Tercer poemario de la granadina
nacida en Cádiz o de la gaditana afincada en Granada tras Manto del Alma (Exlibris, 2016) y La mirada del tiempo (Esdrújula, 2016). Actualmente está vinculada
a la revista de la capital del Darro, Lumbre.
Sin embargo podíamos decir que este es un libro donde el lugar principal lo
tienen los paisajes de la niñez, la playa. Son las caracolas el nexo de unión
de mares y de sensaciones, el olor del mar, el tacto de la arena y de las olas,
y el sonido que se guarda en su interior.
Consta de un poema
introductorio, Espiral de vida, y
tres Cantares: El cantar de las caracolas;
Horizontes y El mar y el viento. Efectivamente, el primer poema anuncia, a modo
de avance, lo que significan esas caracolas y el tono general del volumen: “Mis
anaqueles cuidan muchos libros / y lucen caracolas / recogidas en la playa /…/
Me hablan las caracolas / un lenguaje secreto entre nosotros / sonidos que
conozco. / Un lenguaje que mi bebé / parecía conocer / antes incluso / de
aflorar a este mundo /…/ Son las rosas del mar. // En mis sueños viajo / como
fundida en una caracola / como un poema íntimo / que reconstruye el mito / del
nacimiento de Venus” (Espiral de vida).
El Cantar I,
homónimo, está más centrado en el ambiente íntimo, las personas más cercanas,
los sentimientos, los recuerdos y el futuro que se va avecinando “Sacia tu sed
de vida y experiencia / anida la esperanza en tus entrañas” (Soledades). El tono es esperanzador, que
no totalmente bucólico, así, a su hijo le dice: “Construirás castillos / al
aire de tus sueños, / ansiarás anclaros a tierra firme” (Castillos en la vida); mientras que la añoranza se pasea por otros
versos: “Mi memoria evoca tus silencios / las palabras que nunca pronunciaste /
para no herir” (Brindisi). Personajes
familiares, el propio yo son los
personajes que habitan esta primera parte: “Con tu soledad ya te has ido niña,
/ hacia doquiera posa tu mirada” (La huida).
La primera persona es la que toma la voz y dialoga, aun consigo misma: “Soy el
alma ensanchada / por el conocimiento / del fluir de los años /…/ Soy el mar
que súbito purifica / palabras arrojadas con desdén / en mi jardín” (Soy). Se dirige a quien escucha, sea el
lector o sea un interlocutor concreto, no importa: “Ven, vuela conmigo sin alas
/ sobre las olas de blanca espuma /…/ Acude a saborear la alegría / sobre sus
altas crestas / para luego bajar / hasta arenas y rocas / y coger algunas/ caracolas marinas // Su rumor cantará /
canciones que olvidamos al dejar de ser niños / y desde un suave arrullo / nos
devolverá presta nuestro mar” (Ven).
Culmina esta
sección con el poema que da nombre al poemario, “Desde el fondo oscuro del mar
/ cantan las caracolas / y su cantar es libre / en el surco por aguas
transparentes” (El cantar de las
caracolas) y una serie de haikus: “Las caracolas / entre playa y cielo /
buscan cobijo”. El segundo, Horizontes,
está más volcado en un ámbito más amplio, más comprometido, más reivindicativo
incluso, no en el sentido político, sino en la medida de que todo lo personal
lo es: “Me hubiera faltado tiempo / para leer tus palabras” (Me hubiera faltado tiempo); “Deseo
avistar qué hay tras el horizonte. /…/ Y sin embargo es pura ilusión” (Tras el horizonte). Temas como el dolor,
la muerte sin remedio, la “ceguera colectiva”: “La bestia zigzaguea / por los
resquicios que deja el cansancio” (La
bestia agazapada). Otros más concretos denunciando abusos y violaciones: “El
cobarde combate por un cuerpo” (Agresión);
“Extraviada / el desatino guiaba sus pasos / lívida, / demacrada / sin rumbo.
// De esta suerte la hallamos sus amigas” (El
agravio).
Si en la
primera parte brillaba la esperanza, en esta segunda hay una serena aceptación
del paso del tiempo, de los errores y las vicisitudes de la vida: “Me he
preguntado alguna vez / por qué pusiste eterna / distancia entre nosotras” (Tu amistad); “Hoy sereno / acepta lo que
no puede cambiar / marchando en las veredas de su olvido” (En la nube). Unos versos serenos y más conscientes, quizá más
sabios o más perplejos: “Esquiva libertad / que hoy llegaste a sus manos / a su
muerte / a su cuerpo. / Hoy es libre del todo. /…/ En una libertad
inmarcesible” (Libertad).
“No ignores que el mañana
llegará para cubrirme
con su tibio manto de olvido” (Como arena)
Vuelve el Canto III, El mar y el viento, a los paisajes de la
infancia, a la aceptación del camino de la vida, ese que el destino nos ha ido
señalando, casi empujando: “La mar, el mar y sus reminiscencias / embarcan mi
razón /…/ Sentirse casi / en el materno útero de nuevo”. Unas instrucciones que
nos hacen como somos. Si, podríamos
decir, que es un poema contrafáctico, en el que la poeta se pregunta hasta qué
punto podría ser la misma si no hubiera atravesado las circunstancias vividas:
“No sería lo que soy. / No os habría conocido” (Si). Los recuerdos, como una
vuelta al comienzo pueden cerrar una estructura vital y poética:
“Y dejé mi
morada
escoltada por
un sol que me arropaba.
Un sol de mediodía
compañero de
un viaje
sin billete
de vuelta.
Para no
olvidar mis raíces
me llevé el
olor del mar
de la húmeda
arena
de mandas
rocas verdinosa
el olor de mi
Caleta.
/…/
Me fundí con
otro mar
cambié la
arena por chinos
y viejos
olores y sonidos
los dejé ir a
mezclarme sin más
junto a
nuevos paisajes” (Raíces)
Al lado de estos paisajes, al
tiempo físicos y emocionales, Carmen Salas presta atención a los que la rodena:
“Tus palabras son verdad dolorosa / y mágicas. Sonoras, / trepan las más
acérrimas conciencias / de quienes aún las tienen” (Tus palabras). Se apropia de uno de los himnos de John Lennon (Imagine) como símbolo de un espíritu de
lucha y una ilusión para recomenzar: “Evoco el viento eterno / y Eolo,
presuroso / trae y lleva el eco de tu vida” (Pasado presente), consciente, eso sí, de las dificultades
encarnadas en el mar que golpea la costa y los vientos que la agitan: “A golpes
de los mares que te habitan. / A golpes de los vientos que te vieron nacer” (A golpes).
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