Diego L. García (Buenos Aires, 1983) se define como profesor de letras, crítico y poeta y cuenta en su haber con Fin de enigma (Ediber, 2011), Esa trampa de ver (Añosluz, 2016), Una voz hervida (Jánster e-book), Una cuestión de diseño (Barnacle, 2018), una primera edición de (Fotografía) (Zindo & Gfuri, 2018) y Las calles (Barnacle, 2020). El también poeta liliputiense Luis Eduardo García, en el prólogo, describe este libro “con mayor carga narrativa,”, con menos opacidad o “embellecimiento gratuito”. Efectivamente, tenemos aquí una serie de poemas más o menos narrativos en los que se toma como punto de partida una serie de fotografías de las que no conocemos más que la reacción poética del autor. A partir de las sugerencias de la imagen Diego L. García se adentra en distintos paisajes y se acompaña de reflexiones que, sobre todo a medida que avanza el poemario, se desligan del referente fotográfico.
Ejemplo de esta manera de ejercer la poesía es su consideración acerca del proceso creativo: “Una buena definición de escritura: es la posibilidad de oír lo que deslumbra, no de ir forzado / ni invitado (Lo que sería lo mismo)” (Urban Color), especialmente del modus operandi de este volumen: “Leemos los (puntos suspensivos) como los que completa la fotografía de un café y sus circunstancias, en el agua / ondularon palabras y más” (Fotografía de un café); “todo una metáfora / cerebral de lo que puede / hervirse en las entrañas / de lo que no querríamos / desprendernos” (salchicha italiana, 2).
Los poemas oscilan entre un lirismo descarnado y una denuncia desencantada. Así se recogen estados de ánimo: “hasta las canciones pop del colectivo / me acorralan en sus callejones” (nº 2); “gobierna por descargas eléctricas / tu peinado de basura militar” (bee-gee’s flash); “una toma es un paisaje de nieve. / Sujetos que esperan congelados y aun así palpar / lo que vale al desplazarse de ese ahí” (Paisaje de nieve);“un operario es / embalado por sus propias / manos vía hong-kong” (saldos de fábrica);“tomar la cámara y salir. / componer una canción y tirarla. // mientras los días / no se parezcan / a los juguetes de un mcdolands // creo que dormiré tranquilo” (home made).
Diego L. García se detiene a meditar sobre la realidad: “cuando no es necesario atestiguar el suceso. /No hay nada que agregar” (Toma al aire libre);“… solo la cercanía de las figuras / y ese mural como fondo, al frente / los ojos son perfectos (a pocos pasos eran / el único significado para la realidad)” (Fotografía frente a un mural); “el héroe protege al lugar / y a la chica / contra toda una horda / de actores de bajo costo: // esto es literatura” (saldos de fábrica). La ventaja de este enfoque es la de trascender la imagen de partida, “una fotografía de Roma puede ser también / una ciudad que nadie ha conocido. Una forma de recorrernos / sin guías turísticos. / escribir es algo parecido / ir al mismo punto sin dejar de extraviarse / a su música secreta” [(Fotografía # 7) Roma];“hay demasiadas reglas en este juego / a veces pienso que no estaría mal / arrojar los dados muy lejos / y correr en los charcos” (Fotografía de baja calidad durante una tormenta de domingo).
Se puede advertir una mirada cada vez más personal, más hacia la intimidad a medida que avanza el poemario: “pantallas que cobran / venganza por / los años que nos dejaron imaginar” (diet magazine); “todo lo que escribí / fue una advertencia a mí mismo: / esto no va a mejorar” (y ahora qué). El momento de la escritura es el mismo desde el que se observa el mundo, y las fotografías muestran el lado visual, el inmediato, pero el autor está más interesado en lo que hay detrás de cualquier deformidad, en la vida que reflexiona, en las relaciones entre personas que andan congeladas en una fotografía:“tenés razón. El consejo es el peor de los lugares /…/ cuando se han abierto todas las cajas / de nuestra juguetería mental / es tan difícil reordenar esa belleza” [(Fotografía sin #) Roma. Versión 2].
“Lo que no se puede ver no se puede
dejar de ver “ (otras fotografías posteriores, apunte)
La poesía, la escritura es pareja a la actividad fotográfica, ambas son una puerta a la realidad a partir de lo sensible: “pero esa poesía es lo más parecido / a las tardes en que la ciudad / se da la vuelta / para reírse de lo mucho / que podíamos haber errado” (otras fotografías posteriores, apuntes) ; “salgo bajo una llovizna breve / y miro lo bien que sale / esa coreografía / de la que no somos parte” (Creo que ese es Chuck Berry)
“lo que puede inercambiarse
es solo una poética en la que
el café llega idéntico
en bangladesh – tokio – buenos aires
es una cuestión de estilo
como detenerse en los semáforos” (dept of traffic)
El poeta evita la vacía práctica de la solemnidad filosófica, anclarse en la imagen de la fotografía es una opción poética que está en la base de esta propuesta: “hay cosas que no mutan / aunque el troquel del universo esté listo. / tickets en mano para ingrear. / qué dirías ¿ que esperar / esos rostros en el puente ¿ // - cada fragmento fue / una posta de luz para la existencia / ahora sigue lo imprevisto: / niños con traje de superhéroes / corren hacia el fondo de la calle” (flashback). Los paisajes se humanizan a pesar de no contar con la referente visual de que que se parte: “la ciudad dejaba que las notas / deambularan sin castigo” (Vod-vil). Yes precisamente en esa humanización la que otorga las cualidades indudablemente líricas de este volumen: “tal vez los labios de la cápsula hayan deformado / en algún aspecto la idea del amor. / en el efecto de los rayos gamma sobre las palabras / que no llegan a señalar un cuerpo” (Paul Newman State)
“pase. Mire nuestra humanidad
a su servicio. Nuestro gran corazón
de gamuza, cuero, terciopelo” (we can help you)
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