Las aulas son un escenario muy socorrido para el cine. Podríamos
hablar de un género en sí mismo, como el western
o las películas de artes marciales. Y, como en cualquiera, hay buenas y malas
cintas. Indudablemente encontraremos diferentes enfoques y unos serán cómicos,
otros más realistas, más documentales. Unos preferirán denunciar los excesos
del pasado y otros se posarán en barrios desfavorecidos. Desde Adiós, Mr. Chips (Goodbye, Mr. Chips, 1939), pasando por Rebelión en las aulas (To
Sir, with love, 1967) hasta Sister
Act: una monja de cuidado (Sister Act,
1992), Escuela de Rock (School of Rock, 2003 ), Profesor Holland (Mr. Holland's Opus, 1995) o Mentes
Peligrosas (Dangerous Minds,
1995), la figura del profesor comienza el curso con una falta de conexión total
con su alumnado, para luego ganarse su respeto gracias a la honestidad en su
trabajo y la realización de algún acto heroico, normalmente fuera del ámbito de
lo estrictamente académico. Más que el hecho mismo de enseñar –da igual la
asignatura– lo que parece importar es la conexión en sí misma, que es la llave
mágica para que los alumnos se dejen llevar y, sin que aparezca ningún otro
tipo de trastorno del aprendizaje, alcancen los objetivos de convertirse en
hombres y mujeres de provecho.
Películas de denuncia del sistema
educativo como El muro (Pink Floyd, The Wall, 1982) siguen
teniendo vigencia en el imaginario colectivo, quizás apelando a las más que
seguras malas experiencias que todos hemos sufrido entre las paredes del aula.
Sin embargo existen también cintas llenas de ternura como Hoy empieza todo (Ça commence
aujourd'huI, 1999) y la directamente documental Ser y tener (Être et avoir,
2002). El cine francés ha ofrecido algunos clásicos memorables para la historia
del séptimo arte, en especial Los
cuatrocientos golpes (Les quatre
cents coups, 1959) donde Truffaut, a través de su alter ego, Antoine Doinel, nos hace partícipes de su rebeldía
contra el sistema que se añadirá, sin duda, al imaginario de las revueltas
estudiantiles de la década posterior. En
esa misma línea, la descripción de la falta de adaptación de un personaje
rebelde sin causa, tenemos El té en el
harén de Arquímides (Le thé au harem d'Archimede, 1984). Muestra el fracaso en la integración de los
argelinos de segunda generación en las barriadas, banlieue. El instituto es solo una de las instituciones que ha
fracasado en esa integración. La clase
(Entre les murs, 2008) y Profesor Lazhar (Monsieur Lazhar, 2011) son valiosas películas para acercarse a lo
que es la educación multiétnica dentro de los entornos desfavorecidos.
A menudo las películas sobre
educación se confunden con las novelas de aprendizaje o Bildungsroman. Sobre todo porque el periodo básico para el
aprendizaje escolar es la infancia y la adolescencia, la primera juventud a lo
sumo, que representa, por supuesto, el momento vital de aprendizaje y el paso a
la edad adulta. El club de los cinco
(The Breakfast Club, 1985) podría ser
un buen ejemplo. La preciosa Cartas a
Iris (Stanley & Iris, 1990),
se aparta de este marco temporal. Stanley (Robert De Niro) aspira a dejar el
analfabetismo con la ayuda de una voluntariosa Iris (Jane Fonda). En la mayoría
de las ocasiones, las aulas no son el principal motivo para la maduración
personal, sino más bien son el escenario accidental para que se desarrolle la
vida de los protagonistas. Una gran película como Elephant (2003) más que sobre educación es una valiosa reflexión
sobre la violencia. Un caso similar es La
ola (Die Welle, 2008), que alerta
de la facilidad con la que el fascismo puede calar en una sociedad.
No solo dentro de las aulas existe
aprendizaje. Podemos recuperar películas de educación fuera del ámbito
académico, como La fierecilla domada,
obra de Shakespeare con varias adaptaciones, como la de Franco Zeffirelli, La mujer indomable (The Taming of the Shrew, 1967) o la de Carmen Sevilla La fierecilla domada (Antonio Román,
1956). En un tono que sería hoy en día intolerable, un marido “educa” a su mujer
reduciendo su voluntad. Ella, reacia a casarse, acaba enamorada totalmente y
rendida a los pies de su marido y educador. Incluso la Historia de O (Histoire d’O,
1975) pretende ser un relato de educación.
El rey y yo (The King and I,
1956) y la posterior versión Anna y el
Rey (Anna and the King, 1999) son
dos ejemplos de institutriz que, además de enseñar los contenidos y los
modales, transmite una aculturación a los hijos del rey de Siam. Mary Poppins
(1964) lo hace a los hijos de un matrimonio británico acomodado con una
adaptación incomprendida. La excéntrica institutriz en la obra original es
mucho más severa y menos carismática, al menos en un principio. En El hombre sin rostro (The Man Without a Face, 1993), Mel
Gibson, apartado de la sociedad por su rostro desfigurado, se hace cargo de la
preparación de un chico para West Point. El
milagro de Ana Sullivan (The Miracle
Worker, 1962) ofrece el relato basado en la terrible historia de Hellen
Keller, una niña sordociega. Hijos de un
dios menor (Sons of a Lesser God,
1986) sería una versión menos trágica. De nuevo Truffaut es un buen ejemplo con
El pequeño salvaje (L'enfant sauvage, 1970) para contar la
emocionante historia de un niño feral real y los intentos de un ilustrado por
enseñarle el lenguaje. My Fair Lady
(1964) aborda el mito de Pigmalión adaptando una obra de George Bernard Shaw.
El profesor Higgins (Rex Harrison), especialista en fonética, apuesta que puede
convertir a cualquier muchacha de clase baja en una señorita de la alta
sociedad porque, a su juicio, es el habla el elemento clave que determina el
éxito social. Elza Doolitle (Audrey Hepburn) se expresa en un terrible cockney y terminará por comportarse como
una dama distinguida y, de paso, conquistará el corazón de su brutal y misógino
mentor. Pretty Woman (1990) podría
ser una versión bastarda.
Pinocho (Pinocchio, 1940) traduce de manera muy
elocuente la necesidad de una educación moral de la conciencia como requisito
para asimilar la educación académica. La isla de los juegos es una metáfora
maravillosa en la que los chicos disfrutan de todos los placeres, la diversión,
el juego y la bebida, convirtiéndose literalmente en burros que luego
aprovecharán para hacerlos trabajar sin descanso. La crítica moderna de la alienación
de una juventud que no se esfuerza en el trabajo.
No se puede decir que no haya
intentos de llevar a la pantalla los problemas y las dinámicas reales de las
aulas. La serie de televisión Compañeros
(Antena 3, de 1998 a 2002) lanzaba campañas en los institutos solicitando temas
e historias para incorporar a los guiones, aunque optara, como Al salir de clase (Telecinco,
1997-2002), Física y Químca (Antena
3, 2008-2011) por el lado más melodramático, cómico y escandaloso de la vida
escolar. Segunda enseñanza
(Televisión Española, 1986) fue también una serie que procuraba una visión más
realista del entorno de un Instituto. Cientos de series de cualquier
nacionalidad explotan el lado más cómico de las relaciones escolares como la
serie animada de Disney, La banda del
Patio (Recess, 1997-2001).
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