Pablo Núñez se dio a conocer con Lo que dejan los días (2014) y compagina su labor como tutor de literatura en la UNED con la revista Anáfora, de la que es co-director. Tus pasos en la niebla es un libro luminoso a pesar de su título, en el que se detiene a contemplar de manera reflexiva los momentos de belleza del mundo –precisamente título de la primera parte del poemario. En esta parte encontramos un homenaje a Hopper: “Después vendrá la tarde, mientras tanto / los árboles son hombres que no engañan; / el horizonte –su callada luz–, /un símbolo de todo lo que empieza” (Cape Cod Morning, 1950). Otros momentos en los que podemos apreciar esa belleza incluyen desde De la Grecia de Píndaro (“Lo humano desfallece según nace la estatua”) al Dream Team de baloncesto.
Lugares y tiempos distintos pueblan esta contemplación de la belleza: El amor se acabó. No duraron tampoco / primeros entusiasmos. La invade algunas tardes / la soledad entera de la duda; / otras veces, en cambio, / la roza por las calles la belleza del mundo, / secreta nostalgia de las miradas jóvenes, / los cuerpos confiados / en el incierto muro del deseo” (Una historia en Ginebra). El poeta se pregunta por las decisiones, por los caminos de la memoria y por cómo se conforma una identidad que pretende aspirar a la belleza: “Acaso aquellos días marcaron, imprecisos, / el rumbo de estos años /…/ No elegiste un camino, pero fueron / siempre firmes tus pasos en la niebla” (El rumbo de estos años); “Quizás todo cosiste, si me apuras, / en saber distinguir lo que no quieres, / en desechar sin miedo los absurdos, / en tratar de engañarte cuanto menos / mejor. Que las sirenas continúen / cantando lo que quieran para otros” (Quizás todo consista). No está ajeno un cuestionamiento sobre el sentido de la vida y la inutilidad del combate: “Queríamos luchar. Poco importaba / manejar sin destreza nuestras armas, / o confundirnos, torpes, de enemigo. / …/ Tenía el sol la voluntad de amarnos, /pero no había tiempo. Hoy recibimos / su luz tranquilamente, paseando / entre recuerdos vivos de otros días” (Queríamos luchar). Por eso, el espíritu juvenil todavía aspira a “Renacer, cada día, viejos mitos, / seguros de llenarnos de razón” (Mitos). La madurez acaso sea ser consciente de que “Acontece la vida cuando cambia / ella misma, sin duda, tu destino” (Cathedral of St. John The Divine).
El tono confidencial parece hacerse mucho más concreto en la siguiente sección a tenor de su título. En el fondo la poesía de Pablo Núñez es siempre confidencial, pero es mucho más que eso: “No saben más que tú. No hagas ni caso. /…/ Así que ya lo sabes: tú, ni caso. / Equivócate solo, / haz lo que Dios te dé a entender, / y empieza, por ejemplo, / por olvidar sin más estos consejos” (Lecciones). En ocasiones pone sobre la mesa una especie de ajuste de cuentas con su pasado: “Marchábamos joviales a echa runas partidas / para olvidar que el mundo era hostil a nosotros, / porque aún no sabíamos renunciar a ser libres, / o jugar con sus reglas –como luego escogimos– / e intentar desarmarlo desde dentro” (Otros códigos); “Atenaza tu cuerpo algún día / aquel muro invisible de otro tiempo” (Algo queda del muro); “Traicionamos a veces, pero suele / ser la vida más bien la que traiciona” (Salir del paso). Y no siempre sale bien parado de este juego de memoria: “Aquellas historias, / con un cierto sabor a Antiguo Testamento / –«no son cuentos», me insistía. / «sucedieron realmente»–, / conformaba el mundo en la repetición exacta / y en la sencilla búsqueda de la perpetuidad” (No eran cuentos); “Y pensar uno mismo que descubre /el camino de vuelta de otra vida, / los restos del pasado hacia la sombra” (Samanta).
El último apartado, Quizá unos pocos versos parece indicar que los últimos poemas recogen una mayor diversidad temática, una especie de recopilación, de reafirmación. Opera prima recuerda muchísimo al tono que Felipe Benítez Reyes dio a su primerizo Paraíso Manuscrito, cuando se mezclaba de manera natural a Borges y Kavafis. Los murmullos de planteamientos existenciales, de duda acerca de lo que queda en nuestra memoria y nos define aparecen de manera consistente en estos poemas: “Nada vale el disfraz, nada el ensueño, / en la noche del último verano. / Es difícil saber: todo es confuso”; “¿Por qué habitas el mundo como si ellos / –indulgentes y a veces inflexibles– / a cada instante te estuviesen viendo?” (Tan lejos como estamos[1]).
“Al cabo de los años,
una vez que se apaguen los tiempos más confusos,
cuando caiga el telón o ya comiencen
a pasar aburridos los títulos de crédito,
cuando el mañana exista tan solo en la memoria,
es posible que hallemos
el sentido final en la mirada cómplice
del hijo, que comprende y hace suya
esa contradicción que fuimos en lo eterno”(Al cabo de los años)
Podríamos rastrear algunos elementos del panteísmo (“que saben que el Olimpo es un viento / y aún culpas a esos dioses de mis dudas”, Nastos) y de escuelas filosóficas que se mueven en un momento estoico, casi defensivo: “Esconder bajo llave lo más tuyo, / estar siempre a cubierto de la vida, / guarecerse al abrigo del cinismo, / desconfiar del amor y de sus trampas” (Ante el espejo). Hay una clara conexión con el planteamiento del famosísimo If de Kipling: “Y ya todo es quietud porque eres dueño / del saber y de la duda –son lo mismo– /ante la incertidumbre del naufragio” (Salamanca).
Pablo Núñez mezcla el Evangelio y Johnny Cash: “Señor, Hijo de Dios, creador de todo, / incluso del amor a las palabras” (El texto del Nuevo Testamento), cita a Dylan/ Bach, Garci, Cernuda y Dragó, Rodríguez Andrades / Bill Gates: “Hay que evitar ser tú” (No le cuentes que te entusiasma Bach). Sin embargo, sus planteamientos estéticos no son los del culturalismo de la generación del 70 que se vanagloriaba de manejar los códigos de la alta cultura grecolatina con la misma soltura que los propios del pop y camp de masas. El poeta prefiere usar las referencias como puntos de apoyo a la realidad cotidiana, con algo de ironía incluso.
“Quedará, para siempre, la imagen de tus brazos
hacia el cielo, muy firmes, en señal de victoria.
De nosotros, con suerte, quizás unos pocos versos” (21 de agosto de 1987)
Un hermoso libro, de gran intensidad y oficio que, además tiene la elegancia de terminar con C.S. Lewis.
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