Muchas veces me he manifestado a
favor del sentido del humor y de que su límite debería ser lo más flexible que
se pueda. Creo sinceramente que la judicatura debe apartarse salvo en casos
extremos, pero eso no significa que los demás nos tengamos que callar ante un
humor que no nos guste. Precisamente porque creo en la libertad de expresión,
también defiendo el derecho que tenemos a decirle a un humorista que se ha
pasado, que no tiene razón o que se está comportando como un racista. No a la
censura en el sentido judicial pero sí a la que pueda hacer uno desde su
conciencia.
He
dejado pasar un tiempo prudencial para abordar el tema porque prefería reposar
y que los ánimos estuvieran más calmados. Hubo un gran revuelo con los tuits de
Camilo de Ory en los que se burlaba de la tragedia. Muchos atacaron a Camilo
con palabras muy fuertes y llegaron incluso a amenazarlo de muerte. Este, sin
embargo, es un personaje –ignoro su personalidad real, hablo sólo de lo que
ofrece en las redes– que se crece con el odio que gira a su alrededor. Por
burlarse se burla de sí mismo el primero. Algunos de sus amigos, como la
articulista Rebeca Argudo, salieron a defenderlo. Por lo visto es una excelente
persona, muy afable y con buen corazón pero que intenta resaltar la hipocresía
de la sociedad. Y los que le critican son unos zafios que no son capaces de
comprender esa crítica.
Yo
debo de ser uno de esos zafios. No me gustan esos comentarios, no les veo la
gracia. No puedo valorar la supuesta valentía de hacer chistes de humor negro
en el momento y a cara descubierta. La tradición de las risas inconvenientes en
los momentos delicados, los chistes a altas horas de la noche durante los
velatorios, siempre han desempeñado un papel catártico, de escape ante un
momento de máxima tensión. El humor cruel sirve de arma. La risa, como decía
Peter Berger, es risa redentora. Sin embargo, para mi gusto hay comentarios que
están fuera de lugar, que no me gustan. Él tiene derecho –legal– hacerlos y yo
tengo derecho a expresar mi disconformidad. Una disconformidad que va más allá
de descalificar un desafortunado comentario, es más, lo que me incomoda es un
modo de estar en el mundo, una manera de comportarse que tiene una esencia y
una constancia.
Camilo
de Ory y otros como él se burlan del dolor ajeno, del sufrimiento por el
sufrimiento como si a ellos no les afectara. El hecho de realizar su actividad
en el momento de los acontecimientos los diferencia de otros chistes
estereotipados sobre judíos y cámaras de gas, chistes racistas o machistas que
se pueden contar en circunstancias en las que se supone no afectan a la
sensibilidad del oyente. Siendo incorrectos, no pretenden herir. Son
insensibles al dolor, pero, en estos casos, no pretenden aumentar el dolor.
Los
otros son tipos de personas que se creen más inteligentes que las demás, que
pueden bromear sobre el dolor ajeno porque a ellos no les afecta. No, a ellos
no les afecta nada porque están por encima del bien y del mal. Sus intelectos
privilegiados les otorgan una bondad en las alturas que no tiene por qué
descender a ras de tierra. Son mejores que nosotros y debemos reírles las
gracias. Su sentido de la ironía los pone a salvo de tomar ningún partido. Se
burlan de todo, de sí mismos, de las barbaridades, de las sensateces, del
sufrimiento, de la alegría. Aprovechan cualquier tópico como munición.
Supuestamente para evidenciar nuestros prejuicios. Prejuicios que ellos no
comparten pero utilizan.
Ellos,
precisamente, nos dan lecciones de cómo tenemos que enfrentarnos a nuestros
prejuicios y a nuestro buenismo. Como en el caso de Juana Rivas, eran los
únicos sensatos que advertían del peligro de alentar la fuga de esa madre a la
que la Justicia de dos países había dejado desamparada. Combinaban, eso sí, la
cabeza fría y el Derecho con la burla y el escarnio. Están para darnos
lecciones, niños díscolos que somos, caprichosos inconscientes, pueriles
justicieros.
Eso
no quiere decir que estén permitidas las amenazas o los insultos. Lo que no es
tampoco demasiado coherente por su parte es que se quejen de insultos cuando su
humor es insultante. Están jugando al mismo juego, pero con tonos distintos. Tener
“valor”, “coraje”, no tener miedo no son valores envidiables en sí mismos.
Nadie admira a un asesino múltiple por su valor.
Creo
que si el humor se dirige al poderoso la ridiculización tiene un sentido, pero
cuando te burlas del que está en desgracia, entonces no tienes excusa. Hacer
chistes de humor negro es una válvula de escape en momentos de tensión. Reír
con esos chistes le hace a uno sentirse mala persona porque precisamente no
debería burlarse, tiene el valor de explicitar los prejuicios que cada uno de
nosotros tiene. Los tuits sobre el rescate de Julen, la mayoría de ellos sólo
hacían humor con la desgracia.
Ahora
parece que está más calmado y se dedica a hacer reflexiones serias. Y, bastante
a menudo tiene razón en ellas, o por lo menos no aparece tan descabellado y
kamikaze como en los tuits. Quizás piense que en esos momentos se quita la
careta y vemos su personalidad sensata y razonable, que no se cree realmente lo
que dice y que se sale del juego, desde fuera y por eso mismo los demás debemos
comprender su fingimiento. Pero esto es otra prueba de esa superioridad
intelectual que le confiere una bondad celestial que no tiene que descender a
la Tierra para ser demostrada. Los demás no estamos tocados por la gracia para
entenderla y criticarlo nos condenará al infierno de los zafios e incultos. Ya
nos lo hará saber con la condescendencia con la que acostumbra.
Sinceramente pienso que el dolor, el sufrimiento, la desgracia nunca pueden ser objeto de burla o escarnio. Es deprimente que hoy en día se considere "humor negro" a quien se sirve de tal medio para llamar la atención que es lo único que, en puridad pretende. El humor, ante todo, debe ser inteligente, y la burla es sencillamente común.
ResponderEliminarUn rato más tarde, la causa contra Ory a este respecto se ha sobreseído, en mi opinión con acierto. He leído en muchos "foros" acerque de que estamos inmersos en la sociedad de los tiquismiquis. No estoy de acuerdo. Ofenderse por determinado tipo de humor no es de tiquismiquis, es de gilipollas. De tiquismiquis es esto:
ResponderEliminar"Amigo y bloguero: Se dice CATÁRTICO y no CATÁRQUICO. Curiosamente anteayer lo leí en esta misma forma incorrecta de un periodista profesional (o en todo caso, 'profesionalizado'). A ver si aprendemos a escribir, que he estado a punto de dejar de leer el artículo pero como estaba casi a la mitad, he tratado de ignorar el desprendimiento de retina y seguir hasta abajo".
Esto es ser tiquismiquis.
Comprendo perfectamente la reacción de los padres de ese pobre crío, pero este tipo de agravio no te lo va a solucionar un juzgado. En todo caso vas y le partes los dedos al tal Ory, así se lo pensará antes de escribir según qué, so pena, eso sí, de que a tí la justicia no te sobresea nada.
Estimado NuBus. Mi sentido no alcanza a distinguir su ironía o falta de ella. Creo que estamos de acuerdo en la consideración sobre la administración judicial del caso. Por lo que veo, no coincidimos en la valoración del sentido del humor de nuestro personaje. Insultar llamando gilipollas es demostrar mucha clase en los comentarios.
ResponderEliminarEn cuanto al párrafo entrecomillado, le agradezco la puntualización. Un error lo puede tener cualquiera, como escribir "acerque" en lugar de "acerca" o ignorar el uso correcto de las comas.
Me llama la atención la crítica a la sociedad que se dedica a mostrar su disgusto sobre la actuación de algunos humoristas, como Camilo de Ory. En cambio, usted se ofende porque alguien se atreva a criticarlo. Por mi parte, he intentado explicar las causas de mi crítica, alejada tanto de los juzgados como de la violencia.