martes, 23 de junio de 2020

Reseña de Florencia Madeo Facente: ‘La taza rota’. Liliputienses. 2020


Dónde comprar La taza rota, de Florencia Madeo Facente

Nació en Buenos Aires (1992) y ya tiene publicado otro poemario, Una ciudad en silencio (2018).  La escritura de Florencia Madeo se basa en lo autobiográfico, el intimismo, la voz que se expresa hacia el interior y desde ahí, hacia el afuera son tratadas desde una subjetividad perpleja: “Muchas veces creí estar en el tren correcto, / sin embargo me dirigía en la dirección contraria” (Memoria de los viajes); “Cuando dijiste que la sombra de una mujer / hablando por teléfono te hacía sentir en casa, / ése también era un poema sobre el más allá”.
A menudo, las imágenes toman el aspecto de lo cotidiano (“Allá vivías vos, era una isla de vidrio como ojos sobre una almohada”) o de lo prosaico: “Desde que llegaste, / un vigía en una estación nuclear / recibe señales de la cercanía de un objeto / no identificado. / Como en los videojuegos, / la mayoría de las cosas opera como un fondo, / y no podemos alcanzarlas, ¿qué pasaría / si, como toros, empuráramos el horizonte?”; “Mientras los pastores evangelistas de la televisión / mantienen la esperanza de que la vida en la Tierra / es aún posible, qué hermoso fue imaginar que volábamos / en una cápsula, pasando todas las fronteras de la amistad, / y con los ojos anestesiados / no sabíamos qué cosa dejábamos atrás”. La taza rota tiene esa cualidad esencial de plasmar, sugerir, convocar a partir de lo que se tiene más a la mano.
Esta voz poética aborda los sentimientos mediante el recurso a la imagen visual, pero sobre todo, a la viñeta, a la escena, al momento clarificador: “A veces las cosas pasan demasiado cerca / y el pasado parece un funeral sin llanto. / No te olvides dejar la ventana abierta / para que no regrese”, Cielo algo nublado); “Esto en una edad / en la que no sería apropiado que se me muriera una planta” (Cumplir 25 años). Consigue una concreción casi cinematográfica: “Ella la mira. Ella dice con la manga sobre la cara, / frotándose los ojos: / No está Mamá, no está. / Bueno, vamos, vamos /… / El cielo se parece al vidrio / que protege las frutas / en la casa de los ricos. / ¿Dónde está esa porción del mundo / que se me escapa?” (Ellas duermen en la calle).
El enfoque hacia el objeto o la acción también se acompaña del diálogo y la reflexión: “Quería hablarte de todo esto y de lo que el tiempo es capaz de perdonar” (Quería hablar del tiempo); “Ahora los poemas parecen pequeños telegramas / entre nosotros mismos, símbolos que desencriptamos” (Sobre el poema). Se consigue una lucidez en la reflexión que no apelmaza los poemas, construidos, como hemos visto, por la relación de lo íntimo con lo real: “Tampoco nos protege / el cariño a la rutina de los otros” (Película). El ahondamiento en lo personal no presupone certeza, al contrario, es raíz de la perplejidad: “¿Por qué soy más importante / que esa otra en mí que no veo siempre?” (Mujeres muñecas).
Eso no quiere decir que sea un universo alrededor de la poeta, hay muchos personajes sobre los que posar la mirada: “Y siempre es la historia del amigo / de un conocido de mi amigo, / siempre hay que pensar de quién es la historia” (Conversación sobre un libro con mapas); “Desde entonces hay silencio / en la mansión amortiguada” (Después de la muerte de Dickinson). No podemos dejar de señalar una vocación crítica hacia la sociedad, Ellas duermen en la calle es un ejemplo muy evidente de esto.
Por último, señalar, otros poemas que tienen un carácter metapoético, hablando de la poesía como producto y como medio de vida: “El poeta ha sido herido por el lenguaje, / dijiste” (Un poema hipercalórico). En especial, la necesidad vital de la actividad poética
“Si nosotros es un objeto necesario,
el poema es un objeto innecesario
 –Pero–
lo que pasa desapercibido para la policía es mejor:
el día después del amanecer
y antes de la luz verde del semáforo,
cuando espero tu llegada bajo un paraguas con agujeros
/ … /
Si nosotros tuviéramos que vivir para siempre
de la misma manera, como los que envejecen y mueren
en una isla perdida después de la catástrofe,
entonces, cuando es la noche
de los cuentos de Tanizaki
el grillo se apague en ascenso
saber cuál fue su último dese
no es imposible” (Lógica aristotélica para aficionados)
Gran parte del atractivo de La taza rota es la habilidad para situarnos frente a una escena, en la que la descripción es tan visual como surreal y por tanto, cierta: “Su mamá taladró la pared para colgar el cuadro / de unas frutas en un centro de mesa / y él sintió como si se cortara un nervio / y miró con miedo dentro del agujero / Si no fuera un niño / sería un centinela” (Problemas matemáticos con la fruta). De vez en cuando, una amarga reflexión y una advertencia vital:
 “Dice que a ciegas no se debe hacer nada,
la pregunta correcta sería:
¿crees que huyen despavoridas las hormigas
cuando levantas la piedra
o que encuentran la libertad?” (Cerca de lo prohibido)

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