Sara Teasdale es una poeta
mayormente inédita en nuestro país. De hecho, acaba de aparecer la traducción
de “Canciones de amor” el año pasado con traducción de María Ramos. Gozó de
cierta notoriedad, siendo la primera mujer en ganar el Premio de Poesía de la
Universidad de Columbia (actualmente premio Pulitzer de poesía) entre otros
galardones. Sin embargo, pasó su momento y fue calificada por la crítica como
poco sofisticada. El carácter aparentemente sencillo pero muy musical de sus
composiciones ha favorecido que sus letras sean musicadas en la música popular
americana.
Sara
Teasdale es una poeta romántica en el sentido de que sus temas principales
incluyen el amor, la belleza y la muerte, como bien señala Hilario Barrero en
el prólogo, estuvo atormentada pro la ausencia del amante. Lo más interesante
de esta recopilación es su carácter temático, centrándose en poemas urbanos,
versos de arte mayor para atender al progreso, los rascacielos, el bullicio de
la ciudad y de sus gentes. La mayoría de estos poemas salen de su libro de
título manriqueño Rivers to de Sea.
“Después de un año he vuelto de
nuevo al lugar;
las luces incansables y el eco,
el irritado trueno de trenes que
horadan la tierra,
la gente atormentada y
apresurada, eran todavía los mismos,
¿pero, oh, otro hombre junto a
mí, no tú!
¡otra voz y otros ojos en los míos!
Y de pronto me volví y vi de
nuevo
las brillantes curvas en las
vías, el puente en lo alto,
habían sido marcados
profundamente en mi corazón,
la noche que los miré para
evitar tus ojos,
cuando decías: «¡Oh, mírame!»
cuando decías: «¿No me amarás
nunca?»
y cuando respondí con una
mentira. Oh entonces
bajaste la vista. Sentí tu dolor
absoluto.
Hubiera dado la vida por decirte
la verdad.
Después de un año he vuelto de
nuevo al lugar –
la gente atormentada y
apresurada era todavía la misma” (En una estación de metro)
Es
curioso cómo la visión de Nueva York de Sara Teasdale está lleno de amantes,
está viva, con emociones, con tristeza y alegría, con añoranzas y recuerdos. No
es la mole impersonal que Federico García Lorca describía en Poeta en Nueva
York. La ciudad habla (Las luces de Nueva York, Desde una ventana
alta) y también hablan sus habitantes (como en el maravilloso poema Desde
la Torre Woolworth).
“Con el hombre que amo, que no
me ama,
paseé bajo el resplandor de las
farolas;
pero, oh, las chicas que piden
amor
en las luces de Union Square.” (Union
Square)
Lo
que García Lorca sólo puede narrar y describir con imágenes surrealistas,
porque es incapaz de asimilar y transmitir el caos, el acero, la
impersonalidad, Sara Teasdale lo consigue con sencilla humanidad. Su aurora de
Nueva York no tiene cuatro columnas de cieno, ni huracanes de negras palomas
que chapoteen en sus aguas podridas. El Nueva York de Teasdale tiene amantes
que se asoman al edificio más alto (porque, como decía David Bowie, we can be heroes, just for one day):
“Amado,
aunque nos rodea
el sufrimiento, la futilidad, la
derrota,
no pueden echársenos encima.
Aquí en el abismo de la
eternidad
el amor nos ha coronado
por un momento
vencedores” (Desde la Torre
Woolworth)
La
ciudad está viva y por eso se percibe el ciclo natural de las estaciones: Primavera
en tiempo de guerra, que es más que lo que parece (Vendrán suaves
lluvias). Hay hermosos cantos a la vida urbana: En una estación de tren.
En un restaurante (¿podría ser poesía de la experiencia avant la
lettre?):
“Los sonidos que hacían los
platos y la viola y el arco
se mezclaban bajo la fiebre de
la luz,
el cálido ambiente estaba lleno
de aromas, y las brillantes
sonrisas de las mujeres
incitaban el fluir del vino” (En un restaurante)
La ciudad que nos muestra
Teasdale está llena de ruido:
“Estamos separados; la ciudad se
acalla entre nosotros,
se queda en silencio, la media
noche hace pesados sus párpados,
la maraña de tráfico se ha
terminado, los tranvías están vacíos,
cinco calles nos dividen y en
ellas la luz de la luna se extiende” (De noche)
Y puede también jugar a favor de
los amantes:
“Cuántas veces tuvimos que
encontrarnos
aquí en la calle como
desconocidos,
éramos hijos del azar que
pasamos por
la puerta del cielo y nunca lo
supimos” (Azar)
Los
poemas sólo parecen simples, no lo son, están dotados de una gran profundidad y
están llenos de sugestivos matices, como por ejemplo, Los años.
No anda exenta de espíritu religioso (El regalo, Una oración) y,
a veces, el amado se confunde, como en la mística inversa, con el Amado. Por
supuesto, impregnan los poemas su romanticismo (La rosa) y la
búsqueda de la identidad frente al otro (Júbilo), así como el
dolor oscuro de la guerra y la pérdida: “Pero la triste sabiduría de los años /
brota sin sonido” (Edad).
Después
de una referencia A una canción castellana, podemos encontrar
similitudes con Machado: En el tren: (“Campos
bajo un edredón de nieve / desde el cual las piedras y los rastrojos curiosean
(…). el incansable retumbar del tren, / la gente soñolienta en el vagón /
atardecer azul acero del mundo, / y en mi corazón una tímida estrella”)
“Muy pronto mi cuerpo habrá
trascendido
el sonido y la vista de los
hombres,
y aunque ahora se despierte y
sufra,
su sueño será entonces continuo;
pero oh, mi frágil alma inmortal
esa no dormirá eternamente,
una hoja arrastrada por la
ráfaga,
una ola que nunca encuentra la
orilla” (Inmortal)
Y en la
reflexión muy romántica, por un lado –y también propia de Pessoa–:
“¿Qué me importa, en los sueños
y la languidez de primavera,
que mis poemas no muestren en
absoluto cómo soy?
Porque ellos son una fragancia,
y yo soy un pedernal y un fuego,
soy una respuesta, ellos tan
solo una llamada.
Pero, ¿por qué me preocupa, si
el amor se acabará pronto?,
dejad que mi corazón diga lo que
piensa y que mi mente no haga nada,
mi mente es orgullosa y lo
bastante fuerte para permanecer en silencio,
es mi corazón el que compone mis
poemas, no yo” (Qué me importa)
No
podemos menos que señalar las coincidencias con el programa de Marinetti en el
amor por la ciudad de los rascacielos frente a la ciudad del pasado y el arte
renacentista como Florencia:
“Estoy harta de Giotto,
y Massaccio y Lotto
(…)
me gustaría enseñarles a los
florentinos
lo que significa Broadway en
Manhattan” (En Florencia)
En la
poética de Sara Teasdale, lo auténtico no sólo reside en lo natural, pero
recurre a ello con asiduidad en sus poemas: Abril, Canción de
abril, Noche de mayo, Anochecer en otoño…
“Los bosques del norte son
delicadamente dulces,
el lago se pliega suavemente en
la orilla,
pero yo estoy inquieta por el
rugir del metro,
y el estruendo de los pasos
apresurados” (Del norte)
Conocer
la biografía de la autora nos puede facilitar la interpretación trágica de
algunos versos y quizás podamos ver un anuncio de su suicidio en varias ocasiones:
“Escucho a los doctores Dolor y Muerte” (Dolores); “Me iré, de alguna
manera, victoriosa a mi descanso” (Para M.); “Con mi propia voluntad
aparté el verano de mí / y el verano no volverá a venir otra vez” (Un final)
“No puedo morir, yo que bebí
delicias
de la copa de la luna creciente,
y con avidez, como los hombres
comen pan,
amé las perfumadas noches de
junio.
El resto puede morir, pero ¿no
hay
alguna huida extraña y radiante
para mí
que busqué en la belleza el vino
luminoso
de la inmortalidad” (El vino)
“Cuando esté muerta y sobre mí
abril brillante
agite su cabello empapado de
lluvia,
aunque tú te inclinases sobre mí
con el corazón roto
no me importará.
Tendré paz, como los árboles
frondosos la tienen
cuando la lluvia curva la rama,
y estaré más silente y desalmada
que estás tú ahora” (No me
importará)
No podemos
dejar de sentirnos emocionados con la belleza y el desamparo de Sara Teasdale
en esta extraordinaria selección de Ravenswood Books ilustrados por los
personalísimos dibujos del traductor y poeta Hilario Barrero:
“No hay luces en la meseta,
el viento es fuerte y salvaje,
de pie junto a la ventana oscura
lloro como una niña” (Noche
en Arizona)
Muchas gracias, Javier. Estupenda y sentida reseña. Me interesa mucho la idea que lanzas sobre la visión de Garcia Lorca de NY y la de Teasdale. Es un tema del que se podria hacer un trabajo de literatura comparada. Es una reseña, como digo vivida, poética y emocionada. Abrazos y gracias, de nuevo.
ResponderEliminarComo es habitual en ti, mi querido amigo, magnífico artículo dedicado a esta obra de Sara Teasdale. Tomo nota para hacerme con el libro en cuestión.
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