Reseña de Marcos
Matacana Martín: “Polvo en el aire”. Palimsesto Editorial. Colección de Sastre.
Sevilla. 2017.
–––––––––––––––– “Silva de Varia Erección”. Cuadernos de
Humo, 16. Brooklyn. 2017.
Hay libros, hay autores que te
cobijan y uno siente entre sus versos la hospitalidad de quien abre su
intimidad amable, o de quien te ofrece asomarte a su mirador particular del
universo. Otros autores, sin embargo, prefieren golpearte directamente en el
hígado para luego, antes que puedas recuperarte y saber de dónde viene la
paliza, te han noqueado y procuras, a duras penas, recomponerte en la alfombra
mientras adviertes una mueca de sufrimiento y quizás de ironía en el rostro de
tu atacante. Así es la poesía de Marcos Matacana, al menos así la he sentido,
en el hígado y en la cara.
Siguiendo
el símil, podemos decir que Matacana es ducho en las artes del boxeo, que
conoce bien todas las técnicas y las trata con la soltura de quien ha olvidado
las lecciones. Un poeta con un verso magistral, un dominio de las formas y las
referencias clásicas que le permite tomarte el pelo y alternarla con un
realismo –sucio o bastardo que diría Abel Santos– donde el sexo está muy
presente y la derrota sirve de filtro a los recuerdos. Sin embargo, sus
referentes poéticos pueden estar cerca de Bukowski o de Henry Miller, de
Kerouac o Ginsberg, de Javier Corcobado o Ballerina Vargas Tinajero, pero
quizás esté más cerca de Catulo (Epístola moral a Fabio). Un verso muy
cuidado, en una edición muy cuidada, que evita el nombre del autor en la
portada para destacar que lo importante son los versos –afortunadamente, no
castigan con la monserga estructuralista de la muerte del autor, es sólo una
presentación efectiva–. Una edición que cuida los detalles, evita los índices,
los números de página, las mayúsculas y la puntuación –sin embargo, nada
experimental– y, haciendo honor al título, disemina partículas de polvo entre
las páginas. La generosa plaquette tiene la sombra protectora y el buen
hacer de Hilario Barrero.
Las
referencias, las abundantes referencias del autor sirven como un diálogo para
los poemas, se insertan como frases en una conversación, como excusa, como
evocación y como esencia de lo que el poeta tiene que contarnos. Así pueden
aparecer Machado, Garcilaso, Béquer, Manrique, Cobos Wilkins, Hilario Barrero,
Roberto Bolaño, Felipe Benítez Reyes, Carlos Marcal, Lamillar, Brines, Cirlot,
evidentemente, Bukowski… Y también Radio Futura, Los Planetas, Axl Rose o Bruce
Springsteen o Dire Straits (quizás la única macha en un poemario de tal
categoría). Desafiante, provocador, implacable, despiadado consigo mismo y con
alguno de los demás, dotado, sin embargo, de una altísima sensibilidad. Une el
autor el conocimiento del universo culto de los poetas y los mitos con las
series y el pop. Es indudable que el nuevo cortesano bien educado debe saberse
manejar con soltura entre las aguas de la alta cultura y la cultura de masas.
Es una poesía muy exigente en cuanto a métrica y ritmo, pero no pierde el tono
de conversación entre colegas:
“Que eras
una mamona
te lo había
dicho
muchas veces
pero morirte
tío
fue una
putada
y tan rápido
que me costó
creerlo” (Polaroid)
Polvo
en el Aire se divide en tres partes desiguales, más extensas las dos
primeras, casi colofón la última. Comienza con “Humo de paja”, explícito título
para un repaso a los amores adolescentes y de la juventud. Son los tiempos de
la derrota y el desconcierto, machando entre lo sublime de Hörderlin y una
puta. Son poemas donde prima lo narrativo (“nosotros / hechos solo de relatos”,
Bandera azul), con una épica del descalabro emocional sin caer en
patetismos ni atrocidades.
“cuando he
bebido mucho me recreo
desnudo
sobre ti que estás temblando
seguro del
futuro y Dios existe
la muerte
preocupa
mucho menos
que la
selectividad” (In Limbo)
La
elaboración de una primera persona, en este caso, implica no un llamamiento
restrictivo a la subjetividad, también se lanza a la representación de un pasado
común, unas señas de identidad colectiva, no es el poeta doliente que muestra
su acontecer único e intransferible, es una mota de polvo en el aire como
tantas otras:
“casi
siempre recuerdo aquel verano
cuando
pienso en los años en que fui
feliz sin
saberlo entonces
cuando sólo
éramos futuro
y aprendimos
a trazar el humo
de la
esfumada infancia” (Dos rombos)
Antiguos
amores y nuevos remordimientos y revisiones dan paso a una segunda parte,
“Teoría del Compost”, donde el presente es el tiempo de los poemas, revisando
un “pasado salmodiado de vacíos” (Última cena). El momento es más
adulto, con menos recuerdo de la juventud. Se advierte cierta sintonía con la
poesía de la experiencia, ese yo poético que se confunde con el yo real, aunque
gusta Marcos Matacana de jugar con uno y otro, a mostrar las bambalinas de la
construcción del yo real como un actor y un personaje: “no / éramos nosotros /
aunque sus nombres / coinciden con los nuestros” (Última cena). Casi siempre, en todo el poemario, se basa en
la primera persona, sea o no conversación –consigo mismo o con alguna pareja o
amigo–, Memento Mori es una de las pocas excepciones.
Opta
al poeta por ser hiriente con sus parejas sexuales, llevando al lector desde lo
sensual hacia lo sublime y luego de vuelta a las secreciones y el polvo, un
poco a lo Henry Miller, más que la sublimación de la experiencia del sexo
trántico –que sería Kerouac–, follar para olvidar. La sensación de derrota
existencia acampa con facilidad:
“pido un
vodka y vuelvo a verme en el espejo
tras la
barra de sudor desdibujado
y cada vez
me doy más asco” (Narciso)
Juega
con el romanticismo más tópico y ñoño para acabar carnal y obsceno: “Yo sigo
fumando demasiado / leo a Bécquer o veo porno / y no paro de beber” (El
camino de los perros). Aprovecha el recurso de la rabia (Contracorriente)
y la autoconmiseración:
“sea como
fuere
me encuentro
bien
animado y
con ganas
de seguir
vivo o
muerto qué más da
si no me lo
dice nadie
no me va a
afectar demasiado” (Aquí paz)
La
materia pútrida de la vida es la que alimentará la planta, de ahí la referencia
al compost, la reconversión de la experiencia en algo que sustenta el
crecimiento personal
“… comprendí
que aquel
mundo ordenado no era más
que un falso
decorado en su derrumbe” (A Xmas Carol)
Conocimiento
y admiración, superación de la tradición lírica, desde los clásicos, del
renacimiento, Juan Ramón, Machado… (Et tout le reste est littérature):
“solo pienso
luego existo
y eso es
realmente
una putada pero a ver
qué coño
hago” (Hoy me he despertado muerto)
La
tercera parte, “Habitaciones de paso” son historias sórdidas de perdedores, con
las habitaciones de hotel como escenario y como metáfora. A menudo son
historias en las que el poeta no es el protagonista, se habla de otras parejas,
pero en ningún momento deja de ser dura su mirada: “vamos a fingirnos
inmorales” (Pensión del centro). Para terminar el volumen, el poeta
sentencia: “Eros es Tánatos / su beso oscuro la única salida” (Salidas)
Silva
de Varia Erección continúa el tono del volumen anterior. Comienza con una
poética de humor muy cáustico, tras la cita de Juan Ramón “que así es la rosa”,
“Stercus quique suum bene olet / pero antes, caro Fabio, tendrás que
darle forma” (Poética). De nuevo pululan historias de juventud y “dolor
de huevos” (Alfa y Omega). Los temas, la muerte y el sexo, el dolor y el
recuerdo:
dejar de
remojar la magdalena
o el churro
en cualquier parte y evitar
pensar de
nuevo en ella, aquella noche” (La Gorda)
El modelo
clásico, como es marca de la casa, hace de contrapunto:
“Y no
sentirte más, y no sentirse
tampoco en
otros cuerpos, ni ser nadie;
mirar al
frente y sólo ver vacío;
volverse y
ver que atrás no queda nada” (Llamada)
Esta
generosa plaquette concluye:
“El tiempo
ha estado siempre en mí,
y sigue
estando en mí, se llama tiempo,
y el tiempo
en mi soy yo que lo permito” (Consumātum est)
Poesía
en cierto modo biográfica y en cierto modo generacional, con un paso natural
del yo al nosotros, historias concretas y singulares que pudieron suceder en
muchos lugares y a muchos seres. Lejos de la idealización condescendiente
–aunque quizás sí una estatización de la realidad recordada, inmersa en una
pátina conscientemente sórdida, como la narrativa de Carver–, Marcos Matacana
se lanza con un abrumador conjunto de poemas donde rastrear los restos de la
tradición y la miseria de una vida, la nuestra.
Muchas gracias por las minuciosas y profundas reseñas. Abrazos.
ResponderEliminarNo siendo la poesía el género literario que más gracia me hace, con tu reseña a este libro tan bien elaborada, ha nacido una gran curiosidad por leerlo.
ResponderEliminarPor fin me ha llegado el poemario. Esta noche lo empezaremos y te diré que tal me ha parecido. Muchísimas gracias por las reseñas.
ResponderEliminarTerminado, me ha encantado. Ha cambiado por completo mi concepto sobre este género.
ResponderEliminarEl rosa y morado muy adoc
Me alegra servir de altavoz a un libro tan potente
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