lunes, 1 de octubre de 2018

Despatarre


«Los hombres requieren tener las piernas abiertas incluso hasta 70 grados para regular la temperatura testicular dependiendo de las circunstancias, no abren las piernas para “dominar a las mujeres alrededor suyo”. Los conceptos de “manspreading”, “mansplaining” o el “sistema patriarcal” son parte una locura ideológica que no tiene ni pies ni cabeza. Es un juicio de valor basado en una visión patológica del mundo.»

Este entrecomillado pertenece a un artículo de Emilio Meneses a colación de la acción de la activista Anna Dovgaliuk en San Petersburgo, arrojando cloro a hombres en el metro por “manspreading”. Este vocablo designa el despatarre masculino que abarca bastante más espacio de lo que los asientos tienen previsto. Mansplaining es otro palabro que hace referencia al paternalismo masculino al explicar algo a una mujer. Sistema patriarcal no creo que haya que explicarlo, o por lo menos, sería bastante más largo de simplificar aquí.
                El artículo tiene mucha miga, pero comencemos por el principio. La acción que hemos podido apreciar en el vídeo que se ha convertido en viral es atroz. Es muy difícil justificar una acción de tales características. Pueden entenderse –más o menos– las razones que han llevado a esta activista a tomar tan drástica determinación. Sin embargo, creo que lo que produce es un rechazo total. De paso sirve para descalificar al feminismo radical, o incluso, como hace el articulista, para cualquier feminismo. No puedo estar de acuerdo en este punto. Para empezar “radical” no significa necesariamente “violento”. Radical hace referencia a la “raíz” y creo que lo único sensato en este tema del feminismo es ir a la raíz y no dejarse llevar por las apariencias.
                Cualquiera podría sostener que los actos violentos siempre desprestigian a una causa. Y de paso lo conectamos con el terrorismo. Creo que no siempre. Una doctrina que lleve irremediablemente a la violencia, para mí, está totalmente carente de valor. Sin embargo, hay algunos fines que, en manos de según quienes, se tornan violentos. No voy a sacar a las guerras santas, pienso en algo más cercano en el tiempo. En Filipinas, el presidente Rodrigo Duterte, ha saltado a la fama por recomendar el uso indiscriminado y extrajudicial de la violencia contra los narcotraficantes y otros delincuentes. Espero que todos podamos estar de acuerdo en rechazar a las mafias de traficantes de droga, pero rechacemos estas medidas tan brutales. Un medio despreciable no siempre desprestigia a la causa.
                Es una de las tácticas más usadas para quitar credibilidad a una idea o a una corriente. Se da mucha publicidad a algún partidario especialmente excéntrico, aunque sea heterodoxo, para desprestigiar a toda la idea. Se rumore incluso que es una pantomima ideada por Putin para desprestigiar al feminismo. Podríamos desarticular cualquier ideología política o credo religioso si pusiéramos un altavoz a los especímenes más estrafalarios de esa fe. No hace falta que pongamos ejemplos, creo.
                Dicho esto, pasemos al fondo del artículo. Para empezar, es poco científico el salto conceptual que pretende el articulista (que aprovecha el argumento de autoridad de luminarias como Steven Pinker). En el caso hipotético que demos por demostrada la necesidad de los varones de despatarrarnos por aquello de mantener la temperatura testicular, no hay motivos para deducir que el mansplaining o la lucha contra el patriarcado sea una locura patológica. Eso sí que es un juicio de valor.
                Quizás pudiera ser posible que se exagere la importancia de sentirse agobiado o agobiada porque un varón decida abrir sus piernas más de lo debido, pero sienta terriblemente que te tomen por infantil a la hora de explicarte algo. Esta sensación de que no se te echa cuenta por ser mujer es algo muy comentado entre las científicas y las mujeres que ocupan cargos directivos a la hora de afrontar una reunión con varones. Sobre el sistema patriarcal, el propio artículo es un ejemplo bastante elocuente al respecto.
                Quizás no utilicemos gráficos tan resultones como los científicos serios, es decir, los de ciencias naturales, estadística y probabilidad, pero los antropólogos y demás científicos sociales tienen una seriedad y un rigor muy exigentes. Se denominan técnicas del cuerpo a las costumbres que se acaban integrando en los sujetos a la hora de manejar su propio cuerpo. Un ejemplo son las maneras de dormir. Aunque pensemos que dormir es algo muy personal, lo cierto es que diferentes culturas practican posturas muy diversas a la hora de conciliar el sueño. Tomar un arco, dar indicaciones, lavarse, comer… todas estas actividades están mediadas socialmente. Se aprende a sentarse con las piernas cerradas, cruzadas o en pleno despatarre.
                En la novela Tom Sawyer el protagonista se disfraza de chica y es descubierto por una señora al lanzarle algo a su regazo. Una chica abriría las piernas para que cayese en la tela de la falda, y un chico cerraría los muslos para que el objeto acabara allí. De esta forma vemos cómo se aprende a recoger un objeto. Y los hombres aprenden a despatarrarse como aprenden a sentarse muy modositos en las entregas de premios o en misa. Durante la santa misa no se deben ni siquiera cruzar las piernas. ¿Cómo podrían nuestros mayores controlar la temperatura de sus testículos durante la semanal comunión con Dios? Pues, sorpresa, sorpresa, lo hacían. Como se sigue haciendo en momentos formales.
                También podríamos hacer estudios científicos, con gráficos y todo, que es muy natural para las personas, hombre y mujeres, pero especialmente las mujeres, poner los pies encima del asiento de al lado para que descansen las piernas y mejore la circulación de retorno, muy deteriorada a partir de cierta edad. Sin embargo, no consideramos una práctica aceptable. Por otra parte, hay estudios anatómicos fácilmente localizables por las redes en los que se desmonta la necesidad biológica del despatarre. Los científicos no siempre son científicos en toda su actividad, demasiadas veces sólo procuran una explicación razonable a sus propios prejuicios. Y a esto Steven Pinker es especialmente sensible. Pretende encontrar en la biología evolucionista que sus ideas políticas y sociales son las que la naturaleza tiene asignadas por defecto, aunque hayan tardado en llegar miles de años al ser humano.
                De todas formas, tanto a nivel simbólico como a nivel práctico, deberíamos, los varones cuidar un poco nuestras formas y no dejar a nuestras partes pudendas tan desprovistas de protección. De la misma forma que no nos desparramamos entre dos asientos para estar más cómodos. Convivir en sociedad es lo que tiene. Debemos procurar molestar lo menos posible.

1 comentario:

  1. De todo se aprende contigo, mi querido amigo, hoy hasta de fisiología y anatomía masculina. Un más que excelente artículo.

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