diferentes idiomas
que nuestros cuerpos mudos
se empeñan
en traducir”
combativas,
“aspirabas a la Revolución
guillotinaste
el tiempo”
comprometidas,
“pero la cicatriz nos la mostramos
como el
pasaporte en una frontera”
que religiosas, como en el estupendo
“Te rezo
no como a un dios
sino como a la vela
...
te rezo
como beata que siente
la llama del deseo
arder en sus
capillas”
Poesía
alegre y gozosa, en la que el amor no es una dependencia (“Si alguien me
preguntara yo diría / que nuestro éxito consiste en dos fracasos”), es júbilo y
disfrute. Un libro de energía muy vital sin el engolamiento de la falsa
autoayuda que acostumbra a poblar la poesía de amor feliz. Un amor que se
paladea en la madurez (Quedarse mirando tu cuerpo / después de hacer el amor: /
el deleite es un diamante / sin codicia de avaro), que se recrea en los
momentos cotidianos y no en la exigencia de aventura de la juventud e
inexperiencia. Un amor sabio:
“Lo que no nos decimos
tiene más peso
que aquello que nos decimos
de los tuyos mis ojos
aprenden un nuevo idioma
con un abecedario
escrito a lápiz sin punta
lo deletreamos a cada instante
y en momentos gloriosos enunciamos
oraciones copulativas
para que nadie nos lea
nos ponemos
gafas de sol”
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