miércoles, 25 de julio de 2018

Reseña de Hilario Barrero: ‘Blending’. Cuadernos de Humo/poesía/Prospect Park. 2017. Edición no venal.


Debo a la generosidad de Hilario Barrero poder disfrutar de esta joya en miniatura, este pequeño volumen en tamaño que viene desde Brooklyn, donde recoge poemas, alguno de más de 20 años, otros más recientes. Están organizados en bloques. Noche Toledana es la primera parte, donde se marca el tiempo del deseo y la propia escritura como deseo. Hilario Barrero utiliza la contraposición entre el día y la noche, que sería el “Tiempo inquisitorial”. “Al entrar en la rosa no sabemos / si el perfume que ofrece / es la luz todavía no creada / o si la espuma oculta / es la sombra que ha muerto. / Al final del verano, / resplandeciente o en sombra, / la rosa se oscurece. La luz (Luz de siesta) y la oscuridad, la sombra: “El problema siempre son las sombras”, toda la potencia poética de las sombras usada a la vez. a veces en clave: “La sombra me regala, / en la noche de bodas, / un espejo mojado / donde la luz resbala en anillos de agua”. Incardinado en el sueño y el recuerdo, porque el recuerdo no es sino sueño: “Entre lo que el sueño sueña / y nosotros olvidamos / mientras recuento mi vida / tengo oscuros pensamientos / de una noche toledana”.
Walhalla, está recitado en un tono más épico y nietzscheano, (“resultaron humanos nuestros dioses”), con mayor presencia de la tragedia, La Peste: “Los que no sabéis del amor / no preguntéis detalles, / el fuego que se seca en vuestro pecho / y el cuchillo que rasga la túnica nupcial / responden vuestras dudas”. La lucha titánica contra el amor y sus demonios (“Pensé que era inmoral acogido a tu lanza”), con una sexualidad intensa y bañada en peligro, el amor como una lucha, “En estado de guerra nuestra alcoba”, “Alguien se había llevado / tu cuerpo por el mar / y amanecía”. En la batalla de los amantes el tiempo es también el enemigo: “qué cruel es el tiempo / que te pone delante de tu rostro / su espejo cada día / y te niega la luz cuando es de noche”.
Andalucía es un recorrido sentimental, casi de la mano de Manuel Machado: “Arder mientras vivimos / secándose de llama, / morir al encender / la noche de la nada” (Catedral de Sevilla). Un viaje de amor con decorado. Welcome Home, la siguiente sección, continúa el tema del amor a través del viaje: “Como dormir separados / espero que amanezca / lo más pronto posible / para irme a tu cama. / Es lo mejor del día” (Hotel en Cartagena). “Las manos de un muerto son polvo, / es ceniza el deseo y los ojos son barro” (Viejos en Cartagena). Aprovecha los tópicos del viaje en su beneficio: “En el museo de sus ojos / se esconde la mirada de un Salzillo” (Muchacho en Murcia).
“En esos momentos
interminables
en que sentado en un banco
de un festivo parque de provincias
con niños, viejos, perros, una fuente,
golondrinas y adelfas juguetean
esperas que pase el tiempo
que lamentarás por perdido,
que llegue la noche,
no sabes si es la felicidad quien te acompaña
o es la soledad quien te limita” (Parque de la seda)
            La última parte, Desembocadura, emociona de una manera mucho más intensa: “¿Por qué te sobrecoge llegar al estuario / si por tu vida pasaron muchos ríos / que felices morían en el mar?” (Desembocadura) y termina con un impresionante poema: En la esquina de Chambers, septiembre 2001:
“Cuando el tiempo se duerma en las fotografías
que ahora haréis a Jacinta con un telón de humo,
sería crónica oscura, elegía y recuerdo
del terror de estas horas que ciega nuestra lente.
También os fijarán su nombre y su silencio,
el movimiento lento de su mano frágil,
el cerrar de sus ojos y su mueca de fieltro,
el temblor de sus labios y el claustro de su risa.
Otros niños, Jacinta, se han quedado esperando,
jugando en el recreo hasta que fue de noche,
que llegaran sus padres a llevarlos a casa
cuando en Manhattan ya eran polvo sus cuerpos.
Pero Jacinta, en esta esquina de destrucción
es una flor que crece en un campo de pavesas suicidas,
un cristal que nos salva y nos traduce
el último mensaje que alguien dejó grabado,
testamento sonoro, para luego tirarse en el vacío.
Jacinta, algunas madres esa misma mañana sintieron
en su vientre la caricia del hijo que movía las manos
y un momento después morir las dos de asfixia.
En la esquina de Chambers, cerca del cementerio nuevo
tú resecas las lenguas de los gritos sin boca,
soportas a la viga que mece su esqueleto,
arropas al tapiz que incinerado entre las ruinas
desteje los rumores de las ramblas lejanas,
cambias el humo denso en incienso de vida,
bautizas la chatarra y la vistes de plata,
das razón al espejo de niebla sin rostro
y el gesto de tu luz es mortaja de cal para la noche.
¿Qué madre escribirá una canción de cuna
a los niños que esperan que sus padres regresen?
Jacinta nos indulta de esta turbia condena
y con el hierro nieve de dos meses de vida
edifica dos torres con cimientos de aire
en la mañana azul de un día de septiembre.
¿Jacinta, qué sabes de esos niños que esperan
jugando en el recreo que llegaran sus padres?”

1 comentario:

  1. Agradecido y emocionado, que de algo tan pequeño hayas escrito algo tan grande. Abrazos.

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