Este pequeño pero intenso volumen es el primer libro de poesía de la autora. Mercedes Gómez Blesa es filósofa, especialista en María Zambrano y reivindicadora del papel de las intelectuales durante la República. Los nuevos bárbaros es, por ahora, su única incursión en la poesía pese a que, entre sus intereses filosóficos, está las relaciones entre filosofía y creación poética, de lo que estos versos son un ejemplo muy interesante. Los cambios propios de este principio de siglo que han dado una sensación de desconcierto, inseguridad, miedo y la creación de nuevos dioses. La situación general parece afectar también a la esfera íntima y privada. La voz del poeta es la de un profeta que no promete nada, que sirve como análisis filosófico de esta sociedad de consumo material y de ideologías, de culto al cuerpo y de perplejidad.
Los nuevos bárbaros se compone de cinco
largos poemas que focalizan su atención en diferentes aspectos de este mundo
loco.
Comienza,
¿cómo no?, con una cita de Nietzsche: “hay mucha sabiduría en el hecho de que
exista mucha mierda en el mundo”. De esta forma se marca un cierto mood
para todo el poemario, el poeta, profeta que clama en el desierto. Dios y el
hombre enfrentados porque el hombre se ha encargado de fabricar su propio
infierno, usurpando una de las prerrogativas divinas. La autora, como
Nietzsche, reniega de la compasión y pasa al análisis crítico de la realidad
actual.
“¿a
seguir engañando, como mis antecesores,
yo,
que me sé la última de una estirpe ya imposible,
pues
para qué profetas en tiempos de penumbra?” (I)
De
Nietzsche también viene la muerte de Dios y el desencantamiento del mundo:
“Ya
no podemos blasfemar en nombre de dios,
pues
Yaveh firmó definitivamente el finiquito” (I)
Pero,
¿qué remedio queda? ¿dejar al Hombre abandonado y hacer oídos sordos? El poeta
/ profeta
“No
he venido a él a hacer regalos
ni
a prometer un Übermensch.
(...)
Yo
no creo en los ídolos antiguos
ni
tampoco en los nuevos que opositan
a
la plaza que Dios dejó vacante
(…)
Quizás
sea ese mi único cometido:
anunciar
los modernos tenderetes
de
la salvación, los nuevos templos” (I)
Esa
será la misión del nuevo poeta / profeta / filósofo.
En
el segundo poema se analiza, como diría Canneti, la masa y el poder:
“No
son ideas lo que aúllan estos adolescentes,
son
conjuros de su desilusión y de su rabia,
exorcismos
de su nostalgia y resentimiento,
pues
intuyen la falsa promesa final
y
urgen la forja de otro paraíso,
un
paraíso menor, de contorno humano” (II)
El
fin de los grandes relatos y las utopías que quedan reducidas a la búsqueda de
cierto confort. Una desilusión ante las utopías y los ismos que marcaron el
siglo XX… poca esperanza queda:
“Pero
con la ceniza d ellos viejos ídolos
los
hombres modelan otros nuevos” (II)
En
el tercero, “estos hombres, eternos adolescentes, los nuevos bárbaros” (III)
abandonan la vida de arrojo y valentía, dejando atrás el ideal de la filosofía
antigua que servía de modelo de conducta buscando la virtud y el coraje.
Para
el siguiente poema, Mercedes Gómez Blesa, presta su atención al sufrimiento
religioso como intimidad con el cuerpo, una lírica que emparenta en forma con
la tradicionalmente religiosa, pero a la que dota de un nuevo contenido, de
crítica y análisis. La nueva religión a la que se refiere es el culto al cuerpo
que consiste en mortificarlo y torturarlo:
“Un
cuerpo divino sin Dios
un
cuerpo glorioso sin gloria y sin gracia
(…)
¿por
qué, entonces, el ayuno,
esta
perpetua cuaresma” (IV)
Se
pregunta este profeta, lamentándose de estos “nuevos santos anoréxicos” (IV).
En
el último poema se reflexiona sobre los nuevos miedos, esa extraña perspectiva
del dasein, dese ser para la muerte
esperando el Apocalipsis viendo el telediario:
“¿Es
el miedo nuestra heroína
o
hemos hecho del pánico nuestra anestesia?” (V)
He
aquí la cuestión del manejo del miedo y del uso político de éste.
“¿No
somos, en el fondo
como
esos pasajeros de aeropuerto
que
se aúpan a una larga cinta transportadora
y
andan sin andar, sin hacer camino,
desmintiendo
sus pasos?” (V)
Y,
a pesar del dolor y la derrota, hay que amar la vida. El rico lenguaje poético
se pone al servicio de la claridad intuitiva de la reflexión. Las metáforas,
las sinestesias y el cuidado léxico van dirigidos a conmover los sentidos, la
piel y la razón. Es la de Mercedes Gómez Blesa una poesía original en el panorama
poético, donde está primando el yo descarnado, la subjetividad que se muestra o
que escapa bucólica, la creación de un yo poético como paisaje desolado, o la
percepción del paisaje natural como un decorado donde contemplar la realidad
verdadera. Tampoco sigue la estela de los poetas comprometidos, con afilados
versos de denuncia política y social, tan necesarios por otra parte. La autora
propone una vía filosófica de reflexión sobre la modernidad del miedo líquido,
de las amenazas del mundo, de la muerte de dios y el consumismo donde somos los
hombres el propio infierno de los hombres. Lo trágico es que diez años después
siga estando vigente.
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