«Los hombres requieren tener las piernas
abiertas incluso hasta 70 grados para regular la temperatura testicular
dependiendo de las circunstancias, no abren las piernas para “dominar a las
mujeres alrededor suyo”. Los conceptos de “manspreading”, “mansplaining” o el
“sistema patriarcal” son parte una locura ideológica que no tiene ni pies ni
cabeza. Es un juicio de valor basado en una visión patológica del mundo.»
Este entrecomillado pertenece a
un artículo de Emilio
Meneses a colación de la acción de la activista Anna Dovgaliuk en San
Petersburgo, arrojando cloro a hombres en el metro por “manspreading”. Este
vocablo designa el despatarre
masculino que abarca bastante más espacio de lo que los asientos tienen
previsto. Mansplaining es otro
palabro que hace referencia al paternalismo masculino al explicar algo a una
mujer. Sistema patriarcal no creo que haya que explicarlo, o por lo menos,
sería bastante más largo de simplificar aquí.
El
artículo tiene mucha miga, pero comencemos por el principio. La acción que
hemos podido apreciar en el vídeo que se ha convertido en viral es atroz. Es
muy difícil justificar una acción de tales características. Pueden entenderse
–más o menos– las razones que han llevado a esta activista a tomar tan drástica
determinación. Sin embargo, creo que lo que produce es un rechazo total. De
paso sirve para descalificar al feminismo radical, o incluso, como hace el
articulista, para cualquier feminismo. No puedo estar de acuerdo en este punto.
Para empezar “radical” no significa necesariamente “violento”. Radical hace
referencia a la “raíz” y creo que lo único sensato en este tema del feminismo
es ir a la raíz y no dejarse llevar por las apariencias.
Cualquiera
podría sostener que los actos violentos siempre desprestigian a una causa. Y de
paso lo conectamos con el terrorismo. Creo que no siempre. Una doctrina que
lleve irremediablemente a la violencia, para mí, está totalmente carente de
valor. Sin embargo, hay algunos fines que, en manos de según quienes, se tornan
violentos. No voy a sacar a las guerras santas, pienso en algo más cercano en
el tiempo. En Filipinas, el presidente Rodrigo Duterte, ha saltado a la fama
por recomendar el uso indiscriminado y extrajudicial de la violencia contra los
narcotraficantes y otros delincuentes. Espero que todos podamos estar de
acuerdo en rechazar a las mafias de traficantes de droga, pero rechacemos estas
medidas tan brutales. Un medio despreciable no siempre desprestigia a la causa.
Es
una de las tácticas más usadas para quitar credibilidad a una idea o a una
corriente. Se da mucha publicidad a algún partidario especialmente excéntrico,
aunque sea heterodoxo, para desprestigiar a toda la idea. Se rumore incluso que
es una pantomima ideada por Putin para desprestigiar al feminismo. Podríamos
desarticular cualquier ideología política o credo religioso si pusiéramos un
altavoz a los especímenes más estrafalarios de esa fe. No hace falta que
pongamos ejemplos, creo.
Dicho
esto, pasemos al fondo del artículo. Para empezar, es poco científico el salto
conceptual que pretende el articulista (que aprovecha el argumento de autoridad
de luminarias como Steven Pinker). En el caso hipotético que demos por
demostrada la necesidad de los varones de despatarrarnos por aquello de
mantener la temperatura testicular, no hay motivos para deducir que el mansplaining o la lucha contra el patriarcado
sea una locura patológica. Eso sí que es un juicio de valor.
Quizás
pudiera ser posible que se exagere la importancia de sentirse agobiado o
agobiada porque un varón decida abrir sus piernas más de lo debido, pero sienta
terriblemente que te tomen por infantil a la hora de explicarte algo. Esta
sensación de que no se te echa cuenta por ser mujer es algo muy comentado entre
las científicas y las mujeres que ocupan cargos directivos a la hora de
afrontar una reunión con varones. Sobre el sistema patriarcal, el propio
artículo es un ejemplo bastante elocuente al respecto.
Quizás
no utilicemos gráficos tan resultones como los científicos serios, es decir,
los de ciencias naturales, estadística y probabilidad, pero los antropólogos y
demás científicos sociales tienen una seriedad y un rigor muy exigentes. Se
denominan técnicas del cuerpo a las costumbres que se acaban integrando en los
sujetos a la hora de manejar su propio cuerpo. Un ejemplo son las maneras de
dormir. Aunque pensemos que dormir es algo muy personal, lo cierto es que
diferentes culturas practican posturas muy diversas a la hora de conciliar el
sueño. Tomar un arco, dar indicaciones, lavarse, comer… todas estas actividades
están mediadas socialmente. Se aprende a sentarse con las piernas cerradas,
cruzadas o en pleno despatarre.
En
la novela Tom Sawyer el protagonista se disfraza de chica y es descubierto por
una señora al lanzarle algo a su regazo. Una chica abriría las piernas para que
cayese en la tela de la falda, y un chico cerraría los muslos para que el
objeto acabara allí. De esta forma vemos cómo se aprende a recoger un objeto. Y
los hombres aprenden a despatarrarse como aprenden a sentarse muy modositos en
las entregas de premios o en misa. Durante la santa misa no se deben ni siquiera
cruzar las piernas. ¿Cómo podrían nuestros mayores controlar la temperatura de
sus testículos durante la semanal comunión con Dios? Pues, sorpresa, sorpresa,
lo hacían. Como se sigue haciendo en momentos formales.
También
podríamos hacer estudios científicos, con gráficos y todo, que es muy natural
para las personas, hombre y mujeres, pero especialmente las mujeres, poner los
pies encima del asiento de al lado para que descansen las piernas y mejore la
circulación de retorno, muy deteriorada a partir de cierta edad. Sin embargo,
no consideramos una práctica aceptable. Por otra parte, hay estudios anatómicos
fácilmente localizables por las redes en los que se desmonta la necesidad
biológica del despatarre. Los científicos no siempre son científicos en toda su
actividad, demasiadas veces sólo procuran una explicación razonable a sus
propios prejuicios. Y a esto Steven Pinker es especialmente sensible. Pretende
encontrar en la biología evolucionista que sus ideas políticas y sociales son
las que la naturaleza tiene asignadas por
defecto, aunque hayan tardado en llegar miles de años al ser humano.
De
todas formas, tanto a nivel simbólico como a nivel práctico, deberíamos, los
varones cuidar un poco nuestras formas y no dejar a nuestras partes pudendas
tan desprovistas de protección. De la misma forma que no nos desparramamos
entre dos asientos para estar más cómodos. Convivir en sociedad es lo que
tiene. Debemos procurar molestar lo menos posible.
De todo se aprende contigo, mi querido amigo, hoy hasta de fisiología y anatomía masculina. Un más que excelente artículo.
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