Más que sorprendente es el hecho de
que esta sea el primer poemario publicado por la granadina Teresa Gómez,
compañera fe viaje de aquella gloriosa generación de poetas acogidos bajo el
magisterio de Juan Carlos Rodríguez alrededor de La tertulia. Pudimos conocerla a través de los poemas publicados en
revistas, las plaquettes Tu silencio (2004) y Subasta en mi ventana (2000) y, sobre
todo, por la inclusión de una selección de poemas de su libro inédito Plaza de abastos en la antología La otra sentimentalidad de Francisco
Díaz de Castro (2003). El propio Juan Carlos Rodríguez le dedicaba unas
palabras (“metafísica del cuerpo”) a su obra en un artículo recogido en Dichos y Cosas (1999).
Realmente
hay poco que añadir al magnífico prólogo de Ángeles Mora, quien disecciona y
explica las principales claves de la producción poética de la autora. La
inspiración del libro es básicamente musical, desde el título a la disposición
de los poemas y su sentido. y en gran parte de ellos predomina una estética muy
cercana a la de la “otra sentimentalidad”: “De haber sabido que vendrías, / no
me hubiera retrasado /ignorantes desconocidos” (Licor y chocolate). El tono conversacional-confesional, de una
intimidad en segunda persona no deja de ser la armadura, heredera de Gil de Biedma
o Ángel González, para la investigación sobre los sentimientos y el mundo que
nos rodea. Se advierte la admiración con otro rango de poetas como Pavese, Ángela
Figuera Aymerich, Blas de Otero, Pessoa (Alberto Caeiro) y César Vallejo. Anáforas,
desafíos a la lógica, monólogos oníricos… son utilizados con mesura, en su
ansia de simplicidad (el arte que consiste en ocultar el artificio): “cuando
las emociones –como barcos– / navegaban sin rumbo” (Licor y chocolate).
En
la primera parte, Allegro con spirito, predomina, en cierto modo la esperanza en el
lenguaje como una balsa de náufrago, “Dame tu voz, amor, /para cruzar el puente
inexpugnable de la vida” (Palabras en la
piel, I), “Me pusiste palabras en la boca, / palabras en las manos, /
palabras en la piel / que me fueron vistiendo como a una emperatriz. / Pero no
me dejabas acariciar tus dedos” (Palabras
en la piel, V). Podríamos decir que se apoya en una especie de
constructivismo, la realidad, el amor, son construcciones sociales basadas en
el poder del lenguaje y la interacción: “Las formas se recrean / caen, / dejan
de ser las formas, / se entrecruzan, se esparcen, / vuelven a ser las formas, /
se retuercen, / se arañan, merodean, / desaparecen, / vuelven… // tus besos van
ganando / la cualidad antigua del panizo” (Palabras
en la piel, VIII). Igualmente se percibe lo cotidiano, “Una tarde, / como
cada tarde, / y al fin igual que siempre, diferente” (Palabras en la piel, VII). Más adelante, en Círculo cromático, juega con el simbolismo de las palabras en un
diálogo perpetuo en el que el descubrimiento del Otro no deja de ser un
descubrimiento de uno mismo.
Abundan los
decorados urbanos, tan caros a los poetas de la experiencia: “se fe poniendo
rara la ciudad” (Palabras en la piel, III),
“si me buscas, / hazlo entre la gente que mira en silencio / cómo cae la tarde”
(Palabras en la piel, IV), “Aquí
tengo tu ausencia / quemándome las plazas y los bares / en los que nunca más te
encontraré” (Palabras en la piel, IX).
Enfrenta lo urbano como escenario, a lo natural, “las brumas del otoño”, la
playa, el vuelo de los pájaros, como lo anecdótico: “y tu silencio estallará /
arrastrando en la espuma delfines y corales” (Tu silencio, I).
Otra
contraposición interesante es la del silencio (la ausencia, la antítesis), con
la palabra (voluntad y presencia): “El silencio / brilla entre los espejos /
que se mecen / con el alimento de tu ausencia” (Tu silencio, II). El paso del tiempo también es ausencia, “como cae
la luz, / como caen las horas, / como caen los años, mis años” (Tu silencio, III). El silencio es
espacio, distancia…
“La
noche” representa el tiempo y el deseo. La playa es su escenario y la noche el
momento más intenso: “Porque la noche, / esta hermoso presagio / que de golpe
se estrella contra todo, / me sacude durísimo / en el mismo lugar donde pongo
deseos, / tristísimo en lo poco que me queda” (La noche, VI). “Si…” uno de los poemas más emocionantes del libro, insiste
en el deseo, y, por otra parte, en la incertidumbre, que se refleja en el uso
del condicional (también en otros poemas):
“Si tu lengua en
mis pechos desatara
una tormenta oscura
de deseo.
Si pusieras
silencios en mi espalda
y en mi pubis
razones, o tu aliento.
Si no te
acuchillara el horizonte
con ese miedo
antiguo que desprendes.
si tus audaces
sueños como el bronce
brillaran en mi
risa y en mi frente.
Si me soplara
viento hasta tu cuello.
si me incendiara
sol hasta tus hombros.
Si me arrastrara
lluvia hasta tu fuerza.
Si me creciera luna
hasta el pelo.
Si me rizara mar
hasta tus ojos.
Si me llovieras tú,
si me llovieras…” (Si…)
Otros
tonos que completan esta parte son el de reproche (Destino de nómada), el que
incluye cierta dosis de decepción: “Levantamos castillos en la arena / como una
fortaleza, / con firmes baluartes y soberbias almenas / donde se refugió
nuestro destino” (Fuga); “Pero no te
he querido, / mi amor, no te he querido” (Pero
no te he querido).; “Naufragan sueños en tus lágrimas” (Plata en el horizonte); “En qué
desolados territorios del sueño, del delirio… / ha dejado de arder tu esperanza
y la mía” (La hiedra y la sombra).
Largo ma non tanto es una serie de
poemas en prosa con un tono mucho más descarnado e íntimo: “Y ahora que ya te
sabes derrotado no tendrás miedo ni pudor para recomponer tu rostro y tratar de
encontrarte en los despojos de este temporal de razones tangibles que arrasa
las compuertas de todas las ventanas de tus sueños” (I);
“Hay días en los
que las palabras que a veces nos sirvieron nos son indescifrables y entonces
con un gesto, con unos ojos tuyos tan oscuros –más oscuros ahora– puedo
reconocerte.
Sin embargo esta
noche sólo tengo palabras, tus palabras extrañas vistiéndome de pronto, pero no
entiendo nada sin tus dedos en ellas” (III)
Finale presto es la última parte, una
poética:
“Todo lo que es
oscuro
lo dejas anti mí
con la exigencia
de que pongas
palabras
donde encontraste
miedo,
desaliento,
tinieblas
(…)
“Mas hoy estoy
cansada
no te daré el
refugio que buscas en mis líneas
y hallarás la
derrota recostada en mis senos,
hastío en cada hora
que alimenta el silencio
de olvidos y
abandono,
un pequeño dolor
habitando mi tiempo
como un huésped
incómodo.
Y si vienes al fin
no podrás
guarecerte de la ira y de la rabia
que me asaltan
en todos los
caminos por donde intento huir,
en todas las
esquinas donde voy a girar
en todos los
lugares que debo abandonar…
Y si vienes al fin
trae la fuerza de
Thor para abrazarme.” [El sueño de la
luciérnaga (Poética)]
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