Miguel Catalán es un autor
polifacético, dirigida su actividad principalmente en dos direcciones. El
primero es el magno proyecto Seudología, un tratado sobre la mentira en todas
sus formas. El segundo camino es el que se expresa en aforismos e ideas breves,
que abarcan temáticas más amplias. Ambos caminos se cruzan en el Diccionario de falsas creencias (Ronsel,
2001). Este es un volumen que reúne 6 libros dedicados al aforismo. El sol de medianoche (2001), La nada griega (2013), La ventana invertida (2014) y los
inéditos Así es imposible, El altar del olvido, Paréntesis vacío.
Los
aforismos aquí contenidos superan las más de las veces el apunte mínimo. Siendo
textos cortos, como exige el género, Miguel Catalán puede desarrollar en varios
párrafos una idea, o una anécdota. Más allá de la filosofía académica y más acá
de la narración didáctica, aforismos en el sentido que pueden ser los textos de
Cioran, Nietzsche o Juan de Mairena, con el que comparte un excelente uso del
humor. Marxista, de Groucho, para más señas. Emparenta también con el
antimoralismo y la paradoja de Oscar
Wilde en los textos más breves. Los textos un poco más largos, recuerdan a un Cioran
menos descreído. Encontramos apuntes sobre literatura, narrativa, poesía, notas
filosóficas, pequeñas historias, con visos más de realidad paradójica que de
fábula moral, sobre las que planean Nietzsche a Platón. Puede ser muy
machadiano: “No es lo mismo hablar solo que hablar consigo mismo. Pero tampoco
conviene confiarse”. Puede emular a Oscar Wilde: “Cuando ella lo vio por
primera vez tuvo la impresión de que lo conocía de toda la vida. A los dos años
de convivencia esa impresión ya se había confirmado lamentablemente”
En cuanto al
estilo, es de destacar el gusto por el adjetivo y el adverbio preciso.
Literatura, pintura, filosofía. Nada demasiado actual. Todo humano. Tiene,
además, el acierto de completar cada libro con una serie de aforismos ajenos, a
modo de homenaje, que le hubiera gustado escribir y que asume. También es muy
significativo el sentido del humor: “Historia del siglo XX: De los huevos
Fabergé a los huevos Kinder”.
El
gusto por la paradoja no es gratuito ni busca el efectismo de los fuegos
artificiales, es la esencia del pensamiento: “Hace poco acepté esa creencia de
que no conviene hacerse demasiadas ilusiones. Ahora solo me falta acertar con
la dosis”. La realidad en sí misma, es paradójica, y nuestro aprendizaje para
vivir en el mundo también lo es: “No podrás hacer trampas si antes no aprendes
a jugar”; “Esas personas que llegan a la vejez sin pasar por la madurez”;
“Dios, que empezó siendo la suma de todas las virtudes que los hombres nunca
llegaron a poseer, terminó convirtiéndose en la coartada para todos los
crímenes que sí cometían”; “Cosquilleo masónico: Hoy día el único encanto de
pertenecer a una cofradía secreta radica en la posibilidad de que te descubran”;
“Yo creía que el cosmos y el caos eran opuestos hasta que entré en su estudio
de pintura”.
El título del
primero de los volúmenes remite a la antigüedad clásica: “La nada griega:
Jackob Burckhardt advirtió que la nada no desempeña papel alguno en la
filosofía griega”. El siguiente, La
ventana invertida, a una predisposición a que la mente sea a la vez puente
y puerta, entrada y salida para “La quemante luz de la verdad”. Descubre las
máscaras que necesitamos los humanos, “Cuando buscamos en la maldad una
explicación de lo siniestro, lo que pretendemos sin saberlo es trocar la
angustia por el miedo a algo más concreto”; “Narcisismo: El yo como panorama” o
“Hay quien confía en Dios para no tener que confiar en nadie”, donde se pone en
evidencia que el sentido del humor es también un método de conocimiento fiable.
Así es imposible nos ofrece momentos
memorables en esta “ilusión del quehacer”- Pensamiento y filosofía políticas :“Origen
de la ley: el orden nació de la orden; sucedió hace mucho tiempo, pero aún la
lleva dentro de sí”; “La libertad política siempre estuvo basada en la
esclavitud y la servidumbre…” y de nuevo sentido del humor: “El mundo era para
Ramón Gómez de la Serna un cuarto de juegos con un solo juguete: el lenguaje”; “Dos
logros capitales: el sexo no reproductivo y la música no militar”.
En El altar del olvido hay reflexiones
entre las que podemos rescatar las de contenido más político: “Es difícil que
alguien comprenda algo cuando está convencido de que su vida eterna depende de
no comprenderlo”; “La posverdad no significa nada. Nunca hubo una época de la
verdad”. Con grandes –y tristes– verdades “Aquel partido mayoritario tenía dos
grandes grupos de votantes: los que se creían sus mentiras y aquellos otros a
quienes no les importaba que les mintieran”.
En
Paréntesis vacío (2018) continúa la
indagación, porque “Para el ojo suspicaz, todo es sospechoso”. Miguel Catalán
sabe que “Ya está todo escrito, pero de otra manera”. A pesar de, o quizás precisamente
por, la heterogeneidad de los materiales del aforismo, Miguel Catalán presente
una sorprendente coherencia del pensamiento, una voluntad de mantenerse más
fiel a la realidad que a sus representaciones, denunciando la hipocresía y la
jactanciosidad de “esas personas que lo saben casi todo y encima se inventan lo
poco que no saben”. Y lo hace con elegancia y con vocación poética: “Los
pacifistas desertan antes de la batalla; los cobardes, en medio de la pelea; los
estetas, cuando están a punto de ganarla”. Autor claro, en el sentido de Samuel
Johnson y no en el de Ortega (p. 256), del que busca la claridad como un
objetivo y no una condescendencia. La famosa expresión de lo que pasa en la calle: “Cada muerte es el fin del mundo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario