Hace algunos años me preguntaba
cuánto tiempo –si alguna vez lo hacía– tardarían las nuevas tecnologías de la
información (TIC) en aparecer en el imaginario romántico de las canciones de
amor. Igual que se había convertido en un topos
el teléfono, un verdadero género en la canción de amor, estaba al tanto de la
aparición de correos electrónicos, messenger,
redes sociales, tweets… en este
contexto. Y aquí aparece la obra del joven jerezano Sergio Moreno, al que
conocí colaborando con Voladas a
través de los textos y con una viñeta que sirvió para la portada de una plaquette.
El
riesgo es, sin duda, superar la boutade
y hacer una entrega poética de calidad más allá de lo novedoso del formato. Hay
que esquivar el peligro de sublimar lo de “el medio es el mensaje”, y lograr
que hablen de ti no porque hayas utilizado –o no solo porque lo hayas
utilizado– un entorno novedoso. Un medio, por otra parte, en el que la juventud
parece encontrarse a gusto, como se comprueba en las lecturas de poemas a las
que llegan cargados con su smartphone,
leyendo en sus diminutas pantallas, lo que, a los que sufrimos de presbicia,
nos parece algo asombroso. No es este, sin embargo, uno de esos artefactos
empalagosos y de escaso oficio poético que figuran por las redes –esto es, los
que son figurones.
El
guiño a Pablo Neruda continúa con las citas que abren el volumen. Los poemas se
conciben como una serie de tweets que
comienzan a las 6:10, cuando asistimos a la presentación de la trama:
“#DesdeLaCama / enfoco el telescopio de mi facebook / para observar la vida de
la gente // Hay todo un universo / gravitando en la palma de mi mano”. La
irrupción de la segunda vida digital
en las relaciones, en el propio desenvolvimiento del protagonista, su
ser-ahí-en-el-mundo, es uno de los puntos básicos. A estas alturas no hablamos
ya de nativos digitales, ni siquiera
nos apuntamos al bando apocalíptico sobre las nuevas tecnologías, esas que
procuran un mundo líquido, un miedo líquido, un amor líquido. “Encadenado al
móvil / mientras la vida vuela / y se me escapa” no es más terrible que aquella
cita de John Lennon que definía la vida como aquello que se pasa mientras
estamos ocupados con otras cosas. Es una asunción natural sobre la que Sergio
Moreno ha puesto el foco, no como una experiencia excepcional o estrafalaria,
sino, en un primer momento, con la conciencia de la cotidianeidad: “reclamando
un rescate / con mis whatsapps de
amor embotellado”.
La
técnica es, sin embargo, muy cinematográfica, de factura clásica,
concretamente. Una situación con un plano general, para luego pasar al primer
plano, el amor: “entristezco de golpe / al sentir que es más fácil levantarse /
si no estás a mi lado”. Una jornada, tan particular –o tan poco particular–,
como se quiera: “#Comienzo el día tecleando claves, / marcando contraseñas, /
soñándome importante. / Aunque sé que sin ti / todas mis letras pierden su
sentido”. Continúa la secuencia con un trávelin: “#LasCalles están llenas de
fantasmas, / de sombras silenciosas que no saben // cómo salir del mundo / que
se oculta detrás de las pantallas”
El ecosistema
digital es uno de los grandes protagonistas, una nueva caverna, si se prefiere:
“#ElMundo necesita una sonrisa, / un beso que le cale hasta los huesos, / una
palabra a tiempo, una caricia. // Una dosis mortal de sentimiento”, nos
advierte, en un estilo muy becqueriano, Sergio Moreno. Unas veces, asume los
lugares de encuentros con un tinte casi de meme:
“Sabes que volverás. Pero no se acostumbra a tus ausencias”, otras, bordea el
límite de ser demasiado obvio: “#PorDecirTeQuiero / no necesito / usar ciento
cuarenta caracteres. // El amor / no se cuenta en likes ni hashtags, / se
pulsa con la letra del instante”.
Voluntariamente,
el mundo es observado en estos poemas cortísimos tras el cristal de la
ingeniería informática de andar por casa: “#AunVeo el viejo olivo / inundando
de sombras el portal / de mis abuelos. // Hoy no es más que un poema //
guardado en Word / dentro de un disco duro”. Así el mundo, así el amor:
“#LaTardeCae, / sutil, / como un te
quiero en la pantalla”.
Van pasando
las horas en esta especie online de Ulysses joyciano en 140 caracteres. Y
caben las reflexiones (“La vida es un contrato / que nunca ofrece suficientes
gigas”, “#JuntoALaEntrada / abandonas tu máscara: / el móvil, el abrigo, la
cartera…”) lo mismo que se dejan rienda abierta a los sentimientos: “#Miro tus
ojos / leer lo que te he escrito. // Al sentir que te nombro me sonríes. //
Para mis versos / no existe mejor crítica / que esa sonrisa”.
El universo
digital es para Sergio Moreno el ecosistema y el paisaje de la historia de
amor; también puede servir de herramientas para desarrollar la historia de
amor; y, un magma metafórico de donde
ir elaborando imágenes: “La única conexión que necesito / es la que me mantiene
/ en línea con tus besos”. Rizando el rizo, pueden entreverarse estos usos
cuando el mundo digital se enfrenta a la red: “#Desconectado. / Cuando apagas
la luz / me siento libre. // Me abrigo con tu piel / cuerpo con cuerpo. / Y el
mundo se me olvida entre tus brazos”.
Los poemas
finales ponen el último punto de la jornada para dar paso a la publicación
desesperada. El poemario termina con revolviéndose contra la resignación de
asumir el mundo digital como el único posible, reivindicando, ya decimos, sin
apocalipsis, el mundo y las relaciones fuera de las pantallas, recobrando, en
cierta manera, la inocencia anterior al 2.0:
“Hoy mis letras asaltan tu pantalla
(…)
Necesito vivir, abrir los ojos,
romper la red, volver a la pureza,
nadar en libertad
como los peces.”
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