Debo a la
generosidad de Hilario Barrero poder disfrutar de esta joya en miniatura, este
pequeño volumen en tamaño que viene desde Brooklyn, donde recoge poemas, alguno
de más de 20 años, otros más recientes. Están organizados en bloques. Noche Toledana es la primera parte,
donde se marca el tiempo del deseo y la propia escritura como deseo. Hilario
Barrero utiliza la contraposición entre el día y la noche, que sería el “Tiempo
inquisitorial”. “Al entrar en la rosa no sabemos / si el perfume que ofrece /
es la luz todavía no creada / o si la espuma oculta / es la sombra que ha
muerto. / Al final del verano, / resplandeciente o en sombra, / la rosa se oscurece.
La luz (Luz de siesta) y la
oscuridad, la sombra: “El problema siempre son las sombras”, toda la potencia
poética de las sombras usada a la vez. a veces en clave: “La sombra me regala,
/ en la noche de bodas, / un espejo mojado / donde la luz resbala en anillos de
agua”. Incardinado en el sueño y el recuerdo, porque el recuerdo no es sino
sueño: “Entre lo que el sueño sueña / y nosotros olvidamos / mientras recuento
mi vida / tengo oscuros pensamientos / de una noche toledana”.
Walhalla, está recitado en un tono más épico y nietzscheano, (“resultaron
humanos nuestros dioses”), con mayor presencia de la tragedia, La Peste: “Los
que no sabéis del amor / no preguntéis detalles, / el fuego que se seca en
vuestro pecho / y el cuchillo que rasga la túnica nupcial / responden vuestras
dudas”. La lucha titánica contra el amor y sus demonios (“Pensé que era inmoral
acogido a tu lanza”), con una sexualidad intensa y bañada en peligro, el amor
como una lucha, “En estado de guerra nuestra alcoba”, “Alguien se había llevado
/ tu cuerpo por el mar / y amanecía”. En la batalla de los amantes el tiempo es
también el enemigo: “qué cruel es el tiempo / que te pone delante de tu rostro
/ su espejo cada día / y te niega la luz cuando es de noche”.
Andalucía es un recorrido sentimental, casi de la mano de Manuel Machado:
“Arder mientras vivimos / secándose de llama, / morir al encender / la noche de
la nada” (Catedral de Sevilla). Un
viaje de amor con decorado. Welcome Home,
la siguiente sección, continúa el tema del amor a través del viaje: “Como
dormir separados / espero que amanezca / lo más pronto posible / para irme a tu
cama. / Es lo mejor del día” (Hotel en
Cartagena). “Las manos de un muerto son polvo, / es ceniza el deseo y los
ojos son barro” (Viejos en Cartagena).
Aprovecha los tópicos del viaje en su beneficio: “En el museo de sus ojos / se
esconde la mirada de un Salzillo” (Muchacho
en Murcia).
“En
esos momentos
interminables
en
que sentado en un banco
de
un festivo parque de provincias
con
niños, viejos, perros, una fuente,
golondrinas
y adelfas juguetean
esperas
que pase el tiempo
que
lamentarás por perdido,
que
llegue la noche,
no
sabes si es la felicidad quien te acompaña
o es la soledad quien te limita” (Parque de la seda)
La última parte, Desembocadura, emociona de una manera
mucho más intensa: “¿Por qué te sobrecoge llegar al estuario / si por tu vida
pasaron muchos ríos / que felices morían en el mar?” (Desembocadura) y termina con un impresionante poema: En la esquina de Chambers, septiembre 2001:
“Cuando el tiempo
se duerma en las fotografías
que ahora haréis a
Jacinta con un telón de humo,
sería crónica
oscura, elegía y recuerdo
del terror de estas
horas que ciega nuestra lente.
También os fijarán
su nombre y su silencio,
el movimiento lento
de su mano frágil,
el cerrar de sus
ojos y su mueca de fieltro,
el temblor de sus
labios y el claustro de su risa.
Otros niños,
Jacinta, se han quedado esperando,
jugando en el
recreo hasta que fue de noche,
que llegaran sus
padres a llevarlos a casa
cuando en Manhattan
ya eran polvo sus cuerpos.
Pero Jacinta, en
esta esquina de destrucción
es una flor que
crece en un campo de pavesas suicidas,
un cristal que nos
salva y nos traduce
el último mensaje
que alguien dejó grabado,
testamento sonoro,
para luego tirarse en el vacío.
Jacinta, algunas
madres esa misma mañana sintieron
en su vientre la
caricia del hijo que movía las manos
y un momento
después morir las dos de asfixia.
En la esquina de
Chambers, cerca del cementerio nuevo
tú resecas las
lenguas de los gritos sin boca,
soportas a la viga
que mece su esqueleto,
arropas al tapiz
que incinerado entre las ruinas
desteje los rumores
de las ramblas lejanas,
cambias el humo
denso en incienso de vida,
bautizas la
chatarra y la vistes de plata,
das razón al espejo
de niebla sin rostro
y el gesto de tu
luz es mortaja de cal para la noche.
¿Qué madre
escribirá una canción de cuna
a los niños que
esperan que sus padres regresen?
Jacinta nos indulta
de esta turbia condena
y con el hierro
nieve de dos meses de vida
edifica dos torres
con cimientos de aire
en la mañana azul
de un día de septiembre.
¿Jacinta, qué sabes
de esos niños que esperan
jugando en el recreo que llegaran sus padres?”
Agradecido y emocionado, que de algo tan pequeño hayas escrito algo tan grande. Abrazos.
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