Nacida en Ciudad de México (1979),
Rocío Cerón es una poeta, ensayista, editora y creadora transdisciplinar,
actividades todas ellas que se traslucen entre sus versos. Su producción
poética incluye: Materia oscura
(2018); Borealis (2016); La rebelión. O mirar el mundo hasta
pulverizarse los ojos (2016); Anatomía
del mudo. Obra reunida (2002-2015); Nudo
Vortex (2015); Dioramas (2012);
Tiento (2013), Imperio (2009).
Fundadora de ENCLAVE, Festival de poesía transdisciplinar podemos, además,
seguir su trayectoria en rocieron.com
La primera
sección, Arborescencia, supone una acumulación
de materiales diversos, verso, prosa, anotaciones. Con formas poéticas
complejas que cobran mayor sentido tomándolas en su conjunto. Podemos
entresacar aforismos (“Risas, andamiaje: nervaduras de placer”) o consejos casi
de psicomagia:“Escuche a Apolo, sus constantes heridas, su voz de manglar de
Tumben, de concha negra / Escuche la risa disonante del loco, / su manto
tímbrico de crepúsculo náutico”.
En Miiundasikantani (25 nomenclaturas para nombrar un paisaje) la mirada se convierte en
escrutadora de pequeñas historias enclavadas en un paisaje mental y físico al
que se accede con llaves conceptuales y poéticas muy concretas: “Pulverizados
huesos, ahora paso, camino para el andante que recuerda las enseñanzas del
habla”. La función hermenéutica de la poesía reside, en parte, en su carácter no
obvio, en lo que de secreto se oculta a la vista de todos: “Oscuro o brillante,
expansión del lenguaje de las grietas o descomposición de los vínculos entre
doseles. Fortuito y mineral, como la génesis del mundo”. Rocío Cerón incluye ese
minucioso escrutinio a través de la palabra y el lenguaje como quien busca la
salida de un jeroglífico en lengua extraña: “Desde la lengua, desde el cliché (marca el cuadrante, busca el vestigio) un entomólogo diagnostica el
mundo, su temida latencia”.
Detrás, “el
mundo se revuelve entre nudillos sobresaltados. Acecha, acecha el desfallecimiento del testigo. Se hunde el
paseante entre un velo multicolor. Las aves de este bosque, futuro de una
fábrica muerta”. Un juego del mirar afuera y del mirar hacia dentro para sospechar
de las propias percepciones: “Ante distorsiones, la mirada poliangular para
corregir el punto de vista. Bocetos fotográficos o proyecciones de cuerpos
opacos sobre muros. Ante el miedo, búsqueda de perspectivas y escorzo,
realidades para configurar el ojo del observante”.
“Hacia el
interior –no hacia la Historia, la enajenante y ciega– hacia el interior, los
parajes familiares, la nostalgia de los hechos, el primer traje de fiesta, el
asombro ante el contacto entre miradas, el vuelo de hojarasca, las costumbres y
los recién nacidos. En los manteles tendidos al piso, la hoguera, los extramuros,
el humo, la salvia, el navío. Muda, a lo lejos, la ciudad se derrumba”
Incisiones casi es el reverso intimista,
tratando de “Compartir el nido como moneda de cambio”. La percepción de la
realidad exterior se realiza a través de la relación que tienen con lo que el
espíritu impregna: “Los objetos, materiales que se desvanecen entre las ramas”.
Esta propuesta continúa en Materialidades
Subversivas, donde los objetos se humanizan, se dotan de intimidad, la
transportan: “La luz no tendrá sombra sobre los cables reflejos. Tal la
intensidad de una mirada ante superficie negra. Edificaciones. El ojo ataca la
forma, la deglute” (I).
Observante es un estudio de la mirada,
como elección, como lo dado más allá de
un contrapunto epistemológico heredero del cuestionamiento posmoderno de las
perecepciones y la Razón como soberana absolutista. Rocío Cerón habla de “Estruendos,
ráfagas de voces y luz. Lo primero. El contacto en el mundo. Así, desde ese
punto, la duda. Habita resplandeciente desde la inicial mirada, ahí el
horizonte” (V). El objeto principal
de la mirada es siempre el paisaje, elemento clave y marco de referencia vital:
“Paisaje; ascenso, descenso, sobre líneas signos, capas traslúcidas, símbolos
donde el fuego, el aire, suman una gramática, la del cosmos y sus grafías (VI). La actividad poética y vital
consiste en “Mira alrededor, toda construcción alborea ya su destilación de la
muerte” (VII). La conciencia de la
muerte, esta es la clave. La urgencia de mirar, de comprender, de rebatir la
conciencia de inutilidad en el transcurso, en el breve transcurso de la vida.
Con una base
en Merleau Ponty y la fenomenología, el poeta se ancla en “El rostro y la
conciencia. El reflejo y lo mirado” (IX),
y el resto, más que comparsas, son cómplices: “El presente y sus cómplices. El
ojo. El oído. El tacto. Unión de estancias por el objeto descubierto”. Observante, tanto la sección como el
volumen en su conjunto recuerda a la reflexión de Susan Sontag sobre la fotografía
como alegoría de la mirada y la conciencia, de cómo se focaliza y se
interpreta, como las partes de la realidad cobran sentido y se almacenan en la
memoria: “Lo hecho es lo que está (…). Lo que hay es la forma que fue. Lo que
está”. La poeta y la ensayista realizan la misma expedición. Y como expedición
física hay que tomarla: “Ensayar límites de esfuerzo y resistencia:
Desanudaciones de agua en el estanque; pereza y lucidez enredada; imantadas de
fuerzas”.
Y, en el
paisaje, distinguir figura y fondo: “Formas sobre otras. Dientes, caderas,
frente. El reflejo constituye una caja infinita. Matuska. Destrucción o restablecimiento”. Separar, diferenciar,
delimitar el dibujo, “Diques y vetos, volumen. Roca plutónca a pies del
acantilado. En ese encuadre, acariciarte el
muslo a la mujer de cabello largo”.
“Desde esta
orilla, tan secreta e íntima, desde el ínfimo brillo y las resolance de luz,
desde el clavo y la úlcera, desde la secreta escucha detrás del muro, desde
este lugar no propio pero tomando en dominio por el instante del verbo, se
sacude del polvo de la palabra anunciación”
Rocío Cerón no
habla el idioma del filósofo, ni siquiera del poeta filósofo como María
Zambrano, pero comparte su intuición, buscando los claros de bosque, la luz que
penetra y, gracias a la sombra, delimita los contornos: “La luz –sus
indescifrables hilos– abastecen la salida posible: nomenclatura exacta del
paisaje del rosto de la madre”.
El volumen
termina tomando aliento y recordando las acciones poéticas del primer libro.
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